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El potencial de sostenibilidad de los asentamientos humanos

Josep Antequera

 

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CAPÍTULO 3

LA EVOLUCIÓN URBANA
    

3.9. La ciudad moderna: la mega ciudad.

a). La ciudad como un ecosistema terrestre en expansión.
En ese proceso de expansión urbana las ciudades, alejadas de los peligros externos, se vieron obligadas a derruir las murallas que limitaban el crecimiento urbano . Permítaseme subrayar la demanda de espacio que modificó toda la escala del urbanismo, una vez que la fortificación protectora dejó de tener importancia fundamental para la seguridad .

Las grandes urbes fueron albergando cada vez más gente, alcanzando tamaños desmesurados en los que la masificación era la principal característica. La colonización planetaria de lo urbano no ha parado desde entonces. El resultado último de la alienación suburbana de la ciudad sólo se hizo visible en el siglo XIX, con la extensión del ideal democrático a través de las múltiples copias y la producción en serie.

Al mismo tiempo que la ciudad conquistaba las alturas con los edificios altos y los rascacielos más tarde, también ésta se extendía hacía el subsuelo. La cañerías maestras de agua y desagüe, así como las grandes redes de gas y electricidad, fueron contribuciones valiosas al nivel superior de la ciudad; y, con ciertas limitaciones, podrían justificarse el ferrocarril subterráneo, el túnel para automóviles y los lavatorios subterráneos. Pero a esas instalaciones se han sumado luego las tiendas y los almacenes subterráneos y, finalmente los refugios antiaéreos...La ciudad subterránea constituye una clase nueva de ambiente. Es una prolongación y una normalización del medio impuesto al minero – aislado de las condiciones naturales - , en todo momento bajo un control mecánico posibilitado por la luz artificial, la ventilación artificial y las limitaciones artificiales de las reacciones humanas ante las que sus organizadores consideran lucrativas o útiles . En este marco artificial la naturaleza empezó a abandonar la urbe y los grandes ciclos naturales enterrados en el subsuelo.

Con el movimiento de masas hacia las zonas suburbanas se produjo una nueva especie de comunidad, que caracterizaba por igual a la ciudad histórica y al refugio suburbano arquetípico: una multitud de casas uniformes, indiferenciables, alineadas inflexiblemente a distancias uniformes, junto a caminos uniformes, en una devastación comunal sin árboles, habitadas por gentes de la misma clase, con los mismos ingresos, más o menos de la misma edad, que ven los mismos programas de televisión, comen los mismos alimentos prefabricados e insípidos, que sacan de los mismos refrigeradores, ajustándose en todo aspecto, exterior e interior, a un molde común manufacturado en la metrópolis central .

En esta etapa los trenes se hicieron subterráneos y dejaron de embrutecer la ciudad, pero el automóvil pasó a adueñarse lentamente de la vía pública. Así el automóvil está contaminando el aire desde hace más de medio siglo...Así también, los ingenieros de vialidad que se han atrevido a introducir sus autopistas múltiples en el corazón mismo de la ciudad y que se han preocupado por garantizar el estacionamiento de automóviles en enormes playas y garajes, han repetido magistralmente, ampliándolos, los peores errores de los ingenieros del ferrocarril .

La congestión urbana y el papel preponderante del negocio de la vivienda dió lugar a un modelo de ciudad que se caracterizaba por la dispersión y el uso desmesurado del automóvil. Según Mumford, la única cura eficaz de la congestión urbana consiste en relacionar de tal modo las zonas industriales y comerciales con las zonas residenciales, que una gran parte de su personal pueda ir a pie o en bicicleta al trabajo, o bien usar un autobús público o tomar el tren. Al meter todas las formas de tránsito en autopistas, les imponemos una carga que necesariamente hará que el tránsito se mueva a paso de tortuga; y si tratamos de corregir esto multiplicando las autopistas, lo único que conseguimos es contribuir a aumentar el desastre urbano total porque arrojamos las diversas partes de la ciudad cada vez más lejos, en una masa informe de tejido semiurbano que se extiende en una tenue costra. La disociación espacial de las funciones en los suburbios lleva a una especialización extrema de las diversas partes: zonas residenciales segregadas sin tiendas locales; centros comerciales segregados, sin industrias; plantas industriales segregadas sin instalaciones para las comidas, a menos que la administración las proporcione. Al eludir las complejas formas de cooperación de la ciudad, “Suburbia” recupera los vicios iniciales de la superespecialización y el control rígido” . Con esta síntesis Mumford define los problemas de las conurbaciones actuales, que muchos autores posteriormente han destacado y calificado como modelo de urbanización dispersa .

