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El potencial de sostenibilidad de los asentamientos humanos
Josep Antequera
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CAPÍTULO 10
CONCLUSIONES
Las claves para la sostenibilidad local, entendida ésta desde el punto de vista de la Carta de Aalborg, tiene diversas dimensiones y no es imposible su aplicación, ya que hemos visto numerosas acciones locales que ilustran que acciones similares son posibles.
Actualmente las administraciones locales en Catalunya han asumido los principios de Aalborg de una manera más bien inconsciente, ya que dichos compromisos se ven supeditados a los modelos de desarrollo tradicionales, basados en el crecimiento económico, la especulación urbanística y la ocupación desmedida del suelo, el uso del vehículo privado como base de la movilidad, el consumo exagerado de bienes, la generación excesiva de residuos, la falta de criterios de sostenibilidad en las industrias, la ausencia de sistemas organizados de participación ciudadana, y muchos otros factores más que promueven el impacto ambiental y la desigualdad social en nuestros pueblos y ciudades.
El marco local es el espacio donde el sistema democrático puede evolucionar hacia sistemas más participativos. Las tecnologías de la información nos permiten generar esas redes de conexión entre entidades, ciudadanos, empresas y administración local para diseñar procesos locales para la sostenibilidad. Pero para desarrollar eso hace falta voluntad política y convicción democrática por parte de las administraciones locales.
Muchas veces los procesos de sostenibilidad local no tienen un grado de intensidad democrática suficiente, por miedo por parte de los políticos o los técnicos que los lideran, a perder cuotas de poder, y cederla a la ciudadanía. Hemos analizado en el capítulo 4 la importancia de las conductas individuales en los procesos de sostenibilidad. Las estructuras neurológicas primarias aún están vigentes y muchas veces se antepone la defensa del territorio a otras opciones que posibilitarían acciones de carácter más solidario y consensuado.
El futuro de nuestro planeta se halla en peligro, pero la evolución de los comportamientos humanos nos mantiene aún anclados en la persecución del bien individual, más que evolucionando hacia la consecución del bien común y la responsabilidad ecológica. Éste es el primer nivel de la sostenibilidad, el del individuo solidario y responsable.
Muchos grupos humanos, se hallan liderados demasiadas veces, por individuos que utilizando el criterio del interés personal han sido capaces de sobreponerse por encima de los demás. Esto hace que otros individuos que puedan generar proyectos e ideas, capaces de renovar las instituciones hacia nuevos objetivos y metas, sean sepultados en la carrera por el poder, por parte de los anteriores, sino coinciden con sus intereses. Y la distribución de la riqueza en el mundo no es nada más que un reflejo de esa base egoísta del comportamiento individual.
En nuestras sociedades el tener se antepone al ser y la consecución de dinero y poder se antepone al equilibrio interior y la búsqueda de la felicidad y la solidaridad. Estas actitudes y hábitos son potenciados por los medios de comunicación que nos venden un modelo de felicidad basado, ante todo, en la apropiación y el consumo de bienes materiales.
Por otro lado los estados nacionales luchan por el mantenimiento de sus competencias ante las regiones y el mundo local. La globalización liderada por las empresas transnacionales estandarizan hábitos y culturas, empobreciendo a pueblos, destruyendo saberes ancestrales, marginando a gentes, embruteciendo nuestro planeta y consumiendo sus recursos de manera desenfrenada. Y la gestión de carácter bioregional y local que la sostenibilidad requiere encuentra los obstáculos que este marco global antepone.
Los desafíos globales se confunden en ese mar de comunicaciones planetarias y mensajes telemáticos. La reducción de la pobreza no se asume como un objetivo prioritario de la humanidad, los objetivos se dirigen a promover el crecimiento del Producto Interior Bruto de los países, sin tener asumido en éste índice, la pobreza, los consumos de los recursos naturales y la contaminación global. Y los adelantos tecnológicos no se usan para el primer fin sino para el segundo.
Señales de cambio se perciben tímidamente en el panorama global, pero las fuerzas de la insostenibilidad son muy poderosas. Vale la pena echar un vistazo a las civilizaciones que nos han precedido y advertir que nada es eterno, y la lucha universal contra la entropía no se desarrolla sólo en el marco de los seres vivos, sino que también las civilizaciones tienen que luchar contra el desgaste temporal. El largo camino de la evolución de la humanidad se construye por encima de los restos de grupos sociales e imperios que, en su tiempo, se creyeron indestructibles.
El reto de la sostenibilidad hay que afrontarlo desde el marco local, al igual que desde el marco individual. Las comunidades sostenibles son estructuras sociales nuevas que deben tomar su papel en la evolución de la humanidad, como nuevos organismos más adaptados al entorno actual en el que nos movemos. No sabemos cómo serán dichas comunidades, ni sabemos si el actual marco social global las dejará subsistir, pero como la vida lleva haciendo desde hace mucho tiempo, hace falta experimentar desde el ensayo y el error, nuevas concepciones y estilos vitales que nos permitan seguir desarrollándonos como humanos en este planeta. Tal vez la única opción que tengan estos asentamientos sostenibles para desarrollarse, sea el caldo de cultivo del caos, el escenario de la falta de recursos y el de la contaminación global que acabe, como tantas veces lo hizo la evolución, con organizaciones y estructuras inadaptables a los nuevos tiempos.
La inercia social actual nos impide ver la necesidad de dichas transformaciones, y el flujo energético fósil del que gozamos, sabiendo que es finito, nos mantiene encadenados a los hábitos consumistas y despilfarradores habituales de los habitantes de los países desarrollados. Pero el ser humano tiene una capacidad mental muy útil para anteponerse a los problemas futuros, y cuando la ha ejercido ha sido cuando su evolución se ha visto coronada por el éxito. Esta capacidad de anticipación debe ponerse en marcha cuanto antes, porque ahora nos hallamos ante problemas que nos afectan a todos. La globalización puede hacer que nuestros errores se extiendan por el mundo cada día con más fuerza y el caos se transmita imparable por esas redes planetarias de conexión global. Las bacterias fotosintéticas, hace 2000 millones de años, extendieron su red metabólica por todo el mundo y mediante la emisión del oxígeno de su metabolismo cambiaron la fisonomía y la atmósfera del planeta, un oxígeno que era tóxico para muchos de los seres que habitaban el mundo en aquellos momentos. Ahora el ciclo se invierte y la especie humana emite el CO2 atmosférico del que disfrutaban y metabolizaban aquellos seres primigenios, un residuo que es tóxico para la propia especie humana. ¿Estaremos hoy ante una revancha evolutiva?
Muchas voces se alzan para hacer ver la necesidad de crear sociedades más sostenibles. Pero la inercia, la necesidad de mantener nuestro estatus, la planificación a corto plazo y la complejidad de predecir los efectos de las acciones de nuestra civilización, son elementos que las ahogan en ese mar de informaciones y mensajes actuales. No queremos ser pesimistas, pero sí queremos entender las consecuencias de las dinámicas actuales para diseñar acciones futuras y modos de desarrollo más viables, pero el panorama para la transformación no se vislumbra como un camino llano. Con este trabajo hemos querido añadir nuestro grito humilde, a esas voces que claman por un nuevo modelo de desarrollo humano y social. Un guijarro más en ese camino obligado hacia un mundo más sostenible.
Josep Antequera i Baiget
Septiembre 2004
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