Revista académica de economía
con
el Número Internacional Normalizado de
Publicaciones Seriadas ISSN
1696-8352
Susana Carralero Rodríguez
Eglys Martín Astorga (CV)
Yiselis Estupiñán Zayas
Instituto Superior Minero Metalúrgico, Cuba
scarralero@ismm.edu.cu
emastorga@ismm.edu.cu
Resumen.
La novela Cecilia Valdés o La loma del Ángel, del escritor cubano Cirilo Villaverde ha trascendido su tiempo y ha inspirado a creadores de diversas manifestaciones artísticas. El personaje principal de la novela es recreado en diversos momentos y manifestaciones artísticas de la historia de Cuba por diversos autores y obras evidenciando siempre cubanía y raigambre popular y criolla.
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Carralero Rodríguez, S., Martín Astorga, E., Estupiñán Zayas, Y.: "El personaje de Cecilia Valdés en el panorama cultural cubano" en Observatorio de la Economía Latinoamericana, Nº 155, 2011. Texto completo en http://www.eumed.net/cursecon/ecolat/cu/2011/
No pudo imaginar Cirirlo Villaverde que la protagonista de su novela más reconocida saldría de los límites temporales de su obra y luego del reconocimiento alcanzado como personaje excelso de las letras del siglo XIX en Cuba, cantaría, bailaría y se convertiría, un siglo después, en estrella de cine. Sin dudas, Cecilia Valdés, traspasó las páginas de un libro, los avatares de un siglo, y las normas de una manifestación artística.
Villaverde publicó, además de Cecilia Valdés, cortas narraciones aparecidas en la prensa de la época, colaboró habitualmente con periódicos y se vinculó a la causa revolucionaria independentista cubana. Fue en Nueva York director del diario separatista “La Verdad” y se dedicó también al magisterio. Sin embargo, es “Cecilia Valdés o La loma del Ángel” la obra que lo identifica y lo coloca dentro del panorama literario y social cubano. Cecilia Valdés, no constituye solamente la última etapa creativa del escritor, sino su obra mayor y la novela que marca el inicio de este género literario en el país.
Cirilo Villaverde es, además, e indiscutiblemente, un gran creador de personajes que parecen escapárseles de las manos por la espontaneidad con que son formados, al parecer, calcados de la vida y a los que se les ha insuflado aliento, aunque algunos afirman que no son verdaderos caracteres, sino arquetipos epocales. Sin embargo, algunos de ellos, como la propia Cecilia, escapan de las líneas de su novela y del tiempo en el que fueron creados, y es retomada una y otra vez por artistas que la moldean, según convicciones de su tiempo, la estética imperante en cada período histórico y la creatividad individual de cada uno de ellos.
En la novela en su totalidad y en el personaje de Cecilia Valdés se sintetizan más de un problema de su tiempo: Las diferencias de clases, la esclavitud, la dependencia colonial, el patriotismo y las ansias de libertad de un pueblo.
Cecilia es una mulata pobre, de origen humilde, pero atrevida, poco instruida, y descendiente de negros, pero a la vez hermosa y sensual, zalamera, apasionada y seductora. Por su color mestizo y su gracia femenil fue llamada por uno de los personajes de la obra y por los hombres de su época “La Virgencita de Bronce”. Sin embargo, Cecilia no es un caso atípico de belleza natural, como ella hay otras muchas en la isla, producto de las mezclas culturales y el mestizaje racial.
Cecilia Valdés encarna toda una cultura. Es el símbolo de la mujer popular, morena, criolla. Es ejemplo de la identidad cultural cubana formada por mezclas de sangres, de razas, de cultos, que da como resultado belleza y autenticidad.
Cecilia Valdés: la novela
El inicio de Cecilia, como personaje protagónico de una de las más grandes novelas cubanas, estuvo en un breve relato de 1839 publicada en la Imprenta Literaria de Lino Valdés que con el título “Cecilia Valdés" esbozaba ya a la futura novela. No tuvo que esperar mucho Cecilia para ser la protagonista de una de las más excelsas obras de la literatura cubana. En el año 1882 salió a la luz la segunda y definitiva versión: “Cecilia Valdés o la Loma del Ángel”. Sin embargo, ya desde la versión primera Villaverde nos muestra a una Cecilia encantadora y cubana.
