URUGUAY
UN DESTINO INCIERTO
Jorge Otero Menéndez
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Del Quebracho a Herrera y Obes
Hombres de palabra entera y de agradecimiento sin mengua – no era el caso de Latorre[i], obviamente -, no es difícil entender las razones por las cuales creen en la intención de Tajes de reconstruir el ordenamiento institucional y del apoyo que luego le brindan a ese ministro de Guerra de Santos, como candidato presidencial y a la propia jefatura de Estado que éste asume. Tajes fue el clemente jefe militar que civilizadamente frustra la Revolución del Quebracho[1], con su victoria sobre los insurgentes, en el desigual combate iniciado en las puntas del arroyo de Soto muy cerca del otro cauce de agua que le dio nombre al levantamiento
En la Revolución del Quebracho, se había reunido "lo mejor de nuestra juventud" con otros ciudadanos "miembros de las diversas fracciones", con el objeto de encauzar democráticamente a la República para lo cual acuerdan diversas resoluciones. “...esas medidas - se lee en la proclama que convinieron el domingo 24 de enero de 1886 - deben buscarse preferentemente en la aplicación de los principios que sirven de base al movimiento revolucionario y que han hecho posible la aproximación de los partidos... “
Por esos años, el militarismo había alcanzado la culminación de su propia definición: la del coraje equivocado. Del mismo modo como se había iniciado en enero de 1875 y que tuvo su dramático ensayo el referido 10 de enero de ese año.
Se sucedían los arrestos arbitrarios, las persecuciones caprichosas, los más diversos y crueles castigos incluso para los meros disidentes.
Asimismo, la corrupción manifestada en diferentes formas le terminaba de dar al régimen imágenes de esas que despiertan inconfundibles repugnancias.
A Buenos Aires, mientras tanto, iban llegando uruguayos decididos a luchar por el encuentro del Estado con la Nación.
Los preparativos los realizaban en varios sitios, entre ellos una barraca ubicada en la calle Paraguay al sur. Participaban los generales José Miguel Arredondo, Lorenzo Batlle y Enrique Castro. Los acompañaban, entre otros, José Batlle y Ordóñez, Luis Michaelsson, Joaquín Requena y García, Juan José de Herrera, los hermanos Vázquez, los hermanos Ramírez, Luis Melián Lafinur, Daniel Muñoz (Sansón Carrasco), Justino Jiménez de Aréchaga, José Zorrilla de San Martín, Claudio Williman, Juan Campisteguy, José Sienra Carranza, Rufino T. Domínguez, Eustaquio Tomé, Luis Arroyo, Martín Aguirre, Aureliano Y Luis Rodríguez Larreta, Justo y Carlos Gaudencio, Juan Pedro Salvañach, Cipriano Herrera, Jerónimo Amilivia, Juan Manuel Puentes, José Visillac, Laudelino Cortés, Julián Urán, Juan A. Estomba, Martinera, Juan A. Smith, Felipe D. Segundo, Escolástico Imas, Nicanor Galeano, Pablo Ordóñez y Teófilo Gil.
Eran ex latorristas blancos y colorados, molestos por su desplazamiento del poder - los cuales vetan, en los hechos que se pueda considerar este levantamiento lo que en esencia era: una reedición de la Revolución Tricolor; ex varelistas; católicos clericales enfrentados a Santos por las medidas adoptadas por éste contra los poderes de la Iglesias Católica y que ponen como condición para intervenir, que es aceptada pero no es respetada, una revisión de dicha legislación; blancos y colorados principistas; víctimas y victimarios de la represión gubernamental a que dio lugar la Revolución que encabezó César Díaz y culminó en la Hecatombe de Quinteros, y constitucionalistas. Un amplísimo frente anti santista, en suma, que incluía las más diversas posiciones del espectro político del país.
En el litoral uruguayo, los coroneles Trías y Pampillón organizaban la resistencia interna, conjuntamente con el caudillo de Cerro Largo, Ángel Muñiz.
