El Misterio del Capital
¿Por qué la génesis del capital se ha convertido en un misterio semejante? ¿Y por qué las naciones ricas del mundo no explicaron a otras naciones cuán indispensable es la propiedad formal para la formación del capital?
Ver la crítica publicada en
"Contribuciones a la Economía"
por Jorge Mera Pérez:
¿”El misterio del capital” o pescando en río
revuelto?"
Un paseo por las calles del Oriente Medio, de la antigua Unión Soviética o de América Latina le mostrará muchas cosas: casas en las que vive la gente; parcelas de tierra en labranza, siembra o cosecha; mercaderías que se compran y se venden. En los países en desarrollo y en los que salen del comunismo los activos sirven sobre todo para estos propósitos físicos inmediatos. En cambio, en Occidente, esos mismos activos llevan además una vida paralela, como capital externo al mundo físico. Pueden ser usados para aumentar la producción, atendiendo a los intereses de otras partes como "garantía" de una hipoteca, por ejemplo, o asegurando el suministro de otras formas de crédito, así como de servicios públicos.
¿Por
qué no pueden también las edificaciones y la tierra de otras partes del mundo
llevar esa vida paralela? ¿Por qué los enormes recursos de los países en
desarrollo y de los países que fueron comunistas, que según las estimaciones que
realizamos mis colegas y yo en el Instituto Libertad y Democracia (ILD) de Lima
ascienden a US$9,3 billones de capital muerto, no producen valor más allá de su
estado "natural"? Mi respuesta es que el capital muerto existe porque hemos
olvidado (o tal vez nunca hemos advertido) que convertir un activo físico en uno
generador de capital, valerse de la casa para obtener dinero en préstamo y
financiar una empresa, por ejemplo, supone un proceso muy complejo. Este proceso
no se diferencia mucho del que Albert Einstein nos enseñó, mediante el cual un
solo ladrillo puede liberar una inmensa cantidad de energía mediante una
explosión atómica. Por analogía, el capital es el resultado de descubrir y
desencadenar la energía potencial de los millones de millones de ladrillos que
los pobres han acumulado en sus edificaciones.
Claves del pasado
Para desentrañar el misterio del capital tenemos que remontarnos al significado
seminal de la palabra. Parece ser que en latín medieval, "capital" significaba
cabeza de ganado, un bien que siempre ha sido una importante fuente de riqueza
más allá de la carne, la leche, el cuero, la lana y el combustible que aportan
los animales. El ganado se reproduce. Así, el término "capital" capta la
dimensión física del activo (el ganado) y a la vez su potencial como generador
de valor excedente. El paso que tuvieron que dar del establo al escritorio los
que inventaron las ciencias económicas fue corto, y en general definieron el
"capital" como aquella parte de los activos de un país que pone en marcha una
producción excedente e incrementa la productividad.
Los grandes economistas clásicos como Adam Smith y, más tarde, Karl Marx
consideraban el capital como el motor de la economía de mercado. En "La riqueza
de las naciones", Smith hizo énfasis en lo que constituye el meollo del misterio
que intentamos desentrañar: si queremos que los activos acumulados se vuelvan
capital activo y pongan en marcha una producción adicional, deben ser fijados y
realizados en un objeto o actividad productiva en concreto "que perdure por lo
menos un tiempo luego de realizado el trabajo. Es, como si dijéramos, una cierta
cantidad de trabajo acumulada y almacenada para ser empleada, si fuera preciso,
en alguna otra ocasión". La conclusión que yo extraigo de Smith es que el
capital no es el stock de activos acumulados sino su potencial para dar lugar a
una nueva producción. Ese potencial es, por supuesto, abstracto. Debe ser
procesado y fijado en una forma tangible antes de poder liberarlo, exactamente
como el potencial de energía nuclear del ladrillo de Einstein.
