Frederic Bastiat

El robo por medio de las primas

Se cree que mi libro de los sofismas es demasiado te�rico, cient�fico, metaf�sico. Est� bien: ensayemos hacer algo del g�nero trivial, banal, y si es preciso brutal. Convencido de que el p�blico es enga�ado en materia de protecci�n, he querido prob�rselo. Prefiero que se les grite; pues vociferemos:

�Orejas tiene de pollino Midas!

Una explosi�n de franqueza vale a menudo m�s que los rodeos m�s pol�ticos. Os recuerda a Orente; y lo mal que hace el mis�ntropo, a pesar de su misantrop�a, en convencerle de su locura.

Alceste Se expone a representar un papel poco halag�e�o.

Orente. �Quer�is con eso decirme que hago mal cuando pretendo?...

Alceste. No digo tal m�s...

Orente �Acaso escribo mal?

Alceste No digo eso, pero...

Orente. Pero no puedo saber aquello que en mi soneto?...

Alceste. Francamente, s�lo sirve para echarlo a un basurero.

Francamente, buen p�blico, se te roba. Esto es duro, pero es claro.

Las palabras hurto, hurtar, ladr�n parecer�n de mal gusto a muchas personas. Pero les preguntare como Harpagon a Elisa: �Es el nombre, o el objeto, lo que os causa miedo?

�Cualquiera que ha sustra�do fraudulentamente duna cosa que no le pertenece, es reo de hurto, (vol.) (C. pen. art. 379).

�Hurtar o robar (voler). Tomar furtivamente o por fuerza. (Dictionnaire de l'Acad�mie.)

�Ladr�n (voleur.) El que exige m�s de lo que se le debe (Id.)

As�, pues, el monopolizador que seg�n la ley hecha por �l me obliga a pagarle 20 francos por lo que en otra parte podr�a obtener por 15 �no me sustrae fraudulentamente 5 francos que me pertenecen? �No exige m�s de lo que se le debe? Sustrae, toma exige, se dir�, pero no furtivamente o por fuerza, que es lo que caracteriza al hurto. �Hay algo m�s oculto que los boletines de contribuciones se encuentran sobrecargados en 5 francos, por la prima que el monopolizador sustrae, toma o exige, puesto que son tan pocos los que siquiera se lo figuran? Y �hay algo m�s forzado para aquellos que no son enga�ados, si a la primera negativa tienen el alguacil o la puerta?

Por lo dem�s, pierdan el miedo los monopolizadores. El que roba por medio de las primas o de la tarifa, si bien es cierto que viola la equidad tanto como el que roba a la americana, no viola sin embargo la ley; por el contrario, roba en su nombre: es m�s criminal, pero no tiene que temer nada de la correccional.

 

Por otra parte, de grado o fuerza, todos somos en este asunto ladrones y robados. Por m�s que el autor de este escrito grite �Ladrones,� cuando compra, puede grit�rsele lo mismo cuando vende; si difiere de muchos de sus compatriotas, es solo en que sabe que pierde en el juego m�s de lo que gana, y ellos no lo saben; o si lo supieran, pronto concluir�a el juego.

Por �ltimo, no me vanaglorio de haber sido el primero que haya restituido su verdadero nombre a las cosas. hace ya m�s de sesenta a�os que Smith dec�a: �Cuando se re�nen los artesanos puede creerse que va a urdirse una conspiraci�n contra los bolsillos del p�blico.� Y puesto que el p�blico no hace ning�n caso, �debemos admirarnos de que se lleve a efecto?

Ahora bien: una asamblea de artesanos delibera oficialmente bajo el nombre de consejos generales. �Que pasa en ella y que se resuelve?

He aqu� muy compendiada el acta de una sesi�n.

Un armador. Nuestra marina est� expirando. Esto no es sorprendente porque no puede construir sin hierro: es cierto que le halla a 10 francos en el mercado del mundo; pero el herrero franc�s me obliga en nombre de la ley a pagarle 15 francos: son, pues, 5 francos que me sustrae. Pido la libertad de comprar donde m�s me acomode.

Un herrero. En el mercado del mundo puedo conseguir transportes a 20 francos; apoyado en la ley el armador me exige 30; son, pues, 10 francos que me coge. El me roba, yo le robo; ande la bola.

Un estadista. La deducci�n del armador es muy imprudente; �oh! conservemos la pat�tica uni�n que constituye nuestra fuerza; si le quitamos una jota a la teor�a de la protecci�n, adi�s toda la teor�a.

El armador. Pero con nosotros ha fallado la protecci�n; repito que la marina est� expirando.

Un marino. Pues bien, subamos el sobreimpuesto, y que el armador que toma 30 al p�blico por su flete, le tome 40.

