Los organismos internacionales, particularmente el Fondo Monetario Internacional (FMI), el Banco Mundial (BM) y la Organización Mundial de Comercio (OMC), como las entidades más representativas del capitalismo, desempeñan un rol principal en el proceso de globalización.
Sobre el particular, Lamarca(161) señala que el papel de los organismos económicos internacionales resulta fundamental para la configuración del nuevo orden mundial. El poder económico y político es centralizado en las diferentes instituciones de carácter global (FMI, BM, OMC) para exportar e imponer los modelos occidentales de desarrollo, de tecnología y de expertos, al resto del mundo. En este sentido, la “mano invisible” del mercado tiene un pulso muy firme y actores bien concretos. Obedece a los dictados de las grandes instituciones económicas internacionales citadas y está gobernada por las agendas de las grandes empresas transnacionales, con el beneplácito, sometimiento y apoyo de los gobiernos nacionales.
Sostiene que el FMI, BM y OMC se han constituido en las autoridades centrales para realizar las negociaciones financieras y comerciales a nivel mundial, toda vez que el mercado no opera en el vacío, sino que se requieren reglas para liberalizar el comercio y las finanzas, privatizar los sectores públicos y otros ámbitos anteriormente marginadas del mercado, y para favorecer los procesos de transnacionalización del capital a efectos de que éste no se vea presionado por los estados nacionales y por la democracia. En otras palabras, las instituciones nacionales y supranacionales han sido de esta manera reformadas e instrumentalizadas para ponerse al servicio del gran capital.
Ciertamente, anota que el FMI, BM y OMC están al servicio del capital privado. El papel del BM no se circunscribe a otorgar préstamos a los países “pobres” y en “desarrollo”, sino que impulsa a estos países a abrir sus economías a través de la libre circulación de capitales y mercancías, reordena sus sistemas productivos, alienta la exportación de recursos naturales y acentúa el endeudamiento externo; en tanto que, las “recetas” del FMI dicen relación con controlar la deuda y la inflación, privatizar el patrimonio público y reducir los gastos sociales, lo cual induce a disminuir el papel de los Estados y abrir las economías al mercado global para que las empresas transnacionales puedan accionar libremente.
En consecuencia, como bien lo afirma Lichtensztejn(162): “La coordinación entre el FMI y el Banco Mundial al servicio del capital privado internacional es inocultable. Presionan y logran que los bancos de desarrollo de los países sobre todo desarrollados, se sujeten a sus directrices, y es tal su papel que de hecho coordinan a los agentes financieros para que concertadamente se lleven a cabo las metas trazadas”.
En tratándose de la Organización Mundial de Comercio (OMC), Amin(163) manifiesta que ésta fue precisamente establecida con el objetivo de reforzar las “ventajas” del capital transnacional y dotarlas de legitimidad a través del gobierno de la economía mundial. Los denominados “derechos de la propiedad intelectual e industrial” fueron concebidos con miras a perpetuar el monopolio de las multinacionales, garantizar sus enormes beneficios y crear numerosos obstáculos adicionales al desarrollo industrial autónomo de las periferias. De igual manera, la ofensiva de la OMC para integrar la agricultura en un mercado mundial abierto y no regulado destruirá cualquier intento por parte de los países del Sur de garantizar su seguridad alimentaria, arrojando a cientos de millones de campesinos del Sur en los brazos de la pobreza.
Criterio que es compartido por Albert(164), que dice: “La OMC quiere proteger la propiedad de las corporaciones y de los monopolios sobre las patentes de plantas, procesos, variedades de semillas, drogas, software y todo capital, promoviendo sus intercambios de bienes a pesar de cualquier efecto negativo y derribando cualquier protección laboral, del medio ambiente, de la salud y de la seguridad, que pudiera limitar las ganancias de las corporaciones”.
Gandarilla(165) indica que el pensamiento dominante gestado en las organizaciones del Estado supranacional (FMI, BM, BID, OCDE), no se interesa en destacar e identificar las diferentes formas en que se acomete la denominada globalización capitalista (en lo que tiene de proceso histórico-objetivo) y tiende a identificar y promover la forma neoliberal de globalización económica, como si ésta fuese la única posible o viable, para la cual no existe alternativa; con ello no solamente se encubre y favorece los intereses del gran capital transnacional y de los grupos de poder locales, se ocultan también los efectos sociales que consigo trae la economía globalizada, lo oscuro o el lado no destacado de la globalización y las tragedias humanas a ella vinculadas, no se realiza la distinción sobre que es lo qué se globaliza y qué no, sobre quien cae toda la carga de la globalización y que grupos sociales son favorecidos y la impulsan.
Otra información(166) sostiene que el FMI, el BM y la OMC, constituyen uno de los instrumentos más importantes financiados por los Estados (que es el principal instrumento) de las superpotencias del capitalismo global como estructura que privilegia a una minoría. En su calidad de ejecutores de las directrices políticas dictadas por los gobiernos imperialistas, promueven las condiciones económicas que transforman todo en mercancía para beneficio de las grandes trasnacionales. Transnacionales y Estados imperialistas actúan estrechamente en alianzas múltiples (organismos, bloques de mercado, lobbyes…), con el objetivo de imponer una estructura socioeconómica internacional que explota y castiga no solamente a las clases subordinadas sino también a la misma naturaleza.
