1.5. Inglaterra



En la Edad Media, la economía inglesa vióse obstaculizada, no solamente por las disensiones interiores, sino también por las exigencias de la Iglesia y la inseguridad de la sucesión dinástica. Ante todo, la política continental de los monarcas excedía las posibilidades del pueblo. Las luchas en torno a la corona de Francia absorbieron hasta tal extremo los recursos, que forzosamente se hubo de hacer grandes concesiones a los comerciantes extranjeros, hanseáticos e italianos, a cambio de sus préstamos monetarios. Los reyes les otorgaron múltiples privilegios con el fin de poder organizar sus finanzas con seguridad e independencia, sustrayéndose a la incómoda fiscalización del Parlamento. Por eso, hasta en pleno siglo XVI, una buena parte del comercio británico estuvo en manos de aquellos extranjeros.

La situación de Inglaterra se consolidó después de la guerra de las Dos Rosas, y en tiempos de Isabel pasó a ser una gran potencia protestante. Renuncióse a las conquistas continentales, ya que la reina hubo de acoplar todas sus fuerzas para imponer su autoridad a sus enemigos, tanto interiores como exteriores. Como Holanda, Inglaterra rompió las hostilidades contra España, y en 1588 la flota inglesa obtuvo sobre la española una victoria decisiva. Th. Gresham, el fundador de la Bolsa de Londres (1567) (1), logró emancipar a Inglaterra del mercado de Amberes en cuanto a necesidades monetarias, sustentándola sobre la potencialidad capitalista del propio país. Con la reforma de la moneda de 1560 habíase dado una sólida base al sistema monetario de Inglaterra. Fueron retiradas las antiguas monedas de escaso valor, y aunque las nuevas no pudieron sustraerse a los efectos de la desvalorización, el hecho es que Inglaterra dispuso, en adelante, de un módulo fijo de valores.

Las úItimas galeras de los venecianos habían abandonado Inglaterra ya en 1534 (2), y en 1578 quedaron anulados los privilegios del «Stahlhof» hanseático de Londres (3). Los ingleses tomaron en sus propios manos el comercio de Levante y de Alemania. Los almacenistas que habían venido exportando la lana inglesa al puerto de escala de Calais, fueron perdiendo cada vez más importancia ante Ios Merchant Adventurers, quienes instalaron su centro de exportación de los paños británicos, primero en Amberes, y más tarde en Hamburgo, la ciudad hanseática. La Compañía Rusa y la Africana, designadas por Scott como las primeras sociedades anónimas, fuero fundadas ya en 1553. A ellas siguieron en 1568 los privilegios a las empresas mineras de los Mines Royal y a las Mineral and Battery Works. También para la navegación en curso se fundaron sociedades, no faltando para ello la aportación de capitales de vastos círculos, ya que esta clase de negocio, con ser peligrosa, no dejaba de ofrecer grandes beneficios.

No obstante, el comercio y la industria no pudieron moverse con plena libertad bajo la protección del Poder británico, sino que hubieron de sujetarse a un riguroso control de la autoridad. En el Statute of Artificers, de 1562, fueron sustituídas las ordenaciones gremiales, hasta entonces estipuladas para cada ciudad en particular, por una legislación aplicable a todo el Reino. La dura condición, limitada a Londres, del aprendizaje de siete mitos antes de la concesión del título de maestro, quedó extendida a toda Inglaterra. El Gobierno creó unos órganos encargados de velar por la observancia de las disposiciones, por la calidad de las mercancías y por el salario de los obreros. El comercio exterior era, también allí, privilegio de ciertas Compañías ; quien quería practicarlo, debía asociarse a una de ellas y sujetarse a sus reglamentos, los cuales, como en las organizaciones gremiales municipales, restringían la competencia entre los miembros (regulated Companies), como los Merchant Adventurers, la Eastland Company, la Levante Company, o bienestipulaban la aportación de un capital común para el disfrute del privilegio (jointstock Companies). La Corona podía servirse de la capacidad financiera de aquellas Compañías privilegiadas; así vemos a Isabel forzando, principalmente a los Merchant Adventurers, pero también a la Compañía Rusa y a la Africana, a concederle empréstitos. Lfuerza impulsiva de la expansión británica basóse en la asociación del poder del Estado, puesto al servicio de los comerciantes nacionales, y de las sociedades mercantiles en su función de agentes de la Corona. Sus intereses más importantes se concentraron en el negocio de paños.

