Ahora, detengámonos en la concepción de desarrollo comunitario. Para Zárate (2007), en los últimos 40 años hablar de comunidad, desarrollo comunitario y desarrollo de la comunidad se ha convertido en un tema del que es difícil extraerse; se habla de él en los principales espacios de reflexión teóricos y prácticos, y en toda intervención micro o macro es un tema obligado. Estos conceptos siempre están presentes, entre otras razones porque la realidad, siempre cambiante, da muestra constante de la necesidad de abordarla de formas distintas.
Giovanni Bonfiglio (1982) al tratar el tema de los orígenes del desarrollo de la comunidad, expone cómo éste surge y se desarrolla en las posesiones coloniales inglesas de África y Asia en la década de los 20, como una forma de ejercer un “mejor control sobre las poblaciones sometidas”. Señala que los programas de desarrollo de la comunidad cobraron mayor auge durante el período de descolonización de los continentes citados. “Lo que merece destacarse es que el desarrollo de la comunidad en cuanto a técnica (o conjunto de técnicas) de intervención, tiene su origen inmediato en la crisis del sistema colonial del siglo XX” (p.17).
Bonfiglio añade que en las definiciones del desarrollo de la comunidad se cita el imperativo hacia el desarrollo, “en donde la iniciativa de la comunidad debe ser estimulada si no sobreviene de por sí” (p.18). Unas definiciones dan más importancia a las iniciativas locales y menos al “estímulo” exterior; otras inciden más en logros materiales que en despertar mecanismos de autonomías. El autor cita una definición dada por la ONU: “Proceso destinado a crear condiciones de progreso económico y social para toda la comunidad, con la participación activa de ésta, y la mayor confianza posible en su iniciativa”.
En realidad, el desarrollo de la comunidad ha sido definido de modos distintos de acuerdo a la agencia promotora, y ha tomado características propias según el contexto de su aplicación (Bonfiglio, 1982:18).
Zárate (2007), al referirse a los Antecedentes del Desarrollo Comunitario, señala:
Alrededor de 1950 inicia en Asia y África el Desarrollo Comunitario como una técnica de acción social enfocada a mejorar las condiciones de vida de la población.
El desarrollo de la comunidad en esa época es definido como “un proceso destinado a crear condiciones de progreso económico y social para toda la comunidad, con la participación activa de ésta, y la mayor confianza posible de su iniciativa.”
Desde estos inicios el Desarrollo Comunitario se prioriza como eje fundamental de su quehacer el desarrollo de los sujetos a partir de su participación activa en procesos que, si bien tiene por objeto ofrecer herramientas para satisfacer necesidades, ello no puede ser posible sin la corresponsabilidad de los sujetos en sus propios procesos, partiendo de su dinámica particular y de sus recursos personales para potencializar acciones que conduzcan al crecimiento y desarrollo.
De estos primeros planteamientos que sobre Desarrollo Comunitario se realizan actualmente, una definición que sigue vigente es la que propone Rezsohazy (1988): “una acción coordinada y sistemática que, en respuesta a las necesidades o a la demanda social, trata de organizar el progreso global de una comunidad territorial bien delimitada o de una población-objetivo, con la participación de los interesados.” (Zárate, 2007:197-199).
De esto se desprende ahora –agrega Zárate- la necesidad de reflexionar en el proceso de Desarrollo Comunitario como un modelo que debe considerar aspectos tales como:
Lo anterior se resume en los 12 pasos que señala Phil Bartle (citado en (Zárate, 2007) y que deben considerarse en todo proceso de Desarrollo Comunitario:
Nogueiras (1996) presenta diversas CONCEPCIONES ACERCA DEL DESARROLLO COMUNITARIO:
AUTORES |
TERMINO-LOGÍA |
RASGOS DEFINIDORES |
WARE |
Organización de la Comunidad |
|
ANDER-EGG |
Desarrollo de la Comunidad |
|
PORZECANSKI |
Desarrollo de la Comunidad |
|
MARCHIONI |
Planificación y Organización de la Comunidad |
|
REZSOHAZY |
Desarrollo de la Comunidad |
|
QUINTANA |
Desarrollo Comunitario |
|
Hay que anotar que en 1956 la ONU adopta una noción de “desarrollo comunitario”, como “el conjunto de procedimientos por los cuales los habitantes de un país unen sus esfuerzos a los de los poderes públicos con el fin de mejorar la situación económica, social y cultural de las colectividades, de asociar estas colectividades a la vida de la nación y permitirles contribuir sin reserva al progreso del país”.
