EL PALIMPSESTO DE LA CIUDAD: CIUDAD EDUCADORA
Jahir Rodríguez Rodríguez
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2.1.2 La educación en el ocio.
Para acercarse al concepto de educación en el ocio, es preciso clarificar, en el marco de nuestro contexto socio-laboral, una consideración que hace Sebastián de Grazia cuando comenta el concepto de ocio en Aristóteles, al explicar que el ocio es para el filósofo griego estar libre de la necesidad de estar ocupado".(1) Es decir, la condición del ocio no es disponer de tiempo no ocupado, sino exactamente no tener la necesidad de estar ocupado. (2)
Las actividades "educativas" u otras en general, realizadas por los ciudadanos en su tiempo de ocio, en el sentido más estricto de la palabra, responden a una caracterización a partir de tres notas esenciales.(3) Es decir, habría tres condiciones que deben estar presentes en la forma genérica de emprender y realizar una actividad para que ésta pueda ser considerada como propiamente de ocio: autonomía, autotelismo y vivencia placentera.
La autonomía es entendida en un doble sentido: autonomía en el qué y autonomía en el cómo. La autonomía en el qué, significa la libertad de elección de la actividad; por su parte la autonomía en el cómo, significa que el ciudadano durante la actividad de ocio conserva plena responsabilidad sobre el desarrollo de la misma y la manera de realizarla.
La segunda nota esencial del concepto de ocio es el autotelismo. Esto es, que la actividad de ocio tiene la finalidad en sí misma. Aristóteles enfatizó esta característica como la más definitoria de su concepto de ocio: "Pensamos en él como poseedor de un placer intrínseco, una felicidad intrínseca, una dicha intrínseca".(4) En este sentido, la actividad realizada durante el tiempo de ocio es deseable no en función de lo que produce posteriormente, sino en sí misma.
Por último, e indisolublemente ligada al autotelismo, la tercera característica definitoria del ocio es que éste supone un quehacer placentero, satisfactorio, grato al ejecutante. Trilla Bernet señala que un ocio penoso, aburrido, tedioso, es un ocio fracasado, un dolce farniente; en realidad no es ocio, sino que estaría bajo el rótulo de tiempo estéril, definido así porque por el hecho de producir, no brinda satisfacción a quien lo tiene, es un tiempo libre mal vivido, la clase de tiempo libre que genera tedio y frustración.
En el mismo sentido, Trilla Bernet precisa que la actividad de ocio no necesariamente supone risas y algarabía, supone estar bien con lo que se hace, sentirse gratificado por el mero hecho de hacerlo. Tampoco el ocio excluye el esfuerzo automotivado.
En resumen, el ocio, independientemente de la actividad concreta de que se trate, consiste en una forma de utilizar el tiempo libre mediante una ocupación autotélica y autónomamente elegida y realizada, cuyo desarrollo resulta placentero al individuo. Las administraciones locales tienen la inmensa responsabilidad de hacer de sus ciudades escenarios altamente educadores para sus habitantes, más allá de la característica educadora que cualquier ciudad tiene, por el solo hecho de constituirse en un espacio para el descubrimiento y locación de las actividades educativas. Es decir, de emprender acciones para una cualificación urbanística, social, política, cultural y económica que permita a los ciudadanos desarrollar con autonomía acciones educativas autotélicas y gratificantes en su tiempo de ocio.
En este orden de ideas y a partir de la concepción Aristotélica, el ocio como contemplación y esparcimiento en libertad, no puede ser asumido como sinónimo de tiempo libre; ya que desde los griegos, la educación para el ocio era una virtud; relación bien distinta fue la asumida por los romanos quienes no lo consideraban así, para ellos el ocio es tiempo de descanso y recreación del espíritu necesario después del trabajo para recuperase y volver con más energía al escenario laboral.
En la pedagogía del ocio, Rovira y Trilla han concluido que el ocio contribuye al proceso de humanización de la ciudad, afirmando que es una realidad no exclusiva, pero sí fundamentalmente urbana. (5)
En esta dirección, Lefebvre ha hablado de la pérdida de función lúdica de las ciudades, se ha olvidado que en la vida urbana hay un juego continuo, no solamente el juego de la información, sino los juegos de toda especie, juegos de encuentro, juegos de azar, el gran juego del espectáculo dramático, el juego que nuestras ciudades modernas tienden a realizar, limitado a juegos de espectáculo extremadamente pasivos. (6)
El objeto de la pedagogía del ocio es educar en, para y mediante el ocio. A la pedagogía del ocio se le suele adjudicar la doble misión de educar en el tiempo libre y a la de educar para el tiempo libre. Educar en el tiempo libre simplemente significa aprovechar este tiempo como marco de alguna actividad educativa, cualquiera sea su tipo.
Educar para el tiempo libre es otra cosa, el tiempo libre o el ocio se convierte en el objetivo, en el móvil de la intervención pedagógica. Educar mediante el ocio, sería pues, la fórmula que mejor define el objeto de la pedagogía del ocio en su sentido más estricto.
Ciudad Educadora se postula como una posibilidad para ejercitar a plenitud el ocio como ejercicio pedagógico y como posibilidad para la construcción de hombres y mujeres más conscientes de su responsabilidad educativa y como educadores.
El ocio, la contemplación y el ideal pedagógico siempre han marchado por los mismos senderos de la formación en la ciudad además:
"La ciudad se vuelve realmente humana cuando se muestra como un "teatro" en el que el verdadero actor es el hombre, envuelto por las dimensiones de aquella aventura humana cuya imagen trágica y cómica a la vez ejemplar y desconocida, patética y burlesca, recompone "las luces de la ciudad" animadas por Charlie Chaplin".(7)
Gozar el mundo es contemplarlo, entenderlo en el ejercicio de la contemplación. Vivirlo es también contemplarlo, han expresado Victoria Camps y Salvador Giner, al afirmar que "la contemplación va desde el embeleso del amante ante su amada o amado hasta la observación crítica del científico a través del microscopio, pasando por la mirada entretenida del público divirtiéndose, inteligentemente en un espectáculo interesante, y de ser posible, sin tener inevitablemente que consumir y gastar dinero".(8) Vivir es convivir.
Y convivir es un arte, al menos para los seres humanos. Desde una perspectiva biológica y anímica, el hombre es un ser abierto. Lo suyo es buscar respuestas inéditas ante la incertidumbre y lo desconocido. El espacio urbano es un escenario natural para vivir la contemplación y el ocio, como lo explica Arturo Morales, en los grandes juegos urbanos.(9)
1. Cfr. DE GRAZIA, Sebastián. Tiempo, trabajo y ocio. Tecnos. Madrid, 1966.
2. Cfr. TRILLA BERNET, Jaume. Otras educaciones. Antropos. Barcelona, 1993
3. Ibidem.
4. ARISTOTELES. Política, VII, 1.337 b.
5. ROVIRA, Josep; TRILLA, Jaume. La pedagogia del ocio. Laerkes.Barcelona. p. 62
6. LEFREBVRE, Henry. De lo rural a lo urbano. Peninsula. Barcelona. 1979. p. 144
7. GENNARI, Mario. Semántica de la ciudad y educación. Pedagogía de la ciudad. Herder. Barcelona. 1996. p 35.
8. CAMPS, Victoria; GINER, Salvador. Manual de civismo. Ariel. Barcelona. 1998. p 94 y ss.
9. Cfr. MORALES PEREZ, Arturo. Grandes juegos urbanos. La ciudad como recurso lúdico y formativo. San Pablo. Madrid. 1996.
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