A PROP�SITO DEL PROCESO DE UNIFICACI�N MONETARIA EN EUROPA: LA TEOR�A DE LA BANCA CENTRAL Y DE LA BANCA LIBRE DESDE UNA PERSPECTIVA AUSTR�ACA*

 

Jes�s Huerta de Soto
Catedr�tico de Econom�a Pol�tica
Universidad Rey Juan Carlos de Madrid

 1. INTRODUCCI�N


La teor�a del dinero, del cr�dito bancario y de los mercados financieros constituye el desaf�o te�rico m�s importante para la ciencia econ�mica en el umbral del siglo XXI. De hecho, no es ning�n atrevimiento afirmar que cubierto el "gap te�rico" que representaba el an�lisis del socialismo
(2), quiz� el campo m�s desconocido y a la vez m�s transcendental sea el monetario. Como bien ha puesto de manifiesto Friedrich A. Hayek (3), en esta �rea imperan por doquier los errores metodol�gicos, el desconocimiento te�rico y, como consecuencia de todo ello, la coacci�n sistem�tica de origen gubernamental. Y es que las relaciones sociales en las que se ve implicado el dinero son, con mucho, las m�s abstractas y dif�ciles de entender, por lo que el conocimiento social generado e implicado por las mismas es el m�s vasto, complejo e inaprensible. Esto motiva que la coacci�n sistem�tica ejercida por los gobiernos y bancos centrales en este campo sea, con gran diferencia, la m�s da�ina y perjudicial. Adem�s, este retraso intelectual de la teor�a monetaria y bancaria no ha dejado de tener graves efectos sobre la evoluci�n de la econom�a mundial, como lo prueba el hecho de que en los actuales momentos, y a pesar de todos los sacrificios realizados para sanear las econom�as occidentales despu�s de la crisis de los a�os 70, indefectiblemente se haya ca�do de nuevo en los mismos errores de descontrol financiero y monetario, que han motivado de forma inexorable la aparici�n de una nueva recesi�n econ�mica mundial de considerable magnitud.

Por otro lado, el hecho de que los desmanes monetarios y financieros hayan tenido, adem�s, su origen durante la segunda parte de la d�cada de los 80 en las pol�ticas aplicadas por las administraciones supuestamente liberales de los Estados Unidos y el Reino Unido, dramatiza a�n m�s la importancia que tiene hacer avanzar la teor�a para evitar que, incluso dentro del campo liberal, l�deres pol�ticos como Reagan y Thatcher puedan en el futuro cometer los mismos errores, y sean as� capaces de identificar claramente cu�l es el sistema monetario y bancario verdaderamente compatible con una sociedad libre. Se trata, en suma, de desarrollar nada m�s y nada menos que todo un programa de investigaci�n dirigido a concebir cu�l habr�a de ser el sistema monetario y bancario de una sociedad no intervenida (sistema que, seg�n es evidente, muchos liberales todav�a no tienen nada claro)
(4).

En el presente art�culo, y con el objetivo tanto de proponer una nueva aproximaci�n en el an�lisis de los problemas de teor�a monetaria y bancaria, como de dar pie a un renovado debate intelectual sobre los mismos, reconsideraremos, desde un nuevo punto de vista, algunos aspectos de la pol�mica doctrinal entre los partidarios de la banca libre y los defensores de la banca central, as� como las razones por las cuales puede considerarse que la instituci�n de la banca central no es un resultado espont�neo y evolutivo surgido del mercado, para acabar concluyendo cu�l, en nuestra opini�n, deber�a de ser el sistema monetario y bancario en una sociedad libre. Esperamos, adem�s, que nuestras consideraciones arrojen alguna luz en muchos problemas concretos de pol�tica econ�mica de gran actualidad, entre los cuales sin duda alguna destaca por su importancia el de la futura evoluci�n del sistema monetario europeo.


2. EL DEBATE ENTRE LOS TE�RICOS DE LA BANCA LIBRE Y EL BANCO CENTRAL

 Comenzando primero con el an�lisis de la pol�mica doctrinal entre los partidarios del banco central y de la banca libre (5), es ante todo preciso poner de manifiesto, en contra de lo que a veces se ha cre�do, que tal pol�mica no es enteramente coincidente con la que se efect�a en el siglo XIX entre los te�ricos de la denominada "escuela bancaria" (banking school), en contra de aqu�llos de la denominada "escuela monetaria" (currency school). En efecto, aunque muchos de los defensores de la libertad bancaria fundamentaran sus razones en los falaces y defectuosos argumentos inflacionistas de la "escuela bancaria", y la mayor�a de los te�ricos de la "escuela monetaria" pretendieran lograr sus objetivos de solvencia financiera y estabilidad econ�mica mediante la creaci�n de un banco central que pusiera coto a los abusos, existieron, ya desde un principio, solventes te�ricos de la "escuela monetaria" que siempre consideraron imposible y ut�pico pensar que el banco central no fuera a empeorar a�n m�s los problemas, y que fueron conscientes de que la mejor manera de poner coto a la creaci�n de medios fiduciarios y de lograr la estabilidad monetaria era a trav�s de un sistema de banca libre sometido, al igual que el resto de los agentes econ�micos, a los principios tradicionales del derecho civil y mercantil. Por otro lado y parad�jicamente, la mayor�a de los defensores de los postulados de la "escuela bancaria" terminaron aceptando con agrado el establecimiento de un banco central que, como prestamista de �ltima instancia, ven�a a garantizar y perpetuar los privilegios expansionistas de una banca privada que, cada vez con m�s ah�nco, pretend�a evadirse de sus compromisos y dedicarse al lucrativo "negocio" de crear dinero fiduciario a trav�s de la expansi�n crediticia sin tener que preocuparse excesivamente por los problemas de liquidez gracias al respaldo que supon�a el establecimiento de un banco central.