El autor presenta unos RASGOS QUE DEFINEN AL DESARROLLO COMUNITARIO (Nogueiras, 1996):
a) Es un proceso educativo destinado a lograr cambios cualitativos en las actitudes y comportamientos de la población.
b) Es una técnica de acción social. Por tanto, necesita de la intervención o colaboración de agentes con cierto grado de especialización.
c) Se dirige a aquellas comunidades que se encuentran en situación de subdesarrollo (sociocultural o económico) o de insuficiente utilización de los recursos disponibles.
d) Su objetivo primordial consiste en la consecución del bienestar social; y, consecuentemente, la mejora de la calidad de vida de la población o comunidad objeto de la intervención.
Para Ander-Egg (2005), cuando se habla de desarrollo de la comunidad se señala como objetivo lograr que las comunidades impulsen su propio desarrollo y resuelvan sus problemas más agudos. “Esto es totalmente correcto y por sí sólo justificaría la importancia de tal actividad social. Nosotros queremos ir más allá: consideramos el desarrollo de la comunidad como parte integrante del concepto más amplio, más general y complejo del “desarrollo”, y lo entendemos como método y técnica que contribuye positiva, real y efectivamente en un proceso de desarrollo integral y armónico, atendiendo fundamentalmente a ciertos aspectos extra-económicos, en particular psico-sociales, que intervienen en la promoción de actitudes, aspiraciones y deseos para el desarrollo”. (Ander-Egg, 2005:10). El autor advierte que hoy, las pretensiones son más modestas, pero al mismo tiempo más realistas y realizables: “de lo que se trata (en las actuales circunstancias) es integrar/articular los programas de desarrollo de la comunidad en el desarrollo local y la acción comunitaria”.
Añade que el desarrollo de la comunidad como forma de intervención social es el resultado de dos desarrollos metodológicos separados que, por otra parte, pretendieron en su momento ser respuesta a problemáticas diferentes, pero con métodos que, en lo esencial, son semejantes:
Haciendo referencia a esta distinción, Murray Ross (citado en Ander-Egg, 2005) expresa que el término “desarrollo comunitario” ha sido empleado para describir los esfuerzos para ayudar a las comunidades de los países menos desarrollados; el término “organización comunitaria”, para marcar los intentos de planificar los servicios de bienestar de las comunidades norteamericanas.
Según Ander-Egg (2005), el desarrollo de la comunidad como método y programa específico nace en un contexto y circunstancia muy diferente de la de la organización de la comunidad. Por otra parte, es distinto su escenario o ámbito de actuación (zonas rurales en países subdesarrollados) y, por otro, aparece como una forma de actuación que no corresponde a ningún campo profesional en particular.
Para el autor la expresión “desarrollo de la comunidad” se ha utilizado con cuatro alcances diferentes:
También el desarrollo de la comunidad es mirado por el autor en cuanto método de intervención social.
Considerando como método de actuación sobre la realidad, el desarrollo de la comunidad es una forma de intervención social. No es una ciencia, ni una filosofía: está en el plano de la práctica social. Consecuentemente, es una tecnología social. Se trata de un conjunto de reglas prácticas y procedimientos específicos que, mediante la aplicación de conocimientos teóricos provenientes de las ciencias sociales y la psicología, y aplicando procedimientos sistematizados a objetivos prácticos, se traduce en una serie de acciones y actividades. A través de ellas se pretende mantener, modificar o transformar algún aspecto de la realidad social buscando resultados específicos que se expresan en objetivos y metas pre-establecidas.
En cuanto a la intencionalidad última del desarrollo de la comunidad, ya sea como método o como programa, al igual que todas las formas de intervención social, viene dada por la cosmovisión o ideología subyacente de quienes promueven y realizan cada programa, proyecto o actividad en concreto. Esta cosmovisión y/o ideología no sólo proporciona una comprensión y significación de la realidad, sino que también expresa un horizonte utópico que concierne al modelo de sociedad que se considera necesario construir. (pp. 84-85).
En otras palabras: “no es lo que se hace sino cómo se hace, lo que constituye la sustancia del desarrollo de la comunidad. Todo depende de la forma y actitud de llevar a cabo las actividades”.
Nos explicamos: hay desarrollo de la comunidad (en cuanto metodología de actuación) cuando se promueven y movilizan recursos humanos, mediante un proceso educativo/concientizador que desenvuelve potencialidades latentes en los individuos, grupos y comunidades para tender al logro de su autodesarrollo. “De este modo, la idea y la práctica de la participación de la gente (que se perfila desde las primeras definiciones y los primeros programas) terminan por ser el concepto central de la teoría práctica de su desarrollo” (Pág. 87).