William Cecil, Lord Burleigh, Tesorero mayor en el reinado de Isabel, desde 1572 a 1598, logró instaurar en Inglaterra nuevas ramas de la industria por medio de la concesión de premios y de la atracción de forasteros, mineroalemanes y tejedores belgas. Francis Drake y Walter Raleigh pusieron los fundamentos a la expansión colonial inglesa (Virginia). Las crónicas de Raleigh de 1603 y 1618 ponen de manifiesto la superioridad de Holanda, todavía en aquel memento.

Bajo los primeros Estuardos implantóse un sistema de fomento Industrial y de explotación fiscal, especie de asociación de capitalismo y fiscalismo parecida a la que había existido entre los Habsburgos y los augsburguenses. Contra el pago de una cuota estipulada, la Corona concedía un monopolio al ideador de una combinación técnica o comercial. De este modo fué otorgado el monopolio de la explotación minera del estado a los fundidores del mismo, y así vemos aparecer sucesivamente los monopolios de la sal, del jabón y de los alfileres. Esas concesiones no sólo oran odiados por constituir un medio de proveer a la Corte de dinero sin la anuncia del Parlamento, sino que contra ellos clamaba además, y en primer término, la masa de los pequeños productores perjudicados por aquel privilegio, y en segundo el público, que veía aumentar continuamente el precio de las mercancías sin que mejorase por ello la calidad de las mismas. En 1601 y 1624 el Parlamento había ya manifestado su disconformidad con el sistema de monopolios, pero sus esfuerzos no salieron victoriosos hasta 1640, en que se comstituyó el «Parlamento largo». El resultado fué que, en el siglo XVIII, JohnSmith no pudo establecer en Inglaterra otros monopolios que los municipales, como el de los carniceros y losmercantiles coloniales, mientras que para los de la industria nacional hubo de seguir el ejemplo de Francia.

La Revolución inglesa fué motivada por impulsos religiosos y politicos. Económicamente, condujo a emancipar a los traficantes y productores de toda intervención de la autoridad. No obstante, también trajo consigo demandas sociales; bajo los Independientes victoriosos, alzáronse en 1649 los «niveladores» al grito de: «¡viva la libertad del pueblo! ¡viva el derecho del soldado. La libertad no consistía en el libre comercio, sino en el libre disfrute de la tierra, propiedad de todos. Y así comenzaron a cultivar Ia tierra común los poor diggers, los pobre cavadores de George Hill. En 1651 Winstanley, en su Law of freedom, dió forma a su idea, según la cual la libertad política debía conducir también a la económica. Para ello precisaba abolir el dominio del suelo mediante la supresión de la propiedad territorial. Unicamente el Estado podría comprar y vender en el extranjero. Establecería un almacén de materias primas y otro de artículos fabricados, y de ellos debería abastecerse el pueblo.

En su «Oceana» (1656), Harrington se lanza a la lucha contra el latifundismo. Sólo un crecido número de agricultores libres pueden, a su juicio, garantizar una constitución libre, puesto que la soberanía se inspira en la propiedad.

Entre los cuáqueros, John Bellers, en 1695, dió, la idea de un College of industry. Renunció a la denominación de workhouse (hospicio, casa de corrección), porque en ella prevalecía el concepto del castigo de los mendigos en aquel tipo de establecimientos. Su«casa de trabajo» debía albergar de 300 a 3000 personas, las cuales, a base de un sistema de producción lo más articulado posible, elaborarían todo cuanto fuese preciso para subvenir a sus necesidades, y aun algo más. La casa tendría cuatro alas: una para casados, otras dos para soltaros de uno y otro sexo, respectivamente, y la última para enfermos e inválidos. Las comidas se tomarían en común. En aquel mundo en pequeño, hábiles maestros formaan a los aprendices. Los pobres se ocuparían en trabajos de valor positivo; el trabajo debería ser la medida del valor.

