La propuesta básica en "La Fatal Arrogancia" (1) es que existen una serie de instituciones situadas "entre el instinto y la razón" que son necesarias para el desarrollo y mantenimiento del "orden extenso", es decir, del sistema económico actual. Esas instituciones, (el respeto a la propiedad, el cumplimiento de las promesas contractuales y otras) han evolucionado sometidas a un proceso de selección natural de forma tal que las agrupaciones humanas que respetaban esas instituciones, sobrevivían y proliferaban. La razón, la ciencia, es incapaz de analizar, comprender o explicar el funcionamiento y la virtud de esas instituciones. La "fatal arrogancia" de los intelectuales socialistas es pretender que, sin respetar esas instituciones tradicionales, se puede construir un orden nuevo basado en la razón que sea mejor que el orden surgido evolutivamente y basado en ellas. También se oponen esas instituciones a los instintos (solidaridad, rechazo a los extraños) que sufre el ser humano porque fueron útiles para la supervivencia en una fase muy primitiva, de pequeños grupos de cazadores-recolectores, pero que ahora son inútiles y estorban el desarrollo del orden extenso.
Por tanto, en el pensamiento de Hayek, hay tres capas en los impulsos humanos hacia la acción: Los instintos, las instituciones tradicionales y la razón. La clasificación es interesante, pero las conclusiones y la escala a que las somete es sorprendente. Los instintos, dice, no son adecuados al mundo actual y la razón es incapaz de diseñar uno mejor, por lo que por encima de cualquier otro impulso debemos dar prioridad al respeto a las instituciones tradicionales. Este argumento lo desarrolla extensamente a lo largo del libro, sin embargo no detalla un análisis de esas instituciones tradicionales. En ocasiones enumera el respeto a la propiedad, el cumplimiento de las promesas contractuales y la honestidad. En otro momento afirma que no se refiere ni a la familia ni al sexo. Pero deja la duda de cuáles son las instituciones tradicionales a que se refiere. Por ejemplo, hay varias instituciones tradicionales que tienen aproximadamente la misma antigüedad que la propiedad privada pero a las que no hace ninguna referencia. (Hayek utiliza la expresión propiedad plural para referirse a la propiedad privada). Por ejemplo, la esclavitud o propiedad privada de seres humanos; otro ejemplo, la tradicional división del trabajo entre géneros y el sometimiento de la mujer al hombre. Si utilizamos el criterio de la supervivencia en el proceso evolutivo, esas instituciones son tan dignas de respeto como la propiedad privada sobre bienes e instrumentos. Si no podemos valorar estas instituciones con argumentos instintivos tales como la solidaridad o con argumentos de la razón tales como el principio de la igualdad entre sexos y razas, no tenemos más remedio que respetar la esclavitud y el sometimiento de la mujer al igual que a cualquier otra forma de propiedad.
Por otra parte es difícil distinguir, y Hayek no ofrece criterios para ello, qué grado de antigüedad se requiere para que una institución sea "tradición" o "experimento" de la razón humana. Hayek considera que la regulación por el aparato del estado de las actividades económicas, más allá de la simple imposición del respeto a la propiedad y los contratos, es fruto de la razón humana. Sin embargo, Hayek reconoce que la injerencia del estado en la economía tiene miles de años de antigüedad. Además, no puede poner ningún ejemplo de grupo social que haya sobrevivido sin un estado entrometido. El argumento de la supervivencia de las instituciones más eficaces se vuelve en su contra si lo aplicamos al estado.
Volviendo al análisis de los instintos. Hayek afirma que la solidaridad es un instinto que fue útil para los reducidos grupos humanos primitivos pero que resulta pernicioso en el mundo actual. Hay aquí un non-sequitur. La consideración de que la solidaridad era beneficiosa para los grupos humanos primitivos puede considerarse reforzada por el argumento de que ha sobrevivido incrustada en nuestro comportamiento tras centenares de miles de años de selección cultural. Sin embargo de esto no se puede deducir ni hay forma de apoyar la opinión de que la solidaridad es perniciosa en "orden extenso" del mundo actual. Es solo mediante la razón (el razonamiento de Hayek) que se puede valorar el efecto de la solidaridad y calificarla como nefasta.
Es posible que el intervencionismo de los estados europeos de la última década del sXX que denuncia Hayeck sea la consecuencia de las tensiones que hemos vivido en este siglo. La primera mitad dominada por fuertes tensiones internacionales, las dos guerras más globales y destructivas que la humanidad ha conocido y la grave depresión económica de los años treinta. La segunda mitad dominada por la tensión de la guerra fría, ante el temor de una nueva guerra aún peor que las dos últimas. Parece comprensible que las situaciones de tensión y guerra requieran una forma de estado diferente de una situación de paz. Cuando la forma dominante de las relaciones internacionales está basada en la amenaza bélica es necesario mantener la posibilidad de movilización militar de la sociedad, de construcción de un aparato armamentístico capaz de competir con el del potencial enemigo. Pero cuando la forma dominante de las relaciones internacionales pasa a ser, como ahora, pacífica y basada en la competencia comercial, parece que es el momento oportuno para que el peso del estado sobre el sistema económico disminuya.
El estado Es posible que la escuela austriaca de economía, en contubernio con todos los libertarios del mundo, llegue a convencer a los políticos y sus votantes de la conveniencia de eliminar el estado. En ese momento, antes de que desaparezca completamente el estado, sería prudente meditar sobre cómo apareció éste, y las posibilidades de que surja de nuevo.
El aparato del estado que nos subyuga tiene al menos una virtud, que trata de impedir su substitución por otro estado aún más subyugante y coactivo.
Sorprende que el evolucionista Hayek no haya valorado la capacidad de supervivencia de la institución estado.
Esto no quiere decir que yo considere que la capacidad de supervivencia de una institución la hace éticamente aceptable. La institución esclavitud es bien antigua y ha sobrevivido milenios, sin embargo en estos momentos está desapareciendo.
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