Claude Henry de Rouvry de Saint Simon
Invitamos
a los industriales celosos del interés público y que conocen las relaciones
que existen entre los intereses generales de la sociedad y los intereses de la
industria, a no soportar por más tiempo que se les llame liberales; les invitamos a enarbolar una nueva bandera y a inscribir
en sus banderas la divisa: industrialismo.
Dirigimos
idéntica invitación a las personas, que fuere cual fuere su estado y profesión,
están profundamente convencidas, como nosotros, de que el único medio de
establecer una orden de cosas sosegado y estable consiste en encargar de la alta
administración de la riqueza pública a aquellos que contribuyen con más
dinero al tesoro público y retiran menos de él. Les invitamos a declararse industrialistas.
Es
principalmente a los verdaderos realistas a quien formulamos esta invitación,
es decir, nos dirigimos especialmente a aquellos que desean dar la prosperidad
nacional como base a la tranquilidad y dicha de la casa de Borbón.
P.
¿Qué beneficio creéis que puede derivar
de este cambio de nombre? ¿Qué ventaja halláis en la substitución de la
palabra liberalismo por la de industrialismo?
¿Cuáles son los inconvenientes afectos a la palabra liberalismo, para que
consideréis como algo tan importante su abandono?.
R.
Nos formuláis demasiadas preguntas a la vez. ¿A cuál queréis que os
contestemos primero?.
P. Decidnos cuáles son los
inconvenientes afectos a la palabra liberalismo,
así como qué puede resultar de su abandono por parte del partido que desea el
perfeccionamiento de la organización social, no empleando para alcanzar dicha
meta más que medios leales, legales y pacíficos.
R.
La designación del liberalismo, me parece tener grandes inconvenientes para los
hombres bien intencionados que marchan bajo esta bandera.
P.
¿Cuál es el primero de dichos
inconvenientes?.
R.
La palabra liberalismo designa un orden de sentimientos, no señala una
clase intereses; de donde resulta que dicha designación es vaga y, por
consiguiente, viciosa.
P.
¿Cuál es el segundo de sus
inconvenientes?
R. La
mayoría de los que se dejan designar por el nombre de liberales está integrada
por hombres pacíficos, hombres animados por el deseo de concluir con la
revolución mediante el establecimiento, utilizando medios leales, legales y pacíficos,
de un orden de cosas sosegado y estable; un orden de cosas proporcionado al
estado de los conocimientos y de la civilización.
Pero
los conductores de dicho partido son hombres que han conservado el carácter crítico,
es decir, el carácter revolucionario del siglo XVIII. Todos los hombres que
desempeñaron un papel en la revolución, primero como patriotas
y después como bonapartistas, dicen
hoy en día que son liberales; de esta
forma, el partido llamado liberal se
compone en la actualidad de dos clases de hombres, cuyas opiniones son distintas
e incluso opuestas.
Los
fundadores de dicho partido son hombres cuya intención general consiste en
derribar todos los gobiernos que puedan establecerse para colocarse en su lugar;
mientras que la gran mayoría de dicho partido querría dotar al gobierno de la
mayor estabilidad y del mayor poder posibles, siempre y cuando haya adoptado
sinceramente la dirección que reclaman los intereses nacionales.
La
denominación de liberalismo, habiendo sido adoptada por los residuos del partido patriota
y del partido bonapartista, es una denominación que presenta muy graves
inconvenientes para los hombres cuya tendencia esencial es la de constituir un
orden de cosas sólido, por medios pacíficos.
No
pretendemos decir que los patriotas y los bonapartistas no hayan prestado
grandes servicios a la sociedad: su energía ha sido útil, porque fue preciso
destruir antes de construir. Pero, hoy en día, el espíritu revolucionario que
les animó es directamente contrario al bienestar público; hoy en día, una
denominación que no indique un espíritu completamente contrario al espíritu
revolucionario, no puede convertir a hombres con ideas claras e intenciones
buenas.
P.