Como vemos, la cuestión social era, en aquellos tiempos, un problema de labradores y de pobres. Por medio de la organización y la educación los pobres debían convertirse en obreros, y las tierras pasar a ser propiedad de los campesinos. Pero esas corrientes sociales hubieron de retroceder en la Inglaterra de aquella época. La gran propiedad rústica y las empresas capitalistas industriales y mercantiles tomaron, en la Gran Bretaña, las riendas de la vida económica.

Las revoluciones del siglo XVII socavaron la autoridad de las disposiciones de la época isabelina, pero el Commonwealth supo defender los intereses británicos exteriores con la misma energía qua la reina. En 1651 fué promulgada el Acta de Navegación, por la cual reservábase al pabellón inglés la importación nacional de otras partes de la Tierra, así como la navegación de cabotaje y de pesca, mientras que la importación de los países europeos únicamente podía verificarse por buques de las naciones de origen o británicos. Esta medida iba dirigida contra los holandeses, abastecedores a la sazón de un gran sector del comercio, incluso del inglés. En una ruda guerra naval, Cromwell consiguió forzar a Holanda a reconocer el Acta de Navegación, la cual fué considerada entonces como una medida de librecambio por el hecho de no establecer diferencia alguna entre los diversos barcos ingleses ni contener privilegios especiales para ningún grupo.

La acometida de Cromwell contra el imperio colonial hispano fracasó en1654 en Santo Domingo, dando comúnico fruto la conquista de Jamaica. Sin embargo, Blake derrotó a la flota española en las cercanías de Santa Cruz de Tenerife (1654). Cromwell intentó crear para el comercio británico una situación de monopolio en Portugal y Suecia.

En determinadas circunstancias, el absolutismo político se inclina a otorgar, en cuestiones económicas, una libertad mayor de la que confiere una soberanía parlamentaria, y sería erróneo pretender atribuir el progreso de Inglaterra exclusivamente a la revolución de 1688.

Pero también es absurdo el punto de vista que concede a los Estuardos el mérito principal en el florecimiento del país, criterio en el que coinciden, en común oposición contra las afirmaciones de la burguesía, los historiógrafos imperialistas (Cunningham) y los socialistas (Marx). Con razón Seely (Expansion of England) proclama a Cromwell fundador de la potencia marítima inglesa. La Restauración pudo sacar mucho partido de la política económica del Protector. Es cierto que las dificultades financieras del protectorado, que en 1657 llevaron a una renovación del privilegio de la Compañia de las Indias Orientales a cambio de determinadas prestaciones, fueron causa de que la vida industrial de Inglaterra no pudiera rehacerse sino con mucha lentitud de los trastornos de la guerra.

El Acta de Navegación impulsó la construcción naviera británica y, con ella, una de las bases de la potencia nacional, motivo que incitó a Adam Smith a ensalzarla; no obstante, el comercio inglés, que se servía en gran escala de los buques extranjeros y que no podía verlos reemplazados por otros de fabricación propia en el tonelaje suficiente, hubo de sufrir, al principio, del nuevo estado de cosas. Los ingleses hubieron de ceder a los holandeses el tráfico báltico, ruso y groenlandés, y en cuanto a las colonias no pudo pensarse de momento en la implantación del Acta, especialmentemientras Nueva Amsterdam no hubo sido arrebatada al poder de Holanda. Con todo, bajo la Restauración fué acentuándose, mientras el comercio con las colonias se sometía a disposiciones más y más severos. Por la Iey de 1660 las colonias podían remitir solamente a Inglaterra los productos tropicales, como el azúcar, el tabaco, el algodón, así como materiales paera la construcción de buques (enumerated articles), mientras que eran autorizados para exportar todas las regiones del mundo aquellas otras mercancías que pudiesen hacer competencia a los productos británicos, como eran el trigo, el alcohol, las salazones, etc. Por la Iey de 1663 las colonias no podían adquirir mercancías europeas sino a condición de pasar por puertos británicos. El Acta favorecía a las construcciones navales de las colonias tanto como a las de la misma metrópoli, pero el comercio colonial hubo de sentir sus limitacionescon mayor fuerza que el inglés, tanto más cuando las disposiciones se aplicaron más estrictamente. Esto no ocurrió sin embargo hasta el siglo XVIII. Por su parte Hamburgo en 1661 y Holanda en 1667 pudieron considerar como propias las mercancías procedentes del hinterland  alemán.

