LA ECONOM�A MEXICANA. CRISIS Y REFORMA ESTRUCTURAL. 1984-2006

LA ECONOM?A MEXICANA. CRISIS Y REFORMA ESTRUCTURAL. 1984-2006

Hilario Barcelata Ch�vez

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�XITO DE LA POL�TICA ECON�MICA: FRACASO DEL DESARROLLO SOCIAL

1991

M�s crecimiento, menos inflaci�n, m�s super�vit financiero, tales son los pron�sticos m�s relevantes contenidos en los Criterios Generales de la Pol�tica Econ�mica para 1991. Si este a�o que termina fue satisfactorio en cuanto al alcance de los objetivos en materia econ�mica, el siguiente a�o ser� la consolidaci�n total del programa de ajustes implementado por el actual gobierno.

Los �xitos, sin embargo, no son del todo definitivos, ni bondadosos en toda su extensi�n. As�, por ejemplo, el super�vit en las finanzas p�blicas que ya durante este a�o fue alcanzado, tiene un origen y un pasado tormentoso y fugaz. No hay que olvidar que dicho super�vit ha sido alcanzado principalmente a trav�s de la reducci�n de los gastos gubernamentales.

Dicha reducci�n se tradujo en disminuci�n del empleo en las dependencias gubernamentales y menores gastos de inversi�n y para impulso del desarrollo. El bienestar de la poblaci�n sufri� el fuerte impacto de esta pol�tica que desde la primera mitad de la d�cada pasada fue implementada. Como consecuencia, el gasto p�blico destinado a inversi�n f�sica fue (seg�n informes El Financiero 25 Nov 91) en 1991 uno de los m�s bajos de los �ltimos sexenios. El gobierno ejerce un gasto en este rubro 20% inferior al ejercido por De la Madrid y 33% menos ejercido en su sexenio por L�pez Portillo.

Por otra parte y en el mismo sentido se prev� que para el siguiente a�o la planta burocr�tica se reduzca en 14 mil empleados. M�s desempleo del que ya se ha acumulado hasta la fecha.

De igual manera una parte considerable de ese super�vit se explica tambi�n por el incremento en los ingresos del sector p�blico. Dicho incremento, a los precios y a tarifas de bienes y servicios que produce el gobierno. Aumentos que, si bien han permitido sanear las finanzas p�blicas, tambi�n han contribuido fuertemente al deterioro del poder adquisitivo de la poblaci�n y, por ende, de su nivel de bienestar. Basta con observar los incrementos a los precios de las gasolinas, gas dom�stico, electricidad y cuotas de tr�nsito, puentes y carreteras federales. Todos impactan directamente a los consumidores de los mismos e indirectamente a toda la poblaci�n, ya que se traducen en incrementos a los precios de los productos en los que estos intervienen, de manera invariable, como insumos.

Los ingresos por ventas de empresas paraestatales (principalmente Bancos y Telmex) han propiciado una situaci�n muy favorable para las finanzas del gobierno. Sin embargo, su obtenci�n (y por tanto su participaci�n en el saneamiento financiero) ser� por una sola vez. Y no hay duda que estos ingresos son los que m�s han contribuido al super�vit financiero por lo que es posible prever que dicha posici�n superavitaria podr�a ser fugaz, si en adelante no se cuenta con nuevas fuentes de ingreso que sustituyan a estos. Como es dif�cil que esto suceda, la �nica opci�n para mantener las finanzas sanas ser� mediante nuevas reducciones al gasto, una vez que se agoten los ingresos hasta hoy acumulados.

As� pues, lo fugaz y circunstancial del super�vit debe alertarnos sobre la vulnerabilidad del �xito de las metas que ha alcanzado la pol�tica econ�mica. Y la norma en que �ste se ha logrado propicia la reflexi�n sobre el elevado costo social que significa una meta de esa naturaleza.

Lo mismo sucede con la inflaci�n. En 1991, ser� menor que el a�o pasado, y se prev� que para 1992 sea de un s�lo d�gito (9.7 % de incremento anual). Para nadie es un secreto que dichas metas se han alcanzado a trav�s de la dr�stica reducci�n del salario real, vigente desde los primeros a�os de la d�cada pasada.

Ahora tenemos tasas de inflaci�n ya muy reducidas pero a un costo social y econ�mico elevad�simo: una reducci�n total de los niveles de bienestar de la poblaci�n asalariada (la mayor�a) y una concentraci�n sin paralelo en los �ltimos a�os en la demanda que conforma el mercado interno.

As� pues, una vez m�s los principios de eficiencia y racionalidad econ�mica han prevalecido sobre los de igualdad y justicia social.

Esta realidad nos demuestra que los �xitos de la pol�tica econ�mica no son (aunque tendr�an que serlo) logros propios, reales y palpables para la mayor�a del pa�s. Y mientras esta situaci�n prevalezca no dejaremos de insistir que la pol�tica econ�mica est� al rev�s (de cabeza, pues).