Ana María Gutiérrez Huby
Docente Principal de la Facultad de Ciencias Contables-UNMSM
Ma. Eugenia Amador Murguía
Docente Universidad de Guadalajara – Culagos
María Eliazer Sánchez de la Cruz
Docente Universidad de Guadalajara – Culagos
Hilda Araceli Hurtado Vázquez
Colaboradora – EPR San Miguel el Alto
RESUMEN
Este estudio se elaboró con el interés de indagar sobre el trabajo en el aula, dentro del proceso de enseñanza – aprendizaje, para conocer la percepción de cada uno de los actores de dicho proceso. Las instituciones de educación se han visto rebasadas por los avances de la ciencia, la tecnología y el entorno global en general.
Los resultados más relevantes, son: la discrepancia entre maestro-alumno referente a los métodos de enseñanza y por consiguiente al aprendizaje, pues los alumnos refieren carencia en investigación, práctica y motivación por parte del maestro, sin embargo el maestro asegura mostrar un desempeño que es suficiente para el campo formativo del estudiante.
Por lo anterior, se cuenta con estudiantes que no se les invita a razonar, a crear, a innovar y por consiguiente a desempeñarse de manera libre, buscando una formación que lo prepare para enfrentar los retos que implica el mundo laboral.
ABSTRACT
This study was developed with the interest of inquiring about the work in the classroom, in the process of teaching – learning, to know the perception of each of the actors in this process. Educational institutions have been overtaken by advances in Science, Technology and the Global Environment in general.
The most relevant results are: the discrepancy between teacher-student regarding teaching methods and thus, learning, as students refer gap in research, practice and motivation by the teacher, however the teacher assures to show performance that is enough for the student training field.
Therefore, there are students who are not invited to reason, to create, to innovate and thus to perform freely, looking for training to prepare him to face the challenges of the working world.
PALABRAS CLAVE
Métodos de Enseñanza, Aprendizaje, Conocimiento, Docentes, Educación Superior.
Para citar este artículo puede utilizar el siguiente formato:
Ana María Gutiérrez Huby, Ma. Eugenia Amador Murguía, María Eliazer Sánchez de la Cruz y Hilda Araceli Hurtado Vázquez (2016): “Alumnos y Profesores: su opinión sobre el Trabajo en el Aula”, Revista Atlante: Cuadernos de Educación y Desarrollo (octubre 2016). En línea: http://www.eumed.net/rev/atlante/2016/10/aula.html
http://hdl.handle.net/20.500.11763/ATLANTE-2016-10-aula
Introducción
Se encontró que los métodos didácticos prevalecientes en algunos profesores no son los más adecuados para un aprendizaje significativo ya que desde la perspectiva del alumno, los métodos de enseñanza empleados en el aula no favorecen el aprendizaje llegando incluso a considerar que los conocimientos adquiridos son insuficientes para el ejercicio laboral. Se aplicó un instrumento de 15 reactivos, tanto a profesores como a estudiantes, para conocer la situación prevaleciente en el aula con el fin de retroalimentar al profesor y motivarlo a buscar nuevas estrategias didácticas.
Las instituciones de educación superior juegan un papel determinante en los procesos de transformación de las sociedades. La expansión de la globalización a prácticamente todos los rincones del mundo y el acelerado desarrollo tecnológico, obedecen, en buena medida, al conocimiento producido en las universidades. Según Gaete (2010), estas propensiones sociales nos asignan como universitarios una creciente responsabilidad en los ámbitos de las funciones sustantivas (docencia, investigación y extensión) y de la misión que cumplimos en beneficio de las colectividades.
La universidad no puede funcionar sin mantener siempre una relación con el saber (ANUIES 2006) no puede existir sin estar inmersa en la producción de conocimientos, (aunque el conflicto entre el poder y el saber nunca dejará de existir), ni podrá renunciar a la idea de que la producción de conocimientos tiene que permanecer como condición sine qua non, ya que sin ésta la Universidad dejará de ser lo que es una institución formadora de profesionistas capaces para la práctica laboral, compleja, dinámica y vital.
