Lionel Robbins
CONTENIDO DE LA CIENCIA ECONÓMICA
§ 1. El objeto de este ensayo es exponer la naturaleza y la significación de
la Ciencia Económica. Su primera tarea es, pues, delimitar el contenido de
la Ciencia Económica, ofrecer una definición útil de lo que trata la
Economía.
Por desgracia, no es tan sencillo como parece. Los esfuerzos de los
economistas durante los últimos ciento cincuenta años han logrado establecer
un conjunto de generalizaciones cuya exactitud e importancia medular sólo
discuten los ignorantes o los perversos; pero no han logrado la unanimidad
en cuanto a la naturaleza última de la materia común de esas
generalizaciones. Los capítulos centrales de las obras clásicas de Economía
presentan, con muy ligeras variantes, los principios fundamentales de la
ciencia; mas los que explican el objeto de la obra todavía presentan grandes
divergencias. Todos hablamos de lo mismo, si bien no nos hemos puesto
todavía de acuerdo sobre el objeto de nuestra conversación.(1)
En modo alguno es esto una condición vergonzosa o imprevista. Ya Mill hizo
notar hace cien años que casi siempre la definición de una ciencia se logra
después de crearla y no antes. "A semejanza de la muralla de una ciudad, de
ordinario se ha levantado no para servir de receptáculo a los edificios que
pudieran erigirse después, sino para circunscribir a los que ya existen."(2)
En efecto, la naturaleza misma de una ciencia impone la necesaria
imposibilidad de definir su alcance hasta que no llegue a una cierta etapa
de su desenvolvimiento, pues su unidad sólo se manifiesta en la de los
problemas que puede resolver, unidad que no se descubre hasta haber quedado
establecida la interconexión de sus principios explicativos.(3) La Economía
moderna nace de varios campos distintos de investigaciones prácticas y
filosóficas: de investigaciones sobre la balanza de comercio, de discusiones
acerca de la legitimidad del interés.(4) Y sólo en la última época ha
llegado a tener suficiente unidad para descubrir la identidad de los
problemas comunes a esas investigaciones diversas. Antes, todo intento para
descubrir la naturaleza última de la ciencia estaba condenado por fuerza al
fracaso. Intentarlo hubiera sido perder el tiempo en vano.
Pero ensayar una delimitación precisa, una vez alcanzado este grado de
unificación, no es ya perder el tiempo; se perdería dejándolo de hacer. Sólo
un objetivo preciso puede hacer viable la nueva elaboración. La reflexión
ingenua no puede sugerir ya los problemas; los indican los vacíos en la
unidad de la teoría, las insuficiencias de sus principios explicativos. Se
halla uno expuesto a seguir senderos falsos si no se ha entendido en qué
consiste esa unidad. Apenas puede caber duda de que uno de los peligros
mayores que acechan al economista moderno es la preocupación por las
cuestiones ajenas, la multiplicación de actividades que no tienen conexión
alguna, o la tienen escasa, con la solución de los problemas estrictamente
relacionados con su materia.(5) Asimismo es indudable que la solución de los
problemas teóricos centrales se alcanza con mayor rapidez en aquellos
centros en que las cuestiones de esta clase están por liquidarse. Más aún,
si estas soluciones han de aplicarse con fruto, si hemos de entender con
corrección el alcance práctico de la Ciencia Económica, es esencial que
conozcamos con exactitud los supuestos y limitaciones de las
generalizaciones que establece. Es con una conciencia tranquila, pues, como
podernos adelantar hacia lo que, a primera vista, parece ser el problema muy
académico de encontrar una fórmula para describir el contenido general de la
Economía.
§ 2. La definición de la Economía que lograría más adeptos, por lo menos en
los países anglosajones, es la que la relaciona con el estudio de las causas
del bienestar material. Es el elemento común a las definiciones de Cannan
(6) y de Marshall (7) y elemento que aun Pareto, cuyo análisis
(8) es tan
diferente en diversos aspectos al de aquellos dos economistas ingleses,
sanciona usándolo. También se encuentra implícito en la definición de J. B.
Clark.(9)
Y, a primera vista, debe admitirse que, en efecto, parece que tuviéramos con
ella una definición que para fines prácticos describe lo que nos interesa.
Es indudable que la palabra "económico" se usa en el lenguaje ordinario en
un sentido equivalente a "material". Basta reflexionar en el significado
corriente de frases como "historia económica",(10) "un conflicto entre
ventajas económicas y políticas", para comprender cuán razonable pudiera
parecer esta interpretación. Sin duda existen algunas cuestiones que quedan
fuera de la definición y que, sin embargo, parecen caer dentro del campo de
la Ciencia Económica; aun cuando, a primera vista, bien parece que se
asemejan a los casos marginales inevitables en toda definición.
La prueba final de la validez de una definición no es, sin embargo, su
aparente armonía con ciertos usos del lenguaje diario, sino su capacidad
para describir exactamente el verdadero objeto de las principales
generalizaciones de la ciencia.(11) Y cuando sometemos esa definición a esta
prueba se ve que tiene deficiencias que, lejos de ser marginales o
subsidiarias, equivalen nada menos que a una completa incapacidad para
exhibir el alcance o el significado de las generalizaciones más centrales de
todas.
Tomemos, por ejemplo, alguna de las divisiones principales de la Economía
teórica y veamos hasta qué punto la comprende la definición que examinamos.
