Propuesta:
Cada sistema económico (natural, instintivo, tradicional, político y financiero) tiene asociada una forma de racionalidad económica. Cada individuo dispone simultáneamente de esas diversas racionalidades en conflicto.
Una racionalidad económica es un método de elección entre alternativas, o, lo que es lo mismo, un sistema de ordenación de preferencias entre objetos económicos.
Aquí consideraremos que las preferencias se refieren a objetos económicos (necesidades-recursos) y su ordenación se basa en estimaciones de valor y coste. Si cada sistema económico tiene asociada una forma de estimar valores y costes, entonces cada sistema económico tiene asociada una racionalidad diferente. Un conjunto de objetos económicos puede quedar ordenado de forma diferente bajo diferentes sistemas económicos.
Los economistas han considerado casi siempre como axioma implícito de nuestra ciencia la existencia de una única racionalidad capaz de explicar todo el comportamiento humano, incluidos los instintos de odio o de filantropía y solidaridad. De hecho, el concepto de homo economicus ha sido utilizado siempre como equivalente al de racionalidad económica. Un homo economicus es un conjunto de supuestos que describen los criterios de decisión económica de los individuos. Ha habido diversos homo economicus pero cada uno de ellos quedaba definido por su racionalidad, por su forma de ordenar preferencias, y por tanto cada homo economicus tenía una única racionalidad.
Hayek (1988) fue el primero en cuestionar esta actitud al considerar al comportamiento instintivo como irracional y sugirió la existencia de una especie de racionalidad intermedia o semiracionalidad situada, con sus propias palabras, “entre el instinto y la razón”. Nuestro análisis, nuestra línea argumental, va más lejos que Hayek y propone el reconocimiento de diversas racionalidades, cada una de ellas asociada a una forma de economía, todas ellas conviviendo simultáneamente en la actualidad en la mente de todos los seres humanos y generando situaciones conflictivas.
Hay una racionalidad natural, asociada al sistema de economía natural, en la que son las leyes naturales y físicas las que “toman decisiones” seleccionando individuos de especies biológicas después de la actuación de éstos. Hirshleifer (1977) la ha llamado "racionalidad ex-post".
Hay una racionalidad instintiva, asociada al sistema de economía instintiva, en la que el individuo toma inconscientemente decisiones en función de informaciones que se han almacenado involuntariamente en su cerebro en forma de saber. Esta forma de racionalidad es accesible también a los animales.
Hay una racionalidad tradicional, asociada al sistema de economía tradicional, en la que las decisiones las toman los individuos según las estimaciones de coste y valor basadas en criterios recibidos por tradición. Esta fue la forma de racionalidad más alta a la que tuvieron acceso los homínidos en las culturas paleolíticas.
Hay una racionalidad política, asociada al sistema de economía política, en la que las decisiones las toman los individuos según estimaciones de coste y valor basadas en cálculos articulados expresables en términos de derechos.
Hay una racionalidad financiera, asociada al sistema de economía financiera, en la que las decisiones las toman los individuos según estimaciones de coste y valor basadas en cálculos formales expresados en términos monetarios.
Las diversas racionalidades están apoyadas unas en otras. La racionalidad financiera requiere el reconocimiento y la aceptación de derechos, de la racionalidad política. A su vez, la racionalidad política (también podríamos llamarla racionalidad jurídica) está apoyada en los principios de autoridad y tradición sin los cuales los derechos no podrían existir. Y la aceptación de la autoridad y la tradición como criterio de valoración y adopción de decisiones, lo que hemos llamado la racionalidad tradicional, está fundamentada en el instinto.
Pero aunque estén basadas unas en otras, esas formas de racionalidad conviven simultáneamente pero de forma independiente en todos los individuos. Ante un conjunto de alternativas es posible que el instinto nos proponga una ordenación racional (transitiva) determinada, la tradición proponga una ordenación diferente, el sistema de derechos proponga otra y la racionalidad financiera proponga otra. Es posible que las diversas racionalidades propongan ordenaciones diferentes y entren en conflicto porque utilizan sistemas diferentes para las mediciones de costes y estimaciones de valores. Es por eso que frecuentemente los seres humanos actuales dudamos sobre qué decisión debemos (o nos conviene) adoptar. Es por eso que el científico social encuentra habitualmente comportamientos que no puede explicar con un único sistema de racionalidad.
Por ejemplo, tratemos de entender el comportamiento de un individuo que pilota un avión y lo estrella voluntariamente contra un rascacielos de New York. Ese comportamiento no será jamás explicable en términos de racionalidad financiera, de racionalidad político-jurídica o de racionalidad instintiva; pero resulta perfectamente comprensible en términos de racionalidad tradicional, de estimación de costes, valores y beneficios según criterios de autoridad y tradición. En ese piloto coexisten simultáneamente las diversas racionalidades y es consciente de las contradicciones entre ellas, pero resuelve el dilema entre las diversas valoraciones aceptando que una racionalidad domine a las otras.
Los economistas hemos intentado habitualmente conciliar esas contradicciones, tratar de explicar una racionalidad en base a otra; hemos tratado de convencernos a nosotros mismos de que había una única racionalidad: la racionalidad que estudiaba y trataba de comprender nuestra ciencia. Lo que sugiere nuestra línea argumental es que debemos abandonar toda esperanza de conciliación total de las diversas racionalidades y que, por el contrario, lo que necesitamos entender es porqué y cuando es una racionalidad la que domina y no la otra.
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