Según Gómezjara (1996:15-16), el desarrollo comunitario es:
Para Mireya Zárate (2007) el Desarrollo Comunitario debe percibir al sujeto como un recurso social estratégico de desarrollo y la comunidad como el escenario donde ello ocurre. Visto así, el Desarrollo Comunitario debe concebirse bajo un enfoque de innovación y creatividad donde se facilite la consolidación de nuevos modelos de desarrollo comunitario. Esta idea más actual del proceso supone visualizar al sujeto como un sujeto social, activo y congruente con capacidades y recursos personales suficientes para superar las condiciones adversas en las que se encuentra. “De aquí se desprende pensar en la posibilidad de concebir al desarrollo comunitario como una estrategia de cambio, lo que obliga a reflexionar y precisar sobre el tipo de cambio que se espera. El desarrollo comunitario actual aspira a generar procesos que resuelvan necesidades dentro de un marco de desarrollo humanista que favorezca en los sujetos crecimiento equilibrado, integral y armónico”.
Hay autores que se refieren al concepto de desarrollo comunalitario, resaltando lo comunal.
Para Jaime Martínez Luna (2003), comunalidad y desarrollo son dos conceptos en contradicción permanente, que se vive en términos lineales. Al primero se le ha tratado de apagar por representar la resistencia de lo propio, mientras que el segundo ha sido un instrumento de ataque permanente, pues no ha existido sociedad que no haya padecido el enfrentamiento de fuerzas sociales, políticas, económicas, culturales, religiosas y militares. La reproducción de sociedades pequeñas se debe a su energía interna, la que se sustenta en la tierra, en la organización y en el lenguaje.
El reconocimiento de lo propio puede tener un orden básico. Normalmente, cuando se vive dentro de la comunidad, se pierde sensibilidad para valorar lo que nos rodea. Los factores que dan pie a la resistencia suelen debilitarse al no entender las capacidades en lo propio, en la riqueza natural y organizativa.
Pero, eso sí, con el mismo principio: el reconocimiento de lo propio para la ampliación de la resistencia, ante un mundo que, globalizado, desea distinguir cualquier realidad que demuestre la diversidad en sociedad, pensamiento y naturaleza. (Martínez Luna, 2003:18).
El autor incorpora el concepto de Comunalicracia, considerando que “es la palabra adecuada para entender e interpretar lo que se hace y también lo que se sueña. Su significado es el poder de la comunidad, es decir, el poder por medio de la asamblea general. Con esto lo individual desaparece, esto no quiere decir que la persona también desaparezca, por que en cada caso, tanto en la democracia como en la comunalicracia la persona sigue presente. Comunalicracia es la selección de valores y principios de cada persona pero avalados por el común, por la población. Esto es masificado, esto es relación, trabajo y sacrificio. El concepto obviamente proviene del latín o del griego, pero cracia es poder y como tal tenemos la necesidad de atraparlo para todos. Lo común es, a fin de cuentas, el esfuerzo de todos, es también el conocimiento de todos”.
El desarrollo comunalitario emerge como resultado de un duelo de fuerzas y de pensamientos: la imposición de modelos ajenos y la resistencia con modelos propios de pensamiento y organización. La adecuación resultante en cada etapa histórica es una desarrollo comunalitario que genera sus propias instancias de reproducción (Martínez Luna, 2003):
a) la apropiación social de la naturaleza como base de la sustentabilidad;
b) la comunalicracia como modelo político
c) la comunalidad como comportamiento; y
d) el intercambio y la complementariedad como razonamiento económico.
Agrega que el desarrollo comunalitario no es un modelo que impongan fuerzas externas o ajenas a la región, en la respuesta que ésta desdobla desde sus adentros, desde sus capacidades y sus materialidades de las que se ha apropiado socialmente. El desarrollo comunalitario sustenta su pensamiento en la relación armónica del hombre y la naturaleza.
Para Juan José Rendón Monzón (2004), la comunidad enfrenta el reto de adoptar nuevas formas de pensar y actuar para encontrar vías diferentes de desarrollo, tomando en cuenta que las culturas modelan las formas en que las sociedades conciben sus propios futuros, y escogen los medios para construirlos.
En muchos países del mundo, entre ellos el nuestro, el concepto de desarrollo casi siempre significa “crecimiento económico”, y algunas veces habla de la importancia de saber distribuir los beneficios del crecimiento. Desde este enfoque, la cultura es sólo instrumento para promover y sostener un supuesto progreso económico.
Desde diversos ámbitos se observa con preocupación la forma en que esta manera de entender el desarrollo de traduce en pérdida de la identidad, del sentido de comunidad y del valor de la persona. (Rendón, 2004:13-14).