Todos estaríamos de acuerdo, por ejemplo, en que una teoría de los salarios
es parte integrante de cualquier sistema de análisis económico. ¿Podemos
estar satisfechos con el supuesto de que los fenómenos de que ha de ocuparse
quedan bien descritos diciendo que encajan en el aspecto más material del
bienestar humano?
Los salarios, en el estricto sentido de la palabra, son sumas que se
obtienen por la ejecución de un trabajo bajo la vigilancia de un patrón y de
acuerdo con una tarifa estipulada. En el sentido más vago en que a menudo se
usa el término en el análisis económico general, equivale a ingresos
provenientes del trabajo, pero no de ganancias. Ahora bien, es completamente
exacto que algunos salarios son el precio de un trabajo que puede
describirse como conducente al bienestar material, los salarios de un
pocero, por ejemplo; pero no es menos exacto que algunos salarios, los de
los miembros de una orquesta, por ejemplo, se pagan por un trabajo que no
tiene ni la más remota conexión con el bienestar material. No obstante,
tanto un grupo de servicios como el otro exigen un precio y caen dentro del
círculo del cambio. La teoría de los salarios es tan aplicable para la
explicación del último caso, como lo es para la del primero. No se limita a
explicar los que se pagan por un trabajo que contribuya al aspecto "más
material" del bienestar humano, cualquiera que sea el significado de la
expresión.
El problema no se resuelve si del trabajo por el que se pagan salarios
pasamos a las cosas en que se gastan. Podría afirmarse que la teoría de los
salarios queda incluida dentro de la definición no porque lo que produce el
asalariado conduce al bienestar material de otras personas, sino porque lo
que obtiene le asegura su propio bienestar; pero esto no resiste el análisis
ni un instante. El asalariado puede comprar pan con su salario; mas puede
también comprar un billete para asistir a un espectáculo teatral. Sería
intolerable una teoría de los salarios que desconociera todas las sumas que
se pagan por servicios "inmateriales" o que se gastan en propósitos
"inmateriales". El círculo del cambio quedaría roto sin remedio. El proceso
todo del análisis general no podría emplearse nunca. Es imposible concebir
generalizaciones de alguna significación respecto a un campo delimitado en
forma tan arbitraria.
No es probable que ningún economista serio haya intentado delimitar la
teoría de los salarios de ese modo, por grande que haya sido su tentación de
delimitar en esa forma todo el cuerpo de generalización del que ella forma
parte. Sin embargo, se ha ensayado negar la aplicabilidad del análisis
económico al estudio de la consecución de propósitos diversos del bienestar
material. Un economista de la talla del profesor Cannan afirma que la
economía política de la guerra es "una contradicción en los términos"(12)
basándose, al parecer, en que aquélla se ocupa de las causas del bienestar
material y en que la guerra no es fuente de éste, razón por la cual no puede
ser objeto de estudio de la ciencia económica. Las censuras del profesor
Cannan pueden aceptarse como un juicio moral sobre los usos que se dan al
conocimiento abstracto; pero es bien claro, como los propios actos del
profesor Cannan lo han demostrado, que lejos de que la Economía no arroje
luz sobre la prosecución eficaz de la guerra moderna, es muy dudoso que
quienes organizan ésta puedan prescindir de aquélla. Es una curiosa paradoja
que esa afirmación del profesor Cannan ocurra en una obra que, como ninguna
otra publicada en lengua inglesa, hace uso del instrumental del análisis
económico para aclarar varios de los más urgentes e intrincados problemas de
una comunidad organizada para la guerra.
Esta costumbre de los economistas ingleses modernos de definir la Economía
como el estudio de las causas del bienestar material resulta tanto más
curiosa si recordamos la unanimidad con que han adoptado una definición no
material de la "productividad". Se recordará que Adam Smith distinguía entre
trabajo productivo e improductivo según que los esfuerzos en cuestión se
tradujeran o no en la producción de un objeto material tangible. "El trabajo
de algunas de las clases más honorables de la sociedad, como el de los
sirvientes, no produce valor alguno y no se adhiere o plasma en un objeto
permanente o en una mercancía que pueda venderse y que perdure más allá del
tiempo en que el trabajo se realiza... El soberano, por ejemplo, y todos los
funcionarios tanto civiles como militares que trabajan a sus órdenes, son
trabajadores productivos... En el mismo rango deben clasificarse varias de
las profesiones más graves e importantes y algunas de las más frívolas:
sacerdotes, abogados, médicos, hombres de letras de todas clases; jugadores,
bufones, músicos, cantantes, bailarines, etc..."(13) Los economistas
modernos, y principalmente el profesor Cannan,(14) han rechazado esta
concepción de la productividad como inadecuada.(15) El trabajo de los
cantantes y bailarines debe considerarse como "productivo" en la medida en
que sea objeto de demanda, ya sea privada o colectiva. ¿Pero productivo de
qué? ¿Acaso del bienestar material porque anima a los negociantes y hace
acumular nuevas energías para organizar la producción de lo material? Por
ahí se llega al diletantismo y al Wortspielerei. Es productivo porque tiene
un valor, porque tiene una importancia específica para varios "sujetos
económicos". La teoría moderna se halla tan lejos del punto de vista de Adam
Smith y de los fisiócratas, que el epíteto de productivo se niega aun a la
producción de objetos materiales, si carecen de valor. A la verdad, ha ido
aún más lejos. El profesor Fisher, entre otros, ha demostrado
concluyentemente (16) que el ingreso derivado de un objeto material debe
considerarse en último análisis como de uso "inmaterial". Tanto de mi casa
como de mi ayuda de cámara, como de los servicios de un cantante, derivo un
ingreso que "perece en el momento de su producción".