¿Cuál es el tercer inconveniente afecto
a la denominación de liberalismo?
R.
El partido que se llama liberal,
no sólo ha sido derrotado en Francia, sino también en Nápoles, España e
Inglaterra; los miembros de la extrema izquierda, en Francia, no son mejor
vistos que los señores Brougham y Roberto Wilson en Inglaterra. Las múltiples
derrotas de los liberales han probado
que las naciones, lo mismo que los gobiernos, no querían adoptar sus opiniones
políticas; pues bien, cuando a gente sensata se le demuestra que ha seguido un
mal camino y escogido malos guías, aquélla se apresura a cambiar de dirección.
Y
de las tres razones que acabamos de exponer sacamos la conclusión, de los
hombres pacíficos, cuya opinión tenga por tendencia establecer un orden de
cosas sosegado y estable, deben apresurarse a proclamar que no quieren ser
designados con el nombre de liberales,
al tiempo que deben inscribir una nueva divisa en su bandera.
P.
¿No ha sido ya hecho lo que decía? ¿No
ha remediado ya M. Ternaux, el inconveniente al que os referís, publicando su
profesión de fe?
R.
Existen en Francia tres denominaciones políticas de partidos: se llama ultra
a aquellos que quieren hacer retroceder la civilización, estableciendo la
influencia política de los nobles y de los sacerdotes, cual ocurría antes de
la revolución.
Se
llama ministeriales a aquellos que
secundan intenciones de los ministros, tenga su conducta por motivo al afán de
una recompensa, o el temor de volver al estado revolucionario, o ambas cosas a
la vez.
Se
llama liberales a aquellos que quieren
forzar al gobierno a un cambio de marcha, bien tengan la intención de derribar
al gobierno para ocupar su lugar, o hayan manifestado su voluntad de no emplear
más que medios leales, legales y pacíficos para alcanzar su meta. Decimos, y
esa es la finalidad de este tercer apéndice;
lo.
Que ha llegado el momento de que las dos clases que integraron el partido
llamado liberal se separen.
2o.
Que aquellos liberales que tengan voluntad de no emplear más que medios pacíficos
para determinar al ministerio a que avance más que un medio para separarse de
aquellos que conservan en todo su pureza la forma de quítate de ahí, para que me ponga yo. Y todo cambio consiste en
adoptar una nueva denominación para designar este partido.
Ahora
vamos a ver que la profesión de fe de M. Ternaux no alcanza a establecer la
división entre las dos clases de liberales, lo cual evidentemente, era aquello
que se había propuesto. Criticaremos dicha obra con tanta más confianza y
libertad por cuanto nos liga la amistad con el amor, al tiempo que compartimos
todas sus opiniones e intenciones políticas. Pareciéndonos este examen de
mayor importancia, creemos conveniente poner la obra ante los ojos del lector, a
fin de que pueda leerla inmediatamente antes de conocer nuestras observaciones
con respecto a la misma.
Profesión de fe política de M.
Ternaux
“En
tiempo normal, es deber ciudadano que se respete a sí mismo despreciar la
calumnia y al calumniador; pero hay momentos en los cuales resulta esencial no
permitir que la opinión pública tome la falsa dirección que determinados
periodistas adocenados pretenden darle, utilizando, para alcanzar su fin,
denominaciones que, tanto por principio como por su sentido natural, aparecen
como respetables; pero que desmaterializadas por el espíritu periodista,
ofrecen ideas diametralmente opuestas. Eso es lo que ocurrió con el vocablo patriota,
y eso es lo que hoy en día se está provocando con el de liberal.
“Desde
luego que me honro con dicha calificación, más para prevenir cualquier equívoco
con respecto a ello, declaro que no acepto y no quiero conservar el título de liberal,
excepto cuando dicho vocablo adquiere su verdadera aceptación. Para mí quien
dice liberal dice un hombre generoso
tanto en su sentimientos como en sus acciones; un hombre que no quiere para los
otros lo que no querría para sí, un hombre temeroso de Dios y que obedece las
leyes.