Es importante resaltar el hecho de que la mayor�a de los te�ricos de la "escuela monetaria" (currency school), aun acertando en la mayor�a de sus aportaciones te�ricas, fueron no obstante incapaces de apreciar que los mismos defectos que correctamente atribuyeron a la libertad de emisi�n de dinero fiduciario en forma de billetes por parte de los bancos, �ntegramente se reproduc�an de forma id�ntica, s�lo que de manera m�s oculta y solapada y por tanto m�s peligrosa, en relaci�n con el "negocio" de concesi�n de cr�ditos de forma expansiva con cargo a los dep�sitos a la vista de los bancos. Y adem�s, estos te�ricos erraron proponiendo como pol�tica m�s adecuada el establecimiento de una legislaci�n que tan s�lo acabara con la libertad de emisi�n de billetes sin respaldo, as� como la constituci�n de un banco central para defender los principios monetarios m�s solventes. Solamente Ludwig von Mises, siguiendo la tradici�n de Cernuschi, H�bner y Michaelis, fue capaz de darse cuenta de que la prescripci�n a favor del banco central de los te�ricos de la "escuela monetaria" era err�nea, y que la mejor y �nica manera de lograr los solventes principios monetarios de la escuela era a trav�s de un sistema de banca libre sometido sin privilegios al derecho privado. Este fracaso de la mayor�a de los te�ricos de la "escuela monetaria" fue fatal, pues no s�lo motiv� que la Ley de Peel de 1844, a pesar de sus buenas intenciones, olvidara eliminar, como s� hizo en relaci�n con los billetes de banco, la creaci�n de cr�dito fiduciario, sino que, adem�s, y en �ltima instancia, respald� la creaci�n de un sistema de banca central que, posteriormente, y sobre todo por culpa de la negativa influencia de te�ricos de la "escuela bancaria" como Marshall y Keynes, termin� siendo utilizado con el respaldo de las err�neas teor�as de estos prestigiosos economistas, para justificar e impulsar unas pol�ticas de descontrol monetario y desm�n financiero mucho peores que aqu�llas a las que originariamente se pretend�a poner remedio
(6)


3. LA EVOLUCI�N DEL SISTEMA BANCARIO Y EL BANCO CENTRAL


El banco central no es un producto natural del desarrollo del sistema bancario
(7), sino que, por el contrario, aparece coactivamente impuesto desde fuera como resultado de la acci�n gubernamental dando lugar, como consecuencia de una serie de accidentes hist�ricos, a todo un sistema monetario y financiero muy distinto al que habr�a surgido espont�neamente de haberse mantenido un sistema de banca libre sometido sin privilegios al derecho privado y no intervenido ni coaccionado gubernamentalmente a trav�s del banco central (8).

Y es que el sistema de banco central no es sino el l�gico e inevitable resultado de la introducci�n paulatina y subrepticia por parte de los banqueros privados, y en hist�rica complicidad con los gobiernos, del sistema bancario basado en la reserva fraccionaria. Y en este campo, es esencial no caer en la trampa intelectual en la que caen la mayor�a de los te�ricos defensores del sistema de banca libre (9), y que, salvo la honrosa excepci�n de Mises y pocos m�s, no se dan cuenta de que la �nica manera de lograr un verdadero sistema de banca libre es restableciendo el principio jur�dico seg�n el cual es preciso mantener en reserva el 100 por cien de las cantidades de dinero recibidas en forma de dep�sitos a la vista.

Se trata, en �ltima instancia, de aplicar al campo bancario y monetario esa idea seminal de Hayek de acuerdo con la cual, siempre que se viola una regla tradicional de conducta, bien sea a trav�s de la coacci�n institucional del gobierno, o mediante la concesi�n por parte de �ste de privilegios especiales a ciertas personas o entidades, siempre, antes o despu�s, habr�n de aparecer consecuencias da�inas y no deseadas en grave perjuicio del espont�neo proceso social de cooperaci�n. La norma tradicional de conducta que se viola en el caso del negocio bancario es el principio del derecho de acuerdo con el cual en el contrato de dep�sito de dinero fungible, la tradicional obligaci�n de custodia que es un elemento esencial en todo dep�sito no fungible, se materializa en la exigencia de que, en todo momento, se mantenga una reserva del 100 por cien de la cantidad de dinero fungible recibida en dep�sito, de manera que todo acto de disposici�n de ese dinero, y en concreto la concesi�n de cr�ditos con cargo al mismo, supone una violaci�n de ese principio y, en suma, una acto ileg�timo de apropiaci�n indebida
(10). A lo largo de la historia, los banqueros pronto empezaron a estar tentados de violar la mencionada norma tradicional de conducta, usando en su propio beneficio el dinero de sus depositantes (11). Esto sucedi�, en un primer momento, de una manera vergonzante y secreta, pues todav�a se ten�a por parte de los banqueros la conciencia de un mal proceder (12); y s�lo posteriormente los banqueros consiguen que la violaci�n del principio tradicional del derecho se efect�e de una manera abierta y legal, cuando felizmente obtienen del gobierno el privilegio para utilizar en su propio beneficio el dinero de sus depositantes (generalmente en la forma de cr�ditos muchas veces concedidos en un primer momento al propio gobierno). De esta manera, se inicia la relaci�n de complicidad y la coalici�n de intereses que ya es tradicional que exista entre gobiernos y bancos, y que explica a la perfecci�n las relaciones de �ntima "comprensi�n" y "cooperaci�n" que existen entre ambos tipos de instituciones y que hoy en d�a se aprecian con peque�as diferencias de matiz en todos los pa�ses occidentales en casi todas las instancias. Y es que los banqueros pronto se dieron cuenta de que la violaci�n del principio tradicional del derecho mencionado, daba lugar a una actividad financiera altamente lucrativa para ellos, pero que en todo caso exig�a la existencia de un prestamista de �ltima instancia, o banco central, que proporcionase la necesaria liquidez en unos momentos de apuro, que la experiencia demostraba que siempre llegaban de forma recurrente (13).