Un ministro. El gobierno llevar� hasta sus �ltimos l�mites el bello mecanismo del sobreimpuesto; pero temo que eso no baste.

Un funcionario. Henos aqu� todos parados por muy poca cosa: �No hay salvaci�n sino en la tarifa! y �olvid�is el impuesto? Si el consumidor es ben�volo, el contribuyente no lo es menos. Abrum�mosle de impuestos y que quede satisfecho el armador. Propongo que se tomen 5 francos de las contribuciones p�blicas por cada quintal de hierro que emplee el constructor, y que se le entregue por v�a de prima.

Voces confusas. Apoyado, apoyado!

Un agricultor. 3 francos de prima para m� por cada hectolitro de trigo.

Un tejedor. 2 francos para m� por cada metro de lienzo, etc.

El presidente. Estamos da cuerdo; nuestra sesi�n habr� creado el sistema por medio de las primas, y esta ser� su gloria eterna. �Que industria perder� en lo sucesivo, puesto que tenemos dos medios tan simples de convertir las p�rdidas en ganancias, la tarifa y la prima?�Se levanta la sesi�n.

Es necesario que alguna visi�n sobrenatural me haya mostrado en sue�o la pr�xima aparici�n de la prima, (quien sabe si acaso he sugerido la idea de M. Dupin) cuando hace algunos meses escrib�a estas palabras:

�Me parece evidente que la protecci�n habr�a podido tomar la forma de una contribuci�n directa, cobrada con anticipaci�n por el Estado y distribuida en primas indemnizadoras a las industrias privilegiadas.�

Y despu�s de haber comparado el derecho protector con la prima:

�Confieso francamente que prefiero el segundo: me parece m�s justo, porque si la sociedad quiere hacer regalos a uno de sus miembros, todos deben contribuir; m�s econ�mico, porque evitar�a muchos gastos de recolecci�n, y har�a desaparecer muchas trabas; m�s leal, en fin, porque el p�blico ver�a claramente esas operaciones, y sabr�a lo que se le obliga a hacer.

Puesto que se nos presenta la ocasi�n de un modo tan oportuno, estudiemos el robo por medio de las primas, y como lo que puede decirse de �l se aplica al robo por medio de la tarifa, y este �ltimo est� un poco m�s disfrazado, el raterismo directo ayudar� a comprender el raterismo indirecto. El raciocinio procede as� de lo simple a lo compuesto.

�Pero qu�! �no hay alguna variedad del robo todav�a m�s simple? S�; hay el robo de camino real; no falta m�s que ser legislativamente monopolizado, o como se dice hoy, organizado.

Ahora bien, he aqu� lo que le� en una relaci�n de viajes:

�Cuando llegamos al reino de A*** se dec�a que todas las industrias padec�an. La agricultura gem�a, las f�bricas se quejaban, el comercio murmuraba, la marina refunfu�aba, y el gobierno no sab�a a quien atender. Al principio tuvo la idea de establecer una fuerte contribuci�n sobre todos los descontentos, y distribuir entre ellos su producido, despu�s de haber tomado su parte por supuesto. Esto se hubiera parecido algo a lo que pasa en Francia. Como quiera que sea, por b�rbaro que fuese el pa�s, el gobierno no contaba enteramente con la estupidez de los habitantes, para hacerles aceptar tan extraordinaria protecci�n, y he aqu� lo que imagin�.

El pa�s estaba atravesado por caminos. El gobierno hizo medirlos exactamente, y despu�s dijo al agricultor: �Todo lo que puedas robar al que pase entre estos dos l�mites es tuyo: que eso te sirva de prima, de protecci�n, de est�mulo.� Despu�s asign� a cada artesano, a cada armador, una parte del camino, para que la explotara seg�n esta f�rmula:

dono tibi et concedo

Virtutem el protentiam

Hurtandi,

Robandi,

Pillandi,

Estafandi,

Et agarrandi,

Impune por totam istam

Viam.

�El resultado ha sido que los naturales del reino de A*** est�n hoy tan familiarizados a no tomar en cuenta sino lo que roban y no lo que les roban, tan profundamente afectos a no considerar el pillaje sino bajo punto de vista del que pilla, que miran como un provecho nacional la suma de todos los robos particulares, y no quieren renunciar a un sistema de protecci�n, sin el cual, dicen, no hay industria que pueda bastarse a s� misma.�

�Os admir�is! No es posible que todo un pueblo convenga en ver un aumento de riqueza en lo que los habitantes se roban unos a otros!

�Y por que no? La misma convicci�n tenemos en Francia, y todos los d�as organizamos y perfeccionamos el robo rec�proco, con el nombre de primas y tarifas protectoras.