Este significado esencial del capital se ha perdido para la historia. Hoy el
capital se confunde con el dinero, que es solo una de sus muchas formas. Siempre
resulta más fácil recordar un concepto difícil a partir de una de sus
manifestaciones tangibles que a partir de su esencia. La mente capta más
fácilmente el concepto de "dinero" que el de "capital". Pero es un error suponer
que el dinero es lo que finalmente fija el capital. El dinero facilita las
transacciones, permitiéndonos comprar y vender cosas, pero no es en sí el
progenitor de la producción adicional.
La energía potencial de los activos
¿Qué es lo que fija el potencial de un activo para que pueda poner en marcha una
producción adicional? ¿Qué es lo que desprende valor de una simple casa y lo
fija de forma tal que le permite generar capital?
Podemos encontrar una respuesta en nuestra analogía de la energía. Piense en un
lago en lo alto de una montaña. Podemos imaginarlo en su contexto físico
inmediato y encontrarle algunos usos primarios, como el canotaje y la pesca.
Pero si pensamos en él como lo haría un ingeniero, concentrándonos en su
capacidad de generar energía eléctrica por medio de una planta hidroeléctrica,
como un valor adicional que trasciende el estado natural del lago como masa de
agua, súbitamente detectamos el potencial que crea la posición elevada del lago.
Para el ingeniero, el reto es cómo crear un proceso de conversión que fije este
potencial en una forma que permita hacer trabajo adicional.
El capital, como la energía, es un valor en estado latente. Para traerlo a la
vida debemos dejar de mirar a nuestros activos como lo que son, y empezar a
pensar en ellos como lo que podrían ser. Para ello se requiere un proceso de
fijación del potencial económico del activo en una forma en la que puede ser
empleado para iniciar una producción adicional.
Pero si bien el proceso que convierte la energía potencial del agua en
electricidad es harto conocido, el que da a los activos la forma necesaria para
poner en marcha más producción no lo es. Esto se debe a que ese proceso clave no
fue deliberadamente establecido para crear capital, sino con el propósito más
sencillo de proteger la propiedad inmueble. A medida que los sistemas de
propiedad de los países occidentales fueron creciendo, imperceptiblemente fueron
desarrollando diversos mecanismos cuya combinación en un proceso empezó a
producir más capital que nunca.
El proceso de conversión oculto de Occidente
En Occidente, el sistema de propiedad formal empieza a transformar activos en
capital mediante la descripción y organización de los aspectos social y
económicamente más útiles de los activos, preservando esta información en un
sistema de registro —escrita en un libro mayor o como un impulso electrónico en
el disco de la computadora— que luego se incorpora en un título.
Todo este proceso está regido por un conjunto de normas legales detalladas y
precisas, de modo que los registros y títulos formales de propiedad representan
y recogen nuestras coincidencias acerca de qué es lo económicamente relevante en
cualquier activo. Ellos capturan y organizan toda la información pertinente que
se necesita para concebir el valor potencial de un activo y eso nos permite
controlarlo.
Cualquier activo cuyos aspectos económicos y sociales no están fijados en un
sistema de propiedad formal es sumamente difícil de mover en el mercado. ¿Cómo
controlar las enormes cantidades de activos que cambian de manos en una economía
moderna de mercado si no es mediante un proceso de propiedad formal? Sin ese
sistema, cualquier compraventa de un activo, digamos de una propiedad inmueble,
exigiría un enorme esfuerzo, comenzando por la determinación de los elementos
básicos de la transacción: ¿Es el vendedor dueño del inmueble y tiene derecho a
transferirlo? ¿Puede comprometerlo o empeñarlo? ¿Será aceptado el nuevo
propietario como tal por quienes hacen efectivos los derechos de propiedad?
¿Cuáles son los medios de los que se dispone para excluir a otros reclamantes? A
esto se debe que fuera de Occidente la mayor parte del intercambio comercial de
activos se circunscriba a círculos locales de amigos y conocidos.
El principal problema de los países en desarrollo y de los que fueron comunistas
no es la falta de espíritu empresarial: en los últimos 40 años los pobres han
acumulado millones de millones de dólares en bienes raíces. De lo que carecen
los pobres es de un fácil acceso a los mecanismos de propiedad que les permita
aprovechar legalmente el potencial económico de sus activos para producir,
afianzar o garantizar mayor valor en un mercado de nuevas dimensiones.