4. EL SISTEMA BANCARIO DE RESERVA FRACCIONARIA, EL BANCO CENTRAL Y LA TEOR�A DE LOS CICLOS ECON�MICOS


Las nefastas consecuencias sociales de este privilegio que se ha concedido a los banqueros (pero no a ning�n otro individuo o entidad) no fueron, sin embargo, perfectamente comprendidas hasta el desarrollo, por parte de Mises y Hayek, de la denominada Teor�a Austriaca del Ciclo Econ�mico.
(14) En suma, lo que los te�ricos de la Escuela Austriaca han puesto de manifiesto es que empe�arse en perseguir el objetivo te�ricamente imposible (desde el punto de vista jur�dico-contractual y t�cnico-econ�mico) de ofrecer un contrato que simult�neamente combine las mejores caracter�sticas de los fondos de inversi�n (y en especial la que consiste en la posibilidad de obtener inter�s de los "dep�sitos" realizados) con el contrato tradicional de dep�sito (que por definici�n ha de permitir su retirada a su valor nominal en cualquier momento) tarde o temprano, pero siempre de manera inexorable, ha de producir unos inevitables ajustes espont�neos, en forma, en un primer momento, de expansiones incontroladas de la oferta monetaria, inflaci�n, mala asignaci�n generalizada de los recursos productivos a nivel microecon�mico y, en �ltima instancia, recesi�n, liquidaci�n de los errores inducidos por la expansi�n crediticia en la estructura productiva, y paro masivo.

Es preciso darse cuenta de que el privilegio concedido a la banca de poder ejercer su actividad con un coeficiente de reserva fraccionario implica un evidente atentado en contra de una correcta definici�n y defensa de los derechos de propiedad de los depositantes por parte de las autoridades gubernamentales.

Esto inevitablemente genera, como siempre que no se definen adecuadamente derechos de propiedad, un t�pico efecto de "tragedia de los bienes comunales", en virtud del cual los bancos son especialmente proclives a tratar de adelantarse y expansionar antes y m�s que sus competidores su correspondiente base crediticia. Por ello el sistema bancario basado en la reserva fraccionaria tiende siempre a la expansi�n m�s o menos incontrolada, incluso aunque se encuentre controlado por un banco central que, al rev�s de lo que normalmente ha ocurrido hasta ahora, se preocupe seriamente de controlarla y ponerle l�mites
(15).


5. EL SISTEMA MONETARIO Y BANCARIO EN UNA SOCIEDAD LIBRE


En suma, el principal defecto de la mayor�a de los te�ricos defensores de la banca libre es el de no darse cuenta de que ha de ser te�ricamente consustancial a su propuesta la exigencia del 100 por cien de coeficiente de reserva
(16) y, en concreto, el no haber apreciado que todos los defectos que los defensores del banco central se�alan al sistema de banca libre pierden virtualidad y desaparecen por completo si el mismo se lleva a cabo en base a los principios tradicionales del derecho. O, expresado de otra forma y en palabras de Mises, de lo que se trata es de someter a los bancos a los principios tradicionales del derecho civil y mercantil, seg�n los cuales cada individuo y cada empresa ha de cumplir sus obligaciones de acuerdo con la literalidad estricta de lo establecido en cada contrato (17).

Este error est� muy generalizado y afecta, en especial, a la interesante y amplia literatura que ha venido desarroll�ndose a partir del gran eco que supuso la publicaci�n del libro de Hayek sobre La desnacionalizaci�n del dinero, as� como por la importante crisis econ�mica y financiera que se produjo a finales de los a�os 70. El comentario m�s importante que tengo que hacer a toda esta literatura es que en la misma, y salvo contadas excepciones, en muchas ocasiones se aprovecha la defensa del sistema de banca libre, para caer en las veleidades te�ricas propias de la antigua "escuela bancaria" cuyos err�neos principios te�ricos ya fueron puestos de manifiesto hace mucho tiempo. Adem�s, en toda esta literatura, encabezada por las obras de White, Selgin y Dowd (18), entre otros, se olvida que, como hemos venido argumentando, la �nica manera de acabar con el banco central y sus excesos es eliminando el privilegio de reserva fraccionaria del que actualmente se aprovechan los banqueros privados.

Y es que, si quiere defenderse un sistema financiero y monetario verdaderamente estable para el pr�ximo siglo, que inmunice en la medida de lo humanamente posible de crisis y recesiones a nuestras econom�as, ser� preciso establecer:
1) la completa libertad de elecci�n de moneda;
2) el sistema de libertad bancaria;
3) lo m�s importante, que todos los agentes implicados en el sistema de libertad bancaria est�n sometidos y cumplan, en general, las normas y principios tradicionales del derecho y, en particular, el principio de acuerdo con el cual nadie, ni siquiera los banqueros, debe de gozar del privilegio de prestar aquello que le ha sido depositado a la vista (es decir, un sistema bancario con un coeficiente del 100 por cien de reserva)
(19).