Bajo la Restauración, la suspensión, en 1672, de los pagos de Tesorería produjo una crisis entre los orfebres, a quienes era costumbre confiar la custodia del dinero desde que, en 1640, Carlos I había decretado el secuestro de los depósitos en la Torre. En 1661 Inglaterra, asociada con Portugal, obtuvo Tánger y Bombay, y en el curso del siglo la industria inglesa se desarrolló hasta crearse una técnica dominante aún en los últimos períodos del proceso de producción, como la tintorería en la industria lanera, por ejemplo.

En una notable estadística de 1689, Gregory King cuenta entre los que incrementan la riqueza del ps a 356.586 familias campesinas, en su mayoría quinteros y pequeños propietarios, pero también lores y eclesiásticos. El comercio se halla representado por 50.000 familias, 2.000 traficantes mayoristas ultramarinos catalogados como caballeros, 8.000 comerciantes de menor importancia distribuidos por el país, de situación algo inferior a la de los gentlemen, y 40.000 propietarios rurales. Al mismo nivel de éstos se cuentan 60.000 industriales y artesanos. Vemos, pues, la importancia dominante de la agricultura en la Inglaterra de la época, así como la escasa de la industria al lado del comercio. Mientras los funcionarios y los dedicados a profesiones liberales figuran entre los elementos productores de riqueza, hay 400.000 jornaleros campesinos y pobres, 364.000 obreros, 50.000 marineros y 35.000 soldados considerados como agentes de mengua da ella (Brentano, II, págs. 240-41).

Por muy enérgicamente que en el siglo XVII Inglaterra emulara a los Países Bajos, la economía británica no pudo conseguir a la de aquéllos hasta el ella en qua se realizó la unión política de ambos, mediante la gloriosa Revolución» de 1688, Revolución quo llevó al trono inglés a Guillermo III de Orange. Desde la Declaration of rights (1689), el centro de gravedad político radicaba en el Parlamento, cuya soberanía hacia posible una libertad de iniciativa como no se encontraba por entonces en otras monarquías. La econoa libre, empero, iba asociada con organizaciones capitalistas, como había ocurrido en Holanda a principios del siglo. En Inglaterra fueron adquiriendo cada día mayor importancia las joint-stock Companies, las sociedades anónimas (4).

Numerosas fueron las razones que movieron al capital a participar en esta forma en empresas arriesgadas. Al lado de las explotaciones de las diversas ramas del comercio exterior, la pesca, la navegación en corso, el salvamento de restos de naufragios, la fundación de colonias (Virginia Company, 1618), aparecieron las empresas mineras, las sociedades de abastecimiento de aguas, de mejoramiento de tierras, de explotaciones industriales (papel, hilo, vidrio, metales) y, finalmente, las sociedades bancarias y de seguros.

Entre las sociedades anónimas, tres sobresalieron de un modo especial: el Banco de Inglaterra, la nueva Compañía de las Indias Orientales y la Compañía del Pacifico. Un rasgo común a las tres era su asociación a las finanzas del Estado. Contra la aportación de capitales cuantiosos (1.200.000 libras esterlinas en 1694, 2.000.000 en 1698, 10.000.000 en 1711) concedióse a los acreedores, además del interés garantizado por determinados ingresos del erario, un privilegio especial: al Banco de Inglaterra el de la emisión de billetes, a la Compañía de las Indias Orientales el del comercio allende el Cabo de Buena Esperanza, y a la Compañía del Pacífico el del comercio en aguas sudamericanas.