Todos estos motivos, apuntaba Mumford, llevan a un deterioro de las relaciones vecinales y personales. El ama de casa de ciudad, quien hace medio siglo conocía a su carnicero, su verdulero y su lechero, así como a sus otros diversos proveedores locales, que los conocía como personas individuales, con historias y biografías que se entretejían con la suya propia en un contacto diario, tiene ahora la ventaja de una sola expedición semanal a un “supermercado” impersonal, donde sólo por accidente es posible que se encuentre con una vecina” .

b) La relación con el entorno.
El insoportable ambiente que se respiraba en los suburbios de la ciudad industrial y los adelantos en la biología de esa época, generaron una evolución de dichos asentamientos hacia estructuras urbanas más saneadas. Nuevos adelantos en las ciencias biológicas pusieron de relieve las fechorías del nuevo ambiente con su humo, su bruma y sus emanaciones . Los servicios sanitarios tardaron tiempo en llegar a las zonas pobres de las ciudades. La higiene reclamaba espacio, equipos municipales y recursos naturales de los que hasta entonces se había carecido Con el tiempo este reclamo llevó a la socialización municipal, como acompañamiento normal de la mejora de los servicios. Ni la provisión de agua pura, ni la eliminación colectiva de la basura y los excrementos podían dejarse a cargo de la conciencia privada ni ser resueltas únicamente en caso de que dieran ganancias .

El medio ambiente urbano tomó un papel predominante en los programas de las ciudades. Nueva York fue la primera gran ciudad que obtuvo una amplia provisión de agua pura mediante la construcción del sistema Croton de depósitos y acueductos, inaugurados en 1842; pero con el tiempo, todas las grandes ciudades se vieron obligadas a seguir este ejemplo .

Los servicios públicos empezaron a gestionar la urbe. No hay mejor testimonio, dice Mumford, de las condiciones empobrecidas o positivamente malas generadas por la ciudad industrial que la abundancia de leyes que se ha acumulado durante el último siglo y que está destinada a corregirlas: normas sanitarias, servicios higiénicos, escuelas públicas gratuitas, seguridad en el empleo, fijación del salario mínimo, vivienda para obreros, eliminación de tugurios, conjuntamente con la creación de parques y campos de juego públicos, bibliotecas públicas y museos. A estas mejoras les falta todavía encontrar su expansión cabal en una nueva forma de ciudad .

El primer elemento clave de la expansión en estas áreas es el consumo desmesurado de suelo, promovido por intereses económicos y modelos de vida que por motivos diversos vacían el centro de las ciudades y desplazan los espacios residenciales y productivos a periferias cada vez mas alejadas del núcleo central urbano, incrementando la necesidad de desplazamiento horizontal de los habitantes de estos espacios. “El consumo de suelo de la ciudad difusa es ingente, aunque no aumente la población. En las grandes metrópolis españolas en 20 años (desde los setenta a los noventa) se ha consumido más suelo para usos urbanos que en los 2.000 años anteriores. En la Región Metropolitana de Barcelona, se han consumido 26.000 hectáreas entre los años 1972 y 1992; en el resto de la historia anterior tan sólo se habían consumido 20.000 hectáreas. Los Planes Generales de Urbanismo municipales han aprobado en estos últimos tiempos una ocupación futura de suelo (suelo urbanizable) de 30.000 hectáreas mas. El suelo ocupado para usos urbanos es mayoritariamente suelo llano y fértil” .
c). La ciencia del urbanismo
La organización de lo urbano se instituye como una disciplina que poco a poco irá conjugando distintos conocimientos y ciencias para ponerse al servicio del diseño de la urbe. Surge con Cerdà la ciencia del Urbanismo: “He aquí las razones filológicas que me indujeron y decidieron a adoptar la palabra urbanización, no solo para indicar cualquier acto que tienda a agrupar la edificación y a regularizar su funcionamiento en el grupo ya formado, sino también el conjunto de principios, doctrinas y reglas que deben aplicarse, para que la edificación y su agrupamiento, lejos de comprimir, desvirtuar y corromper las facultades físicas, morales e intelectuales del hombre social, sirvan para fomentar su desarrollo y vigor y para acrecentar el bienestar individual, cuya suma forma es la felicidad pública. Bajo este concepto, la urbanización es un conjunto de conocimientos, principios, doctrinas y reglas, encaminados a enseñar de que manera debe estar ordenado todo agrupamiento de edificios, a fin de que responda a su objeto, que se reduce a que sus moradores puedan vivir cómodamente y puedan prestarse recíprocos servicios, contribuyendo así al común bienestar.