6. CONCLUSI�N: IMPLICACIONES DE LA TEOR�A EN RELACI�N CON EL SISTEMA MONETARIO EUROPEO


Aunque las anteriores prescripciones de pol�tica econ�mica puedan parecer ut�picas y muy alejadas de los problemas pr�cticos que nos acosan, especialmente en relaci�n con el dise�o y direcci�n de un sistema monetario europeo, las mismas gozan de la virtualidad de indicar en todo momento, al menos, cu�l es la direcci�n adecuada que debe tomar su reforma as� como los peligros que es preciso evitar. As�, parece claro que deberemos huir tanto de un sistema de monopolistas monedas nacionales que "compitan" entre s� en un entorno ca�tico de tipos de cambio flexibles, como de ir hacia la cr�aci�n de un banco central europeo descontrolado e inflacionario que impida la competencia entre monedas en un amplio espacio econ�mico, no afronte los retos de la reforma bancaria, no garantice una estabilidad monetaria al menos tan grande como la de la moneda nacional m�s estable en cada momento hist�rico y suponga, en suma, un obst�culo definitivo para efectuar ulteriores reformas en la buena direcci�n. Quiz� el modelo m�s practicable y adecuado a corto y medio plazo sea, por tanto, el de introducir en toda Europa una completa libertad de elecci�n de monedas p�blicas y privadas de dentro y fuera de la Comunidad, ligando, como se ha intentado hasta ahora, las monedas nacionales que por razones de costumbre hist�rica sigan utiliz�ndose a un sistema de tipos de cambio fijos
(20) que discipline el comportamiento de la pol�tica monetaria de cada pa�s al de aqu�l que la ejerza, en cada momento hist�rico, con mayor solvencia y estabilidad.

De esta manera al menos quedar�a abierta la puerta para que en el futuro alg�n estado-naci�n de la C.E.E. siempre tenga la posibilidad de avanzar en las tres l�neas de reforma monetaria y bancaria indicadas
(21), forzando con ello a seguir en la buena direcci�n su liderazgo monetario al resto de sus socios de la Comunidad.
Y si se sigue por la senda de establecer un banco central europeo, hemos de se�alar que las cr�ticas que, en todo caso, puedan efectuarse a la futura moneda �nica europea han de centrarse en todos aquellos aspectos que tiendan a configurar una moneda que al menos no sea tan s�lida y estable como la que hasta ahora se ha comportado hist�ricamente mejor (el marco). Debe, por tanto, de huirse de toda flexibilizaci�n de los llamados criterios de convergencia y apostar dogm�ticamente por unas instituciones monetarias europeas que tengan por objeto �nico e inalienable la estabilidad (si es posible absoluta) del nivel general de precios
(22).

De esta manera podr�a reproducirse en Europa un sistema monetario muy cercano al ideal del patr�n oro puro, que ha sido la moneda �nica mundial libremente elegida por el mercado durante extensos periodos de los �ltimos siglos, culmin�ndose as� el establecimiento de un marco de libre cambio europeo, libre de las interferencias y manipulaciones monetarias de cada pa�s miembro y que por fin obligar�a a que los pa�ses con estructuras m�s r�gidas (como es el caso de Espa�a) efectuasen las reformas flexibilizadoras que necesitan para competir en un entorno en el que el recurso a una pol�tica monetaria nacional inflacionista para acomodar las rigideces estructurales ya no sea posible.

Es evidente que el trabajo definitivo sobre teor�a monetaria y bancaria, a la luz de la hist�rica pol�mica que est� teniendo lugar entre los partidarios de la banca libre y del banco central, a�n est� por hacer
(23). Por ello me temo que no es aventurado pensar que el mundo continuar� sufriendo de forma recurrente una y otra vez muy da�inas recesiones econ�micas, mientras que los bancos centrales mantengan el monopolio de emisi�n de moneda y el privilegio concedido por los gobiernos a los banqueros no sea abolido. Y, al igual que comenzaba este breve art�culo, me atrevo a afirmar que, tras la hist�rica ca�da te�rica y real del socialismo, el principal desaf�o te�rico al que se enfrentan tanto los economistas profesionales como los amantes de la libertad de cara al pr�ximo siglo, consistir� en luchar con todas sus fuerzas tanto en contra de la instituci�n de la banca central, como en contra del mantenimiento del privilegio del que actualmente gozan aqu�llos que ejercen la actividad bancaria privada, tal y como la misma se entiende hoy en d�a.

* Dedico este art�culo a James M. Buchanan, en agradecimiento por haberme defendido y apoyado p�blicamente con motivo de la exposici�n de las ideas m�s importantes del mismo, en la �ltima reuni�n regional de la Sociedad Mont P�lerin que tuvo lugar en Rio de Janeiro, del 5 al 8 de septiembre de 1993.

(2) V�ase Jes�s Huerta de Soto, Socialismo, C�lculo Econ�mico y Funci�n Empresarial, Uni�n Editorial, Madrid 1992, pp. 35-36.

(3) "El mundo del dinero y del cr�dito (junto con el lenguaje y la moral) es uno de los �rdenes espont�neos que m�s se resisten al an�lisis investigador. Y ello hasta el punto de que, todav�a hoy, siguen siendo grandes las diferencias que separan a los especialistas ... Los procesos selectivos han sido interferidos en este campo mucho m�s que en cualquier otro: la selecci�n evolutiva ha sido totalmente eliminada por el monopolio de los gobiernos que impide toda experimentaci�n competitiva ... La historia del tratamiento del dinero por parte del gobierno ha sido un incesante ejemplo de fraude y decepci�n. A este respecto los gobiernos se han mostrado mucho m�s inmorales que cualquier instituci�n privada que haya podido ofrecer dinero competitivo." F.A. Hayek, La Fatal Arrogancia: Los Errores del Socialismo, Uni�n Editorial, Madrid 1990, pp. 167 y 169.

(4) En este contexto de reconstrucci�n te�rica del an�lisis econ�mico de la banca y del dinero que estamos defendiendo ha tenido especial oportunidad e importancia la publicaci�n, por primer vez en castellano, del ya cl�sico libro de Vera C. Smith sobre Los fundamentos racionales de la banca central y la alternativa de banca libre (Uni�n Editorial, Madrid 1993). Tanto la traducci�n como la publicaci�n de esta edici�n castellana la debemos al empe�o y entusiasmo inagotable de Jos� Antonio Aguirre, uno de los mejores especialistas espa�oles sobre temas monetarios.

