Germán López Noreña
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En muchos casos y desde mi experiencia, como catedrático –aclarando el ser docente de planta del MEN colombiano en la Secundaria- a nivel de pregrado, en asignaturas de las matemáticas, física e investigación, en algunas universidades colombiana en las facultades de Ingeniería y Ciencias Económicas y Empresariales, he podido observar como –en casi la mayoría, sino en todas- la formación pedagógica de los docentes poco importa para la transmisión y construcción de los saberes disciplinares en los discentes.
Situación altamente preocupante ¿Cómo formar en las disciplinas del conocimiento científico y humano en los claustros universitarios, sin un acompañamiento crítico y reflexivo sobre las consecuencias y complejidades del acto educativo? Parece ser que cada día se trata de validar la errónea creencia circulante en muchas de las universidades de nuestro país –y para esta trama discursiva, probablemente en muchas de la América latina y del Caribe-, que basta el conocimiento disciplinar para ejercer la docencia en cualquier espacio de la educación terciaria.
Muchas veces se escucha frases de colegas en el quehacer pedagógico en la universidad, tales como “eso de la pedagogía que lo estudien los profesionales de la educación, pues para mi, que soy formado en los conocimientos técnicos y tecnológicos de la ciencia, no me competen”. Pero paradójicamente son profesionales no formados en el campo de la educación y ejercen la docencia.
En otras ocasiones se les indaga a estos colegas del diario hacer pedagógico universitario, en que área del conocimiento es su formación y en qué contexto laboran, y tajantemente contestan ingeniero, abogado, medico…, complementando ellos en la respuesta, con el ejercer la docencia Universitaria desde que egresó de su pregrado. Cabe pues preguntarnos, cómo clasificar su rol profesional; por titulo, son profesionales ajenos a la educación y por su praxis diaria, se inscriben en ella.
Parece ser que la preocupación manifiesta en los últimos tiempos en la educación terciaria, y para este escrito la universitaria en Colombia, obedece a ponerse meramente a tono con las últimas exigencias que plantea en el campo de la educación el mundo globalizado en el marco de las “mal llamadas” –para este autor- sociedades de la información y del conocimiento.
Pues bien, si este sombrío panorama sucede en muchas de las universidades colombianas, sobre la indagación critica y teorizada de su quehacer educativo, o mejor sobre el tipo de pedagogía que en ellas se implementa ¿Qué sucede en este aspecto con las de la región? Complejo cuestionamiento en el que para lograr una buena aproximación a su respuesta, se es necesario recurrir a fuentes que cobijen proyectos internacionales a nivel regional.
En verdad, antes de escribir sobre la cuestión indagada en el párrafo anterior, considero que es importante reflexionar antes sobre el marco geopolítico que condiciona la América Latina y el Caribe, parte del continente objeto de la investigación.
Pues bien, y muy de acuerdo al pensamiento del investigador Luis Porter, plasmado en parte en su obra La Universidad de Papel, las universidades latinoamericanas y caribeñas han realizado sus transformaciones, si es qué lo han logrado, en el ámbito de una acentuada corrupción e ineptitud de la dirigencia política de la región. Ineptitud expresa y significada en un cumulo de malas e inmediatistas planeaciones del rumbo universitario, que se han inscrito en una serie de proyectos totalmente desfasados e inalcanzables para su realidad, y los que duermen en forma voluminosa de papel en los anaqueles, o en os archivos de los discos duros del hardware computacional de los ministerios de educación.
Al recurrir a las fuentes oficiales de los proyectos y actividades del IESALC/UNESCO, como máximo ente internacional que vela por la educación universitaria en la región, es preocupante ver como se diseñan y se gestan proyectos en los ítems de la calidad, la cobertura, lo cultural, lo curricular, la internacionalización de la universidad,…, pero en ningún momento se establecen y explicitan pautas para lo pedagógico. Paradójico, extraño, y como se pueda calificar, que la reflexión teorizada argumentada y critica sobre la educación, y la que ha de direccionar los anteriores procesos no sea tenida en cuenta en estos documentos. Probablemente alguien dirá, la pedagogía está implícita en esos proyectos y en esos procesos, más soy del criterio, que ella se debe explicitar y dejar de manera clara en las propuestas hacia que tipo de hombre queremos formar para la América Latina y el Caribe.
Si bien es cierto, que muchos académicos de diferentes países no están de acuerdo con los ya famosos rankings de las mejores universidades del mundo, dado sus sistemas de evaluación en los que en ella prima para las entidades que lo realizan las publicaciones de las investigaciones en Sciencie e incluso los egresados de las universidades con el premio Nóbel; de todas maneras, pese a las limitaciones económicas y de logística para la investigación universitaria latinoamericana, estos informes deben constituirse en un indicador en la búsqueda del mejoramiento de la educación terciaria regional.
En lo que respecta al llamado “Sistema de Educación Superior en Colombia” en verdad hay que decir el estar aun muy distante de serlo, pues lo que vemos es un conjunto de instituciones con intereses individuales más no colectivos que incluso riñen con la concepción misma de la palabra sistema.
Ahora de las expectativas generadas en la población colombiana por parte de la erróneamente denominada Revolución Educativa, los estudios críticos en profundidad de la misma y, las estadísticas obtenidas de sus actividades, como por ejemplo la cobertura, han demostrado que los objetivos inicialmente propuestos no se han cumplido. Al parecer ha sido una estrategia más de la política para lograr votos hacia el poder.
Finalmente hay que decir que si propendemos por una universidad altamente humanística, crítica y reflexiva en la concepción Moriniana de una Educación Planetaria para la América Latina y el Caribe, en aras de trascender el ya saturado discurso del futuro de la Universidad, es menester arroparla de una pedagogía crítica y autopoiética, inmersa en un lenguajear Maturaniano de amor y de esperanza en su quehacer diario, para lograr lo que Luis Porter ha llamado la Universidad Imaginada. Y la que ya está ante nuestros ojos, son nuestros hijos y los hijos de nuestros hijos, en la búsqueda de una equidad social y una dignidad, ambas perdidas.