“Sí
soy liberal en este sentido, porque
deseo la tolerancia de cultos y el mantenimiento de la religión cristiana, tal
y como fue establecida por el Evangelio, porque respeto y quiero a sus ministros
cuando éstos no se ocupan más que de lo espiritual, mientras que los rechazo
cuando aspiran a usurpar el poder temporal
“Soy
liberal en el sentido de que la monarquía constitucional, es decir el trono
hereditario, de varón de los Borbones, porque reconozco que de dicha
estabilidad depende nuestro sosiego y el mantenimiento de nuestras libertades.
“Respeto
y amo a los realistas que, como nosotros, quieren la realeza por la utilidad y
necesidad que ésta supone para el poder social; que como yo, se manifiestan
como sus fieles apoyos, intentando que se respete nuestro pacto fundamental y
las leyes que de él se derivan.
“Desprecio
y detesto a los realistas que aman la realeza en razón de los cargos, empleos,
dignidades y favores que ésta distribuye.
“Soy
liberal al título siguiente: quiero
la Carta constitucional tal como el rey la proclamo, tal como la juró, tal como
la confió a nuestra fidelidad y a nuestro valor, sin cambio ni alteración,
cualquiera que ésta fuese.
“Respeto
y amo a cuantos, como yo anhelan su ejecución lo mismo en el espíritu que en
la letra, sin aspirar a más libertad ni consentir menos de la que concede,
porque estoy convencido de que con Ella y por Ella, nuestro país puede alcanzar
toda clase de prosperidad y la suma felicidad de la cual es susceptible.
“Amo
a quienes la explican sinceramente, ingenuamente, con candor y buena fe, tal
como un hombre honrado puede y debe entenderla con la sinceridad de su alma y la
pureza de su corazón”.
“Desprecio
y detesto a cuantos, por medio de sutilezas, falsas o forzadas interpretaciones,
intentan destruir su espíritu, violar el texto, torturar las conciencias,
comprometer la administración y la autoridad con abusos de poder; confundir la
autoridad del Rey, declarada inviolable e intachable, con la de sus ministros,
agentes responsables".
Desprecio
y detesto a cuantos, estén en la situación que estén y se hallaren en las
filas que se hallaren, incluso opuestas, no temen comprometer la tranquilidad y
la dicha de su patria, el orden social entero, procurando derrocar la realeza y
la Carta, para obtener riquezas y poder o suplantar rivales; a cuantos profesan,
tanto por la una como por la otra, un respeto hipócrita, que desmienten sus
principios y acciones; a cuantos, por último, sueñan con la república, la
instauración de otra dinastía o la resurrección de privilegios que la Carta
sabiamente les ha negado, por ser contrarios al interés común.
“En
una palabra, soy liberal en el sentido de que querría forzar a los ministros a
que gobernasen en el interés nacional y según los deseos del Rey, que no
pueden ser otros que los de su pueblo, y no en interés de una fracción o
partido.
“Como
quiera que importa, dentro de las disensiones civiles, que los buenos ciudadanos
sepan aunarse, que la patria y el trono conozcan a sus verdaderos amigos y que
los señores electores no puedan albergar dudas sobre los principios de aquellos
a quienes quieren honrar con sus sufragios, os ruego deis a mi carta la
publicidad que creáis útil y conveniente. “Aceptad, señor, mi
agradecimiento y la manifestación de los distinguidos sentimientos con los
cuales tengo el honor de serlo. “Vuestro muy humilde y obediente servidor.
“Firmado: G.L. Ternaux, el mayor” Y
ahora, valgan nuestras observaciones a esta profesión de fe.
1º
M. Ternaux acepta la denominación de liberal,
y se equivoca: primero, porque es imprecisa; después, porque la conducta de los
hombres que se llaman liberales, y que con este nombre son designados por los ultra
y por ministeriales, la han
desacreditado.