Y verdaderamente el rostro de esta niña singular era un modelo acabado de belleza. Su cabeza, un tanto comprimida en las sienes, poblada de una cabellera negra, lustrosa como las alas del totí y espesísima, que desataba en hermosos tirabuzones, parecía una de las muchachas que se atribuyen al diestro pincel de Urbino. A esto se le agrega la frente ancha y tersa, las cejas arqueadas formando casi un ángulo en el punto con los dos ojos negros y grandes relampagueando bajo las lenguas pestañas, le comunicaban cierta animación y bizarría difícil de tratar. (...) Era más bien delgadita que encarnada (...) y su cuello, visto de espaladas, angosto de arriba y ancho hacia los hombros, formaban una armonía encantadora con el estrecho y flexible talle, que no hallamos poder compararlo sino con la base de una copa. [1]
Así nos presentó Cirilo Villaverde a Cecilia en su primera versión. La obra definitiva “Cecilia Valdés o La loma del Ángel”, primera novela reconocida de la historia literaria cubana, fue impresa en un taller tipógrafo de New York donde se reproducía el periódico en español El Espejo. La Cecilia de la novela no dista en personalidad, ni apariencia, de la del relato anterior.
…La boca tenía chica y los labios llenos, indicando más voluptuosidad que firmeza de carácter. Las mejillas llenas y redondas y un hoyuelo en medio de la barba, formaban un conjunto bello, que para ser perfecto sólo faltaba que la expresión fuese menos maliciosa. (…) ¿A qué raza, pues, pertenecía esta muchacha? Difícil es decirlo. (…) tales eran su belleza peregrina, su alegría y vivacidad, que la revestían de una especie de encanto, no dejando al ánimo vagar sino para admirarla y pasar de largo por la faltas o por las sobras de su progenie. Llevaba también el cabello siempre suelto y naturalmente rizado (…) parecía tan pura y linda que estaba uno tentado a creer que jamás dejaría de ser lo que era. [2]
Que esta última versión fuera impresa en los Estados Unidos no le resta a la obra sus valores indentitarios, ni su ascendencia puramente cubana. Cecilia, pasaría, por algunas manos, cuerpos o voces extranjeras en sus futuras presentaciones, pero jamás esto, le privó de espontaneidad o cubanía. Cecilia era desde ya, auténticamente cubana.
La novela “Cecilia Valdés” es una representación de la Cuba colonial. Recuerda los grabados del período en que se desarrolla la trama. Obra romántica y costumbrista, está inspirada en tipos populares de la sociedad cubana del siglo XIX. Para el personaje de la protagonista Villaverde hubo de tomar de modelo, según historiadores de las letras cubanas, a una joven hermosa de hábitos ambulantes. La obra muestra en toda su grandeza, problemas y contradicciones sociales de la colonia, y se regodea en el modelo de la mujer cubana mostrándola en toda su belleza mestiza.
Según el historiador Max Henríquez Ureña, ningún historiador ha podido igualar a Villaverde para dar a conocer el siglo XIX cubano. “Cecilia Valdés” reafirma lo anterior con excelencia y legitimidad.
La novela “Cecilia Valdés” gira bajo el peso de un romanticismo realista, designado a ver y a ser un espejo de la realidad, tradiciones socioculturales y el perfil social. En el tema específico de ésta se le juzga como una serie de un notable acompañamiento histórico y folclórico que enfatiza el círculo colonial con todas sus capas y problemáticas sociales. El argumento de “Cecilia Valdés” está engendrado dentro del modelo romántico, aunque la sólida inclinación realista de mitad del siglo XIX que en ésta se expone al detallar las tradiciones. [3]
Cecilia es romántica, ama con fuerza, pasión y provoca un desenlace trágico. En ella se exaltan los sentimientos, la emoción supera la prudencia y la doblega. Es realista, en ella se describe el comportamiento humano y su entorno y se representa tal y como actúa en la vida cotidiana. Cecilia es corpórea y genuina mujer, y es a la vez costumbrista, desanda las calles de la Habana colonial entrecruzándose con los personajes típicos de su entorno y siendo ella misma, un modelo.
“Cecilia Valdés”está considerada como una de las novelas más representativas de la cultura cubana. Vilipendiada por muchos y elogiada por otros tantos no ha pasado desapercibida y sigue suscitando la polémica en el campo de las letras y la cultura cubana.
Cecilia resume siglos de contradicciones, identidades ya arraigadas en la centuria decimonónica, la historia y el folclor de la colonia con sus clases y conflictos sociales, la cubanía y el mestizaje que identifican, aun hoy a la mujer cubana.