Para Gambina(167):
Luego de la ruptura de la bipolaridad global entre 1989 y 1991 se puso nuevamente en discusión el rumbo del sistema mundial. La contradicción entre capitalismo y socialismo, la posibilidad de una visión del tercer mundo inclinado a un primer mundo liderado por EEUU -aún en la disputa con Europa y Japón- o al segundo mundo encabezado por la URSS, dejó paso a la ofensiva del capital transnacional y a una mirada unilateral de un discurso hegemónico de predomino del horizonte capitalista. La acumulación capitalista eliminó por entonces obstáculos estructurales para su desarrollo, legitimando un discurso único sobre el orden económico y social. De ese modo se instaló el programa de la liberalización económica, con la apertura de los mercados, la facilidad para la circulación del dinero y las mercancías, definiendo una orientación al mercado sustentada en la promoción de la iniciativa privada. La carrera del capitalismo se presentaba ahora sin el obstáculo que por más de 70 años le había interpuesto el intento socialista de la revolución en Rusia.
Es en ese marco que adquirió relevancia la emergencia de una institucionalidad transnacional. Junto al papel tradicional de los Organismos Financieros Internacionales (FMI, Banco Mundial, BID), se destaca la aparición de la Organización Mundial del Comercio (OMC) en 1995 y un conjunto de Foros e instancias de articulación entre el capital más concentrado a escala global y los principales estados capitalistas desde comienzos de los 70 hasta nuestros días. Entre las iniciativas privadas destaco al Foro Económico Mundial (Davos, Suiza), la Comisión Trilateral (Lobby integrado por Europa, Japón y EEUU) y, entre los estados nacionales, al Grupo de los 7 y sus consecuentes ampliaciones, junto a otras iniciativas que intentaban otorgarle rumbo a la iniciativa política de la dominación y explotación capitalista. El camino aparecía liberado para esa estrategia global, pero la inevitable respuesta del bloque social y económico agredido generó respuestas de resistencias diversas desde el comienzo de la ofensiva del capital que pusieron en crisis la estrategia discursiva y de acumulación del capital transnacional y los estados imperialistas. Son resistencias que buscan constituirse en proyecto global alternativo y entre las cuales sobresalen (por el intento de articulación global) el Foro Social Mundial, desplegado a comienzos del nuevo siglo, y un conjunto de campañas globales, tales como el No al ALCA o a los tratados de libre comercio; contra el FMI y el pago del endeudamiento de los países empobrecidos y de confrontación con las estrategias belicistas y de militarización impulsadas por el imperialismo contemporáneo liderado por EEUU. Son iniciativas que pretenden poner en crisis la estrategia de acumulación del capital y al mismo tiempo confrontar y deslegitimar el discurso hegemónico. En este último aspecto sobresalen los intentos de una nueva búsqueda intelectual por renovar la crítica de la Economía Política en la actualidad.
En realidad, como muy bien lo afirma Montero(168), las instituciones económicas internacionales son defensoras de una globalización neoliberal sustentada en la liberalización de los intercambios económicos, que defiende a ultranza la libertad de mercado, la empresa privada, la competitividad y la democracia como instrumentos para la prosperidad y la erradicación de la pobreza.
Mochón(169) se refiere a las críticas a los organismos internacionales por ser considerados impulsores de la globalización: “Al Banco mundial se le critica por no ocuparse de una forma apropiada de lo que es su principal tarea, impulsar el desarrollo. Al Fondo Monetario internacional se le achaca que se ocupa de tratar de estabilizar las economías ante la aparición de las crisis financieras, pero que suele actuar incorrectamente. A la Organización Mundial del Comercio (OMC ) se le critica alegando que supervisa los sistemas de comercio internacional y su progresiva liberalización, de forma asimétrica”.
Stiglitz(170), considera que dentro de los organismos internacionales, el FMI es el más malo:
Sus políticas tienen una doble ceguera: la ideológica y la de la incompetencia. El dramático cambio hacia la mala economía y la peor política fue en los años ochenta. Ronald Reagan y Margaret Thatcher lanzaron la gran batalla ideológica a favor del 'fundamentalismo del mercado' y el FMI y el Banco Mundial se convirtieron 'en nuevas instituciones misioneras, a través de las cuales esas ideas fueron impuestas sobre los reticentes países pobres que necesitaban con urgencia sus préstamos y sus subvenciones'. La austeridad fiscal, la privatización y la liberalización de los mercados, 'los tres pilares del consenso de Washington', se convirtieron en verdades ideológicas incontestables. De este modo, el FMI fue abandonando la misión para la que fue fundado: la estabilidad económica global. Y se convirtió en el instrumento que garantiza los intereses del capital financiero internacional.