¿Por qué la génesis del capital se ha vuelto tal misterio? ¿Y por qué las
naciones ricas del mundo, tan prontas a la hora de dar consejo económico, no han
explicado cuán indispensable resulta la propiedad formal para la formación de
capital? La respuesta es que el proceso interno mediante el cual el sistema de
propiedad formal descompone activos en capital es sumamente difícil de
visualizar. Yace oculto en el engranaje que articula las miles de piezas de
legislación, estatutos, reglamentos, e instituciones que rigen el sistema.
Cualquiera que se vea atrapado en esa maraña legal se vería en apuros para
descifrar el real funcionamiento del proceso. La única manera de apreciar dicho
proceso es desde fuera del sistema, desde el sector extralegal, que es donde mis
colegas del Instituto Libertad y Democracia y yo hacemos la mayor parte de
nuestros estudios.
Los sistemas formales de propiedad de Occidente producen seis efectos para que
sus ciudadanos puedan generar capital.
(1) Fijación del potencial económico de los activos. El capital nace de
representar por escrito —en un título, un valor, un contrato y otros documentos
similares— las cualidades económica y socialmente más útiles acerca del activo,
en oposición a los aspectos visualmente más evidentes del activo mismo. Es aquí
donde el valor potencial es inicialmente descrito y registrado. Cuando uno
centra la atención en el título de propiedad de una casa, por ejemplo, y no en
la casa misma en cuanto objeto tangible, automáticamente ha dado el paso del
mundo físico al universo conceptual donde reside el capital.
La prueba de que la propiedad formal es puro concepto surge cuando una casa
cambia de dueño; nada se altera en lo físico. La propiedad no es la casa misma
sino un concepto económico acerca de la casa, encarnado en una representación
legal que describe no sus cualidades físicas sino las cualidades económica y
socialmente significativas que los seres humanos atribuimos a la casa (como su
utilidad para diferentes propósitos que podemos asegurar mediante embargos,
hipotecas, servidumbres y otros mecanismos). En los países avanzados, esta
representación formal de la propiedad funciona como medio para respetar los
intereses de las partes involucradas y crear responsabilización mediante la
presentación de los datos, las referencias, las reglas y los mecanismos para su
cumplimiento.
De este modo, la propiedad legal puso en manos de Occidente herramientas para
producir valor excedente muy por encima de sus activos físicos. Por designio de
alguien o por azar, el sistema de propiedad legal se volvió la escalera que
llevó a esos países desde un universo de activos en estado natural hasta el
universo conceptual del capital, allí donde los activos pueden ser percibidos
desde la óptica de su potencial productivo pleno.
(2) Integración de la información dispersa en un solo sistema. El
capitalismo ha triunfado en Occidente y ha chisporroteado en el resto del mundo
porque la mayoría de los activos de los países occidentales se han integrado a
un único sistema de representación formal. Esta integración no se dio por
casualidad. Les tomó a los políticos, legisladores y jueces varios decenios del
siglo XIX acopiar las reglas y los datos diseminados que habían gobernado la
propiedad en ciudades, aldeas, edificaciones y zonas agrícolas, e integrarlos en
un solo sistema. Este acopio de las representaciones de propiedad —un momento
revolucionario en la historia de las naciones desarrolladas— concentró toda la
información y las reglas que regían la riqueza acumulada de sus ciudadanos en
una sola base de conocimientos. Antes de eso la información sobre activos era
mucho menos asequible. Toda granja o asentamiento urbano registraba sus activos
y las normas que los regían en libros mayores rudimentarios, en símbolos y en
testimonios orales. Pero la información estaba atomizada, dispersa y fuera del
alcance de cualquier agente en cualquier momento dado.