Ya en Italia habían sabido poner a contribución el crédito de un Banco apoyado por el Estado, a fin de facilitar la circulación monetaria y la aportación de capitales. El Banco di Rialto, fundado en Venecia en 1587, no era más que un establecimiento de depósito al cual en 1593 se le confirió el privilegio de que todos los pagos de giros debían verificarse por su mediación. El Banco del Giro, abierto en 1619, empezó sin embargo con grandes garantías del Estado, cuyas obligaciones fueron utilizadas en los libros del Banco como medios de circulación por el mundo de los negocios.

Así, el Banco de Inglaterra, fundado en 1694, fué, contrariamente al de Amsterdam, no sólo un establecimiento de giro, sino también de crédito. El crédito que otorgaba se lo procuraba ante todo por medio de billetes, productores de interés al principio y nominativos; y pudo endeudarse hasta la cifra del capital prestado al Estado. Descontó giros, efectuó préstamos con interés y negoció con los metales nobles. En 1708 obtuvo el privilegio de que ninguna otra sociedad integrada por más de seis personas pudiese emitir billetes. Obligaciones comerciales a corto plazo constituyeron de antemano la garantía de los billetes no cubiertos en numerario. No obstante, las crisis, que ya en 1696 atravesó el Banco, pusieron claramente de manifiesto qua el verdadero sostén del establecimiento era el cdito oficial reforzado por el control del Parlamento. Este crédito oficial fué monetizado para el mundo mercantil, el cual, por su parte, lo sostuvo nuevamente al aceptar como medios de pago los billetes no cubiertos en efectivo. De esta manera el Banco de Inglaterra se caracteriza como una institución nacida de la asociación del mundo de los negocios y el Estado. El proyecto de Paterson triunfó sobre el de Chamberlain de un Banco territorial que, en interés de los tories, había de movilizar y monetizar la propiedad de la tierra por medio de préstamos hipotecarios. Andando el tiempo, desarrollóse el Banco de Inglaterra hasta convertirse en el más sólido pilar de la vida económica británica; llegó a ser el principal punto de apoyo del comercio y de la finanza, y uno de los elementos mas eficientes de expansión de la influencia inglesa (5).

La nueva Compañía de las Indias Orientales, fundada en 1698, formó en 1702 una comunidad administrativa con la antigua y se fusionó totalmente con ella en 1709. La empresa británica del siglo XVII no pudo equipararse a la holandesa, a pesar de lo cual Davenant calculaba, en 1697, que de los 2.000.000 de libras de beneficios reportados por la actividad comercial inglesa, correspondían 600.000 al tráfico de Ias Indias Orientales, 900.000 al de las restantes colonias y solamente 500.000 a la exportación, en particular la de paños. En el siglo XVIII Ia Compañía conquistó para Inglaterra el continente indio. La victoria de Lord Clive sabre el nabab de Bengala en las cercanías de Plassey (1757) y los éxitos de Warren Hastings, (1773-1785) procuraron a Inglaterra, en Oriente, el predominio no sólo sobre la influencia francesa, sino incluso sobre la holandesa. Para las circunstancias interiores de Inglaterra, la Compañía fué un factor importante (de modo análogo a como la Casa di San Giorgio lo había sido para Génova), por el hecho de que en ella se acreditaron elementos qua en la metrópoli se hallaban excluidos del régimen. Así como la Casa di San Giorgio fué una ayuda para la nobleza genovesa, así también la Compañía de las Indias Orientales cooperó a la exaltación de la clase media británica (6).