Pero si esto es así, ¿no resulta equívoco seguir definiendo la Economía como
el estudio de las causas del bienestar material? Los servicios de una
bailarina son riqueza. La Economía trata del precio que tienen esos
servicios, al igual que del que tienen los de una cocinera. La Economía,
cualquiera que sea su objeto, no estudia las causas del bienestar material
como tales.
Las razones principales de la persistencia de esta definición son, sobre
todo, de carácter histórico. Es el último vestigio de la influencia
fisiocrática. Generalmente los economistas ingleses no se interesan por las
cuestiones de método y ámbito. Tal vez ha sido tomada en el noventa por
ciento de los casos de alguna obra anterior sin someterla a crítica alguna.
Su retención en el caso del profesor Cannan, sin embargo, se debe a causas
más positivas, por lo que resulta muy instructivo seguir la pista al proceso
del razonamiento que la ha hecho admisible aun a ese intelecto tan
penetrante y tan agudo.
La razón fundamental de toda definición suele encontrarse en el uso que de
ella se hace en la realidad. El profesor Cannan desarrolla su definición en
estrecha yuxtaposición con el examen de "Las condiciones fundamentales de la
riqueza para el hombre aislado y para la sociedad";(17) en conexión con ese
examen usa de hecho su concepto de lo que es y no es económico. Puede
sugerirse que no es accidental que, si la aproximación al análisis económico
se hace desde este punto de vista, la definición "materialista", como
podemos llamarla, alcanza el máximo de su admisibilidad. Esto requiere una
justificación un tanto detallada.
El profesor Cannan principia por contemplar las actividades de un hombre
completamente aislado de la sociedad, e investiga qué condiciones
determinarán su riqueza, es decir, su bienestar material. En esas
condiciones una división de actividades en "económicas" y "no económicas"
-actividades que encaminan a aumentar el bienestar material y actividades
encaminadas a incrementar el bienestar no-material- es en cierta forma
admisible. Robinson Crusoe busca su bienestar material o "económico" si
cultiva patatas; sus actividades tienen un carácter no-económico si charla
con el loro. Aquí surge una dificultad sobre la cual volveremos después;
pero prima facie, es claro que en este sentido la distinción no resulta
ridícula.
Mas supongamos que se rescata a Robinson y que de regreso en su país sube al
tablado a charlar con el loro como medio de ganarse la vida. Es indudable
que, en estas condiciones, esas charlas tienen un aspecto económico. Los
ingresos y gastos de Crusoe pueden exponerse en función de las categorías
económicas fundamentales lo mismo que gaste su paga en patatas o en
filosofía.
El profesor Cannan no se detiene a investigar si su distinción resulta útil
en el análisis de una economía de cambio, aunque, después de todo es aquí en
donde las generalizaciones económicas tienen la utilidad práctica máxima. En
lugar de eso, pasa en seguida a considerar las "condiciones fundamentales de
la riqueza" de la sociedad considerada como un todo, independientemente de
si está organizada sobre la base de la propiedad privada y del libre cambio
o no. Y aquí, de nuevo, su definición se hace admisible: una vez más la suma
de actividades sociales puede agruparse en la doble clasificación que
supone. Algunas actividades se consagran a conseguir el bienestar material,
otras no. Así, por ejemplo, imaginamos que las autoridades ejecutivas de una
sociedad comunista deciden cuánto tiempo de trabajo se dedica a la
producción de pan y qué tanto a la instalación de circos.
Pero el procedimiento, aun en este caso, y en el de Robinson, está expuesto
a una objeción que de seguro será aplastante. Aceptemos el uso que el
profesor Cannan hace de los términos "económico" y "no-económico" como
equivalentes de lo que, respectivamente, conduce al bienestar material y al
no-material. Entonces podemos decir con él que la riqueza de una sociedad
será mayor cuanto mayor la proporción de tiempo que se dedique a la
consecución de fines materiales y menor la dedicada a propósitos
inmateriales. Podemos sostenerlo; pero debemos admitir también que usando la
palabra "económico" en un sentido perfectamente normal, queda todavía un
problema económico, tanto para la sociedad como para el individuo, el de
optar entre esas dos clases de actividades: un problema de cómo habrán de
dividirse las veinticuatro horas del día entre esas actividades, dadas las
valoraciones relativas del producto y del ocio, y las oportunidades de
producción. Resta todavía el problema económico de decidir entre lo
"económico" y lo "no-económico". La mitad de uno de los principales
problemas de la Teoría de la Producción queda fuera de la definición del
profesor Cannan.
¿No es éste un argumento bastante para justificar su abandono?(18)
§ 3. ¿Hacia dónde, pues, volver la cara? La situación no es en manera alguna
desesperada. Nuestro examen crítico de la definición "materialista" nos ha
conducido a un punto desde el cual es posible proseguir en seguida a
formular una definición inmune a todas estas censuras.
