José López
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Nuestra “democracia” tiene graves defectos (Constitución que pone al jefe de Estado por encima de la ley, ley electoral que hace que tu voto no valga igual dependiendo de la provincia desde la que votas y del partido al que votas, falta de independencia entre los poderes, jefe de Estado no elegido democráticamente por el pueblo y sin ningún control, libertad de prensa coartada, …), es realmente una democracia muy “limitada” y “aparente”. España debe realizar amplias reformas para cerrar definitivamente la página de la Transición y la celebración de un referéndum para que el pueblo elija libremente el tipo de régimen (república o monarquía) no sólo es legítima, es necesaria. Teniendo claro que las bases del sistema político vigente están mal hechas y por tanto hay que rehacerlas o reformarlas, la siguiente cuestión que te planteas como simple ciudadano de a pie es cómo conseguirlo, cómo contribuir a la causa de la “regeneración democrática”.
La democracia es fundamental para la resolución de los problemas de una sociedad, cuanto más desarrollada esté mayor probabilidad de mejorar las condiciones de vida de la mayor parte de la población. El pueblo debe ser consciente de que hasta que no tenga el verdadero poder, no podrá aspirar a una vida mejor en justicia, paz y libertad. La causa de la democracia nos afecta a todos y todos debemos contribuir a ella, en la medida de nuestras posibilidades.
Cuanto más te informas sobre nuestro sistema político, más consciente te vuelves de la necesidad de reformarlo de arriba abajo. Sin embargo, tampoco es imprescindible informarte demasiado para ver que el sistema no funciona, lo percibes día a día con tus problemas cotidianos (trabajo, vivienda, sanidad, justicia,…). Si piensas que puedes vivir al margen del sistema estás muy equivocado (ojalá pudieras aislarte) porque tienes que trabajar, que comprarte una vivienda, ... En definitiva vives en el sistema (quieras o no) y por tanto te afecta su funcionamiento. “Esconderte y mirar para otro lado” diciendo que no te interesa (pero al mismo tiempo quejándote de su funcionamiento cuando te “salpica”) es un error porque desgraciadamente te afecta y por tanto te interesa.
Como ciudadano consciente de la necesidad de “arreglar” nuestra “democracia”, de conseguir una verdadera democracia, sólo puedes luchar por ello de dos formas:
saliendo a la calle para protestar contra este sistema (de forma más o menos organizada) y/o usando el derecho al voto adecuadamente. La primera forma es necesaria pero, en un sistema como éste donde lo que no sale en los medios de comunicación no existe, es poco efectiva porque la mayor parte de la población no se entera de aquellas manifestaciones que cuestionan el sistema, al ser obviadas sistemáticamente por los medios de “desinformación” (salvo cuando les interesa desprestigiar la causa “antisistema”). La segunda forma es por tanto la única que PUEDE ser eficaz para INTENTAR conseguir, por lo menos, replantear el sistema poniéndolo en evidencia. Pero el voto debe ser usado con sumo cuidado para lograr el objetivo buscado porque sino se puede conseguir, sin quererlo, justo lo contrario.
A la hora de ejercer tu derecho al voto tienes las siguientes opciones:
1) Votar a uno de los dos partidos mayoritarios y esperar a que en algún momento dicho partido acometa las necesarias reformas de nuestro sistema.
Sin embargo, no se ve a la clase política actual (sobre todo la dirigente) dispuesta ni a asumir tu “diagnóstico” de la situación ni por supuesto a buscar soluciones. Es muy poco probable, por no decir imposible, que de los partidos mayoritarios salga cualquier iniciativa verdadera de reformas profundas de nuestro sistema político vigente, puesto que son ellos el principal sustento, junto con los medios de comunicación “oficiales”, del sistema actual. Creer lo contrario demuestra mucha inocencia y falta de realismo.