Los adelantos de la ciencia y la tecnología están forzando a la educación a realizar cambios a ritmos cada vez más intensos; esto es a promover una revolución en la formación docente y en el uso de las herramientas didácticas que le permitan mejorar, día a día, su práctica docente a incidir en una formación de calidad. Conscientes de que el concepto de “calidad” es sumamente debatido en el contexto educativo y no hay acuerdo acerca del tratamiento que se le debe dar, la investigación recupera la idea de Dr. Pablo Latapí, quien señaló en su conferencia de aceptación del Doctorado Honoris Causa otorgado por la Universidad Autónoma Metropolitana en el año 2007 que, “Una educación de calidad es, para mi, lo que forma un hábito razonable de auto exigencia. Y digo ‘razonable’ para no caer en un perfeccionamiento enfermizo o en un narcicismo destructivo. La búsqueda de ser mejor debe ser razonable, moderada por la solidaridad con los demás, el espíritu de cooperación y el sentido común”
La preparación del docente en una didáctica para el cambio, es el reto de los académicos universitarios (Mazón, Martínez y Martínez, 2009) y para ello el profesor no tiene por qué ser un simple dictador o impartidor de clases; como lo expresa Cásares (2000), debe ser, ante todo, un líder, gran educador y formador, no debe enseñar, su misión es dirigir el proceso de educación de la personalidad y aprendizaje de los estudiantes, abarcando las dimensiones cognitivas y afectivas. Sin embargo, es una realidad que una gran mayoría de los docentes universitarios apoyan sus actividades didácticas, orales y escritas con el uso de tecnología que han aprendido “sobre la marcha”, la intuición y el auto aprendizaje; los profesores desconocen que el uso de dichas tecnologías con fines educativos necesita adecuarse a técnicas y procedimientos para potenciar su eficiencia didáctica.
En México la educación superior se caracteriza por su gran complejidad, debido a su magnitud, heterogeneidad y diversidad disciplinaria y territorial, pero también por la historia y características de los profesores que realizan las funciones asociadas a este tipo de estudios (Promep 2006 I). En virtud de lo anterior, se reconoce que hemos transitado por una educación que no nos ha enseñado a pensar y construir conocimiento, en la que el estudiante no se le reconoce como ser creativo; ha sido una educación que le ahorra la angustia de pensar y confunde formación con información; una educación que transmite datos o saberes que otros produjeron, que ejerce la represión mental en el educando y le inhibe el deseo de aprender.
El proyecto educativo de la universidad debe fundamentarse en la psicología evolutiva, a través de la cual se hace énfasis más en el despliegue de la capacidad cognitiva a través de la gestación de habilidades y estrategias intelectuales diferentes a la enseñanza de conocimientos transferidos pasiva y mecánicamente como lo realiza la pedagogía tradicional.
La nueva teoría educacional debe apoyarse en tres elementos substanciales (Beltrán y Álvarez 1995), que son: a) la psicología evolutiva, a través de la cual se plantean los cuatros estadios mentales del desarrollo personal; b) el conocimiento, que pasa a convertirse en elemento catalizador del aprendizaje y éste en promotor de la estructura cognitiva y cognoscitiva, utilizando el mecanismo del conflicto sociocultural; y, c) la resolución de problemas, al recurrir a una estrategia pedagógica que facilite la confrontación de ideas fomentando la interrelación de los educandos entre sí y de éstos con los docentes, en forma interactiva para lograr que el estudiante genere su propia idea sobre la situación. De esta manera, la educción como proceso debe fundamentarse más en conseguir que los jóvenes produzcan sus propias tesis, induciendo la conversión de los mismos en gestores de su propio conocimiento intelectual.
Lo anterior debe estar incorporado en los planes de desarrollo de las instituciones, donde se consideren tanto los aspectos más generales de la consolidación institucional, como los aspectos curriculares y de evaluación, con acciones que orienten a la excelencia académica (Rodríguez 2010). Esta es la razón por la cual la universidad debe dinamizar su Curriculum en lo referente a la integración de los conocimientos generales, adicionándole a todo lo anterior la unificación de los criterios metodológicos y evaluativos.
