Lic. Lisett D. Páez Cuba
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La sociedad global ha sufrido grandes cambios: la tecnología avanza a pasos agigantados, la crisis económica está obligando a cambiar las tendencias de épocas pasadas, el feminismo ha dado un vuelco en las representaciones sociales de los géneros; hoy la mujer es concebida por la mayoría como un ser autónomo, con capacidades, con grandes aportes para ofrecer a la humanidad. Estas, no más, son razones que sustentan la exclusión del escenario contemporáneo de un rezago que otrora pareciera pertinente: la violencia de género.
A pesar de que la violencia hacia la mujer no es en absoluto un fenómeno nuevo, porque tiene un innegable antecedente histórico patriarcal, su reconocimiento, su visualización, y, por tanto, el paso de ser considerada de una cuestión privada a un problema social, sí es relativamente reciente. Cierto es que la mayoría de las personas conocen algún caso de malos tratos, en el entorno familiar o vecinal, pero se han silenciado bajo el pretexto de considerarle como un asunto privado.
Hace años, muchas de las formas de violencia contra la mujer estaban escondidas bajo un manto de silencio y aceptación. Las familias, los amigos y las instituciones públicas se mostraban cruelmente insensibles a ello. Nuestra sociedad se erguía cómplice de esas agresiones e incluso muertes, que no podemos por menos que calificar de auténtico terrorismo de género, si divisamos que la mortalidad de mujeres por esta causa, supone diez veces más que el número de víctimas que cobra el terrorismo político.
Por otra parte, las múltiples manifestaciones que puede adoptar la violencia hacia la mujer- desde el contexto físico hasta el psicológico- representan un elemento de gran peso, pues, en la mayoría de los casos, las féminas no reconocen la situación que viven como violencia. Muchas veces las propias víctimas tienen una percepción mínima acerca de sus derechos de integridad física, de libertad sexual, de libre determinación, de decisión, de participación social, e incluso de la defensa del derecho a la vida, sin conocer siquiera los mecanismos legales que les respaldan.