Votar a uno de los dos partidos principales no sólo no contribuye a la causa de la “regeneración democrática” sino que supone el mayor error que puedes cometer, al votar a cualquiera de ellos obstaculizas cualquier posibilidad de avance y legitimas el bipartidismo que ambos partidos quieren imponer. Elegir entre lo malo y lo menos malo, entre el “lobo” y el “lobo vestido de oveja”, se traduce en que nunca tendremos algo bueno, ni siquiera decente. Si caemos en esa falsa trampa que nos hace creer que hay que votar a uno de los dos para que el otro no tenga el poder, entonces nunca conseguiremos desbloquear la situación. Debemos darnos cuenta de que no hay diferencias sustanciales entre los dos principales partidos, éste es el gran logro del poder económico en la sombra, el verdadero poder no se inquieta ni lo más mínimo mientras nos sometamos al bipartidismo actual. Aun admitiendo que sólo deje de votar el electorado de uno de los dos grandes partidos (el supuesto de izquierdas), el simple hecho de tener un parlamento compuesto casi por un solo partido y el simple hecho de tener una participación baja pondría más que en evidencia al sistema, lo pondría en jaque. ¿Qué ocurriría con un parlamento compuesto de 300 diputados de un solo partido y de unos pocos diputados de diversos partidos minoritarios? ¿Qué ocurriría si tuviéramos una participación de sólo un 30%? Como mínimo, se pondría en evidencia que algo falla en la “democracia”, y esto provocaría un debate que la replantearía.
Mención aparte merecen aquellos partidos que aun siendo minoritarios a nivel estatal, tienen fuerte arraigo territorial (partidos nacionalistas). Dichos partidos ya han demostrado que sólo sirven de “bisagra” en el bipartidismo estatal y sólo desean rentabilizar sus apoyos al partido más votado de turno para obtener ciertos “beneficios” en sus respectivas comunidades autónomas (“beneficios” que repercuten en realidad poco en los ciudadanos de dichas comunidades). Junto con los dos principales partidos son los grandes beneficiados por el sistema actual, forman parte de él y nunca plantearán cambiarlo, más bien al contrario, nunca renunciarán a su posición actual de protagonismo “regalado” y “artificial” (protagonismo que no tendrían con una ley electoral justa en la que, mediante circunscripción electoral única en todo el Estado, el voto valdría igual en todas las provincias).
Por consiguiente, votar a la mayoría de los partidos “institucionales” supone legitimar la partitocracia bipartidista y alejar la posibilidad de alcanzar una auténtica democracia, sólo contribuye al autoengaño.
2) Votar a un partido minoritario que defienda las necesarias reformas de nuestro sistema.
Actualmente, empiezan a haber algunos partidos minoritarios (con representación en las instituciones) que plantean la necesidad de ciertas reformas (especialmente la ley electoral y en menor medida un referéndum por la república). Sin embargo, son partidos muy minoritarios (cada vez más), tienen muy poco “peso” (cada vez menos) en el sistema y además plantean sólo algunas de las reformas necesarias, pecan de demasiado moderados y defienden dichas reformas de manera demasiado tímida.
Hasta ahora no ha habido ningún partido (del arco parlamentario) que haya planteado como PRIORIDAD un CONJUNTO de reformas PROFUNDAS de nuestro Estado y las haya defendido de forma abierta y sin complejos.
Por otro lado, existen diversos partidos sin representación en las instituciones que plantean ciertas reformas y que incluso cuestionan el régimen político actual, pero el “diseño técnico” de nuestro sistema “democrático” (ley electoral con circunscripciones territoriales en vez de una circunscripción única y sistema D´Hondt) y el control de los medios de comunicación masivos por parte del poder económico (que a su vez controla al poder político) que imposibilita que se oigan “otras voces” distintas de las “oficiales” (se obvian sistemáticamente manifestaciones que cuestionan el régimen actual, se dificulta la publicación de opiniones “peligrosas”, se evita cualquier debate que replantee las bases de nuestro sistema, etc) impiden el acceso a las instituciones y condenan a la marginalidad a dichos partidos.
Por tanto, en la actualidad, desgraciadamente, votar a un partido minoritario es prácticamente tirar el voto a la basura, más aun si dicho partido ni siquiera es conocido porque no se le da promoción y/o porque no existe actualmente en las instituciones. El “diseño” actual de nuestro sistema “democrático” tiende a un bipartidismo cada vez mayor y condena a la marginalidad, al ostracismo, a cualquier otro partido extraparlamentario (salvo pequeñas excepciones), incluso tiene tendencia a eliminar de las instituciones a aquellos partidos que presenten cierto “peligro”, aunque pequeño, para el sistema.
3) Ejercer un voto de castigo como forma de denuncia.