Participantes
Se tomó una muestra probabilística en donde aceptaron participar 200 alumnos y 40 profesores, aplicándose la encuesta de manera aleatoria y estratificada, considerando todos los semestres y licenciaturas seleccionadas. La edad de los alumnos fue de entre 17 y 26 años, con una edad promedio de 22.6 años; y la de los profesores entre 30 y 60 años, con una edad promedio de 47.8 años. Las preguntas fueron sobre materias que se imparten cinco días a la semana, en clases de una hora.
Instrumento
Con base en trabajos semejantes (Mazón, Martínez y Martínez, 2009; González y cols., 2008; Rueda y Torquemada, 2008) se diseñó un instrumento de 15 preguntas para identificar las discrepancias en la percepción que alumnos y profesores de una carrera universitaria del área económica administrativa tienen sobre tres aspectos que consideramos esenciales para la formación del estudiante:
Procedimiento
Se informó a estudiantes y profesores sobre los objetivos del estudio, solicitando su colaboración voluntaria. A los estudiantes se les reunió en grupos de 25 en los salones de clase, en horarios diferentes. Con los profesores se acordaron previamente fechas. El período de aplicación del instrumento fue de dos semanas.
Resultados
A continuación se presentan los resultados obtenidos en función de los tres aspectos estudiados.
La responsabilidad social de las universidades (García 2008) pasa por la adecuada utilización de la inteligencia y creatividad para dotar a los futuros profesionistas de las herramientas conceptuales que les permitan entender, asimilar y ponerlas en práctica para su desarrollo personal y contribuir en la solución de los problemas y desafíos sociales.
En este proceso, es evidente que el fundamento de una buena educación radica en el trabajo que se realiza día a día, semestre tras semestre, en el aula; la clase es la columna vertebral de la formación profesional y es el espacio en que el profesor desarrolla sus capacidades de transmisión del conocimiento y muestra su nivel de actualización en el uso de las herramientas didácticas.
Los resultados de la encuesta para el análisis de este constructo teórico, constituyen un buen indicador para conocer el grado de compromiso que tiene el profesor con la institución y con el estudiante.
La tabla 1 muestra que el 80% de los maestros afirma asistir a clase diariamente, pero en realidad quien puede corroborar que es cierta la opinión del maestro son los alumnos y ellos señalan que el 50% asiste a clases 3 veces por semana en promedio, cuestión que se confirma cuando se les pregunta la frecuencia con la que imparten la clase completa (es decir que cumplan con el horario asignado). Esta discrepancia muestra una brecha importante en la asistencia a clase, situación que repercute en el cumplimiento de los temas a tratar durante el semestre y que afecta de manera directa a los estudiantes.
El desarrollo de las disciplinas universitarias se ha ido ligando, cada vez con más fuerza, a la actitud que se adopta frente a la investigación: la información ya es insuficiente para formar profesionistas competitivos (García, 2008) y los planes de estudio giran hacia la investigación como eje de trabajo, Sin embargo, en las carreras estudiadas, es un aspecto que todavía no se convierte en cultura académica, no se ha impregnado entre los profesores y, en consecuencia, no es una cuestión importante para los estudiantes. El 20% de maestros afirma que investiga cada 15 días o cada mes; esta opinión la comparten los alumnos, no obstante, se percibe que la labor de investigación del docente no está relacionada con los contenidos temáticos de los programas, sino con las líneas de generación y aplicación del conocimiento que no se traducen en conocimiento dentro del aula.
La investigación que realizan los alumnos es para trabajos escolares; 25% manifestó trabajar una vez por semana en labores de investigación.
Otro de los nudos problemáticos a resolver, es la actualización disciplinaria de los profesores. El 63% de los alumnos opina que la mayoría de los maestros sigue con los mismos temas de años atrás; la historia de “los mismos apuntes, los mismos chistes” sigue vigente en muchos de los profesores universitarios.
