Bajo Napoleón la situación de Alemania estructuróse en una forma que guardaba bastante parecido con la que Federico el Grande había dado a Polonia. Por la ocupación de la costa del mar del Norte y de los principales puertos del Báltico, así como por el dominio de las vías de acceso del Sur, Bonaparte interrumpió todo libre tráfico entre Alemania e Inglaterra. El bloqueo continental pudo ser burlado únicamente por un vasto contrabando, cuyo objeto principal eran los productos coloniales y el hilo. Cierto que el referido bloqueo actuaba de aduana protectora contra la competencia británica, pero las regiones germanas que conservaban su independencia no vieron aquella pérdida compensada por la apertura del mercado francés.
La expulsión de los franceses no aportó a Alemania la unidad que Stein tanto había deseado (1). Los territorios nuevamente constituidos tuvieron bastante que hacer con reducir a un todo económico sus propias comarcas.
En el siglo XVIII la base de la política comercial de los Estados alemanes había sido la economía municipal. Era obligatorio que las mercancías transitaran por determinadas ciudades, con lo cual los derechos municipales de consumo (portazgo) obraban como aduanas fronterizas. Éstas no fueron creadas hasta el siglo XIX. La primera en trasladar sus aduanas a la frontera fué Baviera (1807-08); en 1818 Prusia se rodeó de una aduana fronteriza y suprimió todas las interiores.
Aparte de la libertad de comercio interior, la ley prusiana vino a instituir, en lugar de las restricciones antiguas, el reconocimiento, en principio, de la libertad de comercio exterior. La tarifa a que este tráfico quedó sujeto señalaba derechos más bajos de los que aplicaba entonces cualquier gran Estado. El acuerdo de 1815 con Rusia dió por resultado un gravamen arancelario promedio de un 10 % del valor del producto; además, dicho tratado preveía una relativa libertad de comercio de tránsito para los súbditos polacos de ambos Estados. No obstante, la estructuración efectiva de los derechos aduaneros, fijados a base del peso, no respondió a aquel principio; antes bien tomó por base las antiguas tarifas de consumos (2).
A pesar de su liberalidad, los derechos estipulados por la tarifa prusiana de 1818 representaron un perjuicio para los Estados vecinos, especialmente los pequeños Estados alemanes, a causa de la vigilancia fronteriza que hubo que implantar para su aplicación. En 1822 el hessiano Cancrin, después de denunciar el tratado de 1815, estableció en Rusia una tarifa aduanera alta y, en parte, prohibitiva que se refería incluso a los polacos afectados por la constitución del Congreso de Viena. En el Este las condiciones hegemónicas se habían desplazado totalmente desde los días de Federico el Grande. Si entonces se habían presentado perspectivas
de una industria prusiana de exportación hacia el Este, ahora el bloqueo de la frontera rusopolaca hacía confluir a la Polonia rusa buena parte de la producción industrial de la Posnania. Lodz pasó a ocupar el lugar de Meseritz (3). Prusia, cuya política hasta aquel momento se había orientado preferentemente hacia el Este, vióse en el caso de ir a una unificación con los demás Estados alemanes por causa de la situación de sus nuevas provincias del Oeste germánico.
Tras no pocas dificultades Prusia logró atraer a su sistema aduanero a algunos pequeños países y «enclaves» rodeados por su territorio, cediéndoles una participación en los rendimientos financieros. En el número de dichos países figuran Schwarzburg-Sondershausen, Anhalt-Bernhurg (1823), Anhalt-Köthen y Anhalt-Dessau (1828). Unicamente no se acudió a este procedimiento con los grandes Estados centrales, celosos guardadores de su soberanía, los cuales se avinieron a formar parte de la Unión como miembros independientes que seguían en posesión del derecho de participar en la legislación y administración. La Unión aduanera siguió a las anexiones.