2º La profesión de fe de M. Ternaux
posee el mismo defecto que el vocablo liberalismo;
no produce más que una opinión imprecisa; habla de sentimientos, pero no
precisa intereses.
3º Para la formación de un partido
político, deben ser reunidas varias condiciones; ante todo, es necesaria una
divisa: esta divisa debe ser lo más
corta posible; debe reducirse a una sola palabra. Después, es necesaria una
obra que desarrolle la opinión del partido; por último, es preciso un periódico
cotidiano que, en cuantas circunstancias políticas se presenten, haga aplicación
de los principios adoptados por el partido. El desarrollo de la opinión del
partido liberal ha sido realizada por
gente de mucha inteligencia en Minerva; las aplicaciones de los principios de dicho partido se
realizan a diario en el Constitucional,
y la profesión de fe de M. Ternaux no puede remediar el mal causado por Minerva
y el Constitucional, que han hecho constantes esfuerzos por llamar la
atención de los franceses en una época durante la cual se hallaban bajo una
falsa orientación política, tal como M. Benjamin Constant probó perfectamente
bien en su excelente obra. El Espíritu
de las conquistas.
En una palabra, la profesión de fe de
M. Ternaux no puede contribuir a la fundación del partido político que él
desearía formar, porque dicha profesión de fe tiene demasiada extensión para
ser utilizada como divisa, mientras
carece de la necesaria extensión para dar un carácter suficientemente
desarrollado a su opinión.
Por el momento, nos militaremos a
indicar tan sólo dos observaciones más, las cuales desarrollaremos más tarde
en el curso de nuestra tarea.
Pensamos, como M. Ternaux, que la
Carta debe ser respetada y seguida meticulosamente. Pero la señalamos que hoy
en día queda probado por la experiencia que dicha medida sería insuficiente
para ponerle fin a la revolución, porque el espíritu de facción sigue
existiendo, y con muy grande actividad, pese a que la Carta nos fue otorgada
hace varios años. Y de este hecho irrefutable extraemos la conclusión de que
los buenos ciudadanos deben intentar descubrir cuál sería la medida política
que podría restablecer la calma y la confianza en el gobierno.
Pensamos, como M. Ternaux, que la
religión cristiana es el mejor código moral que existe; pero opinamos que
dicho código requiere ser completado. Fue dado a los hombres en una época en
la cual la esclavitud estaba generalmente establecida, de donde resultaba que el
poder temporal no podía ser sometido a principios de moral fijos y positivos.
Pero hoy en día, cuando la esclavitud ha sido completamente extinguida en
Francia, hoy en día que la clase industrial se ha convertido en la dominante,
es posible, e incluso fácil, completar los trabajos de los evangelistas, y este
es el único medio de poner un freno a las pretensiones políticas del clero.
Por último, como quiera que M.
Ternaux es fabricante, su profesión de fe tiene el más grave de los
inconvenientes, bajo el aspecto de que no es, en absoluto, popular; es decir,
que no puede llegar a ser comprendido por los obreros.
La tranquilidad pública no se
establecerá sólidamente en tanto no se dé a la sociedad una base de moral
positiva; los jefes de los trabajos industriales son los protectores natos de la
clase obrera: mientras los fabricantes formen bando aparte con los obreros,
mientras no utilicen aquéllos un lenguaje político que pueda ser entendido por
éstos, la opinión de esta clase, muy numerosa y todavía muy ignorante, no
hallándose guiada por sus jefes naturales, siempre podrá dejarse seducir por
intrigantes, quienes querrán realizar revoluciones para adueñarse del poder.
Si los obreros no destruyen los
telares en Inglaterra, se debe a que los fabricantes cuentan con la fuerza
armada para contenerlos, y no se ocupan para nada de poner freno a sus pasiones
violentas mediante el conocimiento de sus verdaderos intereses; es consecuencia
de la ignorancia en la cual les dejan, con relación a sus verdaderos intereses
políticos y privados, el que los radicales hayan encontrado el medio de
hacerlos entrar en insurrección, y por lo cual se han visto obligados a
matarlos en Manchester.