Volvamos al caso más simple en que encontramos impropia esa definición: el
del hombre aislado cuyo tiempo se divide entre la producción de un ingreso
real y el placer del ocio. Acabamos de ver que puede decirse legítimamente
que semejante división tiene un aspecto económico. ¿ En qué consiste éste?
La respuesta la encontramos al exponer las condiciones precisas que hacen
necesaria esa división. Son cuatro. En primer lugar, el hombre aislado
necesita tanto el ingreso real como el ocio. En segundo, de ninguno tiene lo
bastante para satisfacer plenamente su necesidad de uno y de otro. En
tercero, puede consumir su tiempo en aumentar su ingreso real o en prolongar
su ocio. En cuarta, y salvo en casos muy excepcionales, puede presumirse que
será diversa su necesidad de los diferentes elementos constituyentes de su
ingreso real y de su ocio. Por consiguiente, tiene que elegir. Tiene que
economizar. La disposición de su tiempo y de sus recursos guarda una
relación con su sistema de necesidades y, por ello, ofrece un aspecto
económico.
Este ejemplo es típico de todo el campo de los estudios económicos. Las
condiciones de la existencia humana ofrecen cuatro características
fundamentales desde el punto de vista del economista. Los fines son
múltiples, el tiempo y los medios para lograrlos son limitados y capaces de
una aplicación optativa. Al mismo tiempo, los fines tienen una importancia
diversa. Henos aquí, criaturas conscientes, con mazos de deseos y
aspiraciones, con haces de tendencias instintivas, urgiéndonos todos a la
acción de modos diversos. Pero el tiempo en que estas tendencias pueden
alcanzar su expresión es limitado. El mundo externo no ofrece oportunidades
cabales para su logro completo. La vida es corta. La naturaleza es mezquina.
Nuestros semejantes tienen otros propósitos. Y, sin embargo, nuestras vidas
pueden consagrarse a la realización de cosas diferentes; nuestros bienes y
los servicios de otros, a lograr diversos objetivos.
Ahora bien, al economista no le interesa necesariamente la multiplicidad
misma de los fines. Si deseo hacer dos cosas y dispongo de tiempo bastante y
de muchos medios para hacerlas y no requiero ni el tiempo ni los medios para
hacer otra, entonces mi conducta no toma ninguna de esas formas que
constituyen el objeto de la Ciencia Económica. El nirvana no es, por fuerza,
la única bienaventuranza. Es tan sólo la satisfacción completa de todas las
exigencias.
Tampoco la mera limitación misma de los medios es suficiente para dar
nacimiento a fenómenos económicos. Si los medios de satisfacción no son
susceptibles de un uso optativo, pueden entonces ser escasos, pero no pueden
ser económicos. El maná que llovió del cielo puede haber sido escaso; pero
no fue una actividad con un aspecto económico si fué imposible aplazar su
uso o cambiarlo por otra cosa.(19)
El hecho de que los medios escasos de que se dispone sean susceptibles de
una aplicación opcional tampoco es una condición cabal de la existencia de
fenómenos como los que estamos analizando. Si el sujeto económico tiene dos
fines igualmente importantes y un solo medio de satisfacerlos, su situación
será semejante a la del perro de la fábula, paralizado ante dos tortas
igualmente atractivas.(20)
Mas la conducta toma por necesidad la forma de una elección cuando el tiempo
y los medios de lograr determinados fines son limitados y capaces de
aplicarse optativamente y cuando los fines son susceptibles de distinguirse
entre sí en un orden jerárquico de importancia. Todo acto que requiere
tiempo y medios escasos para lograr un fin, supone la renuncia a usarlos
para alcanzar otro fin. Por tanto, ese acto tiene un aspecto económico.(21)
Si necesito pan, sueño y el tiempo de que dispongo no me permite lograr
cuanto necesito de ambos, entonces quedará insatisfecha una parte de mis
necesidades de pan y de sueño. Si durante mi existencia, que es limitada,
quiero ser filósofo y matemático, pero mi capacidad para adquirir
conocimientos no me permite lograr ambas cosas plenamente, entonces debo
renunciar a una parte de mi deseo de ser competente en filosofía o
matemáticas, o a ambos.
Ahora bien, no todos los medios para lograr los fines humanos son limitados.
En el mundo exterior existen cosas tan relativamente abundantes que el uso
de unas cuantas unidades para un fin no supone renunciar a otras unidades
para otro. El aire que respiramos es un ejemplo de esos bienes "gratuitos".
El hecho de que necesitemos aire no nos impone, salvo en circunstancias muy
especiales, ningún sacrificio de tiempo o de recursos. La pérdida de un
metro cúbico de aire no supone el sacrificio de otras cosas. Las unidades de
aire no tienen un significado concreto para nuestra conducta. Por eso es
concebible la existencia de seres vivientes cuyos "fines" sean tan limitados
que todos los bienes resulten para ellos "gratuitos", es decir, sin
importancia específica.
Pero en general, la actividad humana, con su multiplicidad de objetivos, no
goza de esta independencia de tiempo y de recursos específicos. El tiempo de
que disponemos es limitado: el día sólo tiene veinticuatro horas. Tenemos,
pues, que elegir las actividades a desarrollar en esas horas. Los servicios
que otras personas ponen a nuestra disposición son limitados. También lo son
los medios materiales de lograr esos fines. Nos arrojaron del Paraíso.