Si no quieres votar a los partidos que sustentan la falsa democracia actual y sabes que votar a un partido minoritario (si encuentras alguno que plantee la “reconstrucción democrática global”) es inútil porque dicho voto será “robado” por los partidos mayoritarios, la siguiente opción que se te plantea es ejercer un voto de castigo, de reclamo. Para ello tienes dos opciones:
a) Voto nulo
El voto nulo es el hecho de ejercer un voto no computable. Este tipo de votos suele atender a dos tipos de comportamiento, bien diferenciados. El primero, el del error al votar, la torpeza. El segundo, un sector que lo utiliza como reclamo y deslegitimación de unos comicios concretos. Es y ha sido un elemento de protesta común en aquellos que considerándose demócratas, pretendían mostrar su rechazo hacia unas elecciones concretas. Es una forma de realizar la propaganda por el hecho, aunque su difusión es complicada ya que precisa de una campaña “abstencionista” fuerte y eficientemente identificada.
El voto nulo no es la mejor forma de expresar un “voto protesta” porque el sistema siempre puede interpretarlo de la manera que le interese (como un error al ejercer el voto) y porque es muy difícil “movilizar” al electorado para ejercerlo (siempre es muy minoritario).
b) Voto en blanco
Es común entre los indecisos, entre aquellos que no son capaces de elegir entre las distintas opciones que se presentan. Es un voto que, a diferencia del anterior, no pone en duda el sistema electoral ni el comicio en concreto, sino que muestra una incapacidad de elección ya sea como protesta democrática (muy poco efectiva, pusilánime) o como señalización de la inutilidad o ineficiencia de los distintos partidos que se presentan.
El voto en blanco es, entre los votos de “castigo”, el más pernicioso y colaboracionista. Pernicioso si su intención es la de protesta y colaboracionista porque refuerza el poder y representación de los grandes partidos e impide el acceso a los pequeños.
En España el método de contabilización electoral es el de la ley D´Hondt. Este sistema, a diferencia de otros como el Sainte-Laguë, distribuye de forma poco representativa (aunque proporcional) los votos. En España, el porcentaje mínimo para tener representabilidad es del 3%, siempre. El sistema electoral, gracias a esta ley de distribución de votos, funciona por cocientes. El voto en blanco se suma al número total de votos del escrutinio, a partir del cual se calcularán los porcentajes de representación. Así, un elevado porcentaje de voto en blanco significa elevar considerablemente el número de votos necesarios para llegar al 3% del total, lo que dificulta la representabilidad de los partidos minoritarios.
Por ejemplo:
-Si existen 10.000 votos para un total de 7 escaños, el primer escaño se conseguiría con 1428 votos.
-Si hay 10.000 votos a candidaturas + 5000 votos en blanco para un total de 7 escaños, el primer escaño estará a 2.142 votos (15.000/7) -Esos 5000 votos en blanco no se asignan a ningún partido directamente, sino que se acumulan en los partidos más votados pues tienen más fácil acceder al cociente porcentual de representabilidad.
Tal como están las cosas, el voto en blanco es en sí mismo un “parásito”, un mal electoral que aumenta aún más el poder de los grandes partidos y ahoga las alternativas minoritarias. El sistema de cálculo de representabilidad se ve alienado por el voto en blanco, dando resultados desvirtuados y poco proporcionales y representativos del voto real.
Vota, no votes o vota nulo, pero jamás en blanco.
4) Abstención.
Es simple y llanamente no votar. Entre los abstencionistas están (generalizando) los que prefieren pasar el día haciendo otras cosas en vez de votar, los que rechazan activamente el sistema “democrático” y una parte del electorado, bastante móvil, que no encuentra ninguna lista que le represente o que merezca la pena votar. La abstención es el indicador que comúnmente se utiliza para analizar la base de legitimación de unas votaciones y principal fiasco de cualquier referendo que se diga democrático, pues éste basa su existencia en la fuerza de las mayorías. De ahí que una alta abstención, una abstención mayoritaria, deslegitime directamente cualquier tipo de votación. Al menos moralmente, puesto que hemos tenido ejemplos más que sobrados para comprobar que políticamente, si el sistema lo quiere así, el porcentaje abstencionista no cuenta para anular unas votaciones.
