Amartya K. Sen
Prólogo
Mucho me honra tener la oportunidad de
dirigirme a ustedes en esta prestigiosa conferencia. Me place también que el
Banco Interamericano de Desarrollo haya decidido tratar el tema de “invertir
en la infancia” en su asamblea anual”.[1] Este es un tema
trascendental que, por alguna razón u otra, ha sido descuidado. Es importante
no sólo examinar las necesidades de inversión en la niñez sino también
hacerlo en una forma conceptualmente adecuada.
Es así que comienzo con la pregunta
elemental: ¿Qué es “el desarrollo”? He tratado de argumentar en otras
ocasiones que el proceso de desarrollo puede considerarse como una ampliación
de la libertad humana.[2]
El éxito de una economía
y de una sociedad no puede separarse de las vidas que pueden llevar los
miembros de la sociedad. Puesto que no solamente valoramos el vivir bien y en
forma satisfactoria, sino que también apreciamos el tener control sobre
nuestras propias vidas, la calidad de la vida tiene que ser juzgada no
solamente por la forma en que terminamos viviendo, sino también por las
alternativas substanciales que tenemos. Para ilustrar esta distinción,
consideremos a una persona que cada día levanta cargas muy pesadas. Por
ejemplo, al evaluar la calidad de vida de esta persona, tenemos que examinar
si lo está haciendo por su propia elección (con otras alternativas a la
mano) o si está siendo forzada a hacerlo bajo la coerción de, digamos, algún
forzudo capataz de esclavos. Ello haría diferencia.
Ya que la evaluación de la libertad puede ser
susceptible tanto a lo que hace una persona
como a las alternativas que tiene, la libertad proporciona una
perspectiva más amplia al juzgar la ventaja humana, y por medio de ella,
evaluar el éxito social.[3]
Este es el razonamiento básico
que proporciona la base para considerar “el desarrollo como libertad”.[4]
El enfoque sobre libertades humanas contrasta
con las perspectivas más estrechas sobre el desarrollo, tales como aquellas
que identifican el desarrollo con el crecimiento del producto bruto nacional,
o con la ampliación del comercio, o con la industrialización, o con el
avance tecnológico. El crecimiento del PNB, o de las industrias, o de la
tecnología, puede, por supuesto, ser muy importante como medio
de ampliar las libertades de los miembros de la sociedad. Pero las libertades
que la gente disfruta dependen también de otros factores determinantes, tales
como las instituciones sociales y económicas (por ejemplo, las instalaciones
para la educación y el cuidado de la salud), así como también los derechos
políticos y civiles (por ejemplo, la libertad de participar en la discusión
y el escrutinio públicos). Ver el desarrollo en términos de la ampliación
de las libertades substanciales dirige la atención hacia los fines que hacen
al desarrollo importante, en vez de simplemente hacia algunos de los medios
que, entre otros, cumplen un papel importante en el proceso.
Al usar esta perspectiva amplia, podemos
examinar el papel particular de la inversión en la niñez. Ese papel tiene
muchas características y aspectos distintos, y es importante separar las
formas diferentes en las cuales ese papel puede ser importante para reforzar
la libertad humana, y por medio de ello, avanzar el desarrollo. En estos
tiempos, frecuentemente escuchamos que debemos asumir un punto de vista “holístico”,
pero el tema requiere también distinciones analíticas y diferenciaciones empíricas.
El conjunto puede ser más que la suma total de las partes pero tenemos que
tener muy en claro cuáles son las partes antes de evaluar el conjunto.
