Revista académica de economía
con
el Número Internacional Normalizado de
Publicaciones Seriadas ISSN
1696-8352
Por
Ricardo García Jiménez
rgarcia2000_mx@yahoo.com.mx
Profesor-Investigador de la Universidad Tecnológica de la Mixteca
Ver también:
Ramales Osorio,
M.C.:
"El Sexenio Zedillista (1994-2000): El Agotamiento del Sistema" en Observatorio de la Economía Latinoamericana,
Número 51, noviembre 2005.
El sexenio del presidente
Ernesto Zedillo (1995-2000) se inició en circunstancias particularmente
difíciles: deuda externa e interna muchísimo más grande de lo que sabíamos los
mexicanos; una alta tasa de desempleo abierto; una inflación galopante;
movimientos guerrilleros en el sur del país; corrupción en las instituciones y
cuerpos policíacos; asesinatos y ajusticiamientos masivos como los casos de
Aguas Blancas y Acteal; magnicidios políticos (Juan Jesús Posadas Ocampo, Luis
Donaldo Colosio, José Francisco Ruiz Massieu y Abraham Polo Uscanga);
inseguridad e incremento de la delincuencia organizada; detrimento del proceso
democrático y reforma del estado; la Huelga en UNAM, el FOBAPROA-IPAB el RENAVE,
y los casos de corrupción de políticos priístas como: Oscar Espinosa Villareal,
Mario Villanueva, Jorge Carrillo Olea; todos estos problemas y muchos otros más
arrancaron en medio de una crisis económica de gran magnitud que planteó al país
retos enormes.
El gobierno del presidente Zedillo tuvo como principal responsabilidad tratar
contener la crisis económica, consiguiendo resultados parciales por su
administración. Esto obviamente se reflejo durante toda su gestión en demandas y
reclamos de los mexicanos por justicia y equidad social.
Pero ¿Qué avances logró el presidente Zedillo?
ELEVAR EL NIVEL DE VIDA, SALDO PENDIENTE
Podría decirse que mientras Salinas llevó a cabo la reforma económica
neoliberal, Zedillo inició, y dejó inconclusa, la reforma social neoliberal.
El “bienestar de la familia” fue solamente un slogan de campaña; la población
fue sacrificada; la desigualdad fue en aumento; el ingreso nacional continúo
concentrándose en grupos vinculados estrechamente con el gobierno y siguieron
prevaleciendo márgenes muy altos de ineficiencia y corrupción en el aparato
administrativo.
Los saldos políticos, sociales y económicos que hasta hoy seguimos viviendo son
sobre todo la disminución del nivel de vida de la población, debido a que
política del sexenio Zedillistas se ajusto a los dogmas del neoliberalismo.
Donde uno de los primeros dogmas que trato de aplicarse fue el desarrollo de la
teoría del capital humano, que concibe el subdesarrollo y la pobreza como
consecuencia de la carencia de capital humano (educación y habilidades
productivas) entre las mayorías de la población. El segundo dogma es la búsqueda
de la eficiencia productiva evitando el desperdicio de los recursos. De ahí la
focalización de los esfuerzos y recursos del estado deberían ser canalizados
sólo a los pobres en extremos, para evitar el desperdicio, que supone, según
esta ideología, apoyos a quienes no lo necesitan, como ocurre con los subsidios
generalizados.
De acuerdo con datos de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo
Económicos (OCDE) a la cual pertenece México, en términos comparativos con las
naciones integrantes de ese organismo, el ingreso por habitante de aquel
entonces estaba prácticamente en la lona, pues el promedio de ingreso era apenas
de 4 mil 386 dólares anuales, lo que contrastaba con los 38 mil 616 dólares de
Luxemburgo.
Vemos que los salarios reales durante todo el sexenio, bajaron casi 25% entre
1994 y 1999. En cifras oficiales, se demostró también que el gasto social en el
año pasado sólo representaría 7.8% del PIB, que era la proporción más baja desde
1992.
Para 1999 -señala un documento elaborado por la Comisión de Desarrollo Social de
la Cámara de Diputados- se propuso que el gasto social ascendiera a 413 mil
963.9 millones de pesos, que representaba 8.9% del PIB, cuando en 1994
representó 9.1%.
Sabemos que funcionarios del gobierno saliente tramposamente establecieron el
comparativo de 1995, año en que el país sufrió los efectos de una severa crisis
económica, y por tanto los niveles de gasto fueron muy bajos. Esto se reflejo
directamente en la reducción de gastos en educación, salud y subsidios
alimentarios, que tan sólo en los años del 96 a 98 decrecieron 6%, 7% y 10%,
respectivamente.