Tanto el Banco como la Compañía de las Indias Orientales parece como si se hubiesen propuesto eclipsar, durante algún tiempo, a la Compañía del Pacífico, creada en 1711. Es cierto que el privilegio del comercio con la América española no le suministró los esperados beneficios, ni siquiera cuando, terminada la guerra de Sucesión en España (1713), ésta traspasó a la Compañía inglesa el "Pacto de Asiento", por el cual adquiría la Compañía el monopolio, altamente productivo, del aprovisionamiento de esclavos negros a las colonias hispánicas. De tanto mayor envergadura fué el proyecto, concebido en 1719, de una transferencia de la totalidad de las deudas del Estado por medio de la Sociedad. Los planes de la Compía del Pacífico guardan íntima relación con los de Law en Francia. Law, que estaba influido por los procedimientos de la Compañía inglesa, ejerció a su vez influencia sobre ella s tarde. Desde febrero a julio de 1719, la Compañía del Pacífico se hizo cargo de los empréstitos de lotería; de julio a diciembre del mismo año, Francia vió los éxitos de Law una vez encargado de la Deuda pública del país. En diciembre de 1719 la Campañía del Pacífico se había asegurado la conversion de 31 millones de libras esterlinas de la Deuda nacional inglesa.

Mientras en Francia la empresa de Law se esforzaba por reunir y abarcar la totalidad de las fuerzas económicas del país, el éxito de la Compañía del Pacífico determinaba en Inglaterra la aparición de otras numerosas explotaciones, las South-Sea-Bubbles. Mediante la obligación de reducidos anticipos fundáronse sociedades pesqueras, compañías aseguradoras y otras para la industria textil y la agricultura. La confianza que en la inmensa mayoría de las gentes había despertado el poder del crédito posibili las creaciones más inconcretas y arriesgadas, y fué causa de que los cambios de todas las acciones se elevaran de modo fabuloso. No obstante, mientras Law veía subir el papel de su Compañía hasta 40 veces su valor inicial, la Compañía del Pacífico tomó sus medidas, en junio de 1720, para que el curso del alza de sus acciones no excediera del décuplo del importe nominal. Los valores circulantes de otras empresas, tales como la Royal African Company y la General Insurance, subieron relativamente mucho más.

Era evidente que los cambios, llevados a un alza vertiginosa por la fiebre de especulación qua se había apoderado de todos los círculos, no podrían sostenerse a la larga; precisaba situarlos al nivel de los intereses y beneficios reales. La misma Compañía del Pacífico impulsó ese proceso de desencanto al adelantarse a las demás empresas con el fin de asegurarse un monopolio sobre el afán agiotista del público. Esta actitud provocó una conmoción general que se dejó sentir en el curso de sus acciones, las cuales, cotizadas a 1000 en junio de 1720, descendieron a 400, y a 180 en septiembre.

Las crisis de la Compañía del Pacífico y de Law representaron la primera crisis internacional de importancia, debido a la cuantiosa participación del capital extranjero. La sociedad anónima, una nueva forma de constitución del capital, pareció abrir insospechados horizontes. La desilusión que había seguido a la quiebra fué tan fuerte que, mientras hasta entonces las gentes habían dedicado sus preferencias a la organización comercial de las empresas, los tiempos que siguieron inmediatamente a aquel hecho presenciaron una concentración en torno a los problemas de la técnica. En 1720 alcanzóse una de las cumbres del desarrollo comercial, la constitución de sociedades accionistas, tipo de explotación quo no fué ampliado e intensificado hasta que se hubieron impuesto los éxitos técnicos. De todos modos, como resultado de los años de gran especulación que fueron 1719 y 1720, quedó el robustecimiento de las organizaciones de tráfico capitalista, que eran las Bolsas de Londres y París, equiparadas ya a la Bolsa de Amsterdam.

Como haa ocurrido con el mercantilismo holandés, el británico reclamó tambn la libertad de tráfico únicamenten los casos en qua se trataba de suprimir obstáculos a la propia actividad; por lo demás, el mercado inglés debía ser de pertenencia exclusiva de los ingleses. Y como se procuraba intervenir sin el comercio español, buscóse la manera de alejar a los holandeses por medio del Acta de Navegación, y a los franceses acudiendo a las aduanas y prohibiciones de importación.