La primera, y tal vez la más elemental conexión entre la inversión en la niñez y el desarrollo pasa por la mortalidad infantil. Aquí hay dos cuestiones: 1) la posibilidad empírica de reducir la mortalidad de menores de 5 años (incluida la mortalidad infantil) mediante inversiones públicas y privadas, y 2) la pertenencia de la reducción de la mortalidad de menores de 5 años para el desarrollo. Respecto al primer punto, la existencia de relaciones empíricas muy sólidas entre la inversión y la reducción de la mortalidad está ampliamente confirmada por la regularidad observada de que las inversiones en nutrición, inmunización, cuidado infantil, etc., reducen en forma radical la tasa de la mortalidad de menores de 5 años cuando esa tasa es, comparativamente hablando, alta. En efecto, las experiencias en diversas partes del mundo, desde Europa al Japón, muestran cómo pueden ser muy efectivas las inversiones en estos sectores, inclusive aquellas aún bastante pequeñas. También los logros de las políticas nacionales en la reducción de la mortalidad infantil han sido substancialmente suplementados en años recientes por intervenciones sistemáticas de organizaciones internacionales como UNICEF y la OMS.
Si la cuestión anterior (la conexión empírica)
está bien establecido, la cuestión siguiente (la evaluación) debería también
ser bien reconocido. En realidad, la importancia de la reducción de la
mortalidad en la evaluación de los logros del desarrollo es aceptada mucho más
ampliamente ahora, que lo que era hace apenas una década o dos. Como alguien
que por muchos años ha tratado de abogar en favor de la importancia de la
reducción de la mortalidad como una parte constitutiva
del desarrollo,[5] me satisface informar que la oposición a reconocer esta importancia
constitutiva parece estar desintegrándose ahora, al menos en el nivel práctico.
Los Informes sobre el Desarrollo Humano de
Mahbub ul Haq que comenzaron como una rebelión contra las medidas aceptadas
del desarrollo (el primer informe fue en 1990), se han convertido
recientemente en un elemento corriente dentro del grupo establecido de la
literatura del desarrollo. Si bien no todos concuerdan con la importancia de
esta perspectiva, y en algunos textos aún se despliega una terquedad
desafiante en la tendencia de distinguir tajantemente entre “el desarrollo
humano”, de un lado, y simplemente “el desarrollo”, del otro (cómo si
el último considerase el bienestar de los elefantes y chimpancés, además
del de los humanos). Pero en la literatura práctica sobre el desarrollo, el
aumento de la expectativa de vida y la reducción de la mortalidad son tomados
ahora en cuenta regularmente, como parte integral de la contabilidad del
desarrollo entendido en forma amplia. Aparte de lo que podamos pensar de
medidas agregadas tales como el “índice del desarrollo humano”, que no
pueden ser sino defectuosas (como habrá de serlo cualquier representación de
un vector complejo de logros por medio de un solo número), el tema de vida o
muerte está ahora bien establecido en la literatura del desarrollo.
Sin embargo, el tema no es sólo de aceptación
contable, sino también de claridad conceptual sobre cómo el desarrollo puede
ser visto como un proceso consolidado de ampliación de la libertad humana, y
por qué la reducción de la mortalidad de menores de 5 años (y el
correspondiente alivio de estos) pueden ser sólidamente colocados en el
centro de este entendimiento integrado. El reducir la mortalidad evitable
puede ser, en sí mismo, una contribución importante al proceso del
desarrollo, ya que la muerte prematura es una negación básica de la libertad
más elemental de los seres humanos. Esto no es sólo debido a que nosotros
valoramos, y tenemos razones para valorar, el vivir un período normal de vida
(esto está bien reflejado en el razonamiento que usamos una vez que somos lo
suficientemente adultos para razonar), pero también debido a que la mayoría
de las cosas que queremos hacer se facilitan por el hecho de estar vivos. Uno
tiene que ser “vivo” en vez de “muerto” para poder lograr muchas de
las cosas que nosotros valoramos alcanzar. Vivir no sólo es divertido, sino
también facilita grandemente las cosas que queremos alcanzar.