Los países en desarrollo y los que salen del comunismo no han creado sistemas
unificados de propiedad formal. En ninguno de los países que estudié pude
encontrar una única normatividad sino docenas e incluso cientos de ellas,
manejadas por toda suerte de organizaciones, unas legales, otras extralegales,
desde pequeños grupos empresariales hasta organizaciones de vivienda. Por lo
tanto, lo que la gente puede hacer con su propiedad se limita a lo que se les
ocurra a los dueños y sus conocidos. En los países occidentales, donde la
información sobre la propiedad está normalizada y universalmente disponible,
todo lo que los propietarios pueden hacer con sus activos se beneficia de la
imaginación colectiva de una red más amplia de personas.
A un lector occidental acaso le sorprenda que a la mayoría de los países del
mundo aún les falte integrar sus acuerdos de propiedad extralegal en un único
sistema de legislación formal. Para el occidental de hoy existe una sola ley, la
oficial. Sin embargo, la diversidad de acuerdos informales sobre la propiedad
fue en algún momento la norma en todos los países y la existencia de sistemas
integrados de propiedad es un fenómeno que no tiene más de 200 años. La razón
que explica la enorme dificultad de seguir la historia de la integración de los
diseminados sistemas de propiedad es que el proceso duró mucho tiempo.
(3) Responsabilización. La integración de todos los sistemas de propiedad
bajo una sola normatividad formal hizo que la legitimidad de los derechos de los
dueños se desplazara del contexto regional y político de las comunidades locales
al contexto impersonal de la ley. Que los dueños se liberaran de los
restrictivos acuerdos locales hizo que todos ellos pasaran a ser susceptibles de
rendir cuentas a un sistema legal integrado.
Al emancipar a los dueños de los acuerdos locales y transformarlos en
interlocutores responsables, la propiedad formal creó individuos donde solo
había masas. Las personas ya no tuvieron que depender de las relaciones
vecinales ni de otros lazos parroquiales para proteger sus derechos a los
activos y por lo tanto pudieron pasar a explorar cómo generar valor excedente a
partir de sus propios activos. Pero pagaron un precio: una vez dentro del
sistema de propiedad formal, los propietarios perdieron el anonimato y se volvió
más estricta la rendición de cuentas. Quienes no pagan por bienes o servicios
consumidos pueden ser identificados, gravados con intereses moratorios,
multados, embargados y se resiente su capacidad de crédito. Las autoridades
pueden detectar las infracciones a la ley y el incumplimiento de contratos;
pueden suspender servicios, embargar preventivamente la propiedad y retirar
algunos o todos los privilegios de la propiedad legal.
Por consiguiente, el respeto por la propiedad y las transacciones en los países
de Occidente no es algo inscrito en el código genético de sus ciudadanos; más
bien proviene de la propiedad formal estatuida en leyes realmente aplicables. Al
proteger, además de la condición de dueño, la seguridad de las transacciones, la
propiedad formal exhorta vigorosamente a los ciudadanos de los países avanzados
a respetar los títulos, cumplir con las condiciones contractuales y obedecer la
ley. La propiedad legal propicia así el compromiso.
La ausencia de propiedad legal explica, entonces, por qué los ciudadanos de los
países en desarrollo y de los que salen del comunismo no pueden celebrar
contratos rentables con extraños ni obtener crédito, seguro o servicios
públicos: no tienen derechos de propiedad legales que perder. Al no tenerlos,
solo los toman en serio como partes contratantes su familia inmediata y sus
vecinos. Las personas que no tienen nada que perder están atrapadas en el
mugriento sótano del mundo precapitalista.
(4) Fungibilidad de los activos. Unos de los efectos más importantes del
sistema de propiedad formal es que da mayor accesibilidad a los activos, para
que tengan otros usos. A diferencia de los activos físicos, las representaciones
de los activos son fáciles de combinar, dividir, movilizar y utilizar para
alentar tratos comerciales. Al separar los rasgos económicos de un activo de su
rígido estado físico, la representación vuelve al activo "fungible", es decir,
capaz de moldearse para encajar en prácticamente cualquier transacción.
Al describir todos los activos en categorías estandarizadas, un sistema de
propiedad formal integrado permite comparar dos edificios arquitectónicamente
distintos construidos para el mismo propósito. Esto permite discriminar
rápidamente y a bajo costo las similitudes y las diferencias en los activos, sin
tener que tratar con cada activo como si fuera único.