Señala que, afortunadamente, hay otros enfoques distintos, como aquel que considera al desarrollo como un proceso que aumenta la libertad efectiva de las personas y de los pueblos para solucionar sus problemas en el marco de su propia cultura. Desde esta perspectiva, la pobreza es no sólo la carencia de bienes y servicios esenciales, sino también la falta de oportunidades para tener una existencia más satisfactoria. Esta apertura de horizontes y enfoques, desde luego, significa navegar contra corriente. Con respecto al ámbito de desarrollo social, una extensa bibliografía generada en décadas recientes da cuenta de diferentes metodologías participativas que involucran a la población en el diseño de proyectos de desarrollo.
En esta perspectiva, y como propuesta metodológica, Juan Carlos Mijangos (2006), habla de la Inserción Intercultural Profunda.
La propuesta metodológica permite acelerar los procesos catárticos de los involucrados en los esfuerzos de desarrollo comunitario, elevando sus niveles éticos y de competencia ante los problemas planteados por el entorno socio-económico, político y ambiental. Esto se concreta mediante un ejercicio de diálogo que, partiendo de la praxis cercana y solidaria entre los protagonistas, plantea la unión de perspectivas, capacidades y formas diversas de conocimiento en beneficio del común objetivo del desarrollo comunitario sustentable. Lo anterior supone un examen preciso de las estructuras y de los fenómenos generados por un entorno que se desenvuelve bajo la égida del neoliberalismo. (Mijangos, 2006: 18).
Expresa Mijangos que “para fortuna y esperanza, otras voces se levantan contra tal forma de ver el desarrollo y organizan y concretan vías alternativas en distintas partes del mundo”.
Es importante en el desarrollo comunitario lo relacionado con la organización y la participación. Maritza Montero (2007), nos habla de La participación y el compromiso en el trabajo comunitario.
La participación comunitaria puede ser definida de la siguiente manera: un proceso organizado, colectivo, libre, incluyente, en el cual hay una variedad de actores, de actividades y de grados de compromiso, que está orientado por valores y objetivos compartidos, en cuya consecución se producen transformaciones comunitarias e individuales. (Montero, 2007:229).
La autora resume el alcance y los efectos positivos de la participación comunitaria.
Alcances de la participación comunitaria
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FUENTE: Montero, 2007:230.
Óscar Rebollo (2001) destaca tres dimensiones que considera básicas para constituir discurso y práctica sobre la participación desde los movimientos sociales: Autonomía, Proyecto y una nueva Cultura Organizativa.
Autonomía: la necesidad de autonomía debe ser entendida como capacidad para ser y actuar con libertad e independencia, principalmente respectos al Estado.
Proyecto: También aquí, al hablar de proyecto, estamos en el fondo hablando de autonomía, pero con un interés que exige, a mi juicio, una consideración popular. La participación en el ámbito social pasa porque las asociaciones y entidades cuenten con un proyecto propio. Esto no ocurre con facilidad. Más bien suele pasar que es la agenda político-administrativa la que marca los procesos participativos y, así, se habla y se discute, se participa o no, en relación con temas y proyectos que se plantean desde las administraciones públicas.
Construir un proyecto propio supone por tanto girar en cierto modo la tortilla y que se hable y se discuta, y se participe, también sobre lo que los ciudadanos y sus asociaciones quieren; que puede o no coincidir con la agenda de prioridades de las administraciones.
Nueva Cultura Organizativa: Finalmente, creo necesaria una importante reflexión en el seno de las asociaciones y movimientos sociales sobre las posibilidades y limitaciones de las actuales formas organizativas. Más concretamente, sobre hasta qué punto las actuales formas de funcionar que tenemos, garantiza o no, o hasta qué punto lo hacen, la participación y la democracia interna, la entrada de gente nueva, la renovación de cargos y responsabilidades, etc. (Óscar Rebollo, 2001).
En este sentido, el autor realiza dos reflexiones finales:
Recordemos que la participación tiene que ver con la política, con el poder, con el bien colectivo.
Compartimos con Pietro Barcellona (citado en Céspedes, 2001) que es necesario entender “la política como proyecto de sociedad, como proceso de educación social, como creación auténtica y verdadera de los individuos sociales, inseparable de la pasión por la participación, por la democracia y por el autogobierno”.”La política como poder es incapaz de producir una forma de vida; sólo produce una alternancia en el papel del que manda. Perdida la batalla por el poder no queda nada.”
Por tanto –señala Céspedes- el desarrollo de la participación de los ciudadanos está íntimamente vinculado a una concepción de la política, de la democracia y de la persona. “De su compromiso en la construcción de un proyecto de sociedad común”.
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