Lillian Álvarez Navarrete
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Cuando gracias a la gentileza de la autora leí el borrador de este libro, vinieron a mi mente, con fuerza especial, los re- cuerdos de una noche del año 1966 en que se encontraba reunido el Consejo de Dirección de la Universidad y recibi- mos la grata sorpresa de la visita del Comandante en Jefe Fidel Castro.
Me desempeñaba entonces como Secretario General de ese centro de estudios, y era su Rector el inolvidable Salva- dor Vilaseca Forné. Ese día el Consejo, que entonces tenía una integración notable, debatía con angustia la situación de la literatura docente en la Universidad.
La Universidad, bajo la sabia rectoría pedagógica de Vilaseca intentaba saltar sobre las viejas limitaciones de sus planes de estudio y programas de las asignaturas y proyec- tarse hacia una dimensión verdaderamente científica en cada carrera. Pero para ello necesitábamos la correspondiente li-
teratura docente. Y lo digo porque pese a los esfuerzos del enemigo imperialista por robar los cerebros en nuestra so- ciedad y auspiciar la emigración de los profesionales cuba- nos y del profesorado universitario, habíamos avanzado en
la solución de este escollo, apoyándonos en las ideas de Fidel y basando una parte importante de la docencia en el naciente, pero ya poderoso movimiento de Alumnos Ayudantes que había recibido el nombre de Julio Antonio Mella.