En Occidente, las descripciones de propiedad estándar están registradas por
escrito para facilitar la combinación de activos. Las reglas de la propiedad
formal exigen activos descritos y caracterizados de un modo que destaque su
singularidad y a la vez señale su parecido con otros activos, haciendo así más
obvias las combinaciones potenciales. El uso de registros normalizados permite
determinar cómo se puede explotar determinado activo de la manera más rentable.
Las representaciones también permiten dividir activos sin tocarlos. Si bien un
activo, digamos una fábrica, puede ser indivisible en el mundo físico, en el
universo conceptual de la representación formal de la propiedad puede ser
subdividido en cualquier número de fragmentos. Los ciudadanos de los países
avanzados son, así, capaces de desagregar la mayoría de sus activos en
participaciones de capital, cada una de las cuales puede estar en poder de una
persona distinta, con diferentes derechos, para realizar diferentes funciones.
Las representaciones formales de la propiedad también pueden servir como
sustitutos móviles de los activos físicos. Ello permite a propietarios y
empresarios simular situaciones hipotéticas para explorar otros usos lucrativos
de sus activos. Además, los documentos normalizados de propiedad formal están
elaborados de tal manera que también facilitan la medición de los atributos de
un activo. Al proporcionar normas, los sistemas de propiedad formal occidentales
han reducido sustantivamente los costos de transacción en la movilización y el
uso de activos.
(5) Interacciones. Al hacer a los activos fungibles, al vincular
propietarios y activos, activos y domicilios, propiedad y obligaciones, y al
facilitar el acceso a la información sobre la historia de activos y de dueños,
los sistemas de propiedad formal convirtieron a los ciudadanos de Occidente en
una red de agentes comerciales individualmente identificables y responsables. El
proceso de la propiedad formal creó una infraestructura de dispositivos
conectados que, como un patio de maniobras ferroviarias, permitió que los
activos (trenes) avanzaran sin riesgo entre las personas (estaciones). El aporte
de la propiedad formal a la humanidad no es proteger la condición de dueño, pues
invasores, organizaciones de vivienda, mafias e incluso tribus primitivas se las
arreglan para proteger sus activos con considerable eficiencia. El verdadero
avance en este tipo de propiedad es que mejora radicalmente el flujo de
comunicación sobre los activos y su potencial. También eleva el status de sus
propietarios.
La propiedad legal occidental también proporciona a las empresas información
sobre los activos y sus propietarios, domicilios verificables y registros
objetivos del valor de la propiedad, y abre los historiales crediticios de las
personas. Esta información, unida a la existencia de una ley integrada, vuelve
el riesgo más manejable, pues lo diluye a través de dispositivos como los
seguros, a la vez que permite agrupar propiedades hipotecadas para acceder al
crédito y garantizar deudas.
Pocos parecen advertir que el sistema legal de propiedad de un país avanzado
ocupa el centro de una compleja red de conexiones que faculta a los ciudadanos
comunes para establecer lazos con el gobierno y con el sector privado a fin de
obtener bienes y servicios adicionales. Sin las herramientas de la propiedad
formal es difícil ver cómo podrían los activos ser usados para todo lo que
logran en Occidente.
(6) Protección de las transacciones. Una razón importante por la cual los
sistemas de propiedad formal de Occidente funcionan como una red es que todos
los registros de propiedad (títulos, escrituras de transferencia, valores y
contratos que describen los aspectos económicamente relevantes de los activos)
son continuamente rastreados y protegidos, mientras van atravesando el tiempo y
el espacio. Los registros públicos son las agencias estatales que en los países
avanzados custodian las representaciones. Administran archivos que contienen
todas las descripciones económicamente útiles de los activos, trátese de
tierras, bienes muebles o inmuebles, buques, industrias, minas o aeronaves.
