Un recorrido por los marcos conceptuales de la Economía.
PARTE TERCERA: LOS MARCOS CONCEPTUALES DE LA ECONOMÍA.
CAPÍTULO 6.- CRECIMIENTO, ACUMULACIÓN Y TENDENCIAS PROFUNDAS: LA ECONOMÍA POLÍTICA.
Ricardo y los economistas posteriores
Una de las grandes lagunas del esquema ricardiano era la ausencia de una teoría de la demanda. Ricardo aceptaba el cumplimiento de la ley de Say. Él y los economistas clásicos tenían que ser criticados en el mismo momento en que los economistas volcasen su atención a los problemas conectados con la demanda. Esta crítica, como expone Pasinetti (s.d.), no supuso una corrección de los planteamientos clásicos en ese punto, sino que en vez de ello, supuso un desplazamiento a un tipo de problemas totalmente distintos: los relacionados con aquellos bienes escasos y la generalización de su principio al conjunto de situaciones económicas. Y esta nueva orientación propició el surgimiento de nuevos conceptos y, en general, de un nuevo marco conceptual.
Este tipo de problemas nuevos se asocia a situaciones en que los agentes económicos intentan obtener ventajas a través del intercambio; y, atañe al problema de cómo lograr la mejor asignación de unos recursos dados, es decir, cómo hacer uso de lo que está disponible. El problema implicado es un problema de racionalidad, que puede expresarse mediante una función matemática a maximizar bajo ciertas restricciones.
Frente a los problemas abordados por los clásicos y, especialmente, por Ricardo, son éstas cuestiones propiamente estáticas. Las cuestiones abordadas por los economistas clásicos, la producción, responden a un contexto dinámico. La producción es el compromiso y la aplicación del ingenio humano a crear y dar forma a los productos que desea. Pero, dado que haciéndolo y experimentando el hombre aprende, está implícito en la naturaleza misma de llevar a cabo una actividad productiva en la que descubrirán nuevos y mejores métodos de producción. Por supuesto que hallar nuevos métodos toma tiempo, y toma tiempo de forma persistente. El economista se enfrenta aquí no ya al problema de la racionalidad, sino a un proceso de aprendizaje.
Cualquier formulación matemática de este problema no puede dejar de ser función del tiempo, dado que el proceso avanza a pasos cortos y puede parecer bastante despreciable en el corto plazo; pero, como se produce incesantemente, está inevitablemente abocado a hacerse más pronunciado cuando más largo es el período considerado. No son saltos en el tiempo de una situación de equilibrio a otra. El proceso de aprendizaje asociado en la producción implica un movimiento persistente, no un cambio de una vez por todas, sino una tasa de variación en el tiempo, un movimiento acumulativo e indefinido.
Son, pues, dos tipos de problemas distintos los que preocupaban a clásicos y marginalistas, de ahí que sus características conceptuales y su lenguaje sean distintos. Una clara diferencia entre ambos es que su relevancia práctica con relación al tiempo es opuesta. Uno tiene su relevancia en el corto plazo, y el otro en el largo plazo. Esta oposición lleva con ella profundas consecuencias para el análisis teórico, ya que normalmente induce al teórico a actitudes diametralmente opuestas respecto al tipo de hipótesis a escoger. (Pasinetti, s.d.).
Por otra parte, Ricardo fue el primero en introducir, a partir de un simple ejemplo de comercio entre Inglaterra y Portugal, el concepto de ventajas comparativas. Posteriormente los economistas Heckescher y Ohlin intentaron dar explicación de las ventajas comparativas. Ciertamente los supuestos de partida no son los mismos, pero no difieren mucho las prescripciones que se derivan del modelo Heckescher-Ohlin respecto de aquellas otras que emanan de la propuesta ricardiana. En ambos casos los beneficios del libre comercio para ambos participantes se fundamentan sobre las ventajas relativas de costes entre países (productividad del trabajo -Ricardo- o la dispar abundancia de factores productivos -Herckescher-Ohlin-. Por consiguiente, no puede negarse que existan diferencias entre ambas, pero generalmente éstas han sido pasadas por alto, dando con ello la impresión de una continuidad en las tradiciones doctrinarias. Lo cual no es totalmente correcto, pero tampoco totalmente falso. No puede descartarse que el punto de partida para la elaboración teórica sea una teoría ya existente con la cual se acabará enfrentando.