Dicho estudio mostró que se favorecía al Programa de Educación, Salud y
Alimentación (Progresa), dirigido a las familias extremadamente pobres, tuvo un
aumento presupuestal de 72%, al pasar de 4 mil 489.5 millones de pesos en 1998,
a 7 mil 724.4 millones en 1999.
Sin embargo, el presupuesto general para la educación se redujo en 251.2
millones de pesos (6%); el de salud, 305.3 millones (7%), y el de subsidios
alimentarios, 622.8 millones de pesos (10%). Esto significó que más de la
tercera parte del incremento del Progresa se dio a costa de las reducciones en
otros renglones de la política social. La pobreza afecto cuando menos al 70% de
la población, y lo más grave es que su dinámica de crecimiento es acelerada: los
últimos datos oficiales señalaron que de 1992 a 1994, por ejemplo, la pobreza
creció alrededor de 40%, o sea 15 millones de nuevos pobres.
Esta pobreza se vio reflejada en entidades del país como Puebla, Michoacán,
Guanajuato, Jalisco, Oaxaca, Guerrero, el estado de México, Chiapas y Veracruz,
en los cuales la pobreza creció más de 80% en esos años.
Cabe advertir que Ernesto Zedillo al inicio de su gestión señalo que: “el éxito
o el fracaso de mi política social se verá reflejada en Oaxaca” (La Jornada, 15
Mayo de 1995). Oaxaca representa, pues, el fracaso de la política social
neoliberal del entonces mandatario.
Actualmente en Oaxaca 448 municipios de 570 que existen en la entidad, viven en
pobreza extrema, concuerdan investigadores, religiosos y campesinos. Pero según
el Instituto Nacional de Estadística Geografía e Informática (INEGI), de 596,225
hogares de esta entidad, el 35.3% no recibe ningún ingreso, 19.9 % capta menos
de un salario mínimo, 17.4 % menos de dos y sólo 14.5% recibe tres o más
salarios mínimos (INEGI, Anuario Estadístico 2000).
Por lo tanto, la desigualdad en México se da en todos los órdenes y no sólo por
el ingreso de las personas, sino también por las escasas oportunidades de acceso
a la vivienda, trabajo, salud y educación.
La población económicamente activa en México en ese tiempo era de casi 35
millones de personas, el uno por ciento de esa población lo formaban los más
ricos que poseían el 13.9 por ciento del ingreso total, con 10 mil 669 dólares
mensuales, mientras que los grupos más pobres reciben sólo 38 dólares al mes.
Por otra parte, el deterioro de la vida de más de 15 millones de indígenas en
toda la República que se debatían entre la miseria y la explotación, por lo que,
según un reporte de la FAO, estaban propensos a rebelarse por lo menos en cinco
regiones del país, con una “violencia incontrolable”.
Donde el 80% de los indígenas pertenecen a unas 56 etnias, de estas se ubican en
la categoría de pobreza extrema, según un informe presentado por la
Confederación Nacional Campesina, organismo perteneciente al Partido
Revolucionario Institucional.
Además, alrededor de 5 millones de indios -hombres, mujeres y niños-, son
obligados por las circunstancias a trabajar más de doce horas al día como
jornaleros, a cambio de menos 20 pesos, mientras que el salario mínimo de ese
tiempo era de 34.45 pesos.
Este rezago y falta de oportunidades genero a su vez una creciente migración
internacional, donde entidades como Oaxaca, Chiapas y Michoacán han sido las
principales zonas de expulsión de mano de obra desocupada. Hay que señalar que
en estas entidades, históricamente, siguen existiendo deficientes sistemas
sociales de asistencia médica y nutricional, más los bajos desarrollos del nivel
educativo que condicionan la aparición del fenómeno migratorio.
LA REFORMA DEL ESTADO Y PROCESOS DE DEMOCRATIZACIÓN
Zedillo se presentó durante su gestión como un “Gran Estadista”, como el
gran hombre, como un patriota que todo lo hizo por dar la alternancia política y
sembrar las bases de la democracia y el pluralismo. Ernesto Zedillo Ponce de
León quiso demostrar que en el país existía realmente la división de poderes,
trató de demostrar que la existencia de la libertad de expresión e igualdad de
oportunidades era una realidad. Y que la miseria fue combatida de modo frontal.
Llego a mencionar al finalizar su gestión gubernamental “que la división de
poderes fue una realidad”. También manifestó que él se marchaba con la
satisfacción del deber cumplido, de haber modificado el rostro de la nación.
Pero sabemos que esto no fue cierto, su gabinete trató de simular, casi por
completo, el cavar la tumba para darle cristiana sepultura al viejo sistema que
en alguna ocasión brilló como ejemplo de “La Dictadura Perfecta”.
