|
Los Antiglobalizadores
Por otra parte, ante la dinámica globalizadora, han surgido indicios recientes de lo que se ha dado en llamar la "antiglobalización", es decir, un conjunto de manifestaciones de protesta, desde la calle, y de discusiones críticas, en ámbitos intelectuales, como reacción de rechazo a la exclusión de amplios grupos sociales organizados del diseño de planes de asistencia financiera de entes multilaterales, por una parte, y de la falta de adecuación a la realidad de los criterios tradicionales de desarrollo económico defendidos por dichas instancias, por la otra.1
Los anti-globalizadores, conglomerado de activistas sociales, organizaciones no gubernamentales, grupos ambientalistas, gremios, y todo un cúmulo de sectores heterogéneos provenientes de diversas zonas del mundo, han hecho sentir su protesta en las últimas reuniones de los organismos financieros multilaterales, de la Organización Mundial de Comercio, o del Club de Países Industrializados (G-7), en Seattle (diciembre 1999), Davos (febrero 2000), Washington (Abril 2000), Praga y Melbourne (septiembre 2000), Niza (diciembre 2000), Davos-Zurich (enero 2001), Québec (abril 2001), Barcelona (junio 2001), Nueva York (2002) y Francia (2003). La virulencia de las manifestaciones callejeras, y su impacto mediático mundial, insospechable hace algunos años atrás y predecible en cónclaves futuros, evidencian el rechazo en aumento de actores sociales emergentes sobre la visión hegemónica y totalizante de la globalización que propugnan sus propulsores principales, y sobre la pobreza y otros saldos negativos que en grandes grupos humanos dicho proceso no ha subsanado.
Inmersa en este ambiente de críticas a la mundialización, yen sintonía con el debate posmoderno, en distintos círculos académicos e intelectuales de cierta influencia, se plantea en el plano de las ideas lo que los manifestantes anti-globalización han esgrimido con pancartas y piedras: una revisión de los supuestos teóricos implícitos en quienes defienden a ultranza programas de ajuste macroeconómicos ortodoxos, la liberalización de los mercados y la desregulación estatal.
Como bien lo ha esbozado Kliksberg (2000:23):
Hay una revalorización en el nuevo debate de aspectos no incluidos en el pensamiento económico convencional. Se ha instalado una potente área de análisis en vertiginoso crecimiento que gira en derredor de la idea de "capital social" (...) y en el reexámen de las relaciones entre cultura y desarrollo. (...) Variables excluidas o marginadas como, entre otras, las políticas y las institucionales tienen alto peso en la realidad y van a incidirfuertemente creando escenarios no previstos. Quejarse de ellas como "intrusos indeseables" no conduce a ningún camino útil. Pareciera que lo que corresponde no es reclamarle a la realidad, sino revisar el esquema conceptual con el que se está analizando, para darles su debido lugar.
Pero una nueva amenaza ha estremecido al mundo, y al país dominante del sistema capitalista: el terrorismo global. El ataque terrorista del 11 de septiembre de 2001 a Estados Unidos, atribuido por ese país a fundamentalistas islámicos liderados por Osama Bin Laden, ha permitido atenuar el disenso ante la homogeneidad globalizante, en aras del unitario rechazo mundial, promovido por EEUU, frente a este ataque.
Los polos o ejes económicos mundiales existentes hoy (América del Norte, Comunidad Económica Europea, Japón-sudeste asiático) parecen supeditarse, ante este nueva amenaza, a la hegemonía militar estadounidense.
Ignacio Ramonet (2002), dibujaba acertadamente los trazos del paisaje del poder mundial afirmado que
Desde diciembre de 1991 y tras la desaparición de la Unión Soviética, ya se sabía que Estados Unidos era la única Hiperpotencia. Pero aquí y allá, algunos recalcitrantes -Rusia, China, a su manera rancia- se resistían a admitirlo. Los acontecimientos del 11 de septiembre barrieron las dudas. (...)
Todos comprendieron que el momento no estaba para sutilezas. "Quien no está con nosotros, está con los terroristas", había advertido Bush, añadiendo que se acordaría de todos los que, en ese momento particular, hubieran permanecido pasivos...(...) Si la supremacía de Estados Unidos era grande, ahora es aplastante. Las demás potencias occidentales (Francia, Alemania, Japón e incluso Reino Unido), parecen liliputienses a su lado.2
Un nuevo acontecimiento, corroboraría y reforzaría meses después, el referido panorama. El inicio de un segundo conflicto bélico en Irak, liderizado por Estados Unidos e Inglaterra en Marzo de 2003, bajo el argumento de la posesión por parte del régimen de Saddam Hussein de armas no convencionales y de destrucción masiva, marca un nuevo hito en la dinámica global contemporánea, con fuertes implicaciones en las relaciones internacionales, en el mercado petrolero y en la distribución del poder mundial.
Las arduas e infructuosas negociaciones en el seno del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas por parte de Estados Unidos, para obtener la aprobación a una intervención militar, así como la oposición de aliados tradicionales como Francia y Alemania, abre nuevas dudas sobre el papel de la ONU en la búsqueda del equilibrio mundial, así como la vigencia de la multipolaridad y el multilateralismo, como rasgos de la dinámica política y económica mundial.
La decisión unilateral tomada por Estados Unidos, a contracorriente de buena parte de la opinión pública y diplomática mundial, más allá de la valoración sobre la legitimidad democrática del presidente de Irak o los intereses petroleros existentes, obligan a la reflexión y al debate sobre el acelerado ritmo de los sucesos y de las tendencias que van definiendo, día a día, el escenario global y los verdaderos factores de poder en el siglo XXI.
La velocidad de esta nueva y cambiante dinámica global, su entramado complejo y multiforme, imponen la necesaria agudeza a la hora de elaborar modelos teóricos o de contextualizar cualquier hecho, acción o decisión organizacional. Frente a este proceso, la organización asume los cambios necesarios en su conducción y en su análisis, para poder sobrevivir.
1 Recientemente, autores como M. Castells y F. Calderón, se suman a quienes no son contrarios per se a la globalización (antiglobalizadores) sino que reconociendo su carácter irreversible, postulan la necesidad de un cambio radical en la manera como se redistribuyen sus beneficios a objeto de contrarrestar la exclusión social.
volver2 Ignacio Ramonet. "El nuevo rostro del mundo". Diario el Nacional. 27-01-02.
volver