Estas problemáticas sociales, la sufren sobre todo, en la novela, los personajes femeninos, y Cecilia, con todas las paradojas de un personaje protagónico, se mueve en el centro de toda la tragedia del drama, la que le impuso su época, su condición de mujer, y su belleza en una isla dependiente.
La cubanía de Cecilia no radica solamente en su físico hermoso y sensual. Cecilia padece intensamente el drama de la novela. Al ser linda, pobre y mujer en una isla colonial sobre ella cae el dolor, la amargura, la desesperación. Ella sufre su condición de mestiza, y aunque en inicios parece disfrutar la libertad que le ofrecen las calles habaneras y sus personajes, pronto quedará encerrada, marginada, apartada y sometida por lo mismo que antes le proporcionara inigualable placer.
Tal vez había pecado; pero de seguro que no por vicio o mala inclinación. Esto abonaba sus pocos años, su porte decente y modesto, su donoso aspecto y el nácar de sus tersas mejillas. El dolor, la vergüenza de verse encerrada (...) era sin dudas lo que le hacía prorrumpir en lágrimas y en quejas continuas. Tantos y tales extremos de genuino pesar eran incompatibles con el delito. [4]
Cecilia padece la orfandad, el ultraje, el encierro, el abandono y la historia de su tiempo. Cecilia no escoge, no selecciona, ella debe esperar ser elegida, ser preferida, instalada, amada. En la novela, y en su personaje, se establecen diferencias genéricas que han trascendido hasta nuestros días, considerándose como tradicionales y asumidos como estándares. Sin embargo, Cecilia y su historia, que quedaron en la novela, ya monumento de las letras cubanas por siempre, aun recorrerían un largo camino en el arte cubano.
Cecilia en las tablas
Yo soy Cecilia, Cecilia Valdés....
Siento en mi alma cubana la alegría de vivir.
La danza a mí me fascina
bailando soy la mejor.
Justo 50 años después de su primera edición, Cecilia vuelve a mostrarse al público, ahora en el teatro, pero igualmente hermosa y deleitable. Una belleza y una sensualidad que no pudo menguar el cambio de época, ni de manifestación artística.
Estrenada en 1932 en el teatro Martí renace la bella cubana, ahora con dotes musicales y excelente voz de soprano.
“Cecilia Valdés” es la obra cumbre del teatro lírico cubano y es reconocida mundialmente como la zarzuela cubana más distintiva del teatro lírico nacional. Se trata de una comedia lírica en dos actos y un prólogo, ocho cuadros, un epílogo y una apoteosis. La música fue escrita por el maestro Gonzalo Roig y la letra del libreto pertenece a Pepe Sánchez Arcilla y a Agustín Rodríguez. Tal como ocurrió con la novela homónima, la zarzuela alcanzó el punto cimero en su género en el momento en que se estrenó y permanece como pieza cimera de la zarzuela cubana. En ella se pueden apreciar gran variedad de géneros de la música popular cubana combinados magistralmente con las formas clásicas. A la música de Roig se le atribuye el hecho de concederle a la obra gran cubanía, lo que resulta irrefutable. A esto se le añade que el tema de la pieza, la escenografía de sus puestas en escena, el alma de Cecilia y el halo de la colonia cubana que transpira naturalidad llevan a la zarzuela a identificar la cultura cubana.
La estructura general de Cecilia Valdés responde a la zarzuela grande española, pero tanto música como argumento respiran cubanía, y por sus páginas respiran formas, géneros y ritmos de la música tradicional cubana. La partitura de esta zarzuela revela el talento de Roig para la creación destinada al teatro, gracias a su experiencia como violinista y director de orquestas teatrales. Su dominio de la composición lírica se manifiesta en su inventiva melódica, la eficacia dramática de las escenas musicales y su gratificante escritura vocal. [5]
La zarzuela Cecilia Valdésestá considerada en todo el mundo como la zarzuela cubana más representativa. Al igual que la novela de Cirilo Villaverde esta pieza musical está considerada como un elemento característico de la identidad nacional y en consecuencia con la novela, la zarzuela nos unifica en la búsqueda de nuestra autenticidad nacional.