(5) Este debate se encuentra recogido en el libro de Vera C. Smith citado en la nota anterior.

(6) En la clasificaci�n de Marshall y Keynes como te�ricos pertenecientes a la "escuela bancaria" pero defensores del sistema de banca central (precisamente para lograr la m�xima "flexibilidad" para expandir la oferta monetaria), coincido plenamente con Pedro Schwartz. V�ase su art�culo "El monopolio del banco central en la historia del pensamiento econ�mico: un siglo de miop�a en Inglaterra", publicado en Homenaje a Lucas Beltr�n, editorial Moneda y Cr�dito, Madrid 1982, pp. 685-729, y en especial la p. 729.

(7) V�ase especialmente el cap�tulo 12 del mencionado libro de Vera C. Smith sobre Los fundamentos racionales de la banca central y la alternativa de banca libre, ob. cit.
(8) Siguiendo a Israel M. Kirzner (Discovery and the Capitalist Process, The University of Chicago Press, Chicago 1985, p. 168), es imposible saber el conocimiento y las instituciones que habr�an creado libremente los empresarios bancarios de haber estado sometidos al principio del coeficiente de reserva del 100 por cien y de no haber sufrido ning�n tipo de coacci�n estatal. No obstante lo anterior, podemos intuir con F.A. Hayek (Denationalization of Money: The Argument Refined, 2nd extended edition, Institute of Economic Affairs, London, 1978, pp. 119-120) un sistema generalizado de fondos de inversi�n en donde se invertir�an los actuales "dep�sitos", dotados de gran liquidez, pero sin la garant�a de percibir su valor nominal (que estar�a sometido a la evoluci�n del valor de mercado de las correspondientes participaciones); un entramado de entidades proporcionando servicios de pago, contabilidad, etc. en libre competencia y cobrando por la prestaci�n de sus servicios; y, separadamente, y sin conexi�n alguna con el cr�dito, una serie de instituciones privadas dedicadas a la extracci�n, dise�o u oferta de los diferentes dineros privados (cobrando, tambi�n, un peque�o margen por la prestaci�n de sus servicios). Hayek concluye que "I expect that it will soon be discovered that the business of creating money does not go along well with the control of large investment portfolios or even control of large parts of industry" (pp. 119-120).

(9) El propio Hayek, hasta 1937 no se pronunci� sobre la propuesta efectuada por Mises en 1912 (v�ase la nota 15) de eliminar la concesi�n fiduciaria de cr�ditos, es decir, de establecer un coeficiente de caja del 100 por cien en relaci�n con los dep�sitos a la vista recibidos por los bancos. Fue en su notable Monetary Nationalism and International Stability, publicado en 1937 (Augustus M. Kelley, Nueva York, reedici�n de 1971), en donde Hayek se manifiesta ya, por primera vez, te�ricamente a favor del 100 por cien de coeficiente de reserva en relaci�n con los dep�sitos a la vista (ver pp. 81-84). Antes que Mises, el autor m�s distinguido que defendi� el 100 por cien de coeficiente de reserva fue David Hume en su ensayo "Of Money" (1752), en donde afirma que "no bank could be more advantageous, than such a one as locked up all the money it received, and never augmented the circulating coin, as is usual, by returning part of its treasure into commerce", David Hume, Essays: Moral, Political and Literary, Liberty Classics, Indian�polis 1985, pp. 284-285.

(10) Sobre las consideraciones de tipo jur�dico relativas al principio tradicional del derecho enunciado puede verse no s�lo todo el T�tulo III del Libro 16 del Digesto, y en especial sus apartados 7 y 8 dedicados a la quiebra de los banqueros (El Digesto de Justiniano, Tomo I, edici�n castellana de la editorial Aranzadi, Pamplona 1968, pp. 606-617 y en especial la p�gina 612), sino tambi�n las afinadas consideraciones de Coppa-Zuccari, incluidas en su obra Il Deposito Irregolare (Moderna 1901), citadas por Joaqu�n Garrigues en su Contratos Bancarios, segunda edici�n, Madrid 1975, p. 365, en la que se recoge la opini�n expresada de que la custodia, en los dep�sitos irregulares, consiste precisamente en la obligaci�n de tener siempre a disposici�n del depositante una cantidad igual a la recibida, de forma que este "tener siempre a disposici�n una cantidad y calidad igual a la recibida de cosas determinadas", no obstante se renueven de continuo o se sustituyan, equivale, para las cosas fungibles como el dinero, a lo que para las infungibles es la continuada existencia de la cosa in individuo. Incidentalmente, el principio general del derecho que exige un coeficiente de reserva del 100 por cien ha sido mantenido incluso en este siglo por la jurisprudencia francesa. As�, un fallo del Tribunal de Par�s de 12 de junio de 1927 conden� a un banquero por el delito de apropiaci�n indebida por haber utilizado, siguiendo la pr�ctica com�n bancaria, los fondos que hab�a recibido en dep�sito de su cliente. En el mismo sentido se pronuncia otra sentencia del mismo tribunal de 4 de enero de 1934 y, lo que es m�s curioso, la sentencia del Juzgado de Primera Instancia que tramit� la quiebra del Banco de Barcelona, de acuerdo con la cual la facultad de librar talones, que compete al depositante, implica para el depositario la obligaci�n de tener siempre fondos a disposici�n del cuentacorrentista, lo que impide admitir que los fondos depositados en una cuenta corriente en met�lico pueda considerarlos el banco como de su exclusiva pertenencia (J. Garrigues, Contratos Bancarios, ob. cit., pp. 367-368). Hemos de a�adir que la "apropiaci�n indebida" surge cuando se comete el acto indebido (disposici�n en forma de pr�stamo de la cantidad depositada) y no cuando el mismo es descubierto mucho despu�s (generalmente por el depositante, en la ventanilla de un banco que no pueda devolver su dep�sito). Finalmente, no puede acudirse al manido argumento de que "la ley de los grandes n�meros" permite actuar con seguridad a la banca con reserva fraccionaria, pues la probabilidad de retirada at�pica de dep�sitos no es, por su propia naturaleza, asegurable, dado que, como explica perfectamente la Teor�a Austriaca del Ciclo Econ�mico (v�ase la nota 15), el propio sistema de reserva fraccionaria genera end�genamente y de manera recurrente recesiones econ�micas y, por tanto, la necesidad de liquidar proyectos de inversi�n, devolver pr�stamos y retirar dep�sitos de manera masiva. Como conoce todo te�rico del seguro, no son t�cnicamente asegurables, por razones de moral hazard, las consecuencias de un evento que no sea totalmente independiente de la existencia del propio seguro. Sobre la distinci�n esencial, que debemos a Mises, entre la probabilidad de clase (objetiva), que es asegurable, y la probabilidad de evento �nico, influido y determinado por el actuar humano (no asegurable), debe consultarse mi Socialismo, C�lculo Econ�mico y Funci�n Empresarial, Uni�n Editorial, Madrid 1992, pp. 46-48.