Nuestra vida no es eterna ni disponemos de medios ilimitados de
satisfacción. Hacia cualquier parte que volvamos, si optamos por una cosa,
debemos renunciar a otras, a las que en circunstancias diversas no habríamos
querido renunciar. La escasez de los medios para satisfacer fines de
importancia variable es casi una condición omnipresente de la conducta
humana.(22)
En esto estriba, pues, la unidad temática de la Ciencia Económica: las
formas que reviste la conducta humana al disponer de medios que son escasos.
Los ejemplos que hemos examinado están en armonía perfecta con esta
concepción. Tanto los servicios de la cocinera como los del cantante son
limitados en relación con la demanda y son susceptibles de usos distintos.
Esta nueva definición abarca en su integridad a la teoría de los salarios.
Igual puede decirse de la economía política de guerra. La conducción
satisfactoria de la guerra supone por necesidad desviar de otros usos bienes
y servicios escasos. De ahí que presente un aspecto económico. El economista
estudia la distribución de medios que son escasos. Se interesa en la forma
en que los diversos grados de escasez de los diferentes bienes originan
distintos coeficientes de valuación entre ellos, y en la forma en que los
cambios en las condiciones de escasez afectan a esos coeficientes, ya
provengan de modificaciones de los fines o de los medios, de la demanda o de
la oferta. La Economía es la ciencia que estudia la conducta humana como una
relación entre fines y medios limitados que tienen diversa aplicación.(23)
§ 4. Es importante advertir de una vez ciertas deducciones que pueden
derivarse de esta concepción. La que rechazamos, la que considera a la
Ciencia Económica como el estudio de las causas del bienestar material,
puede considerarse como una concepción clasificadora. Separa ciertos tipos
de conducta humana -la que se encamina a conseguir el bienestar material-
considerándolos como el objeto de la Economía. Los otros quedan fuera de sus
investigaciones. La concepción que hemos adoptado puede llamarse analítica.
No intenta escoger ciertos tipos de conducta, sino que enfoca su atención a
un aspecto particular de ella, el impuesto por la influencia de la
escasez.(24) De esto se concluye, por consiguiente, que todo tipo de
conducta humana cae dentro del campo de las generalizaciones económicas en
la medida en que presenta ese aspecto. No decimos que la producción de
patatas es una actividad económica y que no lo es la producción de la
filosofía. Más bien decimos que tiene un aspecto económico cualquier tipo de
actividad en la medida en que supone la renuncia de otras cosas. La Ciencia
Económica no tiene más límites que ése.
Algunos escritores, no obstante, si bien rechazan la concepción de la
Economía como ciencia cuya preocupación es el bienestar material, han
procurado imponer a su campo una restricción de otra naturaleza. Han
insistido en que la conducta que concierne a la Economía es en esencia un
cierto tipo de conducta social: la que suponen las instituciones de una
economía individualista de cambio. Según este punto de vista, la que no es
concretamente social en este sentido preciso, no es materia de la Economía.
El profesor Amonn, en particular, ha dedicado esfuerzos casi infinitos a
elaborar esta concepción.(25)
Ahora bien, puede admitirse sin reserva que la atención de los economistas,
dentro del ancho campo de nuestra definición, se enfoca principalmente sobre
las complicaciones de la economía de cambio. La razón de ello es de interés.
Las actividades del hombre aislado, como las de la economía de cambio, están
sujetas a las limitaciones que consideramos; pero, desde el punto de vista
del hombre aislado, el análisis económico es innecesario. Se dan los
elementos del problema a la simple reflexión. El examen de la conducta de un
Robinson puede ser extraordinariamente ilustrativo como ayuda para estudios
más avanzados; mas es obvio que, desde el punto de vista de Robinson, ese
examen es extra-marginal. Lo mismo sucede en el caso de una sociedad
comunista "cerrada". También la comparación de sus fenómenos con los de una
economía de cambio puede ser muy ilustrativa para un economista, pero para
sus funcionarios ejecutivos las generalizaciones de la economía carecerán de
interés. La posición de ellos será análoga a la de Robinson: su problema
económico sería meramente el de aplicar la fuerza productiva a esto o a
aquello. Ahora bien, como el profesor Mises lo ha subrayado, dentro de un
sistema de propiedad centralizada y control de los medios de la producción,
queda excluido por definición el registro que hace un mecanismo de precios y
costos de los tirones y resistencias individuales. De esto se deriva, por
consiguiente, que las decisiones de las autoridades ejecutivas tienen que
ser por fuerza "arbitrarias",(26) es decir, han de basarse en sus
estimaciones y no en las de los consumidores y productores. Esto simplifica
inmediatamente la forma de la elección. La organización de la producción, a
falta de la guía de un sistema de precios, dependerá de las valoraciones del
organizador final, de la misma manera que la de una hacienda patriarcal
desconectada de una economía monetaria dependerá de las estimaciones que
haga el patriarca.
Pero la situación es mucho más complicada en la economía de cambio. Las
consecuencias de las decisiones individuales rebasan las repercusiones que
tienen sobre el individuo: puede uno darse cuenta cabal de las consecuencias
para uno mismo de la decisión de gastar dinero en una forma y no en otra.