Si a ello agregamos que un bajo porcentaje de profesores asesora a los alumnos, la situación se vuelve más desafiante para encontrar los caminos que reviertan esta situación. El docente señala que da asesorías a los alumnos casi en un 50% una vez por semana, pero la percepción que tiene el alumno es diferente; el 23% de los alumnos opina que las asesorías solamente se realizan una vez al semestre, y como complemento, en pláticas informales; reiteradamente se pronunciaron por señalar que el programa de tutorías no se lleva a cabo.
El complemento de todo trabajo en el aula, en la interacción maestro-alumno, pasa por el establecimiento de normas de convivencia basadas en el respeto y trato digno que debe prevalecer en el ámbito de las instituciones de educación superior. Setenta y un por ciento de los docentes y 85% de los alumnos están de acuerdo que no se faltan al respeto. Pero hay excepciones, los profesores (29% señalan falta de respeto en mayor proporción que los estudiantes (15%). Es un indicador que no se debe menospreciar a la hora de analizar el trabajo en el aula y en el diseño de estrategias académicas de cambio para mejorar la relación maestro-alumno y, por tanto, para avanzar hacia una formación integral.
Reflexionando en torno a este primer aspecto, es notorio que la responsabilidad social implica el compromiso de ser agentes de cambio. Debemos enseñar con el ejemplo y ello supone fomentar comportamientos proactivos que favorezcan un modelo educativo centrado en el aprendizaje, en competencias, flexible, tal y como lo demuestran las experiencias en diversas universidades mexicanas. (Medina y Cols., 2009).
Es evidente que la institución también deberá contribuir a mejorar las condiciones de trabajo en términos de modificar las cargas horarias para que las clases no sean solamente de una hora diaria.
Un hecho positivo es que los profesores muestran disposición al cambio, siempre y cuando sea en un contexto de corresponsabilidad de los estudiantes y de la institución. Reconocen el importante papel que desempeñan y aceptan participar en las actividades que la institución promueva para mejorar su desempeño.
La actividad docente contiene dos elementos básicos: a) el conocimiento teórico de la materia que se imparte, el cual requiere de experiencia y revisión actualizada de los contenidos; b) la forma en cómo se transmite ese conocimiento y cómo se logra el aprendizaje. Las tendencias actuales de la universidad están atravesadas por la idea de la formación centrada en el aprendizaje, cuestión que implica, entre otras cosas, una actividad dinámica en el aula y una intensa red de colaboración entre el profesor y el estudiante. El manejo didáctico por parte del profesor es decir, la metodología empleada para enseñar (Díaz Barriga, 1998), es esencial para la transformación educativa.
Se observa (ver tabla 2) que el 32% de los profesores dice utilizar diversas herramientas para el desempeño de su actividad docente, según los estudiantes, su utilización es del 44%: el uso de tecnologías de la información es mayor; situación que habla de cierta generalización en el manejo didáctico de los profesores. En cambio, cuando se les preguntó acerca del trabajo en equipo en el aula (debates, exposiciones grupales, etc.), la situación es diferente, 23% de los profesores afirman emplear estos métodos, pero solamente el 3% de los estudiantes reconocen este tipo de actividad en el aula, señalando, incluso que la clase es tediosa y repetitiva, sin actividades que los motiven a participar. Sin duda, es un área de oportunidad a la cual se le debe poner atención para mejorar.
Otro aspecto relevante es la pregunta respecto a la claridad expositiva del profesor. Las clases no son claras para los alumnos y se le entiende poco al profesor, así lo manifiesta el 57% de los alumnos encuestados. Esta es una razón fuerte que dificulta el aprendizaje, limitando el interés del alumno a poner atención a algo que no le es atractivo y entendible (Fernández, 2007).
El análisis de la siguiente pregunta referida a la imagen que proyecta el profesor, deja de manifiesto una abierta discrepancia entre lo que cree el profesor y la percepción del alumno. El 71% de los maestros cree que tienen una imagen positiva para motivar a los alumnos a investigar; en el polo opuesto, solamente el 23% de ellos afirman sentirse motivados a investigar gracias al profesor; los demás 77% no se ven interesados por las indagaciones, ya que ni siquiera sus profesores investigan.
