Un billete o una moneda en particular pueden ser usados varias veces al año para adquirir diferentes cosas. Se llama velocidad de circulación del dinero al número de veces que, como media, es utilizado el dinero en un país en un período de tiempo determinado. Supongamos que en un país, en un año, se han vendido cosas por valor de 100 billones, pero que la cantidad de dinero en ese tiempo ha sido tan sólo de 20 billones. Es evidente que, de media, el dinero ha sido usado cinco veces, es decir, la velocidad de circulación ha sido cinco.
El concepto de velocidad del dinero permitió establecer la llamada ecuación cuantitativa, la base teórica fundamental del monetarismo. El valor de todos los bienes y servicios producidos en un país en un período de tiempo de terminado, es decir, el producto nacional, será la cantidad producida, Q, multiplicada por su precio, P. Para adquirirla habrá sido necesario utilizar una cantidad de dinero, M, un número de veces, V. Por tanto
La velocidad de circulación de dinero fue considerada constante, por lo que el crecimiento en la parte izquierda de la ecuación, el producto nacional, requería el aumento de la cantidad de dinero. O, invirtiendo los términos, si aumentamos la cantidad de dinero, conseguiremos ineludiblemente que aumente el producto nacional. Eso es cierto. Es un hecho matemático incuestionable. Una forma infalible de aumentar el producto nacional es aumentar la cantidad de dinero en circulación.
El problema está en que la expresión PxQ es el producto nacional en términos nominales. Es decir, que el aumento de M puede provocar sólo el aumento de P y no de Q. En palabras llanas, el aumento en la cantidad de dinero puede que se traduzca tan sólo en un aumento del nivel de precios, en inflación, y no en el aumento de las cantidades realmente producidas.
La misma argumentación nos permite ver el lado positivo: la disminución de la oferta monetaria puede provocar la disminución de los precios. Es decir, la inflación puede ser controlada también manipulando la cantidad de dinero en circulación.
En realidad la cantidad de dinero influye sobre ambas variables, aunque, según indica la experiencia, la influencia en más directa y más intensa sobre el nivel de precios que sobre el producto real. Actualmente se considera que la política monetaria debe ir dirigida principalmente al control de los precios mientras que el fomento de la producción debe buscarse mediante instrumentos fiscales.
La política monetaria en cualquier caso es un poderoso instrumento de que dispone el Estado, en concreto el banco central, para manipular el producto nacional y el nivel de precios. En hábil conjunción con la política fiscal cualquier problema económico debería ser fácilmente resuelto... aparentemente.
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