Prusia estableció dicha Unión con Hesse-Darmstadt en 1828. En el mismo año habían establecido un pacto idéntico Baviera y Württemberg, y por su parte Sajonia, Hannover, el Electorado de Hesse y 15 Estados menores se unieron formando la Unión comercial centroalemana. Esta institución, cuya alma fué Francfort, se introdujo entre los territorios de las otras dos Uniones con el único objeto de proteger a sus miembros contra las medidas exclusivistas de Prusia y asegurarles mejores condiciones en el caso de una posible anexión. Pero Prusia logró hacer fracasar aquellos propósitos. Gotha y Meiningen dieron su conformidad a la construcción de una carretera que debía enlazar las Uniones meridional y septentrional. El Electorado de Hesse, que se vió amenazado con la pérdida de su comercio de tránsito, adhirióse a la Unión prusiana después de haber sido modificada su constitución en 1832. Al año siguiente asociáronse las Uniones prusianohessiana y bávarowurttemburguesa, así como Sajonia y Turingia, para constituir la Unión aduanera alemana, en la cual entraron Baden y Nassau en 1835 y Francfort en 1836.
De este modo quedó creada para Alemania la unidad políticoeconómica que Colbert y la Revolución habían dado a Francia. Cierto que en sus comienzos no fué sino una asociación, de la que quedaron excluídas regiones considerables de Alemania. Hannover, Brunswick y Oldenburg se reunieron en 1834 en una Unión tributaria, de la cual salió Brunswick en 1841 para pasar a formar parte de la Unión aduanera. Se mantuvieron fuera de esta Unión las ciudades hanseáticas, que si bien acariciaban la idea de una Liga alemana de navegación, nada querían oír de su inclusión en la nueva Iínea de aduanas, recordando, como recordaban, el bloqueo continental.
De todos modos, la Unión aduanera creó un marco dentro del cual la técnica moderna pudo ayudar a Alemania a realizar una nueva fundamentación económica. El hinterland alemán, dominado en otros tiempos por Holanda, adquiría ahora su independencia. La separación de Bélgica fué un rudo golpe para la situación de los Países Bajos en la desembocadura del Rhin. Las vías férreas de las líneas renanas y de Colonia-Minden, al comunicar la Renania, con Amberes y Brema, dieron al traste con el monopolio holandés. Junto con Holanda, Alemania empezó a figurar entre las potencias marítimas.
En general, con la implantación de una constitución agraria e industrial libre coincidió la formación de grandes regiones económicas unitariamente administradas. Así, ya en 1789 los Estados Unidos habían suprimido los límites aduaneros existentes entre los diversos Estados. En Suiza la unificación aduanera hubo de vencer casi Ios mismos obstáculos que en Alemania. Si bien en 1813 se había establecido una aduana fronteriza como garantía de la neutralidad, Ias posibilidades que el tratado confederal de 1815 ofreció para su desarrollo quedaron sin consecuencias. Las antiguas aduanas Iocales y cantonales persistieron, y tampoco obtuvieron éxito los ensayos encaminados a crear una coyuntura por medio de convenios entre los cantones, como se había hecho en Alemania. AI acuerdo de represalias contra Francia (1823) se adhirieron únicamente 13 cantones y medio; los 8 y medio restantes, Zurich y Ginebra entre ellos, permanecieron al margen. Solamente la unificación política de 1848 hizo de la cuestión aduanera un problema confederal, de igual manera que en Italia fué también dicha unificación la que llevó al país a una unidad económica.
(1) M. LEHMANN, Stein, III, págs. 347, 393: ¡Abajo las aduanas interiores! ¡Aduanas confederales!
(2) R. V. DELBRÜCK, Lebenserinnerungen, II, pág. 80, TREITSCHKE, I, pág. 619.
(1) TREITSCHKE, III, págs. 475 y ss.— L. WEGENER, Der wirtschaftliche Kampf der Deutschen mit den Polen um die Provinz Posen, págs. 62 y ss.
El desenvolvimiento del capitalismo moderno