Francisco Javier Contreras Horta
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Forma y fondo son dos conceptos que siempre van ligados en todo lo que hacemos, aun cuando no nos percatemos de ello; y es importante que hablemos del tema porque puede ser muy útil entenderlo para comprender las actitudes que tomamos en la vida diaria y como auxiliar en el conocimiento de los múltiples fenómenos sociales que vivimos.
Cuando saludamos a una persona hay forma en el ademán de saludar, en el estrechar la mano y en la frase de buenos días o mucho gusto que expresamos y hay fondo en la intención que tenemos en el momento de hacerlo. Normalmente forma y fondo van juntos: hacemos un gesto y expresamos una frase porque tenemos una intención de gusto o agrado por el otro. Pero también puede suceder que saludemos a una persona a la que no hubiéramos querido saludar y entonces aunque formalmente le decimos buenos días o mucho gusto, en el fondo no quisiéramos haberle dicho eso mismo, sino algo bien diferente. Y en ese caso, una cosa es la forma y otra es el fondo.
Como se verá, todos los actos de la vida diaria tienen forma y fondo y en general estos coinciden, aunque no necesariamente siempre es así. Esta dualidad es inherente al ser humano. Si fuéramos puro animal, sólo tendrían importancia las formas; si fuéramos únicamente espíritu sólo tendría importancia el fondo: porque somos ambas cosas, nuestra vida y forma de pensar y relacionarnos con los demás, es una combinación de las dos.
Pero no nos vayamos con la finta. El hecho de que relacionemos el fondo con la parte espiritual del ser humano, con las intenciones, no implica el que el fondo sea más bueno que la forma. De hecho ambas son dos caras de una misma moneda. En la vida diaria no puede ir una sin la otra. Así, cuando alguien se casa, lo real es que hay una intención de dos de formar una pareja y de unirse en matrimonio entre sí, ese es el fondo, pero la parte formal de aquél, como que la novia lleve vestido blanco, el protocolo de la ceremonia, etc. es también muy importante, y tan lo es, que si una pareja desea casarse, dentro de lo posible no va a querer prescindir de sus ropajes, arreglos de templo, y todo eso. Si no les es posible hacerlo como soñaron, lo harán como puedan, pero su boda no les sabrá a lo que habían deseado que fuera.
Y es que, parte de lo que son las formas, va con ideas o construcciones mentales colectivas, que todos al ir creciendo vamos asimilando como propias de determinadas situaciones. De esta manera, si decimos la palabra "bautismo", todos asociamos a esta palabra, una ceremonia en la que se siguen ciertos pasos, con un orden determinado, que en la iglesia termina con el bolo y en la casa con pachanga. Y esa es la parte formal de un bautismo. Esa es la forma. (El fondo es una intención de que un nuevo miembro de la familia se integre a una comunidad religiosa o sea reconocido como parte de ella).
La mayoría de los actos de nuestra vida son formas propias de la cultura que poseemos. Son actos tan familiares, tan de todos los días, que llegan a transformarse en hábitos. (Y un hábito es algo que hacemos automáticamente, sin pensar.) Todos son actos formales que aprendemos por imitación, aunque no nos quede bien claro el fondo que existe en ellos. Y porque no alcanzamos a relacionar el fondo que existe en nuestros actos cotidianos, sucede que con facilidad no identificamos las intenciones que subsisten en nuestro inconsciente y que afloran en nuestros actos y, por supuesto, tampoco logramos imaginar sus repercusiones.
Así sucede que una actitud negativa como por ejemplo el racismo, nosotros lo relacionamos desde que conocimos este término con el desprecio por los negros y como por estos rumbos no tenemos a ninguno de ellos, entonces suponemos que nosotros no somos racistas; pero si ubicamos la palabra en su contexto, que implica el no aceptar a los que son diferentes a nosotros, y partir de “yo y los que son como yo, somos buenos, y los que son diferentes a nosotros los buenos, necesariamente tendrán que ser malos”.
Entonces acabaremos viendo que con frecuencia vivimos en círculos sociales cerrados, estrechos, donde sólo tienen cabida los que son más semejantes a nosotros en su comportamiento, los que compartimos un "habitus"; entonces resulta que tenemos un principio de exclusión que cuando se transforma en hábito de vida, se convierte en sectarismo, que es la forma mexicana de practicar el racismo. Y ojo, nuestra sociedad, que vive una transición entre el feudalismo de nuestros abuelos y el precapitalismo de algunos pocos pioneros, se caracteriza predominantemente por el sectarismo, diluido momentáneamente durante el transcurso de las ceremonias religiosas o en las fiestas populares.
Como se verá, el fondo de las cosas que hacemos no es muy fácil de percibir a simple vista, pero tenemos que tener presente su existencia, tan sólo porque sí sabemos que existe, podremos intentar buscarlo, pero si no nos lo podemos imaginar, entonces nos pasaremos la vida dando palos de ciego, sin entender porqué hacemos lo que hacemos y sin comprender cómo es que el otro nos lastima con sus actos y dice que no se dio cuenta cuando lo hizo.
Para terminar, piense usted en esto: en los lugares que se despreciaba a los negros, por ser de tal color; ¿Se tenía cabal conciencia de lo que se hacía? Tome en cuenta que los despreciadores iban a misa o a su ceremonia religiosa y se veían a sí mismos como buenos y se "justificaban" a sí mismos no dándole importancia a lo que hacían. Y los gobernantes que toleraban o no combatían esa actitud se veían a sí mismos como "buenos" gobernantes. Esa actitud de simulación y auto engaño, ¿Se habría sostenido si por un día los blancos hubieran tenido que vivir la vida de los negros? Formalmente cada uno decía que el no era racista; en el fondo lo eran de corazón.
Y nosotros, ¿Tendremos actitudes de hostilidad hacia una parte de nuestros prójimos, que formalmente neguemos, pero que en el fondo las practiquemos con convicción? ¿Usted qué opina?