Dr. C Eduardo Cueto Ible
Lic. Solaines Meireles Pantoja
camcomcm@enet.cu
La globalización de la economía y las nuevas tecnologías han transfigurado el entorno competitivo en el que las empresas del nuevo milenio van a desarrollar su actividad, comenzando a revelarse una serie de carencias con relación a los actuales sistemas de control y de información en las mismas, que tanto desde una orientación operativa, como estratégica, conducen a la reflexión, pues como plantearan Hammer & Champy (1993): “...estamos a las puertas del siglo XXI con compañías diseñadas en el XIX”; de ahí la necesidad de adaptar nuevas herramientas de registro y control para la toma de decisiones.
Hasta hace pocos años, la alternativa utilizada para medir la eficiencia de una empresa se basaba en el análisis exhaustivo de su Balance y Cuenta de resultados; es decir, de su información financiera. Sin embargo, actualmente, ante los retos que se plantean en el ámbito empresarial (entorno turbulento, dinámico e impredecible, tecnologías informativas emergentes, expansión de los mercados, etcétera), se está produciendo un cambio significativo en el papel del capital humano. La influencia que este, junto a otros factores de naturaleza intangible, tienen sobre la cuenta de resultados, el rendimiento y el compromiso para con los objetivos y estrategias de las empresas, es ya una realidad demostrada. Equilibrar la gestión financiera con otras variables significativas de la empresa (personas, actividades, calidad, clientes, entre otras), resulta indispensable si se quiere llegar a implantar una estrategia de negocio competitiva. El directivo del siglo XXI, tal como apunta Güell (1996), tiende a destacar como tendencias claves de esta nueva gestión, la calidad como filosofía de la organización y la preocupación por maximizar la satisfacción de la clientela.