Sin embargo, no exageramos nada: convengamos en que bajo el aspecto del modo de percepci�n y en cuanto a las circunstancias colaterales, el sistema del reino de A*** puede ser peor que el nuestro; pero digamos tambi�n que en cuanto al principio y a los efectos necesarios, no hay un �tomo de diferencia entre todas estas especies de robos legalmente organizados para dar suplementos de ganancias a la industria.

Advertid tambi�n que si el robo de camino real ofrece algunos inconvenientes en su ejecuci�n, tiene tambi�n ventajas que no se encuentran ene l robo por medio de la tarifa. Por ejemplo: en el primero se puede hacer una equitativa repartici�n entre todos los productores; no sucede lo mismo con los derechos de aduana. Estos, por su naturaleza, no pueden proteger a ciertas clases de la sociedad, tales como artesanos, letrados, togados, militares, trabajadores, etc.

Es cierto que el robo por medio de las primas se presta a subdivisiones infinitas, y bajo este aspecto no cede en perfecci�n al robo de camino real; pero por otra parte, conduce a menudo a resultados tan raros, tan extravagantes, que los naturales del reino de A*** podr�an mofarse de �l con much�sima raz�n.

Lo que en el robo de camino real pierde el robado, lo gana el ladr�n; por lo menos el objeto robado queda en el pa�s; pero bajo el imperio del robo por medio de las primas; lo que el impuesto sustrae a los franceses, se da a menudo a los chinos, a los cafres, a los hotentotes, a los algonqu�es, y he aqu� de que manera.

Una pieza de pa�o vale cien francos en Burdeos, siendo imposible venderla m�s barata sin perder, y siendo tambi�n imposible venderla m�s cara, porque la concurrencia entre los comerciantes se opone a ello. Si en estas circunstancias se presenta un franc�s a adquirirla, es necesario que pague cien francos o se queda sin ella. Pero si es un ingl�s el que se presenta, interviene el gobierno, y dice al mercader: Ven de tu pa�o; yo hare que los contribuyentes te den veinte francos. El comerciante que no quiere ni puede sacar m�s que cien francos por su pa�o, lo vende al ingl�s en ochenta, y esta suma unida a los 20 francos, producto del robo por medio de la prima, hace justamente su cuenta. Es, pues, exactamente lo mismo que si los contribuyentes hubiesen dado 20 francos al ingl�s, con la condici�n de que comprase pa�o franc�s con 20 francos de rebaja, a 20 francos menos que los costos de producci�n, a 20 francos menos de lo que nos cuesta a nosotros mismos. As�, pues, el robo por medio de las primas tiene la particularidad de que los robados est�n en el pa�s que le toleran, y los ladrones diseminados por la superficie del globo.

Es ciertamente milagroso que se persista en tener por demostrada esta proposici�n:� Todo lo que el individuo roba a la masa es una ganancia general. El movimiento perpetuo, la piedra filosofal, la cuadratura del c�rculo, han ca�do en olvido; pero la teor�a del progreso por el robo conserva todav�a su puesto. A priori sin embargo, hubiera podido creerse que de todas las puerilidades, �sta ser�a la que menos durar�a.

Hay algunos que nos dicen: �Sois, pues, partidarios del Dejad pasar? economistas de la caduca escuela de los Smith y los Say �No quer�is pues, la organizaci�n del trabajo? �Cuidado, se�ores! organizado el trabajo como quer�is; pero nosotros cuidaremos de que no organic�is el robo.

Otros m�s numerosos repiten: Primas tarifas, todo eso ha podido ser exagerado; es preciso usar de ellas sin abusar. Una sabia libertad combinada con una moderada protecci�n, he aqu� lo que reclaman los hombres graves y pr�cticos. Guard�monos de los principios absolutos.

Esto es precisamente lo que seg�n aquel viajero se dec�a en el reino de A***. �El robo de camino real, dec�an los sabios, no es mi bueno ni malo; puede ser lo uno o lo otro seg�n las circunstancias. No se trata m�s que de pesar bien las cosas y de pagarnos bien a nosotros, funcionarios, por el trabajo de pesarlas. Tal vez no se le ha dejado bastante. Veamos, examinemos, pesemos en la balanza las cuentas de cada trabajador. A los que no ganan bastante le daremos un poco m�s de camino que explotar; a los que ganan mucho les disminuiremos las horas, d�as o meses de pillaje.�

Los que hablaban as� adquirieron una gran fama de moderaci�n, de prudencia y de sabidur�a; no dejaron nunca de llegar a lo m�s a los empleos del Estado.

En cuanto a los que dec�an: �Reprimamos las injusticias y las fracciones de injusticia; no suframos ni robo, ni medio robo, ni cuarto de robo�, pasaban por ide�logos, ilusos, fastidiosos, que repet�an siempre lo mismo, por otra parte, el pueblo juzgaba que sus raciocinios estaban muy a su alcance. �Hay alg�n medio para creer cierto lo que es tan sencillo?


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