LOS MEDIOS Y LA AUDIENCIA EN LA SOCIEDAD GLOBALIZADA
Amaro La Rosa Pinedo
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En el caso peruano, una de las resultantes del acelerado proceso de migración hacia la urbe, de lo que Quijano ha llamado en varias de sus obras “cholificación”, y de la marcada informalización de nuestra sociedad es lo que ha tendido en denominarse cultura chicha, conjunto de componentes que son expresión de que la cultura típica de la gran urbe ha sufrido ostensibles cambios en el país.
Hace tan sólo tres décadas atrás, Lima era si cabe el término “más limeña” y sus habitantes mostraban un marcado rechazo a las manifestaciones de cultura andina que debían refugiarse en sus “puntos de encuentro” del Coliseo Nacional, el Coliseo Bolívar y luego en el Coliseo del Puente del Ejército (Lugares donde cada fin de semana se presentaban espectáculos con artistas folklóricos venidos de diferentes lugares del país; en especial de la zona andina).
En los últimos años, tal como lo dice Jurgen Golte en su libro Los caballos de Troya de los invasores, los migrantes han cambiado el rostro de la capital que resulta ya una mixtura caótica de rasgos provincianos y citadinos. Y ello tal vez no resulta tan claro para quien vive en un barrio de clase media o alta, donde aprecia un panorama similar al de cualquier gran ciudad latinoamericana, y jamás ha recorrido las calles de distritos populares tales como San Martín de Porres, San Juan de Lurigancho, Comas, Independencia o Villa María del Triunfo que si bien cuentan con evidentes rasgos de la urbe tales como edificios modernos, discotecas, snack bars, establecimientos de fast food, también muestran de día y de noche un marcado ambiente provinciano, que no se veía en la capital décadas atrás.
Esta nueva cultura, a la cual podemos dar diversos calificativos, compartirla, rechazarla, ignorarla, negarla o aún descalificarla, se expresa de muchas maneras en diversos ámbitos, tanto en lo simbólico como en lo conductual. Revisemos brevemente sus características
1. La informalidad: Según plantean Degregori y Grompone (1991) la problemática de la informalidad es mucho mayor de lo que pudiera pensarse. Cerca del 60 por ciento de la PEA está dedicada al sector informal, que se contrae o expande, siendo en algunos casos una suerte de trabajo golondrino que se traslada de lugar en lugar a partir de las demandas del mercado. Recordemos por ejemplo los cientos de ambulantes que surgen durante la procesión del Señor de los Milagros, en las cercanías de la Feria del Pacífico, o en las playas de Lima durante el verano. Un claro ejemplo de esto: Desde hace algunos años, son muy concurridas por la feligresía limeña, las misas de sanación que celebra el Padre Manuel Rodríguez en la Iglesia San Miguel Arcángel de Maranga, donde asisten cientos de personas provenientes de diversos lugares de la capital e inclusive de provincias y el exterior. En las cercanías del templo se colocan decenas de vendedores ambulantes quienes ofrecen desde recuerdos y estampas hasta alimentos y bebidas para las largas horas de espera.
Dada su importancia en nuestra realidad cabría al menor consignar cuales son las principales características del sector informal (Cuadro 11)
2. Comportamiento social: Existen manifestaciones de conducta que se suelen asociar con la cultura chicha, tal como ocurre por ejemplo con el comportamiento “achorado”. Medina (1994) explica que achorado es “... aquel que insurge, abierta o subrepticiamente, contra las normas legales, negándose a aceptar su autoridad y rechazando las obligaciones que éstas pretenden imponer: en suma, desconociendo los derechos de los demás” (p. 38).