Sin embargo, con una abstención importante, creciente y SISTEMÁTICA el sistema se deslegitima por sí solo y por tanto hay alguna posibilidad de que se replantee. Por eso siempre se preocupan tanto los partidos del sistema de que votemos (acudiendo al "espíritu democrático" que luego tantas veces se cargan). Por eso se esfuerzan tanto en movilizar a la ciudadanía “calentándola” pocos meses antes de las elecciones con grandes campañas mediáticas y con falsos y esperpénticos “debates”. ¿Pero es que acaso no es también democrático no votar? Cuando la gente empiece a dejar de votar SISTEMÁTICAMENTE porque ya no tenga fe en el sistema, porque vea que no le sirve para nada (que da igual a quién vote porque sus problemas siguen igual) entonces el sistema se deslegitimará a sí mismo y empezará a surgir con más fuerza la idea de renovarlo, empezarán a surgir voces (nuevos partidos, periodistas, intelectuales,..) que plantearán que algo no va bien y que por tanto algo hay que hacer, a lo mejor se desencadena un "efecto dominó". Un porcentaje alto de abstención en unas solas elecciones no produce efectos inmediatos pero una alta abstención SISTEMÁTICA en cada proceso electoral PUEDE causar un replanteamiento del sistema y por tanto un cambio (cuestión de tiempo). El objetivo de la abstención es perjudicar a corto y medio plazo al sistema para a plazo más largo poder replantearlo y cambiarlo.
Una alta y sistemática abstención es muy difícil (por no decir imposible) de justificar. Es muy difícil justificar una alta abstención (no digamos ya sistemática) en base al buen tiempo, a la coincidencia con un evento, a la falta de concienciación (lo cual contradice el hecho de que el sistema nos afecta a todos), a la falta de ilusión por los candidatos (lo cual evidencia la falta de fe en ellos, el hastío del electorado), etc.
Porque incluso si dicen que la gente no participa por falta de interés (es decir, aunque intenten interpretar la alta abstención de la forma menos “agresiva” posible para el sistema), más que por “denuncia” del sistema, aun así no pueden evitar preguntarse porqué se produce esa falta de interés y esto conlleva inevitablemente a un replanteamiento del sistema, a un cuestionamiento de un sistema que se sustenta en la participación de los ciudadanos. La baja participación de los ciudadanos, se mire como se mire, es siempre un estrepitoso fracaso de cualquier sistema democrático. No digamos ya si dicha participación disminuye de forma imparable y alcanza proporciones escandalosas.
La única manera eficaz que tienes como ciudadano de protestar contra esta farsa de democracia es por lo menos no haciéndote “cómplice” de ella. Nos manipulan y nos “comen el coco” a través de los medios de comunicación (principal instrumento que tiene esta "democracia" para controlarnos) y luego nos preguntan (vía encuestas, elecciones,...) cuando ya saben prácticamente lo que vamos a decir. Es decir, primero nos hacen pensar de cierta manera y luego nos preguntan qué pensamos. No hay verdadera libertad de prensa, no puedes decir lo que piensas, no puedes expresar tus ideas en los medios (que están acaparados por los poderes), no hay verdadera pluralidad (ni en el poder político ni en la prensa). Esta “democracia” es un "paripé" y lo mejor es no formar parte de dicho “paripé”, es no colaborar con él. Por tanto ¿de qué sirve votar? Sólo sirve para legitimar un sistema viciado y falso, sólo sirve para perpetuar esta partitocracia bipartidista y alejar aún más la posibilidad de que tengamos una verdadera democracia (ver mi anterior artículo Los defectos de nuestra “democracia”). El voto a un partido minoritario o en blanco será "robado" para ser atribuido a un partido mayoritario (eso lo tienen “calculado”), el voto nulo se interpretará como error al votar y será siempre muy minoritario por lo difícil que es su “promoción” (eso también lo tienen “calculado”), si te manifiestas pacíficamente contra el sistema te expones a que no tenga eco tu manifestación con lo cual no sirve casi de nada, si lo haces incorrectamente lo aprovecharán para desvirtuar tu causa o para procesarte, ¿qué otra salida democrática y pacífica que tenga cierta repercusión te queda más que abstenerte? La abstención les pone en evidencia y eso no lo tienen tan “calculado”, cuentan con que ésta sea "aceptable". Es más efectiva y coherente la abstención porque de esta manera dices que no estás de acuerdo ni siquiera en participar en el sistema, es la mejor forma de “denunciar” al sistema.