Finalmente, y a juzgar por las respuestas de los estudiantes, el trabajo de asesoría y la presentación de casos prácticos y ejemplos para ilustrar los contenidos son muy escasos en las prácticas escolares. Para los estudiantes es muy importante la práctica ya que el sentido común les dice que al salir a trabajar, si no tienen experiencia, las oportunidades de empleo serán escasas. Independientemente de las razones esgrimidas, lo cierto es que los alumnos reclaman más trabajo práctico que los prepare para el ejercicio profesional.
La evaluación de los estudiantes se reduce a los aprendizajes adquiridos en el aula. El examen está sometido a las críticas por considerar que no es un indicador efectivo para “medir” la formación de los estudiantes. En descargo, se puede afirmar que es una función complicada para los profesores. Elaboramos tres reactivos para conocer la opinión de alumnos y profesores al respecto.
Se observa en la Tabla 3 que la técnica más común para evaluar son los exámenes, 60% entre profesores, 82% entre estudiantes, seguido del trabajo en equipo y del trabajo individual. El 68% de los profesores realiza evaluaciones cada mes, esto con el fin de llevar un mejor control sobre las calificaciones y tener más herramientas para evaluar alumno; el 100% afirma llevar a cabo la retroalimentación posterior al examen. En este aspecto de la retroalimentación hay discrepancias con lo que opinan los estudiantes; para el 53% no existe ningún tipo de retroalimentación.
En resumen los estudiantes manifiestan diversas inquietudes respecto de la evaluación de los cursos; la consideran una obligación administrativa y no académica, utilizada para acceder al nivel inmediato superior o para obtener un diploma, más que para mejorar el proceso formativo.
Discusión
La información detallada anteriormente se relacionan con la responsabilidad frente al grupo académico y la comunidad; la preparación de clases reflejado en el manejo didáctico y en la profundización de los contenidos disciplinarios y la aplicación de los exámenes que incidan en la formación y en el fortalecimiento de lo estudiado, elementos que tienen una importancia capital si queremos avanzar hacia una educación de calidad. Por otra parte motivar el espíritu de investigación del estudiante, conceptualización y buen manejo de la información, fomentar la reflexión de los temas revisados en clase e inducir hacia buenos hábitos de lectura, son cuestiones que se ponen de relieve a la hora de analizar las prácticas en el aula.
Espíritu investigativo. La actividad académica que genera la pedagogía dialógica conduce a incrementar el interés del joven por el quehacer investigativo en cuanto le posibilita un abordaje directo a las fuentes de información, desarrollando su potencial cognitivo y facilitándole su aproximación a la ciencia. De ahí la importancia de la responsabilidad social de los profesores para generar climas académicos de trabajo y contribuir a una mejor formación de los estudiantes.
Conceptualización y buen manejo de la comunicación. Teniendo en cuenta que además del profesor, existen otros medios que influyen en el aprendizaje, el alumno que recurre a actividades investigativas y académicas logra generar sus propios conceptos, especialmente en las situaciones profesionales futuras que los conducirá a realizar interpretaciones convincentes. De la misma manera, enriquece su lenguaje a través del énfasis en el proceso de socialización impulsado por la metodología actual, permitiéndole interactuar con la intensidad requerida, para que los miembros del grupo, apoyados en sus ideas, colaboren en la búsqueda de la verdad.
Tendencia a la reflexión. Tradicionalmente se le concede demasiada importancia a la memoria en el proceso de aprendizaje, descuidando otras estructuras de igual o mayor significación, con esto no se quiere decir que debemos subestimarla en el proceso de adquisición y generación del conocimiento, hay que ubicarla en su justa dimensión, es un aporte estructural indispensable para lograrlo, su importancia debe derivarse de la intima relación que posee con otras facultades mentales más determinantes. El trabajo didáctico y el uso de tecnologías de la información y la comunicación, persigue el despliegue de la conformación cognitiva del estudiante, estimulando la creatividad, como capacidad que se origina en el centro de convergencias de la inteligencia de las nuevas generaciones, que a su vez, esencializa los fines institucionales y los objetivos educacionales de los diferentes programas académicos.