El temor a las mercancías francesas constituye el fondo de la doctrina de la baIanza comercial, representada en Inglaterra y celosamente defendida por Mun y otros. Era preciso asegurar a la industria nacional la mayor salida posible; en consecuencia, había que impulsar, no sólo el consumo interior, sino Ia exportación. La venta de artículos al extranjero significaba la afluencia de dinero al país, y, por consiguiente, la preponderancia de la exportación de productos era considerada como balanza comercial favorable. Muy distinto era el caso cuando se importaban s mercancías de las que se exportaban; entonces, no sólo la competencia del artículo extranjero dificultaba la venta del de fabricación nacional, sino qua el pago de su importe se llevaba el dinero del país, cola correspondiente debilitación de la economía. Bajo Colbert, Francia se había convertido en la primera nación industrial de Europa, y los artículos franceses eran del gusto de la población británica. Para contrarrestar aquella invasión, la industria inglesa reclamó y obtuvo la obstaculización de la importación francesa. So pretexto de que las exportaciones francesas a Inglaterra excedían en mucho a las inglesas a Francia, prohibióse en 1678 la entrada de artículos franceses manufacturados, o bien se los gravó con aranceles elevadísimos, mientras qua, de otro lado, se cerraban al adversario, mediante disposiciones prohibitivas, el mercado de materias primas británicas, especialmente el de la lana (1660) (7).

Cierto es que en Inglaterra este sistema proteccionista no se limitó a favorecer exclusivamente la industria. No menos debió Guillermo III su exaltación a los terratenientes, en cuyo favor fué promulgada la "ley de granos" (corn-law) de 1689, por la cual, cuando el precio del trigo no alcanzaba un determinado nivel, quedaba prohibida la importación y se estimulaba la exportación por medio de premios, mientras que en caso de carestía, suprianse éstos y se daban facilidades a la importación. Esta ley impulsó el cultivo de cereales, como el Acta de Navegación había impulsado la actividad marítima. Frente a las medidas tomadas por otros Estados, medidas que cambiaban para cada caso y que, por regla general, tendían a obstaculizar la exportación en interés de un abastecimiento más económico del mercado indígena, aquella ley fué considerada entonces, lo mismo qua el Acta de Navegación, como una medida de librecambio. La ampliación de posibilidades de valorización contribuyo al mejoramiento de los cultivos.

Las disposiciones unilaterales contra la importación de mercancías debían forzosamente provocar en el extranjero las réplicas correspondientes y, en consecuencia, dificultar la exportación del propio país. De ahí la necesidad de salvar esas limitaciones, ora por la fuerza, ora mediante pactos. Conceptuábanse convenientes los tratados qua incrementaban la exportación del país sin aumentar en la misma proporción las importaciones. El tratado de Methuen que Inglaterra estipuló con Portugal en 1703, correspondía a dicho ideal (8). Por dicho pacto el Reino lusitano se comprometía a abrir nuevamente su mercado a los géneros de lana ingleses, mientras Inglaterra gravaba los vinos portugueses en un tercio manos que los franceses. Como Portugal no se hallaba en condiciones de pagar con vino la totalidad de la importación británica, debía remitir el resto en dinero. El oro brasileño afluyó a Inglaterra, y ésta tuvo con Portugal una balanza comercial favorable.

Sin embargo, el mercado portugués no pudo reemplazar al francés; por eso los tories intentaron articular al tratado de paz con Francia de 1713, otro tratado comercial que hiciera posible una mayor libertad de tráfico entre ambos países y anulara las prohibiciones y gravámenes arancelarios que se habían ido acumulando en el curso dlos últimos cincuenta años de lucha. Pero la proposición, una de cuyas consecuencias debía ser la anulación del tratado de Methuen, fué rechazada, y así prolongóse hasta 1786 el sistema de enemistad comercial con Francia.

Walpole dió mayor desarrollo al proteccionismo mercantilista. El discurso de la Corona por él redactado en 1722 ensalza la ley de Cromwell de 1650 sobre fomento del comercio y constituye una réplica a la memoria de Colbert de 1664. Sirvióse en particular del reintegro de los derechos de aduana (draw-backs), que debían pagarse para las mercancías extranjeras que no se destinaban al consumo nacional, sino a la reexportación, lo cual no solamente representó una facilidad para el comercio, sino también un encubierto beneficio para la industria, ya que era muy frecuente que la prima de exportación excediera al arancel de importación y que no se considerara la identidad de la mercancíaEn ciertas ocasiones, esta clase de medidas servían simplemente para el soborno, para la obtención de mayorías parlamentarias gubernamentales.

