Revista académica de economía
con
el Número Internacional Normalizado de
Publicaciones Seriadas ISSN
1696-8352
Cultura rentista
Apostilla sobre la decadencia económica argentina
Alfredo
Félix Blanco (CV)
Universidad Nacional de Córdoba
afb2002@hotmail.com
Cuando se analizan las causas de la declinación económica de Argentina, muchos economistas suelen centrarse casi exclusivamente en cuestiones tales como la situación fiscal, el nivel de intervención estatal, el grado de apertura de la economía, la evolución de precios internacionales, u otras cuestiones "económicas" similares. Esta perspectiva descuida con demasiada frecuencia la consideración de factores "extra-económicos" que pueden arrojar un poco de luz adicional sobre el fenómeno que se pretende explicar.
Formados en una disciplina que define al hombre casi exclusivamente como un agente maximizador de satisfacciones o de beneficios, que solamente responde a "señales económicas", los economistas solemos subestimar la importancia de aquellas conductas que no son explicadas por el sistema de precios de la economía. O de aquellas otras que, habiendo surgido a partir de "estímulos económicos", permanecen inalteradas con cierta independencia de las causas que la originaron. Una relación demasiado lineal y simplista, entre estímulo y respuesta, hace que se pierdan muchos matices de una explicación causal.
Joseph Schumpeter (1883-1950), el economista que escribió la obra más importante de historia del análisis económico, sostuvo la tesis de que el dinamismo de la economía capitalista se debía fundamentalmente al rol del "empresario innovador". La capacidad de transformación de la realidad de una sociedad y su desarrollo económico se asentaba en ese carácter de sus empresarios.
Para Schumpeter, el "acto empresarial" no puede ser definido
como la
mera combinación de los factores de producción, sino como una
permanente
búsqueda de innovaciones que se traducirán en expansión de la
actividad
económica. De allí que nos hemos acostumbrado a denominar con el
nombre de
"empresario schumpeteriano" a aquellos que muestran esos rasgos
innovadores
que caracterizan a los pioneros. Y, aunque en la base de este
comportamiento se
encuentre la búsqueda de beneficios, se trata también de una
perspectiva cultural
específica con la que se asume el rol social de la actividad.
En el extremo opuesto podemos ubicar el comportamiento de los
sectores
que adoptan una actitud de "rentistas", en el sentido de la
búsqueda de beneficios
sin estar dispuestos a asumir los compromisos propios de la
actividad
empresarial. La "cultura del rentista" puede ser definida como
el conjunto de
creencias y actitudes que encarnan una conducta que privilegia
la búsqueda de
ganancias sin asumir riesgos en el proceso de producción de
bienes y servicios.
En particular, aunque no de manera exclusiva, la búsqueda de
rentas
financieras asociadas a actividades únicamente especulativas (en
el sentido
peyorativo del término) que, cuando adquieren cierto nivel, se
transforman en un
freno a la posibilidad de creación de riqueza y desarrollo
económico de la
sociedad.
No caben dudas que el desarrollo de la economía requiere de la
existencia
de un sistema capaz de atraer los excedentes financieros y
canalizarlos hacia los
sectores donde se invertirán, posibilitando de esta forma un
proceso dinámico de
acumulación y reproducción del capital. Pero ¿es posible
concebir una economía
donde la conducta económica de sus agentes suponga un patrón de
acumulación
y crecimiento ligado exclusivamente a las actividades
financieras?
Los fisiócratas de mediados del siglo XVIII creían que la
riqueza se
generaba exclusivamente el sector agrícola; los economistas
clásicos del siglo
XIX pensaban que su origen estaba asociado fundamentalmente a
aplicación del
trabajo, la economía moderna intenta explicarlo asignando a
todos los factores de
la producción una contribución en su generación. Lo que a nadie
se le ha ocurrido
afirmar es que sea posible concebir el desarrollo y la expansión
de la riqueza de
la sociedad en la esfera financiera exclusivamente.
Por supuesto que esta conducta "rentista" no debe ser referida
solamente a
la seducción que las aplicaciones financieras pueden despertar,
sino a todas
aquellas actitudes que sustituyen el espíritu innovador por la
búsqueda de
prebendas y ganancias fáciles. Estas conductas se desarrollan
también en otros
sectores de la sociedad y producen iguales efectos negativos
sobre la capacidad
de generación de riqueza.