Este punto elemental, si bien es
suficientemente obvio, merece ser reconocido explícitamente en esta
conferencia. El tema de esta conferencia es muy amplio pero puede ser reducido
en forma arbitraria si nuestra perspectiva fuese el concentrarse solamente en
la pobreza vista como los ingresos bajos. En verdad, el imperativo de
“romper el ciclo de la pobreza” puede ser interpretado por algunos como
que es principalmente una orden de batalla para luchar contra la perpetuación
de los bajos ingresos, pero esta interpretación tendría el efecto de reducir
en forma significativa el alcance y la relevancia del tema de esta
conferencia.
La mortalidad de menores de 5 años, que aún
reclama una cantidad sorprendente de vidas, tiene que ser vista como un
empobrecimiento en sí misma. El cuidado de la salud, la educación pública,
el garantizar el derecho a la alimentación, y otras medidas que ayuden a
poner fin al ciclo de este empobrecimiento básico deben tener un lugar
central en un planteamiento integrado, y las morbilidades y sufrimientos
asociados con la elevada mortalidad de menores de 5 años también merecen la
atención pública. Estas aflicciones representan también violaciones a la
libertad de los más jóvenes para vivir de manera que ellos puedan disfrutar
y apreciar.
Tras señalar la relevancia inmediata de la
salud y de la supervivencia de la niñez en una perspectiva de desarrollo,
permítanme tornar hacia las conexiones entre la niñez y la edad adulta. En
su insinuante libro The Twelve Who Survive (Los doce que sobreviven),
Robert Myers ha planteado plausiblemente que nosotros no podemos estar
preocupados únicamente por la prevención de la mortalidad de los niños,
sino también debemos concentrarnos en “fortalecer programas de desarrollo
de la infancia” para una vida más plena de los niños.[6]
Mejorar la calidad de vida de los niños, influenciada por la educación,
la seguridad, prevención de traumas, etc., puede ser una parte crucial del
desarrollo.
En efecto, la calidad de la niñez tiene
importancia no sólo para lo que pase en la niñez sino también para la vida
futura. Las inversiones para la infancia “son importantes por su propio
derecho debido a que ellas abren el camino para toda una vida de mejor salud,
desempeño mental
y físico, y productividad” como lo señala
Enrique Iglesias, el Presidente del Banco Interamericano de Desarrollo, quien
añade que “las inversiones apropiadas pueden llevarnos lejos para
minimizar, y aun prevenir, una serie de otros problemas económicos y
sociales, que van desde la delincuencia juvenil hasta la maternidad
adolescente y la violencia doméstica y social”.[7]
Las capacidades de que disfrutan los adultos
están profundamente condicionadas a su experiencia como niños. Nuevamente
aquí debemos distinguir entre los diferentes elementos de esta imagen
interconectada. Las inversiones en educación y otros aspectos de las
oportunidades existentes durante la niñez pueden mejorar las capacidades
futuras en formas muy distintas. Primero, pueden hacer directamente que las
vidas de los adultos sean más ricas y menos problemáticas ya que una niñez
segura en la etapa preparatoria puede aumentar nuestra habilidad para vivir
una buena vida. Existe abundante evidencia psicológica-social que sugiere
esto.
Segundo, además de ese “efecto directo”
en la capacidad para vivir una buena vida, la preparación y la confianza
durante la niñez también contribuyen a la habilidad de los seres humanos
para ganarse la vida y ser económicamente productivos.
Las vidas de los adultos son enriquecidas por medio de estos ingresos y
recompensas económicas. Dado que eso a su vez influencia las vidas de sus niños
y sus futuras vidas adultas, aquí hay un
problema de transmisión acerca del cual el Banco Interamericano de Desarrollo
ha estado muy preocupado recientemente (a juzgar por la literatura que he
tenido la oportunidad de leer).
Esta relación, que puede ser llamada la
“conexión económica indirecta”, complementa ampliamente la fuerza del
“efecto directo” de la calidad de la niñez sobre las vidas y aptitudes de
las personas al llegar a ser adultos. Esta conexión es importante en general,
pero es especialmente seria en el contexto específico de los hogares
encabezados por mujeres y las familias sostenidas por mujeres.[8]
La
conexión económica indirecta tiene que ser un área de investigación
concentrada y acción en los próximos años.
