Robert Mundell
Publicado en Anuario El Mundo 2002: La Era del Euro (págs. 110-111).
El hecho de que el euro se haya convertido en realidad, es un suceso de lo más destacable. Que once países comparativamente avanzados, y alguno de ellos cabezas de antiguos imperios con monedas que se remontaban a un millar de años hayan decidido abandonarlas, a favor de un signo monetario continental común, es algo que no tiene precedentes en la historia monetaria universal. Adicionalmente, que el euro haya sido creado en medio de una gran oposición en Europa y en EEUU, hace que su nascencia represente todo un acontecimiento.
La oposición teórica y práctica al euro partía fundamentalmente de las aversiones sentidas en muchos casos frente a los tipos de cambio fijos entre monedas. Pero sería toda una sorpresa para las jóvenes generaciones, el darse cuenta de que a lo largo de la mayor parte de la historia, los tipos de cambio fijos fueron verdaderamente las regla, y los flotantes la excepción. En esa dirección, la gran mutación en las actitudes se produjo en 1971 cuando se abandonó el oro dentro del Sistema Monetario Internacional del FMI, consagrándose tal situación en 1973 cuando el patrón dólar/oro /cambios del Fondo se quebró definitivamente.
De ese modo se acabó con la disciplina monetaria, y los tipos de cambio flotantes pasaron a ser la regla, desatándose así la inflación a escala mundial; con precios desorbitados para el oro y el petróleo. De tal manera que el dólar se convirtió en la moneda dominante del mundo, con la consecuencia de que la indispensable integración monetaria de Europa emergiera como la alternativa más adecuada frente a los cambios flotantes. Y también como una política idónea para asegurar una buena posición a Europa en el futuro orden monetario internacional.
Con la llegada del euro, manejado por el Banco Central Europeo (BCE), todos los países de la Eurozona tienen una política monetaria mejor que la de antes. Hace todavía pocos años, Portugal, España, Italia y Grecia mantenían tipos de interés de dos dígitos; ahora están por debajo del 5%, con grandes ahorros presupuestarios a causa de esa bajada del coste del dinero.
Por otro lado, como la Eurozona es un área única, no hay oportunidades para errores en la mezcla de las políticas monetaria y fiscal. Los bancos centrales nacionales necesariamente tienen que mantener una actitud coordinada, consistente con los equilibrios de balanza de pagos, y también con el Pacto de Estabilidad y Crecimiento de la Eurozona, que pone límites muy estrictos al oportunismo fiscal. Esa claridad contrasta con los grandes errores cometido en el mix de políticas monetaria y fiscal por algunos países como Japón, que hoy tienen ingentes déficit presupuestarios, junto a una política monetaria que ha contribuido de manera más que lamentable a la persistencia de la depresión durante años.
También todos los países de la Eurozona puede decirse que tienen ahora una moneda de primera clase, que ya es parangonable a escala mundial con el dólar. El euro tiene más liquidez que ninguno de sus componentes originarios, a los cuales reemplaza con gran profundidad y flexibilidad. El tipo de cambio dólar/euro es el internacionalmente más citado en el mercado mundial, puesto que simplifica extraordinariamente la vida de los viajeros e inversores, al contribuir a una máxima transparencia de precios en Europa que no se recordaba desde los tiempos del Patrón Oro.
Otra gran ventaja de la moneda única consiste en que han eliminado los movimientos altamente especulativos de capital en la Eurozona, teniendo como consecuencia una fuerte disminución de la actividad dedicada a fondos de cobertura (hedging). Como igualmente contribuye la moneda única a una mayor disciplina salarial, al frenarse la espiral precios-salarios, desde el punto y hora en que los sindicatos se convencen de que los grandes aumentos salariales ya no son factibles al desaparecer la posibilidad de las devaluaciones competitivas.
Incluso los alemanes están obteniendo ventajas de la Eurozona, pues con anterioridad a la creación del euro, el DM [marco alemán] representaba una tendencia persistente a apreciarse de manera considerable, muy por encima de su paridad de poder de compra. Ahora, el declive del DM, ya dentro del euro, es una buena noticia, porque es necesario enfrentarse a la desaceleración global y a los efectos depresivos que en la economía planetaria está teniendo el ataque terrorista a EEUU del martes negro del 11 de septiembre, que ha significado una especie de impuesto universal a favor del propio terrorismo.
A mayor abundamiento, el BCE asegura políticas macroeconómicas correctas dentro de la Eurozona, si bien es preciso destacar que estando como está coordinada la política monetaria dentro de ella, todavía es muy débil la coordinación en el área fiscal. Así las cosas, en EEUU es más sencillo para el Gobierno Federal promover un paquete de estímulos a fin de compensar la desaceleración global, de lo que sería tal propósito en Europa. En esa línea, sería un buen comienzo para la UE que se estableciese una versión made in Europe, del Consejo de Asesores Económicos del Presidente de EEUU.
Con todo, la Unión Monetaria, siendo un gran avance, no es la panacea. Entre otras cosas, porque en las últimas décadas Europa se ha provisto de una gran masa de regulaciones excesivas, distorsiones fiscales, y subsidios de todas clases, que ha contribuido a aumentar el desempleo más allá de lo que es social y eficientemente aceptable; reduciendo el crecimiento económico por debajo de su potencial, y dificultando la penetración de la Nueva Economía basada en la información y en la tecnología. A ese respecto, la UE sólo podrá alcanzar su potencial si adopta medidas de política del lado de la oferta, para restaurar la salud de su sector privado.
¿Y qué decir de la expansión de la Eurozona? Sinceramente, tengo la esperanza de que los otros Estados miembros de la UE se unirán a ella muy pronto. La adición del Reino Unido, Suecia y Dinamarca, supondrá así un mayor peso para el euro en la economía mundial. Y evitará la confusión institucional de Europa a dos velocidades. En cuanto a las naciones actualmente en proceso de adhesión a la UE, el euro representa para ellas un reto y una oportunidad; porque una vez en vigencia la moneda común, ésta ha de ser aceptada por los nuevos socios con todas las implicaciones de un Tratado, el de Maastricht, que fue hecho hace ya casi diez años.
Para 2012 podría haber 27 países en la Eurozona, con una población próxima a los 500 millones de personas, y un PIB potencial de un 30 por 100 mayor que el de EEUU. En ese momento, la demanda de euros para las reservas internacionales de los bancos centrales, podrá compararse con la de dólares. Lo cual llevará a la coordinación de las políticas monetarias europea y norteamericana, a fin de evitar una fluctuación salvaje en el tipo de cambio entre ambas valutas.