Un recorrido por los marcos conceptuales de la Economía.
PARTE TERCERA: LOS MARCOS CONCEPTUALES DE LA ECONOMÍA.
CAPÍTULO 9.- LA IMPORTANCIA DE LA DEMANDA Y DEL CORTO PLAZO ECONÓMICO: JOHN MAYNARD KEYNES.
La Teoría General
La Teoría general de la ocupación, el interés y el dinero presenta un modelo macroeconómico de una economía cerrada. El modelo implícito se compone de identidades, relaciones de comportamiento y ecuaciones. En él, los diferentes mercados se presentan interrelacionados, de modo que sus respectivas situaciones -de equilibrio o desequilibrio- se determinan simultáneamente. Sin embargo, como advierte Luis Ángel Rojo (1984), Keynes no siempre vio así su propio modelo y, con frecuencia, lo utilizó acusando huellas profundas de Marshall y del análisis del equilibrio parcial de éste.
El origen de la Teoría General se encuentra en la resolución de las críticas que desde diferentes orígenes se suscitaron al Treatise. Para Keynes no era más que la evolución natural de sus propias ideas. Las más relevantes de esas críticas se referían al inadecuado tratamiento otorgado a las variaciones a corto plazo de la producción. Las consecuencias de ello eran que, por una parte, no se tenía en cuenta la posibilidad de que el nivel de producción variase como consecuencia directa de cambios en la demanda, sin necesidad de variaciones en los precios; y, por otra, que se ignoraba que las variaciones en el nivel de producto actúan como una fuerza equilibradora de la demanda y la oferta agregada (esto es, de la inversión y el ahorro agregados).
La corrección de éstas suponía, por una parte, aceptar que, ante caídas en la demanda agregada de bienes y servicios, el nivel de producción y empleo pueden caer, adelantándose a los movimientos de precios. Y, por otra parte, reconocer que la contracción del producto y la renta real induce una reducción endógena de la oferta de ahorro, de modo que la inversión y el ahorro programados acaban igualándose a un nivel de producto inferior al inicial y la economía acaba encontrándose en una situación de equilibrio de renta, aunque el tipo de interés no haya descendido o no lo haya hecho en la cuantía necesaria para restablecer la situación de pleno empleo.
La introducción de estas correcciones y el consiguiente reconocimiento de la función equilibradora de las variaciones a corto plazo en la producción, requerían la introducción de nuevos conceptos y relaciones funcionales. Por ejemplo, la presentación de una función de consumo agregada, según la cual, la demanda de consumo en términos reales depende establemente de la renta real y de que la propensión marginal a consumir con respecto a la renta tenga un valor positivo pero inferior a la unidad; ésta es, la teoría de la demanda efectiva. A éstas, en su propio desarrollo, Keynes y otros autores incorporaron elementos conceptuales adicionales. Son el caso de la incertidumbre y las expectativas, el reconocimiento de que los agentes económicos actuaban en un contexto que imponía costes de transacción, el multiplicador (con valores superiores a la unidad, pero inferiores a infinito), la propensión marginal a ahorrar e importar, ... De todas ellas, el mensaje central de la Teoría General remite a la teoría de la demanda efectiva, que tiene su núcleo en las proposiciones, según las cuales, las variaciones en el nivel de la demanda agregada en términos reales inducen variaciones en la producción y el empleo y las variaciones inducidas en la producción conducen a nuevas posiciones de equilibrio de renta.
La exposición y extensión de estas ideas exigía, según Keynes (1936), huir de la tiranía de las formas de expresión y de pensamiento habituales. Las ideas aquí desarrolladas tan laboriosamente son en extremo sencillas y deberían ser obvias. La dificultad reside no en las ideas nuevas, sino en rehuir las viejas que entran rondando hasta el último pliegue del entendimiento de quienes se han educado en ellas, como la mayoría de nosotros. De ahí que la Teoría General se inicie con una crítica a «Los postulados de la Economía clásica».