A pesar de la unificación nacional, la política económica inglesa no favorecía a Escocia ni a Irlanda. Para poner término a la competencia escocesa, acudióse en 1707 a la inclusión de Escocia en la esfera de la economía inglesa; pero la competencia irlandesa fué sacrificada al poder del vencedor. Prohibió, a los ganaderos de Irlanda la importación a Inglaterra y el abastecimiento de las colonias (1670), siendo destruida su próspera manufactura lanera por un arancel prohibitivo de exportación sobre los tejidos de lana (1697). Ambas medidas afectaron precisamente a los residentes ingleses que habían esperado hallar en aquel suelo colonial condiciones favorables, y entre otras consecuencias tuvieron la de crearuna intensa exportación de contrabando de Iana a Francia.

En la guerra de los Siete Años Inglaterra consiguió vencer a Francia y arrebatarle el Canadá. Los frutos de la victoria, emparo, debían beneficiar ante todo a la metrópoli. Precisamente después de 1763 comenzó a aplicarse con mayor rigor el Acta de Navegación, dificultándose el comercio de las colonias con las Indias Occidentales e imponiéndose con, mayor rigor el privilegio de la Compañía de las Indias Orientales, incluso en las colonias. La posición de éstas con respecto a la metrópoli hubo de guardar una relación parecida a la existente entre la comarca y la ciudad en cuanto a la economía urbana. Las colonias debían proporcionar las primeras materias y, en este caso oportuno, productos semimanufacturados, mientras que la metrópoli se reservaba el acabado de las mercancías y se constituía en centro o emporio del comercio colonial. Por eso se prohibió la emigración de artesanos a las colonias así como el acabado de artículos de hierro. Las tierras ultramarinas no estaban autorizadas para fabricar ni un sero clavo dherradura.

Si bien Inglaterra defendió el libre cambio en el sentido de que, por el Acta de Navegación y las leyes sobre granos, extendió el círculo de beneficiarios s qua en todos los restantes países, en cambio el Parlamento dió al mercantilismo británico formas particularmente severas en la limitación del comercio exterior y en el trato a las colonias.

(1) J. W. BURGON, The life and times of Sir Thomas Gresham, 1519-79 (1839).

(2) G. SCHANZ, Englische Handelspolitik gegen Ende des MA. Leipzig, 1881, I, pág166.

(3) R. EHRENBERGHamburg und England im Zeitalter der Königin Elisabeth. Jena, 1896.

(4) EHRENBERG, Zeitalter d. Fugger, II, pág. 305; genaue Aufzählung und Geschichte der einzelnen Unternehmungen bei Scott.

(5) E. V. PHILIPPOVICHDie Bank von England im Dienste der Finanzverwaltung des Staates. Viena, 1885, gs. 37 y ss. S. ASGILL, Several assertions proved in order to create another species of money than gold and silver, 1696, propugna por un Banco territorial.

(6EHRENBERG, Ostindische handelsgesellschaften, im HWb StW, 3.ª ed., VI, pág. 961.

(7FLOHMANN, Die staatliche Regelung der englischen Wollenindustrie vom XV. bizum XVIII. Jh. Schmollers Forschungen XVIII, 1. Leipzig, 1900-S. FORTREY, On Englands Interest and Improvement, 1663, afirma que Inglaterra perdía anualmente contra Francia 1.600.000 libras.

(8) Ya Cromwell había concluido un tratado con Portugal en 1656. SCHORER, El Tratado de Methuen. Las buenas relaciones con Portugal redundaron en beneficio de la Compañía inglesa de las Indias Orientales, en perjuicio de la holandesa. MICHAEL, Cromwell, II, págs. 99, 136.

 1.6 Alemania e Italia