Francia, tal y como lo hemos dicho en
este cuaderno, está destinada a entrar abiertamente en el régimen industrial
antes que Inglaterra, porque los jefes de los trabajos industriales harán
cuerpo, en opinión política, con los obreros, antes de que los industriales
importantes de Inglaterra hayan dejado de formar con los lores una liga que
tiende a mantener la subordinación de los obreros, más por la fuerza que
mediante los principios de una moral positiva.
P.
Las observaciones que acabáis de
presentar nos hacen comprender la gran importancia que tendría una asociación
de los publicistas y los jefes de los trabajos industriales. Reflexionando sobre
ello, reconocemos que la combinación de las fuerzas teóricas con las de los
practicantes, en política, es necesaria para determinar el gran movimiento
moral que debe conducir la sociedad a un estado de tranquilidad inquebrantable.
Desde
luego, los industriales más importantes son los hombres más capacitados para
administrar bien la fortuna pública; pero es igualmente cierto decir que los
publicistas son los únicos que pueden, por medio de sus trabajos, determinar al
Rey y a la Nación a confiarles la dirección de los intereses económicos de la
Nación.
Y
de cuanto acabamos de decir, sacamos la conclusión de que debéis realizar
cuantos esfuerzos sean preciso para determinar la formación de dicha asociación.
R.
Nosotros deseamos tanto más vivamente la pronta formación de esa asociación
por cuanto una circunstancia de carácter personal hace que el tiempo con relación
a ello, sea en extremo precioso.
Somos viejos y toda nuestra vida ha sido empleada en formar la combinación del
sistema que presentamos hoy. Esta asociación nos procuraría los colaboradores
que tanto necesitamos para desarrollar nuestro sistema con rapidez;
y el desarrollo de este sistema, dirigido por su inventor, sería llevado a los
espíritus con un impulso que no puede existir en el individuo inventor; vigor,
como decimos, tampoco puede ser transmitido por él a los discípulos.
Como veréis, tenemos las más
poderosas razones para desear la rapidísima admisión de la asociación de las
capacidades industriales y científicas; pero no conocemos ningún otro medio de
producirla que el publicar, con respecto a ello, nuestras ideas, evitando con el
mayor cuidado, que las fracciones puedan utilizarlas para turbar el orden público
y causar alguna inquietud al Gobierno.
P.
Seguid produciendo vuestro sistema; haced
vuestras publicaciones todo lo frecuentes que sea posible; la asociación que
nosotros deseamos tanto como vos, se formará incluso antes de lo que pensáis.
Volvamos
ahora a la cuestión que nos ha ocupado en este segundo apéndice. Nos habéis
probado que la denominación de liberal no podía convenir a las personas que no
están dispuestas a emplear más que medios leales, legales y pacíficos, para
determinar al gobierno a marchar abiertamente en la dirección de los intereses
de la mayoría de la nación, es decir, en la dirección de los intereses de la
clase industrial. Pues bien, ahora debéis decirnos cuál es la denominación
que estos hombres deben adoptar para formar un partido político que quede bien
diferenciado de cuantos han existido desde 1789 hasta hoy.
R.
La denominación de industrialismo para la opinión del nuevo partido político, y la de
industrialista para las personas que
se inscriben en dicho partido, nos parecen las mejores.
P.
¿Cuáles son las ventajas de estas
denominaciones?
R.
¿Tres ventajas grandes y distintas nos parecen inherentes a la denominación de
industrialismo.
P.
¿Cuál es la primera de dichas ventajas?
R.
La denominación de industrialismo llama la atención sobre los intereses, y, por
consiguiente, nos parece muy preferible a la de liberalismo, o a cualquier otra
designación que no indique más que sentimientos; porque los intereses son
mucho menos variables que los sentimientos.