La tercera conexión es también indirecta,
pero se relaciona con los vínculos sociales,
que pueden extenderse más allá de los puramente económicos. Nuestra
habilidad para vivir con otros, para participar en actividades sociales, y
para evitar desastres sociales, está también profundamente influenciada por
las aptitudes que adquirimos como niños. Sabemos algo acerca de estas
relaciones sobre la base de la literatura existente, pero este es un campo en
el que se necesita todavía hacer mucha investigación social y psicológica.
La acción concertada para mejorar las capacidades sociales requiere mucho más
atención de la que ha recibido en la corriente principal de la literatura del
desarrollo.
Hay una cuarta conexión, de carácter político. El éxito de una democracia depende de la participación
de los ciudadanos y este no es solamente un asunto de “reacción visceral”
sino también de preparación sistemática para vivir como ciudadanos activos
y deliberantes. Estos temas han sido recalcados por diversos observadores políticos
como Habermas, y más recientemente Robert Putnam, entre otros.[9]
La conexión entre la niñez y la edad adulta
tiene, en consecuencia, muchos aspectos. Hay necesidad de una estructura de análisis
interactivo que preste atención a los diversos elementos en esta relación así
como a sus interconexiones manifiestas. La experiencia y la calidad de la niñez,
como lo han analizado Felton Earls y Maya Carlson, tienen un efecto profundo
sobre las capacidades de los adultos para vivir en forma exitosa en la
sociedad.[10]
Mientras que la ilustración
de estas interconexiones proviene de los trabajos de Earls-Carlson basados en
su estudio de las familias estadounidenses (especialmente en el vecindario de
Chicago), hay cuestiones generales aquí que se aplican también a otros países,
incluyendo notablemente aquellos en el resto de las Américas. Tenemos mucho
que aprender de cada uno de nosotros.
He
comentado brevemente sobre una perspectiva general hacia el desarrollo que nos
permita ver el tema de la inversión en la niñez en una perspectiva amplia, y
también sobre algunos de los distintos elementos en la relación entre la niñez
y la edad adulta que tienen que ser considerados más plenamente para lograr
una perspectiva más adecuada de las políticas orientadas hacia este tema
complejo. Es importante ver las
diversidades involucradas, incluyendo nuestro interés en la supervivencia y
calidad de vida de los niños, por un lado, y el impacto directo así como
indirecto de la niñez sobre las capacidades de los adultos para tener vidas
dignas. Las conexiones cubren las capacidades directas para vivir, así como
los efectos indirectos por medio de vínculos económicos, sociales y políticos.
Este es un asunto de profunda importancia, y le estoy muy agradecido al Banco
Interamericano de Desarrollo por asumir un papel de liderazgo en enfrentar
este problema. Los desafíos que esto conlleva son de interés para todo
el mundo.
[1]
“Romper
el ciclo de la pobreza: Invertir en la infancia”, París. 14 de marzo de
1999.
[2]
He
planteado esta perspectiva en Resources, Values and Development
(Recursos, Valores y Desarrollo) (Cambridge, MA: Harvard University
Press, 1984) y en “The Concept of Development (El Concepto del
Desarrollo)”, Capítulo 1 en H. Chenery y T. N. Srinavasan, editores, Handbook
of Development Economics (Manual de Economía del Desarrollo) (Amsterdam,
Holanda, 1988). Los requisitos y las implicaciones amplias de esta
perspectiva también han sido examinadas en el libro próximo a aparecer, Development
and Freedom (Desarrollo y Libertad), a ser publicado por Knopf, Nueva
York.
