Leandro Venacio
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Cuando a finales de los años 80, y en el transcurso de unos meses, se produjo la caída del Muro de Berlín y la disolución de la Unión Soviética, pocos en el mundo pensaron que el proyecto revolucionario cubano, iniciado a principios de los sesenta, podría sobrevivir. Ante aquella gigantesca colisión en el mapa geopolítico contemporáneo del planeta, quedaban eliminadas, las condiciones externas en las que se había insertado la economía Cubana, la cual se había asentado en el tratamiento ventajoso de los vínculos económicos y financieros externos principalmente con la URSS.
Todas las evidencias externas apuntaban a que Cuba, al igual que el resto de las naciones que formaban el bloque de estados socialistas, también caería bajo el peso arrollador de las fuerzas del capitalismo. Hoy se comprueba que tales vaticinios no se cumplieron.
Ante tal situación, el mayor impulso estuvo dirigido a realizar una apertura económica externa que permitiera captar en el menor plazo posible, recursos financieros externos que habían sido reducidos a niveles mínimos. Como consecuencia, la apertura económica fue decisiva para reactivar la economía y enfrentar la nueva realidad mundial de globalización económica e insertarse en ella.
Ello nos lleva a investigar cuál es el punto de partida a inicios de los noventa, de las posibles alternativas que podían surgir, cuales fueron las reformas operadas que explican el proceso; identificar las contradicciones y conflictos ocurridos y los probables en el futuro; los retos pendientes a resolver; así como también, los cambios operados que le quitan elementos de legitimidad interna e internacional a las acciones norteamericanas contra Cuba.