Por
ejemplo, hoy en día, un hombre nacido noble no puede ser verdaderamente
liberal, salvo en el caso de que labore abiertamente en la abolición de todas
las ventajas de que todavía disfruta la nobleza en cuanto a consideración,
poder, o facilidad en la obtención de cargos; ahora bien, la experiencia nos ha
probado que un muy reducido número de nobles ha tenido la tenacidad suficiente
para triunfar en semejante empeño. La experiencia nos ha probado que, en
general, al ministerio le era muy fácil hacer entrar a nobles con reputación
de liberales en la dirección
ministerial; la verdad es que el número de nobles con reputación de liberales
es muy elevado, y que el de los nobles verdaderamente liberales es muy exiguo. en toda la nueva nobleza no es posible
hallar uno solo; por que resulta evidente que todo hombre que ha consentido en
dejar crear un privilegio político en favor de su persona y de sus
descendientes es un anti-liberal.
P.
¿Cuál es la segunda ventaja inherente a la denominación de industrialistas
?
R.
La clase industrial es la más numerosa; por consiguiente, toda persona que se
declare industrialista, hace, mediante
una sola palabra, profesión de fe que consiste en sostener los intereses de la
mayoría de la nación, en contra de todos los intereses particulares.
R.
En este cuaderno hemos establecido lo
siguiente:
P.
Decidnos, por último, cuál es vuestra tercera razón para hacer que las
personas que no quieren utilizar más que medios leales, legales y pacíficos,
abandonen la denominación de liberales,
para adoptar la de industrialistas.
Ante
todo, que a los primeros hombres, por ser muy ignorantes y estar sometidos a
pasiones violentas, la ley del más fuerte les sirvió de base para las primeras
organizaciones sociales, y que las naciones habían tenido que vivir bajo el régimen
militar puro, que luego fue feudal, durante muchos siglos; los poderes
arbitrarios concentrados en un reducido número de manos eran un mal menor que
la anarquía.
A
continuación, hemos establecido que la especie humana estaba destinada a
ilustrarse y suavizarse por medio del comercio, a tomarle gusto al trabajo y a
la producción, y entonces a dar por base a la organización social el interés
común.
Por
último, hemos hecho ver que la transición desde el primero de dichos sistemas
políticos al segundo tuvo que provocar una crisis larga y violenta.
Ahora
añadimos a tales ideas que la crisis de transición fue iniciada por las
predicaciones de Lutero, y que nuestro catecismo de los industriales tiene por
objeto ponerle fin.
Añado
que, desde Lutero hasta nuestros días, la dirección de los espíritus ha
debido ser esencialmente crítica revolucionaria, por que se trataba de derribar
al gobierno feudal antes de poder laborar en el establecimiento de la organización
social industrial; pero, hoy en día, la clase industrial se ha transformado en
la más fuerte y el espíritu crítico y revolucionario debe extinguirse, para
ser reemplazado por la tendencia pacífica y organizadora.Y es para la formación
del partido político y organizador por lo que invitamos a las personas que
deseen constituir un orden de cosas estable y sosegado, a tomar la denominación
de industrialistas, porque dicha denominación, al mismo tiempo, indica fin y
medios; fin: dar por base a la organización social el interés de la mayoría;
medios; confiar a los de más importantes industriales la administración de la
riqueza pública.
P.
Lamentemos mucho que la denominación de
patriota se haya visto degrada y completamente envilecida por el “sans-culotisme
“ porque dicha denominación indicaba un interés común a todos los miembros
de la nación: el interés nacional; y, en razón de esto no era una determinada
clase de la sociedad, sino todas las que, indistintamente, eran llamadas a
integrar el citado partido.
R.
La denominación de patriotismo, aun en el caso de no haber sido empañada por el “sans-culotisme
“, no valdría lo que ésta de industrialismo.
He aquí nuestra opinión, y ahora vamos a argumentarla.
