GRUPO DE INVESTIGACIÓN AdGeO
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Actualmente las empresas que desean alcanzar ventajas competitivas sostenibles en el tiempo, a través de la gestión de sus activos estratégicos (verbigracia el capital humano), deben propender por desarrollar o crear un stock mínimo de habilidades y competencias necesarias que les permitan enfrentar la globalización. Una de las posibilidades para alcanzar dicho propósito, se sustenta en una gestión del talento humano que gire alrededor de la formación, de la planificación de carreras, de los sistemas de participación y de la evaluación orientada al desempeño. Entre ellas, la formación profesional toma una importancia medular, teniendo en cuenta que el ambiente turbulento actual, caracterizado por la velocidad de los cambios, urge la necesidad de la apropiación y generación de conocimiento como factor esencial en el desarrollo organizacional.
En este sentido, la teoría de anclas de carrera aporta diversas perspectivas en la planificación del desenvolvimiento profesional, explicando la forma como el individuo genera un patrón de auto-percepciones ocupacionales con base en 1) sus habilidades y capacidades, 2) sus motivos y necesidades, y 3) sus actitudes y valores.
Por otra parte, la inversión que el individuo realiza a nivel de educación superior se reconoce como un instrumento que facilita la obtención de empleo, el incremento de ingresos y la movilidad social. Sin embargo, dichas bondades se cuestionan a partir de la década de los setentas, cuando en los países en desarrollo se encontró evidencia de incrementos relativos en las tasas de desempleo de los trabajadores con mayor formación superior frente al resto de trabajadores.