Mas no es fácil seguir los efectos de esa decisión sobre todo el complejo de
las "relaciones de escasez" sobre los salados, las ganancias, los precios,
el ritmo de capitalización y la organización de la producción. Por el
contrario, se requiere un esfuerzo extremo del pensamiento abstracto para
idear generalizaciones que nos permitan entenderlos. Por esta razón, el
análisis económico es más útil en una economía de cambio y es innecesario en
una economía aislada. En una sociedad estrictamente comunista, por su razón
misma de ser, se ve privado de generalizaciones, excepto de las más simples.
En cambio, está a sus anchas cuando en las relaciones sociales se permite al
individuo tener una iniciativa independiente.
Pero una cosa es sostener que el análisis económico tiene mayor interés y
utilidad en una economía de cambio y otra que su objeto se limita a ese
fenómeno. Dos consideraciones pueden demostrar, de manera concluyente, lo
injustificado de esta última pretensión. En primer lugar, es claro que la
misma limitación de los medios con relación a los fines que condiciona la
conducta en una economía de cambio, condiciona también la conducta ajena a
ella, razón por la cual la segunda puede incluirse en las mismas categorías
fundamentales.(27) Las generalizaciones de la teoría del valor son tan
aplicables a la de un hombre aislado o a la de la autoridad ejecutiva de una
sociedad comunista, como lo son a la de un hombre que actúa dentro de una
economía de cambio, aun sí en los primeros casos no son tan esclarecedoras.
Las relaciones de cambios son un incidente técnico, incidente que,
ciertamente, da lugar a casi todas las complicaciones interesantes, pero
que, a pesar de ello, es subsidiario del hecho fundamental de la escasez.
11. A este respecto quizás valga la pena aclarar una confusión que no sin
frecuencia ocurre en las discusiones de terminología. A menudo se afirma que
las definiciones científicas de las palabras empleadas, tanto en lenguaje
ordinario como en el análisis científico, no debieran diferir del uso diario
de esas palabras. Sin duda es un consejo muy bueno y en principio debe ser
aceptado. Es cierto que se crea una gran confusión cuando una palabra se usa
en un sentido dentro de la práctica de los negocios, y en otro en el
análisis de esa práctica. Basta pensar en las dificultades que han creado
esas divergencias respecto del significado del vocablo capital. Pero una
cosa es seguir el uso diario cuando se adopta un término y otra pretender
que el lenguaje ordinario es la corte suprema de apelación cuando se define
una ciencia, pues, en este caso, el sentido importante de la palabra es el
objeto de las generalizaciones de la ciencia. Y sólo refiriéndose a éstas
puede establecerse finalmente la definición. Cualquier otro procedimiento
sería intolerable.
En segundo lugar, es claro que los fenómenos de la economía misma de cambio
sólo pueden ser explicados penetrando esas relaciones e invocando el
funcionamiento de esas leyes de la elección que se perciben mejor al
observar la conducta de un hombre aislado.(28) El profesor Amonn parece
admitir que semejante sistema de economía pura puede ser útil como auxiliar
de la Ciencia Económica, aunque él mismo lo excluyese como base del sistema
principal postulando que el objeto de la Economía debe definirse en función
de los problemas que Ricardo examina. Es admirable la opinión de que una
definición debe describir el conjunto actual de conocimientos sin señalar
límites arbitrarios; sin embargo, puede preguntarse ¿por qué detenerse en
Ricardo? ¿No resulta claro que las imperfecciones del sistema ricardiano se
deben justamente a la circunstancia de que se detuvo en las estimaciones del
mercado sin llegar a las del individuo? ¿El gran mérito de las teorías más
recientes del valor no consiste en haber traspasado esa barrera?(29)
§ 5. Por último, podemos volver a la definición que rechazamos y compararla
con la que hemos escogido ahora.
A primera vista es posible subestimar la divergencia entre ambas. La una
considera como objeto de estudio de la Economía la conducta humana concebida
como una relación entre fines y medios, la otra como las causas del
bienestar material. Pero ¿acaso no es más o menos la misma cosa hablar de
escasez de medios que de causas del bienestar material?
Tal pretensión, empero, descansaría en un equívoco. Es cierto que la escasez
de materiales es una de las limitaciones de la conducta; pero no es menos
importante la escasez de nuestro propio tiempo y de los servicios de otras
personas. La escasez de los servicios del maestro de escuela y de los del
pocero tienen, cada una, su aspecto económico. Sólo diciendo que los
servicios son vibraciones materiales, o algo por el estilo, se puede estirar
la definición para que abarque todo el campo; pero no sólo resultaría
deficiente, sino también equívoco. En esa forma la definición puede cubrir
todo el campo mas sin describirlo, pues no es la materialidad, aun de los
medios materiales de satisfacción, lo que les da su condición de bienes
económicos; es su relación con las valoraciones. Lo importante es su
relación con determinadas necesidades y no su sustancia técnica. La
definición "materialista" de la Economía disfigura, pues, la ciencia como la
conocemos. Aun si no nos conduce decididamente a un equívoco en cuanto a su
ámbito, deja por fuerza de darnos un concepto adecuado de su naturaleza. No
parece haber argumento válido para no rechazarla.