d) La metropolización de las urbes
Y con estos planteamientos basados teóricamente en la mejora de la calidad de vida de las personas, la cuadrícula urbana, elemento histórico clave en el diseño de la ciudad, se convirtió en la estrategia de ocupación que el medio urbanizado utilizó para expandirse y a la vez devorar los entornos naturales que lo circundan. El ensanche debe ser ilimitado, dice Cerdà, limitar bajo cualquier concepto la superficie que se puede edificar, equivale a conceder a los terrenos favorecidos el privilegio de multiplicar su valor según les parezca a sus dueños, es querer aumentar de una manera fabulosa el valor de la propiedad territorial a expensas de todos los demás ramos de la riqueza pública; es perpetuar el precio elevado de los alquileres en beneficio del fisco, es enriquecer a los propietarios de los terrenos por medio del abuso del monopolio por la ley a expensas de la salud, la vida y el dinero de los habitantes de las ciudades; es querer disminuir imprudentemente el número de propietarios de fincas urbanas elevando excesivamente el precio de estas de una manera inabordable a las pequeñas fortunas .

En este momento aunque se desarrollaron diversas concepciones y teorías urbanísticas que no vamos a desarrollar, un componente importante del diseño de la ciudad se sometía al mercado y a la especulación, a la vez que promueve la alienación del ser humano. Ya Laborit lo describe cuando sostiene que en este marco urbanizado los organismos monopolistas reagrupan a las empresas, organizan cadenas de hoteles o de grandes almacenes para crear beneficios. Luego claro es, deben controlar la publicidad, las informaciones, los periódicos y sobre todo, los medios audiovisuales, tan poderosos cara al condicionamiento de la opinión pública: radio y televisión. Controlan entonces el mercado interior, crean las necesidades, los comportamientos, los conceptos y condicionan en fin a un pueblo enteramente automatizado, uniformizado, homogéneo, incapaz de pensar por sí mismo, encadenado por necesidades, creadas desde la raíz al final; pueblo de todas maneras maleable, enajenable ante el beneficio y la expansión, sometido, amante del nuevo orden, sin agitaciones, pero también sin horizontes . En este punto la ciudad se convierte en una máquina generadora de necesidades y diseñadora de nuevos satisfactores y un gran aparato programador y desprogramador de conductas y generador de un impacto ambiental y consumo del territorio sin límites.

La ciudad ruidosa y estresante moderna genera en sus habitantes otra necesidad, que es la de alejarse de la misma cuando pueden, lo que proyecta los efectos e impactos urbanos sobre entornos cada vez más alejados. Mumford analiza esta consecuencia cuando dice que el cúmulo de seres humanos en espacios reducidos y la artificialización del entorno generó un deseo social generalizado de escapar hacia entornos rurales. Si bien el alejamiento de la ciudad representaba manifiestas ventajas para la salud y la vida familiar, constituía también una tentativa por liberarse de las a veces abrumadoras convenciones y obligaciones de una sociedad urbana: era un esfuerzo, contando con los medios financieros necesarios, por vivir al gusto de uno, incluso si esto significaba vivir a solas .



En este capítulo hemos querido tratar con perspectiva histórica el desarrollo urbano, teniendo en cuenta algunos de los factores sociales que lo envuelven, y desarrollando esta evolución centrándonos fundamentalmente en las características de urbanización de los asentamientos humanos en Europa; pero también hemos querido que este capítulo sea un homenaje a la capacidad de síntesis y a la capacidad de interpretación generalista de la realidad de Lewis Mumford, en sus dos documentos principales que hemos querido sintetizar y fundir aquí, la Ciudad en la Historia y Técnica y Civilización, publicaciones claves para entender la evolución urbana y la evolución tecnológica del ser humano.

 


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