[3]
La naturaleza
inclusiva de la libertad y su incorporación de los distintos componentes es
examinada en forma crítica en mis Conferencias Kenneth Arrow, que serán
publicadas en Freedom, Rationality and Social Choice (Libertad,
Racionalidad y Elección Social), próximo a aparecer (Clarendon Press,
Oxford).
[4]
Las
correlativas de política al desarrollo, considerado en esta perspectiva
general, son examinadas en mi próximo libro, Development as Freedom
(Desarrollo como Libertad) (1999).
[5] Al criticar tales medidas como el crecimiento del PNB per cápita como el criterio de desarrollo (tal vez ajustado en alguna forma por la desigualdad), intenté a principios del decenio de los 70 proponer una contemporización -- la de tener un criterio “compuesto” en el cual la supervivencia sería un componente crítico junto con el ingreso; ver mi ensayo “On the Development of Basic Income Indicators to Supplement the GNP Measure (Sobre el Desarrollo de Indicadores Básicos de Ingreso para Suplementar la Medida del PNB)”, United Nations Economic Bulletin for Asia and the Far East (Informe Económico de las Naciones Unidas para Asia y el Lejano Oriente), 24 (1973). Es, sin embargo, necesario distinguir adecuadamente entre las bases normativas de la valorización de distintos objetivos (incluidos el ingreso y la supervivencia), en vez de buscar principalmente una avenencia inmediatamente aceptable. Sobre este tema, ver mi ensayo “Informational Basis of Alternative Welfare Approaches: Aggregation and Income Distribution (Base Informativa de Perspectivas Alternativas de Bienestar: Agregación y Distribución del Ingreso)”, Journal of Public Economics, 3 (1974) y Resources, Values and Development (Recursos, Valores y Desarrollo) (1984).
[6] Robert Myers, The Twelve Who Survive(Los doce que sobreviven) (Ypsilanti, Ml: High/Scope Press, 1992, 1995).
[7] “Carta del Presidente”, en Breaking the Poverty Cycle: Investing in Early Childhood (Romper el ciclo de la pobreza: Invertir en la infancia) BID, marzo de 1999.
[8] Ver Mayra Buvinic y Geeta R. Gupta, “Female-Headed Households and Female-Maintained Families: Are They Worth Targeting to Reduce Poverty in Developing Countries? (Hogares a cargo de mujeres y familias sostenidas por mujeres: ¿Vale la pena focalizarse en ellos para reducir la pobreza en los países en desarrollo?)”, Economic Development and Cultural Change (Desarrollo Económico y Cambio Cultural), 45, 2 (1997). Ver también Mayra Buvinic, “Women in Poverty: A New Global Underclass (Mujeres en la pobreza: Una nueva clase marginada global)”, Foreign Policy, 108 (Otoño 1997).
[9] Ver J. Habermas, Communication and the Evolution of Society (Comunicación y Evolución de la Sociedad) (Boston, MA: Beacon Press, 1979); Robert D. Putnam, Making Democracy Work: Civic Traditions in Modern Italy (Hacer Funcionar la Democracia: Tradiciones Cívicas en la Italia Moderna) (Princeton: Princeton University Press, 1993). Ver también S. Chambers, Reasonable Democracy (Democracia Razonable) (Ithaca, NY: Cornell University Press, 1996); Amy Gutnam and Dennis Thompson, Democracy and Disagreement (Democracia y Desacuerdo) (Cambridge, MA: Harvard University Press, 1996); J. Bohman and W. Rehg, editores, Deliberative Democracy (Democracia Deliberativa) (Cambridge, MA: MIT Press, 1997).
[10]
Felton
Earls y Maya Carlson, “Adolescents as Collaborators: In Search of Well-being
(Adolescentes como Colaboradores: En Busca del Bienestar)”, mimeografiado,
Harvard University, 1998. Ver también su ensayo conjunto anterior,
“Towards Sustainable Development for American Families (Hacia el
Desarrollo Sostenible para las Familias Estadounidenses)”, Daedalus,
122 (1993).