Al respecto de esta zarzuelaAlberto Joya narra las vivencias del propio Roig: "La Cecilia Valdés yo la escribí en un mes y días. Pero no fue sólo escribirla, sino instrumentarla también. Estaba dedicado exclusivamente a la obra. Yo vivía nada más que para aquello. Me ponía un mono por la mañana, me iba para el teatro y allí me llevaban la comida". Roig escribió esa obra pensando en la voz de Caridad Suárez, quien, sin embargo, no tuvo el honor de ser la primera Cecilia Valdés, porque la mexicana Elisa Altamirano fue un nuevo y bello amor del autor y se decidió por ella para el estreno, a pesar de su pequeña tesitura. Quedó lista la partitura en el mismo mes de marzo, copiada con tinta negra por el propio Roig y encuadernada sin lujos ni detalles en una medida de treinta y uno por veintidós centímetros. [6]
Aunque la primera Cecilia de la zarzuela cubana no fue cubana sí lo fue la segunda. “En 1935 se hizo necesario una reposición de la zarzuela Cecilia Valdés también en el Teatro Martí, en el mes de marzo, ahora interpretada por Rita Montaner. Y en la partitura de esa zarzuela que copió José Guede aparece, en la página ciento veintiuna, esta nota de Gonzalo Roig, escrita el 16 de marzo: "Una grandiosa interpretación de esta obra. Sobresaliente interpretación de Rita Montaner. No me defraudó". El día 17 escribe otra nota: "Magnífica actuación de Rita Montaner". Y en la página ciento dos vuelve a escribir el Maestro el 19 de marzo: "A Rita Montaner, que hace en esta berceuse una interpretación genial, artística y única". [7]
Era el año 1948 y Cecilia otra vez hermosa y rosagante, autenticamente cubana, se mostraba al público haciendo gala de belleza y excelcitud.
Hierve la sangre en mis venas,
soy mestiza y no lo soy.
Yo no conozco las penas,
yo siempre cantando voy.
La excelencia del guión y de las letras de las canciones, la perfección en la composición que caracterizó a Gonzalo Roig, llevó a la zarzuela Cecilia Valdés a un esplendor auténticamente reconocido y cualificó a Cecilia como modelo de la mujer cubana.
Es meritorio destacar además que los temas de este teatro lírico también se centran, en su mayoría, en las figuras femeninas. Junto al “Po Po Po” la salida de Cecilia con la interpretación del tema "Yo soy Cecilia Valdés" es uno de los momentos más extraordinarios dentro de la zarzuela cubana.
La Cecilia de la zarzuela es muy similar a la Cecilia de Villaverde. Su ingenuidad, su alegría, su encanto armonioso se reflejan en la pieza musical con intensidad y gracia.
Mis amores, son las flores
que perfuman mi jardín,
Y mi risa cristalina
es un eterno tin-tin,
Con similitud al drama, la zarzuela no difiere de la novela. El dolor de la pérdida del amor, el desgarramiento del alma provoca en Cecilia un desesperado canto.
Una niña blanca del pecho me arranca
la calma y la paz...
La rabia me mata porque soy mulata
y me dejarás...
Cecilia en la zarzuela es una representación equivalente a la de Villaverde, al parecer una culminación de la caracterización total del personaje literario. Músico y guionistas aprehendieron en toda su extensión el modelo que plasmó el novelista. La aparente superficialidad de la protagonista se trastoca en un dramatismo ineludible al sufrir la pérdida de lo amado. El personaje protagónico masculino, conforme a los ideales genéricos de la época decide, desprecia y manipula los sentimientos femeninos. El drama de la mujer colonial, que difiere escasamente en extensión y fuerza del drama que se vive o se sufre, en el siglo XX por parte de la mujer se muestra admirablemente en la zarzuela Cecilia Valdés.
El papel de Cecilia en el teatro lírico es uno de los más codiciados dentro de la dramaturgia cubana de todos los tiempos.
¡Cecilia Valdés! Mi nombre es
precursor de la alegría.
Yo canto y bailo a porfía...
¡Yo soy Cecilia Valdés!
Al igual que la novela, la zarzuela Cecilia Valdés está considerada como la primera en su tipo, enteramente cubana, donde la lírica refuerza los elementos dramáticos de la obra, el romanticismo del tema y el costumbrismo colonial.
En el cine, Cecilia
En el año 1981, uno de los grandes maestros del cine cubano de todos los tiempos, Humberto Solás, le concede a Cecilia Valdés, una nueva oportunidad de lucirse en todo su esplendor y le ofrece el protagónico de su largometraje “Cecilia”.