Ante
todo, analicemos el concepto de patriotismo, y hallaremos lo que sigue: un
patriota es aquel hombre cuyos sentimientos están denominados por su afecto
para con la sociedad nacional de la cual forma parte; se trata de un hombre
siempre dispuesto a sacrificar toda su fortuna y todo su crédito a los
intereses de la nación. Bruto, inmolando a su hijo y sacrificando así su
sentimiento paternal, por su afecto a los romanos, fue un verdadero modelo de
patriotismo.
Ahora
os rogamos que nos digáis: ¿pueden los hombres, en el estado presente de los
conocimientos y de la civilización pueden o deben ser patriotas?
Estamos
convencidos de que tras haber reflexionado sobre ello, reconoceréis que los
sentimientos filantrópicos, así como los de europeísmo
y, por último, los sentimientos familiares, dominan, en los europeos todos, a
los sentimientos nacionales que experimentan. Reconoceréis que cuanto acabamos
de decir es cierto, incluso para los ingleses.
El
mejor código de moral sentimental que poseemos es el de la moral cristiana.
Pues bien, en dicho código, mucho se habla de los recíprocos deberes de los
miembros de una misma familia; dicho código prescribe que todos los hombres
deben tenerse por hermanos, pero no empuja en absoluto a los hombres a que
subordinen sus sentimientos filantrópicos y a sus afectos familiares al
patriotismo.
P.
El examen del cual nos ocupamos en este
momento eleva nuestro espíritu a una consideración muy general y muy
importante. Veámosla:
El
código de la moral cristiana ha unido a los hombres en razón de los
sentimientos, pero no ha tratado, en absoluto, la cuestión de los intereses,
Ahora se trata, para apresurar los progresos de la civilización, de hacer
sentir a los hombres que tienen intereses comunes, de hacerles sentir por
ejemplo que para la especie humana resulta un gran bien de los progresos de la
industria y que de la importancia política adquirida por dicha clase
industrial, acontezcan dichos sucesos en cualquiera de las partes del globo.
Como
consecuencia de cuanto acabamos de decir, reconocemos que la denominación de
industrialismo, para el partido de los hombres cultos y bien intencionados, vale
más que cualquiera de las que hayan podido ser adoptados hasta el presente,
porque no tiende a turbar la coordinación natural de los sentimientos y de los
intereses de los hombres con relación a la especie toda, con relación a los co-habitantes
de la misma parte del mundo, con relación a sus compatriotas nacionales y con
relación a sus parientes y amigos.
Resumiendo:
adoptamos la denominación de industrialismo
y nos declaramos industrialistas.
R.
La clase industrial gozará de dos ventajas muy importantes cuando se integre en
partido político, y cuando haya dado a dicho partido la denominación de industrialismo.
Por
dicho medio, se hallará de acuerdo, hasta cierto punto, con los tres partidos
existentes. Los últimos ejemplares de Quotidienne,
Journal de Debates y del Constitutionel, hablan de la utilidad de los
trabajos industriales con un calor casi idéntico. y entre los escritos de los industrialistas y los escritos de los ultra, los ministeriales y
los liberales, no existirá más que
esta ligera diferencia: que los industrialistas dirán que los industriales más
importantes son los hombres más capacitados para dirigir bien los asuntos
generales de la industria; mientras que los liberales, cada uno por su lado, de
que son ellos quienes deben dirigir las operaciones generales de la industria y
que deben ser muy bien pagados por su dedicación a semejante tarea.
La
otra ventaja que resultará para los industriales franceses de su integración
en partido político bajo la denominación de industrialistas,
es que conseguirán partidarios en el exterior; es decir, que crearán en el
Continente, e incluso en Inglaterra, una fuerza política imponente, la cual se
utilizará para sostenerla, pues todos los industriales del globo desean,
necesariamente, dejar de ver cómo el producto de sus trabajos se convierte, en
mayor o menor grado y en todas las naciones, en la presa de los consumidores
no-productores.
•
Tomado de El liberalismo y el
industrialismo Materiales de Cultura y Divulgación Política Clásica
15. Partido Revolucionario Institucional. México. 1974. Con omisiones