Pocas semanas después del desembarco y en el arroyo Quebracho, (departamento de Paysandú), afluente del río Queguay, caen derrotadas las fuerzas revolucionarias por las tropas del general Máximo Tajes, el miércoles 31 de marzo de 1886. El cual, por dicho triunfo, es ascendido a teniente general.
Y dos meses y medio más tarde aparecía el diario El Día – el miércoles 16 de junio de 1886 -, rehaciendo las esperanzas heridas poco antes: "A una revolución caída no puede seguir un largo período de abatimiento, ni creemos que la política pueda exigir de vez en cuando altos o treguas en la lucha por la Justicia", decía en su primer editorial.
Las penalidades empiezan casi enseguida del desembarco de los revolucionarios venidos de la costa entrerriana. Allá en las Puntas del Soto. Era un día de lluvia y los primeros en tocar tierra son los de la embarcación Leda, confiscada por ellos, que llevaba el nombre de la utilizada por José Garibaldi. Comenzaba a caer la tarde y la expedición enfrentaba el arroyo Guaviyú.
De los transportados en la Leda fue la primera sangre vertida. El comandante Mena había enviado al teniente Diego Lamas y un grupo de hombres, protegidos por Ordóñez y Costa, con el fin de desalojar de su puesto al mayor de los Santos. Cinco gubernistas fueron muertos en la escaramuza en que resultó herido el sargento Hilario Céspedes.
A poco de arribar, algunos errores y otros inconvenientes sentenciaron a los revolucionarios. La falta de caballos y la descoordinación con los sublevados en tierras uruguayas, que debían haber destruido el puente sobre el Arapey, sirven como ejemplo.
A pie, con ropa de invierno en pleno verano, un Remington, 300 tiros, el freno y los cojinillos en la mano, se puso en marcha cada uno de los casi dos mil hombres que integraban la columna.
Luego de algunos triunfos sobre Villar y de los Santos, el ejército acampa al sur de la cuchilla de San José. Hacía 16 horas que no comían por estar en marcha forzada, "descansando cinco minutos cada hora durante los cuales se aprovechaban para dormir algo".
Sólo había espacio para la heroicidad. Y la hubo. Ni soñar se podía con la victoria. No era hora para el engaño. Ni existían hombres dispuestos para ello.
Pero el esfuerzo conjunto de gentes de "todas las fracciones" dio finalmente sus frutos: a fines de año, Máximo Santos se embarca para Europa.
Fue Tajes quien culmina el mandato siendo votado para tal fin en noviembre de 1886, ejerciendo el cargo hasta que lo traspasó, de acuerdo al período presidencial establecido por la Constitución de la República, a Julio Herrera y Obes. Fue en 1890. Poco después se presenta la crisis bancaria y comercial de la que nos ocuparemos en el próximo capítulo..
Durante el gobierno de Tajes se produjo una suerte de guerra arancelaria entre Argentina y Brasil que tuvo su origen en la epidemia de cólera en Buenos Aires – cuyos gobiernos no prestaron ni prestan una debida atención al problema sanitario. A raíz de ello, Brasil cerró sus puertos en 1887 a las naves procedentes del Río de la Plata, afectando nuestras exportaciones. No obstante ello, la balanza comercial uruguayo-brasileña, en el período, fue notoriamente favorable a nuestro país.
[1] Fue el último levantamiento contra Máximo Santos. Hubo cuatro en total.
[i] Es difícil suponer tal cosa en quien traicionó a aquél que le restituyó su condición militar. El presidente José Ellauri es quien lo restablece en el cargo luego de ser apartado del Ejército, primero por Lorenzo Batlle y después por Tomás Gomensoro, bajo la sospecha de conspirar contra el poder legítimo, razón por la cual se integra..... a los denominados grupos principistas, al socaire de lo cual logra por fin concretar su mayor ambición: ser traidor. Implementó, además, algo más drástico que el hoy llamado “el gatillo fácil”, aplicando la “ley de fugas” contra todo aquél que, suponiéndose maleante por la policía, fuera encontrado por ésta.