Una nueva cubana vuelve a encarnar a Cecilia tras la mirada atenta del maestro Humberto Solás; la actriz Daysy Granados.
No es de extrañar que sea Solás quien llevara al cine a Cecilia Valdés. El cineasta es un sorprendente constructor de personajes femeninos, tomados de la ficción o de la literatura. Las imágenes femeninas de Solás van a reflejar en casi su totalidad las contradicciones y adversidades que su sexo le impone en cada contexto histórico en el que se desenvuelven. Así sucede con Cecilia que revive la tragedia con la puesta en escena.
Con “Cecilia” Solás no se planteó una reproducción exacta de la novela sino una reinterpretación de la misma tomando de ella conflictos y personajes, recreando y redimensionando la historia, lo que provocó en el público una gran expectación. La realización del filme “Cecilia” se considera en la historia del cine cubano la empresa más colosal y controvertida de todos los tiempos realizado por el Instituto Cubano de Arte e Industria Cinematográfica.
Refiriéndose a Cecilia, como personaje protagónico de uno de los filmes de Humberto Solás, Joel del Río apunta: en Cecilia, el personaje femenino se convierte en símbolo polisémico y encarnación de la espiritualidad, la resistencia y la delicadeza, más allá de cualquier propósito coyuntural o vanamente polémico. (...) la Cecilia villaverdiana (que en polémica versión de Solás se trasmuta en Oshún y se asemeja a la Caridad del Cobre) pueden verse cual alusiones simbólicas a la Isla, en esa centuria traumática y fundacional que fuera el siglo XIX latinoamericano. [8]
Las causas de la no aprehensión del mensaje artístico, a juzgar por los testimonios aparecidos en la prensa escrita del momento, deben buscarse a partir de los siguientes elementos: Existía un estereotipo del personaje de Cecilia Valdés fijado por la novela, la zarzuela, el ballet y otras reconstrucciones artísticas de la obra de Villaverde. La violentación de esta imagen, bastante homogénea, al ser encarnado por la actriz Daisy Granados, resultó una Cecilia otra, física y psicológicamente distinta. En Cuba, por tradición, los mitos históricos y culturales han sido sagrados. Su desacralización tenía forzosamente que producir un choque en un público no habituado a ello. [9]
La obra de Villaverde le sirve a Solás como telón, escenografía cognoscitiva, soporte sobre el cual crear, o más bien recrear o recapitular a Cecilia.
Con impresionante puesta en escena, buen manejo de los recursos narrativos y la dirección actoral, incluso de los extras, fue una película no bien comprendida por una parte del público y también de la crítica especializada que la atacó sin descanso y no vio con buenos ojos la necesidad del director de expresarse libremente ante un clásico de la literatura, y por qué no, del teatro cubano. [10]
Sin embargo:
Más allá de las discusiones coyunturales debe decirse que Solás comprendió la historicidad y la perspectiva social de la obra de Villaverde logrando a partir de ella y no ilustrándolo, un apasionado fresco sobre los ingredientes de lo nacional. La dimensión del empeño, la rigurosidad de la puesta en escena, el movimiento de masa, nada deben a una malentendida y absurda fidelidad al texto. (...) Cecilia (...) constituyó uno de los hitos de la cinematografía cubana. [11]
Solás crea su propia Cecilia releyendo la historia y recontextualizando su mito. El estereotipo del personaje de Cecilia Valdés creado en la novela y mantenido en la zarzuela cambia en esta ocasión con la nueva Cecilia del director cinematográfico.
En su cine, Humberto entiende que la cinematografía nacional podría solidificarse a partir del eclecticismo que dosificara la cultura “alta” y lo valedero entre lo vernáculo y lo popular. Con frecuencia partió de una fuente literaria, pero igual recreó el sistema referencial que decidió evadirse de la propuesta primigenia. [12]
Añade además este investigador que si algo distingue el cine de Humberto Solás es, precisamente, la sustentación de una visión integradora, sincrética y cosmopolita que recapitula la mezcla de razas y culturas, más que exaltar, en su estado virginal, los factores que la componen.
El filme de 168 minutos de duración obtuvo varios premios en festivales de cine internacionales. Daisy Granados, por su parte, fue merecedora del premio a la Mejor Actriz en el Festival Internacional de Cine de Panamá en el año 1982. De esta obra, su director también realizó un serial de seis horas para la televisión; y, el primero de julio de 1982, tuvo su estreno simultáneo en catorce salas cubanas.