Estos archivos alertarán al interesado en el uso de determinado activo acerca de
aspectos que podrían restringir o enriquecer su utilización: gravámenes,
servidumbres, arrendamientos financieros, deudas atrasadas, quiebras e
hipotecas. Además de los sistemas de mantenimiento de registros públicos, se han
desarrollado muchos otros servicios privados que ayudan a las partes a fijar,
mover o rastrear representaciones para que fácilmente y sin riesgo puedan
producir un valor excedente.
Aunque establecidos para proteger tanto la seguridad del título como la de las
transacciones, es obvio que los sistemas occidentales profundizan esta última
misión. La seguridad se acentúa a fin de hacer confiables las transacciones para
facilitar que los activos de las personas lleven una vida paralela como capital.
El énfasis occidental en la seguridad de las transacciones permite a los
ciudadanos mover grandes cantidades de activos con muy pocas transacciones. En
cambio, en la mayoría de los países en desarrollo, la ley y las oficinas del
gobierno siguen atrapadas en la antigua normatividad colonial y romana, más
orientada a proteger el título que las transacciones. Se limitan a ser
guardianes de los deseos de los muertos.
Conclusión
Buena parte de la marginalización de los pobres en los países en desarrollo y en
los que salen del comunismo nace de su incapacidad de aprovechar los seis
efectos que un sistema de propiedad formal aporta. El desafío para estos países
no es si deben producir o recibir más dinero, sino si pueden comprender qué se
necesita hacer para crear las instituciones legales que faltan y convocar la
voluntad política necesaria para crear un sistema de propiedad que incluya a
ricos y pobres.
Al historiador francés Fernand Braudel le pareció muy misterioso que en sus
inicios el capitalismo occidental solo sirviera a unos pocos privilegiados, y es
lo que sucede en el mundo actual:
El problema clave es descubrir por qué ese sector de la sociedad del pasado que
no dudaría en llamar capitalista, habría vivido como bajo una campana de vidrio,
aislado del resto. ¿Qué le impidió expandirse y conquistar a toda la sociedad? .
. . ¿[Por qué] un porcentaje significativo de la formación de capital solo fue
posible en ciertos sectores y no en toda la economía de mercado de la época?
Creo que la respuesta a la pregunta de Braudel yace en el restringido acceso a
la propiedad formal, tanto en el pasado de Occidente como en el presente de los
países en desarrollo o de los que salen del comunismo. Los inversionistas
locales y extranjeros sí tienen capital y, gracias a los sistemas formales de
propiedad, sus activos están más o menos integrados, son fungibles, forman una
red y se encuentran protegidos. Pero son solo una pequeña minoría, la de quienes
pueden sufragar abogados especializados, tener conexiones poderosas y la
paciencia y los recursos necesarios para sortear el papeleo burocrático de sus
sistemas de propiedad. La gran mayoría de las personas, que no puede lograr que
los frutos de su trabajo estén representados en el sistema formal de propiedad,
viven fuera de la campana de vidrio de Braudel.
La campana de vidrio hace del capitalismo un club privado, abierto solo para una
minoría privilegiada, y frustra a los miles de millones de personas que miran
ese recinto desde fuera. Este apartheid capitalista continuará inexorablemente
hasta que todos enfrentemos el defecto crítico de los sistemas legales y
políticos de muchos países donde se impide que la mayoría ingrese al sistema de
propiedad formal.
Este es el momento apropiado para preguntar por qué la mayoría de los países no
ha podido crear sistemas abiertos de propiedad formal. Éste es el momento,
cuando los países del Tercer Mundo y los que salen del comunismo viven sus más
ambiciosos intentos de implementar sistemas capitalistas, de retirar la campana
de vidrio.
Este artículo, publicado en Finanzas & Desarrollo en Marzo de 2001, se basa en el capítulo 3 del libro del autor "The Mystery of Capital: Why Capitalism Triumphs in the West and Fails Everywhere Else" —El misterio del capital: Por qué el capitalismo triunfa en occidente y fracasa en el resto del mundo— (Nueva York: Basic Books, Londres: Bantam Press/Random House y Lima: El Comercio, 2000).