En Argentina, el desarrollo de una verdadera "cultura del
rentista" ha sido
muy nociva para el comportamiento global de la economía. Y,
aunque puedan
encontrarse explicaciones económicas para el surgimiento de la
misma, no hay
dudas que a su vez esos valores afectan negativamente a la
evolución
económica. Una relación de "feed-back" entre cultura rentista y
fracaso
económico constituye un circulo en el cual la decadencia
argentina parece
haberse desarrollado y del cual no podemos liberarnos.
Muchos han intentado explicar las razones por las cuales nuestro
país ha
desarrollado estos rasgos que atentan contra la posibilidad de
alcanzar una
economía capitalista moderna y dinámica. Algunos creen
encontrarlas en las
formas que caracterizaron a la colonización española, otros
piensan que el
modelo económico que rigió el periodo1880-1930 estimuló un
comportamiento
"rentista" de los terratenientes, están quienes advierten que el
"error" argentino
estuvo ligado al advenimiento del peronismo y sus políticas
populistas, y también
se ha llegado a sugerir que las dictaduras militares argentinas
fueron más
"rentistas" que "productivistas" (a diferencia de las
brasileñas, por ejemplo).
Pero en lo que no hay lugar a disidencias es en el hecho de que
esa
cultura se acentuó en las últimas décadas, especialmente durante
el gobierno
militar que asumió con el golpe de 1976. Para advertir esa
realidad no es
necesario adherir exclusivamente a las explicaciones sobre la
influencia del
"estilo" colonial español, o a aquellas que enfatizan los rasgos
"pre-capitalistas"
de la oligarquía, o a las que responsabilizan al carácter "prebendario"
del
empresariado que se desarrollo al amparo del modelo de
sustitución de
importaciones; con sólo repasar la historia la conclusión será
obvia: las causas
son múltiples y opinables, pero en los últimos tiempos la
situación se ha
agudizado.
El resultado final ha sido una economía caracterizada por su
escasa
capacidad de innovación, su ineficiente y desarticulado sector
público, su poca
inserción en el mercado mundial, su alarmante inequidad en la
distribución del
ingreso y su aversión al riesgo empresario. Y ese resultado
final no es otra cosa
que un gigantesco (y para muchos inexplicable) fracaso colectivo
del que ningún
sector parece sentirse responsable. Esta actitud de buscar
culpables siempre "en
los otros" seguramente también aporta parte de la explicación de
nuestras
dificultades, al servir de auto-justificación por la falta de
cumplimiento responsable
de nuestras obligaciones sea cual sea nuestra posición social.
El Proceso de Reorganización Nacional: "Plata dulce y déme dos"
El golpe militar de Marzo de 1976 realizó una contribución muy
grande al
desarrollo de esa cultura rentista que parece caracterizarnos.
Afirmando que los
males argentinos devenían, en lo económico, de la aplicación de
políticas que
distorsionaban las señales del mercado, que premiaban a los
inútiles y que
habían impedido que el país se integrara en forma eficiente al
mercado mundial
se inició un proceso que terminaría dañando gravemente no
solamente la
estructura productiva del país sino que fomentaría conductas
especulativas muy
negativas en materia económica.
En lo referido al plano estrictamente financiero se realizo una
reforma que,
so pretexto de terminar con las indiscutibles fallas que tenía
el sistema, abrió las
puertas a la etapa que fue bautizada popularmente como la época
de la "plata
dulce". La reforma de junio de 1977 permitió una transferencia
formidable de
recursos a favor del sistema financiero.
El deficiente y muy cuestionado régimen de depósitos
centralizados, en
donde las entidades captaban depósitos "por cuenta y orden" del
Banco Central,
fue reemplazado por uno que liberalizó el mercado y redujo el
ámbito de
intervención de la autoridad monetaria. Con esta reforma, se
restringió el control
del Estado sobre el sistema, pero sin embargo se mantuvo su
garantía sobre los
depósitos que captaban las entidades.
La combinación de tasas de interés libres con la garantía
estatal de los
depósitos derivó naturalmente en conductas imprudentes de
tomadores y
colocadores de recursos en el sistema. Se produjo una expansión
notable de
entidades y sucursales y la nueva realidad significó, en última
instancia, un
subsidio a las entidades financieras, muchas de las cuales
utilizaron
irresponsablemente las nuevas condiciones del mercado y
protagonizaron
recordados escándalos bancarios.