En nuestra época, el migrante ya no acepta que lo segreguen por su condición de tal, sino que intenta convertirse en alguien de mayor estatus en su entorno; ahora es él quien logra imponerse sobre los criollos (quienes décadas atrás lo descalificaban tratándole peyorativamente como cholo), empleando inclusive la replana típica de la ciudad. Y no solamente ello, sino como ocurre en determinadas fiestas del mundo andino donde la violencia es un componente ancestral; en las fiestas chicha constituye un componente tan frecuente que a decir de cierto colega “si no hay bronca no estuvo buena la fiesta” (Es menester recordar por ejemplo al chiaraje, fiesta del mundo andino donde se enfrentan a pedradas integrantes de dos comunidades, y en la cual se califica como de buen augurio que haya alguna muerte).
3. Alimentación: La cultura chicha se expresa hasta en la comida donde es posible encontrar mezclas que resultarían inaceptables para un buen gourmet limeño, puesto que por ejemplo, luego de una sopa wantán (plato típico de la comida china peruana), se sirven en un mismo plato, cebiche con papa a la huancaína y tallarines en salsa verde, colocando encima un huevo frito; el conocido “combinado”, que es expresión típica de lo chicha. Esto expresa por un lado la compleja interacción de rasgos culturales propios de diferentes lugares del país, como manifiesta por otro el intento de construir una nueva identidad que los vincule a la urbe; que desde luego ya no es la misma de hace algunas décadas atrás.
4. Vestimenta: La cultura chicha impone toda una forma de vestirse, que hasta cierto punto imita la de sectores sociales más acomodados pero con un toque de huachafería (mal gusto), y que se nutre en especial de ropa de imitación o de menor calidad fabricada en talleres clandestinos. Es posible hallar en vendedores informales, ropa o zapatillas “de marca” que son fabricadas artesanalmente y no cuentan con los estándares de control adecuados para lograr un producto de calidad.
5. Medios de comunicación: En los años 60 la discriminación del limeño hacia el andino era muy marcada. Los lugares de encuentro de los migrantes de la sierra del país eran los pocos clubes provinciales que existían y en especial el Coliseo Nacional, ubicado en una zona populosa donde la música y las viandas regionales permitían que se reencontraran, al menos temporalmente, y que se reconocieran con “los suyos”.
Hacia el año 1967 fue lanzado un LP grabado para el sello MAG por Los Demonios de Corocochay, interpretando cumbias con originales arreglos andinos; en lo que estimamos como la primera manifestación de la música chicha, calificada así luego del éxito de la canción La Chichera. Los músicos aparecían en la portada del disco con traje típico del Ande, pero enmascarados Según se decía en el ambiente artístico, entre los integrantes habían conocidos profesionales quienes según la promoción de la disquera se quitarían la máscara cuando su música se hiciera popular. Entendemos que una de las razones por las cuales no mostraban el rostro los músicos, era la descalificación que en ese entonces se evidenciaba en la capital hacia las expresiones culturales andinas.
En aquella época, solamente algunas emisoras populares presentaban las canciones de este género, al que algunos de sus mentores e intérpretes prefieren denominar música tropical andina, pues entienden el término chicha como peyorativo .
Poco a poco se fue ganando un espacio mayor hasta que en determinado momento varias emisoras modificaron su formato pasando a presentar casi exclusivamente chicha, convirtiéndose en líderes entre los migrantes, y en especial en los sectores populares, tal como puede colegirse del tipo de oyentes que contactan telefónicamente con las emisoras, participan en sus concursos o acuden a las fiestas que organizan. Resulta significativo que la animación de los programas y la propia promoción de las actividades sigan la línea general de los spots que hace un par de décadas anunciaban la actuación de grupos folklóricos del interior del país: Locutor gritando los nombres de los conjuntos y hablando rápidamente, uso de reverberación y música de fondo muy alta. Desde hace pocos años la música chicha se ha convertido en producto de exportación; es así que en Argentina el ritmo de sus intérpretes llamados allí bailanteros, hace furor incluso en la televisión bonaerense y se han convertido en ídolos algunos grupos peruanos y otros argentinos.