Presentación:
El patrimonio de un pueblo son los valores exponentes de su actividad cultural (las costumbres y tradiciones, las obras documentales, los bienes muebles e inmuebles preservados a los largo del tiempo). Así pues, lo constituyen los elementos tangibles e intangibles que a través del devenir histórico resultan del desarrollo cultural de las sociedades. En esencia, son depositarios de los valores y la idiosincrasia de una comunidad, región o país. El patrimonio cultural es, en última instancia, lo que ha trascendido del modo en que una sociedad se ha relacionado con su entorno. La resulta de la actividad humana al tratar de responder a problemas vitales.
Comenzando por Pausanias, que recorrió Grecia describiendo sus monumentos, siempre ha habido viajeros en busca del disfrute artístico. No obstante, en esta última década ha proliferado por toda Europa una intensa moda de turismo patrimonialista. En efecto, uno de los principales atractivos de cualquier territorio estriba en sus bienes históricos, artísticos y arqueológicos. La sugestión de un viaje a una determinada población se alimenta con la promesa de poder presenciar sus costumbres folclóricas, admirar piezas artísticas singulares o visitar determinadas construcciones o emplazamientos, todo lo cual representa una invitación a revivir in situ fascinantes pasajes de la historia.
La bruma de misterio, la fantasía legendaria y la carga de contenidos históricos que envuelve una localización representa un incentivo para el turismo cultural. Así también, en la era de Pausanias, las siete maravillas del mundo antiguo representaban una invitación al viaje de la imaginación, antes que al viaje físico.
Un sector crítico considera que la gestión institucional del patrimonio lo está acercando peligrosamente a una cierta categoría mercantil, o de bien de consumo. Se habla de patrimonio turístico, acentuando lo extremo de la situación. Y se subraya que títulos que apoyan la protección de bienes de interés internacional, como la denominación de Patrimonio de la Humanidad (World Heritage), coadyuvan a la puesta en el mercado de la historia de un pueblo.
Pese a todo, el valor de los emplazamientos no suele responder a rebuscadas estrategias de comercialización. El patrimonio logra atraer al turismo simplemente porque es atrayente. Pensemos en la magnificencia de la gran pirámide: se basta sola para asombrar al mundo. Sin embargo, hay que reconocer que recauda su cuota de visitantes apoyada por factores como el interés de la egiptología, o el marcado valor simbólico de ser una maravilla del mundo antiguo.
Para poder disfrutar de nuestro Patrimonio resulta interesante plantear una reflexión sobre la necesidad de conservar y preservar lo que tenemos, y a la hora de la creación tener en cuenta los factores (externos e internos) que influyen. Nos encontramos con un diálogo directo multidisciplinar que debe existir a la hora de hacer cualquier obra. Por ejemplo, un vidriero debe contar con el cantero o restaurador de piedra, si va a restaurar un vitral de una iglesia gótica. El aparejador debe estar presente en la consecución de la restauración, por si algún elemento de la piedra sufre cambios o es necesario rehacer todo de nuevo. Además, los operarios que mantienen el buen estado de ese patrimonio (limpieza, aderezos, tratamiento…) deben conocer detalles de su conservación.
El objetivo de este simposio es reflexionar sobre la sugestión del patrimonio, aquello que hace que se convierta en un reclamo turístico. La personalidad del entorno: calles, iglesias, catedrales, museos, edificios gubernamentales, murallas, fortificaciones, casco antiguo, monumentos, estatuaria. Los valores artísticos y estéticos de la urbe y la villa, su atractivo histórico, étnico y cultural. Su carácter emocional, ético, político y espiritual. Lo pintoresco, el colorido local, el pasado y su encanto, el presente y su fascinación.