Al mismo tiempo, es importante entender que lo que se ha rechazado no es
sino una definición. No rechazamos el conjunto de conocimientos cuya
descripción pretendía. El sistema de quienes la han adoptado encaja
perfectamente dentro de la otra definición que se ha sugerido. No hay
ninguna generalización importante del sistema del profesor Cannan, por
ejemplo, que no sea compatible con la definición del objeto de la Economía
en función de la disponibilidad de los medios escasos.
Es más, el mismo ejemplo que el profesor Cannan elige para ilustrar su
definición encaja mucho mejor dentro del marco de la nuestra. "Los
economistas -dice- convendrían que la pregunta ¿Bacon escribió la obra de
Shakespeare? no es un problema económico y en que la satisfacción que los
creyentes de la criptografía sentirían si eso fuera universalmente aceptado,
no sería una satisfacción de carácter económico... Al contrario, convendrían
en que la controversia tendría un aspecto económico si los derechos de autor
fueran perpetuos y los descendientes de Bacon y de Shakespeare estuvieran
disputándose la propiedad de las obras."(30) Exacto. Pero ¿por qué? ¿Porque
la propiedad de los derechos de autor supone el bienestar material? Pero
todas las regalías pueden ir a parar a asociaciones de beneficencia. Es
indudable que la cuestión tiene un aspecto económico simple y sencillamente
porque las leyes relativas a la propiedad literaria harían escaso el uso de
las obras en relación con la demanda de ellas y a su vez darían a sus
propietarios un poder sobre medios de satisfacción escasos que de otra
manera se habrían distribuido de modo diverso.
1. Añadiré en seguida algunas definiciones características para que no
parezca una exageración, limitándome a la literatura anglosajona, porque,
como se verá más tarde, fuera de ella comienza a prevalecer un estado de
cosas más satisfactorio. "La Economía es el estudio de la humanidad en los
asuntos ordinarios de la vida; examina el aspecto de la acción individual y
social que se relaciona más de cerca con el logro y con el uso de las
condiciones materiales del bienestar" (MARSHALL, PrincipIes, 1). "La
Economía es la ciencia que trata de los fenómenos desde el punto de vista
del precio" (DAVENPORT, Econornics of Enterprise, 25; La Economía de la
Empresa, Madrid, Aguilar). "El propósito de la Economía Política es explicar
las causas generales de las que depende el bienestar material de los seres
humanos" (CANNAN, Elementary Political Economy, 1). "Hablar de la Economía
como de la ciencia que se preocupa del aspecto material del bienestar
humano, es definirla con una amplitud excesiva." La Economía es el estudio
de los métodos generales con los cuales los hombres cooperan para satisfacer
sus necesidades materiales" (BEVERIDGE, "Economics as a Liberal Education",
Economica, I, 3). La Economía, según el profesor Pigou, es el estudio del
bienestar económico y éste, a su vez, se define como "la parte del bienestar
que puede ponerse en relación directa o indirecta con la vara de medir del
dinero" (Economics of Welfare, 3ª ed., 1; La Economía del Bienestar, Madrid,
Aguilar). Se irá viendo, en lo que sigue, la gran divergencia que ofrecen
las inferencias de cada una de estas definiciones.
2. Unsettled Questions of Political Economy, 120.
3. "Nicht die sachlichen Zusammenhänge der 'Dinge' sondern die gedanklichen
Zusammenhänge der Probleme liegen den Arbeitsgebieten der Wissenschaften
zugrunde" (MAX WEBER, Die Objectivität sozialwissenschaftlicher und
sozialpolitischer Erkenntnis, Gesammelte Aufsätze zur Wissenschaftslehre,
166).
4. Ver CANNAN, Repaso a la Teoría Económica [México: Fondo de Cultura
Económica, 1940], 1-31, y SCHUMPETER, Epochen der Methoden- und
Dogmengeschichte, 21-38.
5. Ver cap. II, § 5, especialmente la nota de la p. 69, para una mayor
elaboración de este punto.
6. Wealth (1ª ed.), 17.
7. Principles (8ª ed.), 1.
8. Cours d'Économie Politique, 6.
9. Essentials of Economic Theory, 5. Ver también Philosophy of Wealth, cap.
I. Las dificultades que se examinan después se reconocen explícitamente en
ese capítulo; pero, con gran asombro, en lugar de que conduzca a rechazar la
definición, conduce apenas a un intento un poco extraño de cambiar el
significado de la palabra "material".
10. Ver, no obstante, el capítulo siguiente para un examen de la validez de
esta interpretación.
12. CANNAN, An Economist's Protest, 49.
13. Wealth of Nations (ed. Cannan), 315.
14. Teorías de la Producción y Distribución, 33-46, y Repaso a la Teoría
Económica, 41-43 [México: Fondo de Cultura Económica, 1940 y 1942].
15. Aun podría afirmarse que la reacción ha ido demasiado lejos. La
clasificación de Smith, cualesquiera que sean sus inconvenientes, tuvo una
importancia para la teoría del capital que en los últimos tiempos no siempre
ha sido reconocida con claridad. Ver TAUSSIG, Wages and Capital, 132-51.
16. The Nature of Capital and income, VII.
17. Este es el título del cap. II de Wealth (1ª ed.).
18. Hay otras querellas que podríamos escoger con esta definición. La
expresión "bienestar material" es estrambótica desde un punto de vista
filosófico. Podría admitirse la de "causas materiales del bienestar"; pero
"bienestar material" parece suponer una división de los estados mentales
que, por esencia, son unitarios. Para los propósitos de este capítulo, sin
embargo, parece mejor ignorar estas deficiencias y concentrarse en la
cuestión principal, a saber: si la definición puede de algún modo describir
el contenido al cual se le pretende aplicar como un marbete.
