Economista de la Escuela de Salamanca y teólogo dominico. Natural de Sevilla, se marchó muy joven a Méjico, donde tomó el hábito de la Orden de Santo Domingo. Estudió allí, llegando a ser Prior del Convento de la capital. Regresó a España para completar sus estudios en Salamanca. Residió algún tiempo en Sevilla, y murió el año 1575 en el mar, de retorno a Méjico.
Su manual de moralidad mercantil, dedicado al Consulado de Mercaderes de Sevilla y publicado en 1569, no solo constituye un valioso documento descriptivo sino también se puede considerar como uno de los antecedentes teóricos más interesantes y profundos de su tiempo.
En sus escritos describe la teoría cuantitativa del dinero analizando el efecto que estaba teniendo en su tiempo la importación de metales americanos en los precios de España y Europa. Tomás de Mercado es uno de los escolásticos más críticos con la actividad de los banqueros que trafican con los depósitos de sus clientes, señalando que la prudencia no es una virtud suficiente para garantizar la solvencia bancaria por lo que es necesario mantener en todo momento un coeficiente de caja del 100%.
Analiza y describe también la vida comercial y las ferias de Sevilla y Medina del Campo, el tráfico mercantil entre España y las colonias y el sistema de monopolios portuarios. Justifica la existencia y el comercio con esclavos guanches, cuyo monopolio detentaba el puerto de Málaga.
Ahora no hay quien no pretenda su interés y quien no cuide más de proveer su casa que la república. Así vemos que las haciendas particulares, esas van adelante, y crecen: las de la ciudad y consejo disminuyen: son mal proveídas y peor regidas, si no son ya ventas. Así dice Aristóteles, que es inevitable el deleite que el hombre recibe de ocuparse en sus negocios propios. No se puede fácilmente explicar cuánto hace el caso, para hacer una cosa con alegría considerar el hombre que es suya. Al contrario es gran tibieza la con que trata negocios comunes. De modo que perdida aquella primera caridad fue necesario que cada uno tuviese alguna parte en las temporalidades, en raíces o en muebles: para que ya no el amor universal, a lo menos el particular interés le moviese a conservarlo. De manera que creciese todos los bienes repartidos y divididos, que no pudieran dejar de venir a muy menos, si en montón (supuesto el pecado) se quedaren.
Tomás de Mercado