(11) La tentaci�n era enorme, y casi insoportable, dado lo lucrativo de la misma. Recordemos que, en �ltima instancia, el sistema de banca fraccionaria consiste en crear pr�stamos de la nada, exigiendo al prestatario su devoluci�n en dinero de verdad (�y adem�s con intereses!).

(12) As� suced�a, por ejemplo, en relaci�n con el Banco de Amsterdam, cuyas actividades se desarrollaban, por las razones aludidas y de acuerdo con lo que nos cuenta Sir James Stewart, con el m�ximo secreto (Sir James Stewart, An Inquiry into the Principles of Political Oeconomy: Being an Essay on the Science of Domestic Policy Inclinations, A. Millar y T. Cadell in the Strand, Londres 1767, Volumen II, p. 301). Es de notar que todo el prestigio del Banco de Amsterdam se basaba en la creencia de que manten�a un 100 por cien de coeficiente de reserva, principio que tan s�lo 15 a�os antes David Hume pensaba que segu�a vigente (v�ase su ensayo "Of Money", ob. cit., p. 284). Adam Smith, por su parte, en 1776, menciona que, todav�a en esa fecha, el Banco de Amsterdam segu�a diciendo que manten�a un coeficiente de caja del 100 por cien: "The Bank of Amsterdam professes to lend out no part of what is deposited with it, but for every gilder for which it gives credit in its books, to keep in its repositories the value of a gilder either in money or bullion" (The Wealth of Nations, W. Strahan y T. Cadell in the Strand, Londres 1776, Volumen II, Libro IV, Cap. III, p. 72).

(13) Es curioso resaltar c�mo los banqueros utilizaban toda su influencia y poder social (enorme, dada la gran cantidad de p�blico que recib�a pr�stamos de ellos, o eran sus accionistas) para dificultar y desanimar a que los depositantes retiraran sus dep�sitos, con la vana esperanza de evitar las crisis. As� el senador Condy Raguet concluye que la presi�n era casi insoportable y que "an independent man, who was neither a stockholder or debtor, who would have ventured to compel the banks to do justice, would have been persecuted as an enemy of society ...". Carta de Raguet a Ricardo fechada el 18 de abril de 1821, publicada en David Ricardo, Minor papers on the Currency Question 1805-1823, Jacob Hollander (ed.), The John Hopkins University Press, Baltimore 1932, pp. 199-201.

(14) Una breve exposici�n de la Teor�a Austriaca del Ciclo Econ�mico, as� como de la bibliograf�a m�s significativa en relaci�n con la misma, puede encontrarse en mi art�culo "La Teor�a Austriaca del Ciclo Econ�mico", publicado originariamente en Moneda y Cr�dito, n� 152, Madrid, marzo de 1980, y reeditado en el Volumen I de mis Lecturas de Econom�a Pol�tica, Uni�n Editorial, Madrid 1986, pp. 241-256. Es lamentable que un autor de la inteligencia y agudeza de Pedro Schwartz siga desconcertado en cuanto a los efectos que sobre la econom�a real tiene el car�cter "el�stico" del dinero, y que siga empe�ado en ignorar que disponemos de una teor�a, la Teor�a Austriaca de los Ciclos Econ�micos que no s�lo integra a la perfecci�n los aspectos "micro" y "macro" de la econom�a, sino que adem�s explica de qu� manera la extensi�n del cr�dito que tiene su origen en el sistema bancario de reserva fraccionaria, ineludiblemente da lugar a una mala asignaci�n generalizada de los recursos en t�rminos microecon�micos, que por fuerza ha de terminar generando una recesi�n macroecon�mica (v�ase el art�culo de Pedro Schwartz "Macro y Micro" en Cinco D�as, Madrid, lunes 12 de abril de 1993, p. 3).

