Reflexiones finales

 

La materia tratada en este trabajo es para mí tan apasionante que podría alargar el trabajo cuanto quisiera ensamblando citas y comentarios, pero admito que no todos sienten la misma pasión que yo y debo terminar. Lamento que el Dr. Elíes Furió Blasco se evadiera del debate que inició en 1995. No quisiera, una vez más, que mis críticas, evidentemente algo inmisericordes, le desanimen a retomarlo aunque hayan pasado tantos años. Todo lo contrario. Como ya le dije en 1996, creo que él es un investigador todavía joven, muy trabajador y harto inquieto. Solo le recomendaría que se interesara también por obras no vinculadas directamente con el turismo porque solo así evitará perder el sentido de la perspectiva y conseguirá situar el turismo dentro de la sociedad, pero sobre todo formando parte del sistema productivo con el que la humanidad trata de aportar satisfactores para atender sus necesidades.

 

La condición necesaria para que se produzca turismo no es otra que la aparición hace diez o doce mil años de las primeras sociedades sedentarias. Pero la condición suficiente no se dio hasta hace seis o siete mil años, cuando aparecieron los primeros núcleos urbanos. A  partir de entonces, las sociedades humanas aumentaron su tasa de crecimiento y sintieron nuevas necesidades para cuya satisfacción no resultaban suficientes ni los recursos disponibles ni su transformación propia in situ. Por ello nuestros antepasados tuvieron que buscarlos fuera de su territorio. Cuando los recursos que necesitaban los hombres eran transportables, los importaban. Cuando no, eran ellos lo que se desplazaban hasta el lugar en el que podían encontrarlos. Durante miles de años las técnicas para vencer el obstáculo de la distancia estuvieron en niveles muy incipientes de desarrollo. No había, o era muy precarios, servicios de accesibilidad, transporte, hospitalidad, guías y protección. En tales circunstancias, quienes tenían una necesidad para cuya satisfacción requerían recursos no transportables y alejados no tenía otro medio que elaborar un plan de desplazamiento de ida y vuelta, al que, de acuerdo con el postulado propuesto desde el enfoque de oferta, podemos llamar turismo o producto turístico. Elaborado dicho producto (el plan o programa) procedían a consumirlo, esto es, a realizar el plan de desplazamiento de acuerdo con las especificaciones establecidas en el mismo.

 

Curiosamente, estando redactando este trabajo en mi casa de campo en Asturias, oigo en la transmisión por radio de la misa dominical del día 5 de septiembre que el celebrante lee el siguiente pasaje del evangelio según Lucas: “Si uno de vosotros piensa construir una torre, ¿no se sienta primero a calcular los gastos y ver si tiene para acabarla? (…) O si un rey está en guerra contra otro, ¿no se sienta antes a considerar si puede enfrentarse con diez mil hombres al que le va a atacar con veinte mil? (Lucas, 18: 28 – 31)

 

Se trata de una referencia elocuente y muy antigua a la conducta humana que consiste en planificar las actividades, sobre todo aquellas que no son ordinarias, como de hecho lo fueron durante miles de años los desplazamientos circulares. El hecho de que hoy las técnicas utilizadas para vencer el obstáculo de la distancia hayan experimentado tan grandes avances nos ha llevado a olvidar que incluso hoy seguimos planificando nuestros desplazamientos de ida y vuelta, sobre todo si requieren salvar una distancia considerable, aunque no reparemos en ello. Hoy, gracias a la abundancia de servicios facilitadores del turismo, la elaboración de estos planes de desplazamiento es llevada a cabo por el mismo agente que los realizará. Pero si observamos la realidad con mayor atención nos percataremos que ya hay empresas, especializadas y no especializadas, que producen planes de desplazamiento o programas de visita. Estas son las empresas a las que deberíamos llamar turísticas, dejando para las que les abastecen de inputs la denominación de empresas auxiliares del turismo (productoras de servicios facilitadores e incentivadores)

 

Por tanto, también el turismo, antes de ser consumido, tiene que ser producido, ni más ni menos como acontece en el caso de cualquier otro producto. Dicho con más precisión: de acuerdo con el enfoque de oferta, la producción  de turismo antecede a su consumición. La producción y la consumición son siempre diacrónicas, nunca sincrónicas, como creen los ortodoxos del enfoque de demanda. Decir que el turismo se produce al mismo tiempo que se consume y que el consumidor interviene, necesariamente, en el proceso de producción, que no es, por tanto, posible sin él, son graves anomalías que solo se mantienen en la medida en que se mantiene un enfoque tan obsoleto como inadecuado.

 

Con el cambio de enfoque se superan las anomalías en las que cae el enfoque de demanda aplicado al estudio económico del turismo ya que:

 

·        se identifica la oferta de un modo objetivo al margen del agente consumidor

·        se aclara que el turismo, como cualquier producto, bien o servicio, es producido antes que consumido.

·        se clasifica el turismo sin ningún género de dudas en el sector terciario o de servicios, obviando recurrir a un artificioso y oportunista consenso entre expertos para situarlo en dicho sector a pesar de que el enfoque de demanda lleva inevitablemente a considerarlo no como un sector “vertical” sino “horizontal”

·        representa mejor la realidad y, por consiguiente, ayuda a manipularla con más eficacia para ponerla al servicio de nuestras necesidades.

·        Las aportaciones hechas desde el enfoque de demanda siguen siendo valiosas después del cambio de enfoque, sobre todo las relacionadas con los servicios facilitadores que auxilian la producción de turismo (la llamada oferta turística básica), y nos convence de la necesidad de estudiar de un modo más claro y sistemático los servicios incentivadores (la llamada oferta turística complementaria)  a fin de disponer cuanto antes de una eficaz, operativa y manejable tipología de la incentivación, tan olvidada por la literatura disponible.

 

A pesar de la indudable conveniencia de la sustitución de un enfoque por otro, la comunidad de turisperitos no va a llevarla a cabo. Reconozco que, aunque cada vez de un modo más precario, el enfoque de demanda todavía sigue teniendo utilidad para estudiar y gestionar la demanda y la oferta de los llamados bienes y servicios turísticos, unos bienes y servicios que son exactamente los mismos que los bienes y servicios no turísticos, del mismo modo que el turista consumidor no se diferencia en nada del consumidor no turista a los efectos de la inversión en los bienes que consumen. Algo parecido sucedió con los cambios de paradigmas que han tenido lugar en la historia. Piénsese en el tiempo que tuvo que pasar para que se aceptaran las propuestas de Nicolás Copérnico. Como chocaban con la física de Aristóteles, la ortodoxia en física y astronomía durante más de dos mil años, nadie se atrevió a apoyarlas.

 

¿Puede estar sucediendo algo parecido con la resistencia que encuentra no ya la aceptación sino incluso la mera consideración académica y el consiguiente debate de la propuesta de estudiar la economía del turismo con enfoque de oferta?

 


febrero 2005

Francisco Muñoz de Escalona
Producción y consumición de turismo: ¿diacronía o sincronía?