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La Marcha de los Cipayos
(Usted los eligió y aquí los tiene)
Ni crecer, ni creer (también escrito en el año 2001)
(La factura o la fractura europea?)
Inertia Inermis Inertis Ineptus
Europa. La Unión Europea , o a mi modo de ver (y sentir) la des-Unión Europea, hace gala del latín (alguna tradición debían conservar) para adjetivarse:
Inercia: flojedad, desidia, inacción; incapacidad de los cuerpos para salir del estado de reposo.
Inerme: que están sin armas.
Inerte: inactivo, ineficaz, estéril, inútil.
Inepto: no apto ni a propósito de una cosa; necio o incapaz.
Sólo eso, conjugar sus incompetencias, sus egoísmos, sus desconfianzas, su mercantil pragmatismo, su falta de ideología, su crisis de ilusión, su falta de significancia, su falta de rebeldía, y su sumisión.
Encerrada en la trampa de la globalización, acepta las miserias del presente.
En beneficio de la competitividad, niega las posibilidades de una sociedad mejor.
Por seguir la estela del neoliberalismo, posterga la invención de Europa.
Atrapada en la cultura de la satisfacción, es incapaz de intentar otros caminos más allá de la servidumbre.
Ni siquiera la depresión de Internet o la crisis de la economía global le animan a decir no.
Prefiere seguir haciéndose fotos de familia, asistiendo a cumbres inútiles, esperando falsos amaneceres, viviendo de la pantalla total.
Asistimos a una Europa mediática, virtual, casi diría, a la Europa que no fue.
Resulta paradojal que se reduzcan las libertades de los europeos, para aceptar una dependencia, de quienes se dicen liberales.
Resulta grotesco que una Cumbre europea (25/3) sólo se ponga de acuerdo en las normas sobre los traspasos de jugadores de fútbol.
Para qué sirve toda la burocracia instalada en Bruselas y Luxemburgo?
Para qué sirven los Consejos extraordinarios?
Mientras las turbulencias provocadas en la economía mundial debido a las incertidumbres provenientes de EEUU, abrían la posibilidad a la U. E. de tomar el relevo del liderazgo del mundo desarrollado, los lideres (¿) europeos pierden la oportunidad, fracasan, se muestran incapaces de avanzar en las reformas necesarias para impulsar la economía y consolidan la desigualdad.
Demasiadas hipotecas y muchas desconfianzas (a más de nostálgicos aires de grandeza; megalomanías, digamos) pueblan de obstáculos el camino de la Unión, alargan el recorrido, reducen el ritmo de progreso, alejan la meta.
Antiguos monopolios, compromisos presupuestarios, subvenciones con intencionalidad política, asimetrías económicas, políticas fiscales y sociales diferenciadas, y hasta modelos de integración incompatibles rodean de claroscuros la integración europea.
Algunos no, sorprendentes y demasiados pocos si, convencidos y convincentes, siembran dudas sobre el proyecto europeo.
Sin ideología, sin liderazgo, sin fondos, sólo se puede suavizar, retroceder, doblegarse, claudicar
Falta de eficiencia, de transparencia, de legitimidad democrática. Y, por supuesto, un sentimiento de crisis de identidad.