(15) V�anse al respecto las atinadas consideraciones de Anna J. Schwartz, publicadas en su art�culo "The Theory of Free Banking" presentado en la reuni�n regional de la sociedad Mont P�lerin que tuvo lugar en Rio de Janeiro del 5 al 8 de septiembre de 1993, y especialmente la p�gina 5, en la que llega a la conclusi�n de que muchos de los modernos te�ricos del sistema de banca libre no terminan de entender que el mecanismo de liquidaci�n interbancaria que proponen no act�a como freno de la expansi�n crediticia si es que todos los bancos, en mayor o menor medida, deciden expansionar su cr�dito de forma simult�nea. Este fen�meno, que ya hab�a sido puesto de manifiesto por Ludwig von Mises, en su brillante exposici�n del sistema de banca libre (v�ase La Acci�n Humana:Tratado de Econom�a, pp. 648-688), fue el que me llev� a buscar su explicaci�n en el t�pico proceso de "tragedia de bienes comunales", por otro lado evidente pues todo el proceso expansivo tiene su origen, como hemos visto, en un privilegio en contra del derecho de propiedad, y cada banco internaliza todos los beneficios de expansionar su cr�dito, haciendo recaer los correspondientes costes de forma diluida entre todo el sistema. Un mecanismo de compensaci�n interbancaria puede poner coto en un sistema de banca libre con reserva fraccionaria a iniciativas individuales y aisladas de expansi�n, pero es inservible si todos, en mayor o menor medida, se dejan llevar por el "optimismo" en la concesi�n de cr�ditos.
(16) La propuesta de establecer un sistema bancario con un coeficiente de reserva del 100 por cien ya se encontraba incluida en la primera edici�n de La Teor�a del Dinero y del Cr�dito, publicada por Mises en 1912, y en donde este autor llegaba a la conclusi�n de que "es evidente que la �nica manera de eliminar la influencia humana sobre el sistema crediticio es suprimir toda emisi�n ulterior de medios fiduciarios. La concepci�n b�sica de la Ley de Peel debe permanecer de una manera m�s completa de lo que fue en Inglaterra en su tiempo e incluir la emisi�n de cr�dito entre sus prohibiciones legislativas." (V�ase la primera edici�n castellana de La Teor�a del Dinero y del Cr�dito publicada en Madrid por Aguilar en 1936, p. 458.) Posteriormente Mises vuelve sobre el particular de una forma a�n m�s expl�cita en el ap�ndice que sobre Reconstrucci�n Monetaria incorpora a la reedici�n inglesa de 1953 de su Teor�a del Dinero y del Cr�dito (The Theory of Money and Credit, Liberty Press, Indian�polis 1980, p. 481), en donde expresamente se lee que "the main thing is that the government should no longer be in a position to increase the quantity of money in circulation and the amount of checkbook money not fully -that is, 100 percent- covered by deposits paid in by the public." Incomprensiblemente, esta referencia al 100 por cien de coeficiente de reserva no se traduce en la segunda deplorable traducci�n castellana publicada en Barcelona por Ediciones Zeus en 1961, p. 487. Posteriormente Hayek se refiere, como ya hemos visto, a esta propuesta en su notable Monetary Nationalism and International Stability (1937), reedici�n de Augustus M. Kelley, Nueva York 1971, pp. 81-84, y m�s recientemente en su Denationalization of Money: The Argument Refined, The Institute of Economic Affairs, Londres 1978, y en especial las pp. 119-120 (existe una traducci�n de Carmen Lia�o publicada con el t�tulo de La Desnacionalizaci�n del Dinero, por Uni�n Editorial, Madrid 1983), donde se pone de manifiesto que Hayek, al igual que Mises, propone la libertad de elecci�n de moneda y de sistema bancario como un medio para lograr, en �ltima instancia, un sistema bancario basado en el 100 por cien de coeficiente de caja. Pero el tratadista que con m�s ah�nco y brillantez ha defendido modernamente la eliminaci�n del sistema bancario tal y como hoy lo conocemos es, sin duda alguna, mi amigo Murray N. Rothbard, especialmente en su libro The Case for a One Hundred Percent Gold Dollar, The Ludwig von Mises Institute, Auburn University, segunda edici�n, 1991; en su obra The Mystery of Banking, editorial Richardson & Snyder, Nueva York 1983; y en sus art�culos "The Myth of Free Banking in Scotland" publicado en la Review of Austrian Economics, n� 2, 1988, pp. 229-245, y tambi�n en su art�culo "Aurophobia: or, Free Banking on What Standard?" en la Review of Austrian Economics, n� 6, Volumen 1, 1992, pp. 99-108. Tambi�n ha defendido modernamente el principio del coeficiente de reserva del 100 por cien Maurice Allais, si bien es cierto que como un medio para facilitar la pol�tica monetaria de los gobiernos, impidiendo su amplificaci�n el�stica y distorsionadora a trav�s del sistema bancario de reserva fraccionaria. V�ase su art�culo "Le retour � L'�tat du privil�ge exclusif de la creation mon�taire", en L'Imp�t sur le capital et la r�forme mon�taire, Hermann Editeurs, Par�s, edici�n de 1985, pp. 200-210. Maurice Allais no hace sino seguir en este sentido la tradici�n de la escuela de Chicago a favor del coeficiente de caja del 100 por cien para hacer m�s efectiva y previsible la pol�tica monetaria de los gobiernos y que se inicia con un panfleto an�nimo de 26 p�ginas sobre "Banking and Currency Reform" que en 1933 hicieron circular Henry C. Simons, Aaron Director, Frank H. Knight, Henry Schultz, Paul H. Douglas, A.G. Hart y otros; se articula posteriormente por Henry C. Simons ("Rules versus Authorities in Monetary Policy", Journal of Political Economy, XLIV, n� 1, febrero de 1936, pp. 1-30), Albert G. Hart ("The 'Chicago Plan' of Banking Reform", Review of Economic Studies, n� 2, 1935, pp. 104-116), e Irving Fisher (100% Money, Adelphi Company, Nueva York 1936), y culmina con la publicaci�n en 1959 del libro de Milton Friedman Un programa de estabilidad monetaria y reforma bancaria, Ediciones Deusto, Bilbao 1962, y en especial las pp. 104-115. Aunque la pol�tica monetaria ser�a m�s predecible con un coeficiente de caja del 100 por cien, todos los te�ricos de Chicago pecan de ingenuidad al pensar que el gobierno podr� y querr� desarrollar una pol�tica monetaria estable. Esta ingenuidad es paralela y semejante a la que manifiestan los modernos te�ricos de la banca libre de reserva fraccionaria al confiar que los mecanismos espont�neos de compensaci�n podr�an establecer un freno a una expansi�n simult�nea y concertada de una mayor�a de bancos. La �nica soluci�n correcta para una sociedad libre de privilegios y ciclos econ�micos es, por tanto, la de una banca libre pero sometida al derecho, es decir, con un coeficiente de reserva del 100 por cien.