19. Quizá valga la pena subrayar la importancia de esta limitación. La
aplicación de medios técnicamente similares para la consecución, en épocas
diferentes, de fines cualitativamente similares da lugar a usos optativos de
estos medios. Se pasaría por alto uno de los tipos más importantes de acción
económica si no se entendiera así con claridad.
20. Parece éste un refinamiento innecesario; por esa razón no lo incorporé
en la primera edición de este Ensayo. Pero la condición de que exista una
jerarquía de fines es tan importante en la teoría del valor, que parece
mejor exponerla explícitamente aun a estas alturas. Ver cap. IV, § 2.
21. Cp. SCHOENFELD, Grenznutzen und Wirtschaftsrechnung. 1; Hans MAYER, "Untersuchungen
zu dem Grundgesetze der wirtschaftlichen Wertrechnung" (Zeitschrift für
Volkswirtschaft und Sozialpolitik, 2, 123).
Debiera ser bastante claro que el "tiempo" como tal no es escaso, sino más
bien nuestras potencialidades consideradas como instrumentos. Hablar de
escasez de tiempo es simplemente una forma metafórica de invocar este
concepto un tanto abstracto.
22. Debiera ser claro que no existe oposición entre el concepto de fin
empleado aquí -el término de formas especiales de la conducta en actos de
consumo final- y el concepto implícito cuando se dice que sólo existe un fin
de la actividad: la elevación al máximo de la satisfacción, "utilidad", o lo
que sea. Nuestros "fines" han de considerarse como los inmediatos anteriores
a la consecución de este fin final. No todos ellos podrán lograrse si los
medios son escasos de modo que habrá que renunciar a alcanzar algunos fines
de acuerdo con la importancia relativa que ellos tengan y según la escasez
de los medios.
23. Cp. MENGER, Grundsätze der Volkswirtschaftslehre, 1ª ed., 51-70; MISES,
Die Gemeinwirtschaft, 98 SS.; FETTER, Economic PrincipIes, I; STRIGL, Die
Okonomischen Kategorien und die Organisation der Wirtschaft, passim; MAYER,
op. cit.
24. Ver el artículo de Irving FISHER, "Senses of Capital" (Economjc Joumal,
VII, 213), para la distinción entre definiciones analíticas y
clasificadoras. Es interesante hacer notar que el cambio de la concepción de
Economía que supone nuestra definición es similar al de la concepción de
capital que supone la definición del profesor Fisher. Adam Smith definía el
capital como un género de riqueza; el profesor Fisher nos lo haría
considerar como un aspecto de la riqueza.
25. Ver su Objekt und Grundbegriffe der theoretischen Nationalökonomie, 2ª
ed. Las críticas de Schumpeter y de Strigl, en las pp. 110-125 y 155-156,
son particularmente importantes desde este punto de vista. Con el mayor
respeto por el agotante análisis del profesor Amonn, no puedo resistir la
impresión de que se inclina a exagerar el grado de divergencia entre la
actitud de esos dos autores y la suya.
26. Ver MISES, Die Gemeinwirtschaft, 94-138. En su Economic Planning in
Soviet Russia, el profesor Boris Brutzkus ha señalado muy bien la forma en
que las diversas fases del experimento ruso han ejemplificado esta
dificultad.
27. Ver STRIGL, ob. cit., 23-28.
28. El rechazo de la Economía a la Robinson que hace el profesor CASSEL en
Pensamientos fundamentales en la economía [México: Fondo de Cultura
Económica 1941], parece desafortunado, pues sólo cuando se examinan las
condiciones en que vive el hombre aislado salta con claridad a la vista la
importancia del requisito de que los medios escasos tengan usos optativos
para que haya actividad económica, requisito ése que ya se subrayó. En una
economía social cualquiera, la mera multiplicidad de los medios económicos
nos conduce a menospreciar la posibilidad de que existan bienes escasos sin
usos optativos.
29. Las objeciones esbozadas antes, que se presentan a la definición
sugerida por el profesor Amonn, debieran bastar para indicar la naturaleza
de las que se hacen a las definiciones en función de fenómenos vistos a
través del precio (Davenport), de la susceptibilidad a la "medición con la
vara de medir del dinero" (Pigou), o de la "ciencia del cambio" (Landry,
etc.). El profesor SCHUMPETER, en su Wesen und Hauptinhalt der theoretischen
Nationalökonomie, ha intentado vindicar, con una sutileza inolvidable, la
última definición demostrando que es posible concebir que todos los aspectos
fundamentales de la conducta íntimamente relacionada con la Ciencia
Económica adopten la forma del cambio. Puede admitirse sin dificultad que
esto es conecto y que encierra una verdad fundamental para un entendimiento
certero de la teoría del equilibrio; pero una cosa es generalizar la noción
del cambio como una construcción y otra usarla en este sentido como un
criterio. No se discute que puede funcionar en esta forma; pero ciertamente
sí que esclarezca al máximo la naturaleza final del objeto de estudio de la
Economía.
30. Wealth (1ª ed.), I.