Donde la terquedad presidencial de someter a la Suprema Corte de Justicia y a
los órganos Legislativos definió por mucho tiempo la institucionalización del
presidencialismo sin límites.
Pero este ejercicio de apertura de las estructuras político-gobernativas no fue
cedido y propiciado por el PRI y Ernesto Zedillo. Si no que esté fue arrancado
de sus manos por acontecimientos sangrientos que marcaron huella en la historia
de nuestro país.
Donde organizaciones sociales como ONG´s, grupos y asociaciones civiles, grupos
de presión formal e informal, partidos políticos de oposición refrendaron su
cuota de sangre, dejando en la transición a la democracia a muchos militantes y
líderes de esas organizaciones, como si de una guerra se tratara.
Esta democracia que aún hoy sigue sin cuajar, no es producto de la “buena
voluntad” de régimen Zedillista ni de la voluntad del PRI, sino que tuvo costos
muy altos. Y es falaz decir o atribuirle a Zedillo que con él se inicio el
periodo de docratización.
Veamos que hasta el día de hoy la distancia entre el poder ejecutivo y el
judicial no existe, ya que siguen existiendo una simbiosis enfermiza de estos
dos poderes. Ya que el ejecutivo tiene la atribución de nombrar a los ministros
de la suprema corte de justicia como al presidente de la misma, creando
involuntariamente una muestra de lealtad extrema al hombre quien los asigna.
Los partidos de oposición buscaron en ese entonces crear la figura del Instituto
de la Judicatura para brindar la carrera profesional dentro del poder
legislativo, con el fin de romper con este idilio, hecho que hasta el día de hoy
sigue sin concretizarse.
Un revés que presenta el constreñir la dependencia del ejecutivo-legislativo se
encuentra en la duración del cargo de ministro que es de 15 años, aspecto que
genera al interior del poder, la formación de “grupos de intereses” en
cuestiones legislativas. Traba para poder remover a los ministros si incurrieran
en alguna falta, y la remoción sólo se puede darse por dos vías: por mandato
presidencial o por juicio político. De ahí que muchos de los ministros deban su
lealtad al poder ejecutivo.
Y en el caso de las cámaras de Diputados y Senadores (poder legislativo) existe
una virtual separación del ejecutivo. Ya que al haber una representación
mayoritaria del partido de estado en ambas cámaras, el ejecutivo no tendrá
problema alguno por formular y promover sus iniciativas o reformas a ciertas
leyes. Por tanto, el control del poder y del Estado esta garantizado.
Con la propuesta de la reforma del Estado iniciada por los partidos PAN y PRD,
hoy sé ve difícil que el ejercicio democrático sea una realidad.
Asimismo los procesos de ciudanización promovidos por el Instituto Federal
Electoral en algunos casos han quedado cortos, sobre todo en los asuntos que
trata el Tribunal Federal Electoral al resolver controversias de orden
electoral. No hay que confundir que la reforma del estado en cuanto al ejercicio
político no debe verse con el triunfo de Fox, sino que esta va más allá, y esta
tiene que ver con la autonomía de los poderes del Estado Mexicano.
EL SURESTE Y CHIAPAS
El general Mario Arturo Acosta Chaparro delineó las causas del origen y los
móviles de la guerrilla en México son: económicas, desempleo, carencia de
servicios y políticas sociales, analfabetismo, frustración, concentraciones
urbanas, falta de democracia, injusticia, baja capacidad adquisitiva, alta
inversión extranjera, problemas agrarios, corrupción, delincuencia y problemas
económicos
Zedillo lidió seis años con los zapatistas donde jamás gobierno alguno invirtió
más recursos en tierra chiapaneca y, nunca, antes miles de soldados del Ejército
Federal invadió territorio tan inerme como el de los tzotziles, tzeltales,
tojolabales, lacandones. El alzamiento de la guerrilla indígena en las montañas
del sureste mexicano atrajo la atención del mundo que se entera de la existencia
de una guerra de exterminio en contra de los pueblos indios.
A muchos nos sorprende que en estos últimos meses los zapatistas,
particularmente su comandancia general, vuelva a la escena política tratando de
hacer una distinción entre los proyectos de los partidos que se autodenominan de
Izquierda y la “Izquierda Verdadera” que Subcomandante Marcos señaló.
Consideramos que está aparición del EZLN responda a una nueva forma de
resistencia activa, por aquello de los tiempos políticos de los partidos
políticos, recordemos que el tiempo de los zapatistas, no sólo por su fuerza sin
rostro y su resistencia armada sino, sobre todo, por su afán en encontrar una
nueva forma de hacer política es que se encuentra nuevamente en el escenario
político.