(17) Ludwig von Mises, La Acci�n Humana:Tratado de Econom�a, cuarta edici�n, Uni�n Editorial, Madrid 1984, p. 670. Se trata en suma, de acuerdo con Mises, de sustituir la actual mara�a de legislaci�n bancaria de tipo administrativo por unos sencillos y claros art�culos incluidos en los c�digos mercantil y penal.

(18) As�, por ejemplo, los libros de Lawrence H. White Free Banking in Britain:Theory, Experience and Debate, 1800-1845 (Cambridge University Press, 1984), y Competition and Currency: Essays on Free Banking and Money (New York University Press, Nueva York 1989); los de George A. Selgin The Theory of Free Banking: Money Supply under Competitive Note Issue (Rowman & Littlefield, Totowa, Nueva Jersey, 1988), y The Experience of Free Banking (ed. junto con K. Dowd,Routledge, Londres 1992); y los de Kevin Dowd The State and the Monetary System (St. Martin's Press, Nueva York 1989), y Laissez Faire Banking (Routledge, Londres 1993). E igualmente debe consultarse la impresionante y exhaustiva bibliograf�a sobre banca libre preparada por Jos� Antonio Aguirre en el Anexo bibliogr�fico a la ya citada edici�n castellana del libro de Vera C. Smith sobre Los fundamentos racionales de la banca central y la alternativa de banca libre.

(19) Los modernos te�ricos de la banca libre err�neamente consideran, debido entre otras cosas a su falta de formaci�n jur�dica, que el coeficiente de reserva del 100 por cien ser�a una inadmisible intromisi�n de tipo administrativo en la libertad individual. No se dan cuenta de que, lejos de suponer tal precepto una sistem�tica coacci�n gubernamental de tipo administrativo, no es sino la mera aplicaci�n de un principio tradicional del derecho de propiedad. Es decir, no se dan cuenta de que a una banca libre no sometida al derecho (con reservas, por tanto, fraccionarias) es aplicable la famosa frase an�nima de un americano recogida por Tooke, seg�n la cual "banca libre equivale a estafa libre" (citada por Mises, La Acci�n Humana, ob. cit., p. 666). Y en �ltima instancia que la defensa de la banca libre debe de hacerse no como medio para explotar las lucrativas posibilidades de la expansi�n crediticia, sino como un medio indirecto para aproximarse al modelo ideal de banca libre con coeficiente de reservas del 100 por cien que, con car�cter adicional, ha de perseguirse directamente con todos los medios jur�dicos que est�n disponibles en cada circunstancia hist�rica. S�lo en este sentido de aproximaci�n indirecta al ideal ha de entenderse la postura recogida por Mises (La Acci�n Humana, ob. cit., p. 666) de Cernuschi que ya en 1866 dijo: "Aspiro a que cualquiera pueda emitir billetes, precisamente para que nadie quiera ya aceptarlos".

(20) Los te�ricos liberales de la Escuela Austr�aca (entre los que me encuentro) siempre han defendido un sistema de tipos de cambio fijos como aproximaci�n al ideal del patr�n oro puro, frente a los te�ricos de Chicago, mas proclives a defender un nacionalismo monetario de tipo keynesiano con tipos de cambio flexibles.

(21) Los problemas pr�cticos que plantear�a la transici�n del actual sistema monetario y bancario a un sistema en el que por fin la creaci�n de dinero y el negocio bancario estuvieran totalmente separados del Estado han sido analizados y solucionados te�ricamente, entre otros, por Murray N. Rothbard en su The Mystery of Banking, Richardson & Snyder, Nueva York 1983, pp. 249-269.

(22) La estabilidad absoluta del nivel general de precios no garantiza que no se produzcan importantes procesos de expansi�n crediticia que generen profundas crisis econ�micas, cuando se recurra a la emisi�n de dinero bancario para acomodar periodos de gran crecimiento de la productividad con la finalidad de evitar la natural disminuci�n en el nivel general de precios que en los mismos se producen. Por ello una moneda �nica europea absolutamente estable es, tan s�lo, una imperfecta aproximaci�n al ideal descrito en este art�culo (moneda libre -oro- con un sistema bancario con un coeficiente de caja del 100 por cien).

(23) Actualmente me encuentro elaborando un proyecto de investigaci�n en el que se pretende analizar, actualizar y sintetizar toda la literatura habida sobre estos temas, lleg�ndose a las conclusiones necesarias de pol�tica econ�mica para el futuro desarrollo de un sistema financiero estable y libre de crisis econ�micas.

Grupo EUMEDNET de la Universidad de Málaga Mensajes cristianos

Venta, Reparación y Liberación de Teléfonos Móviles
Enciclopedia Virtual
Economistas Diccionarios Presentaciones multimedia y vídeos Manual Economía
Biblioteca Virtual
Libros Gratis Tesis Doctorales Textos de autores clásicos y grandes economistas
Revistas
Contribuciones a la Economía, Revista Académica Virtual
Contribuciones a las Ciencias Sociales
Observatorio de la Economía Latinoamericana
Revista Caribeña de las Ciencias Sociales
Revista Atlante. Cuadernos de Educación
Otras revistas

Servicios
Publicar sus textos Tienda virtual del grupo Eumednet Congresos Académicos - Inscripción - Solicitar Actas - Organizar un Simposio Crear una revista Novedades - Suscribirse al Boletín de Novedades