Cecilia rompió el modo de hacer y de apreciar el cine en la isla. Afirma Joel del Río que mientras la obra provocaba puertas adentro un turbión polémico en las demasiado apacibles aguas de nuestro cine fue, hasta “Fresa y Chocolate”, el filme más vendido fuera de la isla.
Nuevos tiempos de Cecilia
Y al lienzo llegó Cecilia con los colores de la paleta del holguinero Cosme Proenza. Ya aparecía Cecilia perfilada en los lienzos de Víctor Patricio de Landaluce, aunque el pintor bilbaíno radicado en Cuba nunca la nombró.
Cosme es dibujante, ilustrador y muralista, miembro de la Asociación Internacional de Artes Plásticas. Su pintura se caracteriza por un estilo muy definido y reconocido universalmente por la elegancia y la exquisitez que se observa en todas sus obras que emanan misterio y dulzura a la vez.
...El universo creativo de Cosme Proenza es muestra inefable de dominio del oficio y sensibilidad creadora. Las metáforas de sus imágenes crean una atmósfera especial cuya materia está tomada de la evocación y el anhelo. Cual un delicioso elixir de utopías, su imaginación se vierte en la autenticidad de sus paisajes, la profundidad de sus vegetaciones y el ondulado vuelo de los mantos que cobran vida por sí solos, Así, consigue recrear la verídica presencia de irreales insectos y seres impensados, con la misteriosa docilidad de sus anatomías y el frágil tejido de sus alas. En la colorida hibridez de sus criaturas, en las fascinantes transparencias y en el dulce sometimiento del color a las exigencias del claroscuro, en las inconmensurables lejanías de sus perspectivas y a complicidad de sus brumas anida lo convincente de sus imposibles. En la dramática dualidad de sus luces y sombras y el barroquismo abarcador de sus escenas radica la delicadeza de su entramado, la musicalidad de sus exuberancias y la intrincada trama de reminiscencias y aportaciones. Aflora, entonces, la belleza de sus conjuntos y la lírica sensualidad de sus ansias creadoras. [13]
Cosme Proeza supo recoger toda la belleza y sensualidad de Cecilia Valdés con su natural barroquismo en la obra homónima. Mestiza y radiante, Cecilia posa para la eternidad tras los dorados colores del pintor. El juego de luces y sombras reafirma el drama que vive Cecilia. La pintura, reedita el mito de una de las cubanas más populares de la historia del arte.
Cecilia aparece ahora en un nuevo ambiente bucólico y surrealista, pero encantadoramente grácil y excitante.
En entrevista concedida a Nirma Acosta y respecto a su Cecilia Valdés, el pintor expresó:
-(...) normalmente no utilizo personajes vivos o muertos reales; siempre personajes inventados o preferiblemente de la literatura, que son tan inventados como los que pudiera imaginar yo.
-Con mi pintura me sucede a cada rato que establezco como deudas con la literatura y sobre todo con la buena literatura.
-El que se sienta buen cubano tiene que haber leído a Cirilo Villaverde; Cecilia Valdés es un libro imprescindible. Por eso, no tuve que investigar, solo tuve que sentirlo. No quise utilizar ningún referente vivo o modelo, porque soy de los que cree que la mejor imagen es la que cada cual alberga dentro. Usar un referente real es mucho más fácil; pero es mejor parirlo completo. Por tanto, esa Cecilia, que no es un personaje real, sino como yo la he querido dar, es sencillamente un personaje que está dentro de esta nebulosa que se crea entre el objeto artístico, la obra literaria y nuestro pensamiento. Cada uno asume a Cecilia como quiere una vez que la lee y la imagina. No hay estereotipo que la imponga. La belleza para cada cual es distinta, por tanto la imaginamos diferente, y esta Cecilia es el conjunto de todas las imágenes del libro, sin andar recurriendo a cuestiones anecdóticas.
-Con Cecilia Valdés evité, en lo posible, todo lo anecdótico. Sencillamente aparecen los elementos que la rodean, propios de una época —ni siquiera la ropa; la ropa recuerda algo de la moda de la época, pero no es eso. Es lo que la envuelve, que le permite flotar; nace, como si fueran plantas, pero es un vestido propiamente dicho. La flor mustia que tiene en sus manos también es una gran flor, una flor enorme que pesa, que tiene otra connotación, quizá dentro de la parte sentimental —más trágica— de la vida de Cecilia, pero sin contar anécdotas. [14]
Siempre Cecilia
Muchas son las versiones que se han hecho de la novela “Cecilia Valdés o La loma del Ángel”. En todas se destaca el tema nacionalista y la búsqueda de la autenticidad. Los autores son excelentes narradores del entorno de su personaje, mostrando más que cualquier documento de la época, la forma de vida de su nación, develando la realidad histórica tras el velo extraordinario y personal de la creatividad.