Y a propósito del balance del sexenio Zedillista, vale el recuento muy general
dentro de la óptica de la Comandancia General del EZLN (comunicado del 19 de
junio de 2000) sobre los seis años del zedillismo que dice a la letra: “Con
Zedillo ocurrió la crisis de diciembre de 1994 (¡Costó al país más de 300 mil
millones de pesos! Estiman economistas del PRI), la fuga de capitales, la
devaluación del peso, el Fobaproa-IPAB, la quiebra masiva de pequeñas y medianas
empresas, el aumento del desempleo y la carestía. También la reanudación de la
guerra en el sureste mexicano, la militarización de zonas indígenas, el
incumplimiento de los acuerdos de San Andrés, las matanzas de Aguas Blancas y El
Charco, en Guerrero. La matanza de Acteal en Chiapas. La proliferación de grupos
armados activos, lazos más estrechos entre el crimen organizado y el gobierno
federal, impunidad para los delincuentes de cuello blanco, aumento del
narcotráfico. Además, la entrada de la Policía Federal Preventiva a la UNAM y
los intentos recurrentes de privatización del patrimonio cultural, la educación
superior, la indutria eléctrica y el petróleo... En suma, la destrucción de
México como país libre y soberano", por eso es que con los zapatistas miles de
compatriotas opinan que "lo bueno del sexenio del señor Zedillo es que ya casi
termina”.
INSEGURIDAD
En el sexenio de Ernesto Zedillo no sé logró abatir la delincuencia ni la
impunidad, y el país se tornaba cada vez más convulsionado.
Hay que reconocer que las autoridades federales invirtieron en ese momento más
recursos y reformo gran parte del marco jurídico para atacar el delito, e
inclusive había habido una disminución del índice delictivo de 1.5 al año, pero
"la meta anual debiera consistir en bajar un 15%. Por lo tanto, la mejoría es
real, pero insuficiente y ridícula".
Consideramos que las causas del fenómeno la corrupción policíaca y el hecho de
que existieran una falta de voluntad de cambio en las agencias del Ministerio
Público y en los tribunales se debió en parte a la existencia de grupos de
influyentes priístas que torcieron la justicia y frenaron los programas para
combatir la delincuencia.
Desde entonces existió un vacío en la aplicación de la ley ya sea por la mala
integración de la averiguaciones previas, el tipificar los delitos del orden
común o federal y de no aplicar la ley por los encargados de las agencias del
Ministerio Público y los tribunales.
Era común escuchar que los legisladores realizaron tal o cual reforma, pero
experimentaron en los hechos que la legislación no se aplicaba; se supo que hubo
más dinero para atacar a la delincuencia y más policías, pero continuaron los
robos y los asaltos, como hasta hoy.
Después de varios años de que se reformaron los artículos 16 y 19 de la
Constitución, y que se aumentaron algunas penalidades y se cambió el esquema de
los elementos del tipo penal por el cuerpo del delito no se han visto resultados
concretos siguen existiendo criminales que están libres y gente inocente en
prisión. Y en el caso de la puesta en operación la Policía Federal Preventiva
(Enero de 1999 y a partir de la reforma de los artículos 21 y 73 de la
Constitución) esta no ha dado los resultados esperados. Este cuerpo paramilitar
ha sido utilizado más como aparato represor hacia la sociedad civil (UNAM, PRD,
Normales, Magisterio y bases de apoyo del EZLN) que como órgano preventivo
contra la delincuencia.
Es un hecho que desde la administración Zedillista el crimen organizado rebaso a
las Instituciones encargadas de impartir justicia.
En muchos casos de secuestros e incluso de operaciones de narcotráfico, siguen
apareciendo policías activos como protagonistas. Esto pone en duda que los
programas de renovación y mejoramiento de los cuerpos policíacos estén
cumpliendo con la depuración que tan se ha prometido.
Por lo tanto, las promesas hecha por Sr. Zedillo en este rublo fueron
incompletas.
El gobierno de Ernesto Zedillo no es el último de una larga época neoliberal; es
el tercero de una nueva época iniciada en 1982. Sabemos que el gobierno de
Vicente Fox no será el primero de una nueva época, sino la continuidad de un
período de esa misma orientación económica iniciada por Miguel de la Madrid. Por
ello, en el mensaje final del presidente Ernesto Zedillo, resulto claro entender
que los postulados de la Revolución Mexicana de 1910 concluyeron. Hoy existe una
contrarrevolución fincada en el proyecto neoliberal que él presidente defendió e
impulsó aparejado al opuesto de la revolución que él ahora pretendió
reivindicar.
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