Introducción de hábitos de lectura y de expresión escrita. El trabajo en equipo en el aula es un poderoso factor que refuerza la generación de habilidades intelectivas que facilita la elaboración de estrategias que inciden favorablemente en el éxito y bienestar de las gestiones, en actividades y contextos distintos que coincide con la vocación cognoscitiva elegida. La lectura, como actividad dentro del aula, complementa las realizaciones académicas, facilitándole al alumno la confrontación de tesis y, consiguientemente, promueve el juicio crítico aumentando la disponibilidad analítica y reflexiva. Quien lee y escribe de manera periódica aumenta su equilibrio frente a la tradición y el dogmatismo.
Conclusiones
Los resultados obtenidos en este trabajo muestran la necesidad de modificar las prácticas de los profesores. Se comprobó que la percepción del alumno acerca de la pedagogía del maestro es negativa, considera que no es la adecuada para su formación profesional.
Ser constantes y puntuales a la hora de la clase, aplicar las metodologías y las técnicas didácticas que fomenten la participación y comprensión de las tareas asignadas, ser sistemáticos en las asesorías, promover una actitud favorable hacia la investigación, ser cuidadosos en el diseño, aplicación y retroalimentación de los exámenes. Incluso habría que considerar los aspectos subjetivos, como la imagen del docente, para que el alumno le preste la atención y el respeto que se merece.
Desde la posición del alumno, éste tiene que estar preparado en muchos sentidos, por ejemplo, en el uso de la infraestructura de la tecnología actual para entrar al mundo de la globalización, en el desarrollo de capacidades, habilidades y actitudes que favorezcan el trabajo en el aula, contar con hábitos de estudio para aprovechar los conocimientos que el profesor transmite. El alumno debe mostrar iniciativa, disposición al trabajo en equipo e integrarse en todo momento con sus compañeros.
Por otro lado, se le ha atribuido a la educación el efecto de cambio y desarrollo social, sin embargo, deberíamos pensar en todo aquello que ha ocurrido para llegar al momento actual en que la educación ya no se percibe como un agente de cambio. Ahora, se cuestiona su calidad y funcionalidad, en especial, cuando se habla de educación superior, que hace más de cuatro décadas se plantea como la respuesta a la demanda de formación del recurso humano calificado que tendrá en su poder la planeación y dirección del desarrollo global del país.
El docente debe tomar en cuenta que es el alumno al que se está formando para el ejercicio de una profesión y de la vida; si queremos alumnos independientes, creativos, responsables, críticos, analíticos y reflexivos; lo primero que se debe hacer es respetar sus formas particulares de comprensión y manejo de la información, después, conocer cómo llegamos a elaborar el proceso de aprendizaje; así, posiblemente los maestros puedan aprender nuevas formas de comprensión de la materia. Por último hay que llevar a cabo una discusión alumno-maestro para aclarar puntos que han quedado confusos.
Es necesario cambiar las dinámicas tradicionales de trabajo en el aula, que el profesor utilice el conocimiento como un catalizador del aprendizaje, que permita al estudiante transitar por el Curriculum universitario bajo su conducción, complementando con reformas curriculares para la integración de conocimientos. Esto es, reemplazar la enseñanza fragmentada por otra integradora de los conocimientos, que facilite al educando articular los nuevos conocimientos a su cuerpo cognoscitivo sin mayores esfuerzos. Un espacio donde las evaluaciones subjetivas pasan a ser objetivas y directas, a fin de permitir una evaluación cualificada y no cuantificada, que permita generar en el educando estímulos hacia la autoestima, la creatividad, la reflexión y la investigación.
No podemos dejar de lado que nuestra esencia es la academia, es el centro de las estrategias, acciones y realizaciones de la universidad; con ella se configuran los anhelos de la sociedad, se cumple con las expectativas de los estudiantes que ingresan a sus aulas y se construye un mañana lleno de opciones para incrementar los niveles de bienestar social. Es la visión que los profesores y estudiantes deben sostener para seguir construyendo esta cultura de la mejora constante en el aula.
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