Muchos testimonios de investigadores de Cecilia Valdés, dan cuenta de la trascendencia de la bella y sensual mujer que identificó desde entonces a la cubana.
A más de un siglo de su publicación, aún se mantiene vivo el mito de Cecilia rondando entre los cubanos. A pesar de no tenerse certeza de la existencia de esta mestiza, en el cementerio de Colón en Ciudad Habana, siguen apareciendo flores en la supuesta tumba de Cecilia Valdés. Así es, el acto creativo, conduce a la eternidad. [15]
Al margen de toda fama, Cecilia Valdés, la mulata hermosa que provocara las más encendidas pasiones, reposa hoy en un ruinoso sepulcro de la más grande necrópolis de la ciudad. Un extraño fascinación invade, sin embargo, a los que hasta allí llegan. Atraídos por la leyenda, reviven de cierta forma el espíritu de Cecilia, eternizado en las páginas de una novela. [16]
Cecilia cambia, incluso de nombre, en el panorama cultural de Cuba y en las obras, de cualquier género que lo conforman, pero sigue siendo ella: mulata sensual, pícara y cautivadora, cortejada por todos los hombres. Beldad natural y voluptuosa a la que, con el paso del tiempo, en el imaginario nacional isleño, se recurrirá una y otra vez como alegoría de la mujer criolla, paradigma de lo cubano, romántica, realista, popular, costumbrista, cubana.
Notas:
[1] Friol, Roberto: La Cecilia Valdés de la Siempreviva. Revista de la Biblioteca nacional José Martí. Vol XXIX, Ciudad de la Habana, 1982.
[2] Villaverde, Cirilo: Cecilia Valdés. La Habana, Editorial Letras Cubanas, decimotercera edición, 2008.
[3] Martínez, Onidia: La gran novela cubana Cecilia Valdés. [en línea] Disponible en http://lacomunidad.elpais.com/drogasenusa/2009/7/15/la-gran-novela-cubana-cecilia-valdes.
[4] Villaverde, Cirilo: O. Cit.
[5] Caro, Boris: Cecilia Valdés: la novela y la eternidad. [en línea]. Cuba. Disponible en http://www.somosjovenes.cu/index/semana11/ceciliavald.htm.
[6] Joya, Alberto: Cecilia Valdés y la zarzuela de Gonzalo Roig. Música y músicos cubanos. Juventud Rebelde.
[7] Idem.
[8] Del Río, Joel: Una mirada singular y polémica en el cine cubano. [en línea] La Jiribilla. La Habana. Disponible en http://www.lajiribilla.cu/2001/n6junio/120_6.html.
[9] Ferrera Vaillant, Juan Ramón: Cecilia: ¿un fenómeno de incomunicación artística? [en línea]. Disponible en www.santiago.cu/hosting/linguistica/Descargar. Php?archivo.ramon-ferrera.
[10] Álvarez, Mayra: Cecilia, siempre viva. [en línea] Disponible en http://www.cmbfradio.cu/cmbf/cine/cine_00269.html.
[11] González, José Antonio: Humberto Solás o la audacia de la emoción. Revista Cine Cubano, 1989. pp.9-20.
[12] Del Río, Joel: Humberto Solás: la autoría irrevocable. Revista Temas, número 30, 2002. pp.122-131.
[13] Cosme Proenza, un desconocido de Vasari. Catálogo de la muestra “Voces del silencio”. Museo Nacional de Bellas Artes, Septiembre-Octubre del 2002.
[14] Acosta, Nirma: Voces del silencio, de Cosme Proenza, en el MNBALapintura del espíritu. [en línea] Disponible en www.lajiribilla.co.cu/2002/n73_septiembre/ 1728_74.html
[15] Hernández Díaz, Dianelys: Sentimiento y color en Cecilia Valdés. [en línea] Disponible en http://www.rguama.icrt.cu/index.php?option=com_content&task=vie w&id= 5385&Itemid=315.
[16] Caro, Boris: O. Cit.