Mucha gente encuentra absurdo ir a votar en blanco o nulo y prefiere no votar, es mucho más difícil “movilizar” al electorado por el voto en blanco o nulo que hacer “campaña” por la abstención. Además, como ya hemos visto, el voto en blanco es muy peligroso porque beneficia a los grandes partidos en el reparto de escaños. El voto "útil” de castigo, de protesta, es la abstención porque es el que más “duele” al sistema y "concentra" el descontento en una sola opción. Desde luego participando en el sistema casi SEGURO que no se le puede cambiar sino que se le perpetúa, sin embargo haciéndole “boicot” entonces A LO MEJOR se consigue algo en algún momento. El boicot ha funcionado bien en numerosas ocasiones (por ejemplo el que se ha hecho a ciertos productos de consumo), es más dañino de lo que pueda parecer a primera vista.
Conclusión
El único margen de maniobra eficaz que tenemos los ciudadanos normales en esta “democracia” para hacernos oír es el derecho al voto y por tanto debemos usarlo. Votar (o no votar) es un derecho y una responsabilidad ciudadana que hay que ejercer consecuentemente. No votar es igual de legítimo y democrático que votar, más aun si lo haces para exigir tu derecho a votar con verdadera libertad. De la misma forma que seguirás viviendo en el sistema (con todas sus consecuencias) hayas votado o no, es falso aquello que se suele decir de que si no votas no tienes luego derecho moral a quejarte. Mientras vivas en el sistema y te afecte su funcionamiento, tienes siempre todo el derecho moral a quejarte. ¿O es que dejas de pagar impuestos al dejar de votar? Es más dañino un voto inconsciente que una abstención consciente.
Independientemente de lo que decidas hacer con ese “arma” que tienes, hazlo conscientemente y con pleno conocimiento de sus consecuencias. Si lo que deseas es CAMBIAR el sistema actual, desgraciadamente no te quedan más que dos opciones: o votas a algún partido (si lo encuentras) que plantee claramente y prioritariamente una profunda reforma global del sistema político actual o bien usas la abstención como forma de poner en evidencia al sistema diciéndole que “no crees en él y por tanto a mí no me engañan, a mí no me usan como una marioneta para perpetuar esta farsa de democracia”. Pero ten en cuenta, que si eliges la primera opción entonces es muy probable que tu voto no haya servido para nada (a no ser que el partido que replantee el sistema sea uno de los que forma parte de él, uno de sus protagonistas, cosa casi imposible) y si eliges la segunda, debes considerarla como una estrategia temporal a medio/largo plazo y como un primer paso para conseguir en un futuro (esperemos que no muy lejano) un sistema verdaderamente democrático en el que sí merezca la pena votar, en el que el voto sea realmente libre y sirva para algo.
A la espera del resurgimiento de la verdadera izquierda verdaderamente unida (como siempre, la izquierda auténtica, no aquella de las siglas sino la de los programas concretos, es la única que desea cambiar el sistema hacia una democracia real), la única opción realista y eficaz para intentar “forzar” el cambio es, desgraciadamente, el uso consciente de la abstención (como complemento a la lucha organizada popular, a la movilización en la calle). El día en que aparezca un frente de izquierdas (venga de donde venga) popular (enraizado en los movimientos populares que ya existen y en los que vengan, en el que dichos movimientos tengan un papel protagonista), unido (pero diverso), y por tanto fuerte (si se consigue una verdadera unión sustentada en el respeto de las distintas corrientes, no en la imposición de unas sobre otras, unión que debe significar la alianza estratégica de todas ellas por un objetivo común sin renunciar a las legítimas y enriquecedoras diferencias), y radicalmente democrático (tanto en sus postulados como en su funcionamiento interno), es cuando las posibilidades de cambiar el sistema VOTANDO a dicho frente serán reales. Ese frente puede que ya no esté tan lejos, la causa republicana puede y debe suponer el “aliciente” para que se constituya en nuestro país. La República, además de suponer el “catalizador” de la regeneración democrática de España, puede suponer el “catalizador” de la regeneración y reunificación de la verdadera izquierda (de aquella que no renuncia a cambiar el sistema, que no se conforma con la “democracia” actual, que no renuncia a un mundo más justo).