Las nuevas condiciones que garantizaban elevados rendimientos
financieros, incidieron en forma negativa sobre las actividades
productivas y
alentaron las "conductas especulativas". En las decisiones
empresarias los
aspectos financieros comenzaron a ser más importantes que los
productivos,
afectando las estrategias en materia de inversión y de cambio
tecnológico.
Asociada a esta realidad financiera se operó una fuerte
competencia
externa en el mercado de bienes que, ayudada por el "dólar
barato", significó la
desaparición de buena parte de la industria local. La imagen de
los argentinos
viviendo "de renta" (la plata dulce), viajando al exterior "de
compras" (déme dos)
ocultaban un proceso que nos conducía inexorablemente a un
amargo destino de
crisis.
Por otra parte, el liberalizado sistema financiero servía de
ámbito para
operaciones de capitales extranjeros con fines especulativos. Un
mercado
internacional muy líquido y la seguridad de una elevada renta
financiera
contribuyeron a ese proceso. Las consecuencias de la estrategia
económica del
gobierno militar quedarían crudamente expuestas en el formidable
crecimiento de
la deuda externa, que finalmente asumiría el Estado, y en el
estancamiento
económico del país.
Un país en el que sus habitantes eran capaces de vender la casa
para
poner el dinero a plazo fijo porque eso "convenía más que
trabajar", donde se
obtenían rendimientos financieros impensables en economías
normales y en el
que surgían nuevos ricos especialistas en "bicicletas
financieras" daban una
nueva fisonomía a la realidad. Una suerte de "surrealismo
financiero" lo invadió
todo y naturalmente contribuyo a deteriorar la cultura del
trabajo a favor de la
actitud del "rentista".
La corrupta atmósfera que se respiraba en el país de la "plata
dulce", tan
bien llevada al cine por Fernando Ayala en 1982, no tardaría en
ocasionar costos
tremendos en términos económicos y morales. Emblema de aquella
situación fue
la caída del Banco de Intercambio Regional (B.I.R.); más de cien
sucursales,
350.000 ahorristas, 1.000 millones de dólares de depósitos que
se esfumaron,
todo ello naufragó inmoralmente. Un número muy importante de
entidades
siguieron el mismo camino y la historia financiera del periodo
terminó formando
parte de una verdadera antología de defraudaciones y estafas.
Una conclusión mirando al presente. ¿Hay futuro?
Desde 1983 la Argentina retomó el camino democrático en lo
político, pero
es claro que algunos de los cambios perjudiciales parecen haber
sido
irreversibles. La cultura de la producción y el trabajo no se
logra con meros
enunciados y nuestra historia reciente, ya viviendo en
democracia, muchas veces
ha contribuido a profundizar las falencias en este sentido.
De hecho, la crisis hiperinflacionaria de fines de los ochenta,
el traumático
final de la convertibilidad adoptada en los noventa y el
estallido económico del
2001 son indicadores claros de la incapacidad de los sucesivos
gobiernos para
superar las restricciones que las nuevas condiciones internas y
externas le
imponen al país.
En el año 2005 Argentina muestra signos de recuperación
económica; el
proceso de reestructuración de la deuda externa, el crecimiento
del Producto
Bruto Interno y los indicadores de solvencia fiscal alientan
expectativas
esperanzadas, pero junto a estas señales es imprescindible un
cambio cultural en
el comportamiento de los argentinos.
Aunque a los economistas nos resulte a veces difícil de
comprender, los
resultados de las recetas económicas dependen crucialmente de
factores que
están fuera del alcance de nuestra disciplina, y el abandono de
la cultura de la
"plata dulce" y de la visión "rentista" de la actividad
económica es una condición
necesaria para soñar con un mejor futuro para Argentina.
Ese cambio, al menos por ahora, no parece estar muy cercano.
Nota publicada en:
-
SUPLEMENTO DEBATES. LA MAÑANA DE CÓRDOBA. (03-07-05)
Para citar este artículo recomendamos utilizar este formato:
Alfredo Félix Blanco: "Cultura rentista - Apostilla sobre la decadencia económica argentina " en Observatorio de la Economía Latinoamericana Nº 46, julio 2005. Texto completo en http://www.eumed.net/cursecon/ecolat/ar/