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' Umar Ibrahim Vadillo
Introducción
La idea del dinero crédito
El crédito tiene una gran función en la sociedad, pero no, como mucha gente parece suponer, un poder mágico. No se puede sacar algo de la nada. Parece extraño que sea necesario puntualizarlo, pero a menudo lo que es representado, contabilizado, aparece como superpuesto a lo que sucede en realidad, a los sucesos reales. Así es como el crédito ha sido presentado demasiado a menudo como la piedra filosofal capaz de curar todos los males económicos de la sociedad. Sería un maravilloso panorama si los gobiernos pudieran pagar sus deudas externas, sufragar el gasto público sin presión fiscal y, finalmente, enriquecer a toda la comunidad con sólo imprimir unos caracteres en trocitos de papel. Pero crear más dinero no hace a la gente más rica, sólo disminuye el valor del dinero mientras da una tremenda ventaja a aquellos que tienen el privilegio de crear el dinero en la cantidad que quieran.
Aunque el crédito normal entre la gente no es más que una transferencia de dinero de una mano a otra, el crédito bancario actual, la forma más común de crédito de hoy día, es algo más complejo que eso.
Al principio, la gente fue inducida a, por motivos de facilidad práctica, a depositar su oro (u otra mercancía usada como dinero), en algún lugar seguro y a usar sustituciones del dinero (billetes de banco o cuentas corrientes), para sus transacciones diarias. Luego los bancos buscaron beneficio prestando a nuevos clientes sustituciones del dinero, respaldadas por sus existencias de dinero-mercancía que les habían sido depositadas. Finalmente, las reservas de los bancos cubrieron sólo una pequeña parte de sus emisiones de crédito. La mayoría de la gente posee sustituciones del dinero que no pueden ser canjeadas en su totalidad.
Los bancos no prestan el dinero depositado en ellos, como se cree popularmente. Cada préstamo o giro en descubierto bancario es una creación de dinero totalmente nuevo que se agrega a las existencias de dinero en la comunidad. Cuando un banco presta, crea crédito. La relación "reservas- crédito" necesaria para que un banco funcione varía de un 5 a un 10 % incluyendo sus reservas en otros bancos, según el país. Esto significa que un banco puede crear crédito "de la nada" hasta 20 veces más que la cantidad de dinero en efectivo depositada en él. Más del 95 % de todo ese dinero en circulación está compuesto de cheques bancarios. No es, por consiguiente, exacto decir que los gobiernos crean la inflación; sólo la regulan, o intentan regularla; pero la creación de crédito (y la mayor parte del dinero es crédito) es hecha por los bancos.
La gente que se opone a la banca sostiene que dicho régimen es intrínsecamente fraudulento y que produce inestabilidad y desequilibrio en toda la economía. La idea del sistema de "reserva fraccional", que intentaba prevenir el caos, de hecho ha garantizado y legitimado que bancos privados emitieran demasiado dinero de papel y depósitos, causando inflación. El gobierno se encontró en la obligación de hacerse cargo con el objeto de prevenir el riesgo de que se produjeran crisis de confianza de los ahorradores con retiros masivos de fondos. Así surgieron los bancos centrales, con el privilegio del monopolio en materia de emisión de papel moneda y amplios poderes reguladores sobre los bancos.
Exigiendo a los bancos que mantuvieran suficientes reservas contra cierta proporción de sus depósitos, el banco central asume el control total del abastecimiento del dinero.
Normalmente los gobiernos ofrecen después "protección", garantizando los depósitos y exigiendo a los bancos centrales que actúen como "prestamistas de última instancia".
Así es como los billetes que identificamos como dinero son en sí mismos crédito, o sea pagarés no canjeables cuyo valor es establecido por el gobierno.
Por supuesto, un pagaré no canjeable no puede ser crédito, porque esto es una contradicción en si mismo. Por lo tanto, nuestro "dinero" nace de un fraude basado en el incumplimiento del contrato de las promesas de pago gubernamentales. En este punto, la inflación se convierte en un elemento ordinario de la economía, independientemente del robo inherente implícito en el sistema. Los bancos mandan sobre nuestro dinero a expensas de la libertad individual.
El dinero está atrapado dentro del sistema bancario; es decir, el dinero no tiene otro lugar adonde ir. Antes o después el dinero procedente de un depósito bancario acaba en otro depósito bancario. Una persona prudente mantiene su capital en el banco para ponerlo a salvo de la inflación obteniendo algunos intereses ofrecidos por el banco si es depositado en él. Todas las pequeñas cantidades que estaban siendo devaluadas, ahora son acumuladas en manos del banquero. El banquero, enseñado por la experiencia sobre qué proporción del depósito será retirada en un periodo de tiempo dado y sabiendo que si un depositante retira más de la media otro retirará menos, puede prestar (es decir crear más depósitos bancarios) mucho más allá que sus existencias de dinero efectivo.
El injusto sistema da tremendas ventajas a los bancos, los cuales se convierten en administradores no deseados de nuestro dinero, mientras nos condenan a sufrir los efectos permanentes de la inflación. Un clamor se eleva llamando al fin de este sistema y una nueva voz se está dejando oír.